Capítulo 5
Empezamos a hablar en la puerta antes de que sus guardaespaldas me entregaran mi bolso. - Por favor, no me agradezcas, meter a hombres como él en prisión es uno de mis pasatiempos favoritos, - se rió. Le estreché la mano y me fui, buscando las llaves dentro de mi bolso.
Los paparazzi se agolpaban en la entrada, parados justo detrás de la puerta, así que no tuve otra alternativa que abrirme paso por la salida trasera. Comencé a caminar para llegar al auto estacionado cerca, mientras también buscaba mi celular.
Sin prestar atención al camino, tropecé con alguien, casi cayendo al suelo, antes de ser atrapado con firmeza. - Lo siento. Yo no estaba ... Cuando levanté la vista para disculparme con el extraño, vi esos ojos plateados y me quedé paralizado. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que se me iba a salir del pecho. Mi mano apretó su camisa, mientras la suya permaneció, inmóvil, en mi cintura.
Él estaba analizando mi cara, mientras yo hacía la suya. Todos los recuerdos de esa noche, nuestra noche, me golpearon con fuerza, mientras me permitía perderme en sus ojos una vez más. Se movió hacia mi tatuaje, trayendo una sonrisa divertida a su rostro. - Lilibeth. - Mi centro palpitó al escuchar mi nombre pronunciado con tanta fluidez en ese idioma.
- Alessandro, - su sonrisa se convirtió en una sonrisa mientras me acercaba a él. Mi respiración se entrecortó cuando su mano se movió hacia la base de mi espalda. Por qué, por qué, por qué. Esto no puede suceder ahora.
Me aparté de sus brazos, todavía mirando sus ojos plateados. - Me tengo que ir. - Tiré mi celular en mi bolso y rápidamente pasé junto a él, pero él agarró mi mano bloqueando mi salida.
Agarré la cabecera y gemí cuando él entró en mí. Su mano estaba alrededor de mi cuello mientras yo mantenía mi cabeza inclinada hacia atrás. Mi jadeo se hacía cada vez más fuerte cada vez que él entraba en mí por detrás. Mi cuerpo estaba completamente presionado contra la cama, su peso me mantenía anclado al colchón.
- Mierda. Eres tan hermosa, cariño - me susurró al oído, aumentando la velocidad con la que penetraba en mí. Las lágrimas comenzaron a caer de las comisuras de mis ojos por ese doloroso placer, me mordí el labio inferior e incliné mis caderas para encontrar sus embestidas.
Esto está mal. Realmente equivocado. Pero es tan bueno que no puedo parar. - Estoy tan... cerca, - gemí de nuevo sintiendo mis paredes apretarse alrededor de su polla e instintivamente cerré los ojos.
- Abre tus ojos. Quiero ver lo bien que te hago sentir. - Apretó su agarre alrededor de mi cuello y gruñó cuando escuchó el sonido de mi jadeo. Gemí como nunca lo había hecho y mis caderas se movían al mismo ritmo que el orgasmo que sacudía mi cuerpo. Sentí que mi centro seguía palpitando y levanté la cabeza.
Me desplomé en la cama respirando pesadamente y traté de recuperarme del devastador orgasmo que me había invadido. Besó mi espalda, mordiéndola, hasta llegar a mi trasero. Estaba seguro de que habíamos terminado, ya me había corrido varias veces, pero maldita sea, nunca me había equivocado tanto en mi vida.
- Acabo de empezar contigo, cariño - me susurró, antes de comenzar a besarme de nuevo, recorriendo todo mi cuerpo, hasta llegar a mi mejilla.
- ¿ Lilibeth? - Me recuperé de mi trance y junté mis muslos. - ¿ Podemos hablar? -
- No creo que sea una buena idea. -
- Por favor, Lilibeth. - Tienes esposo. Tienes esposo . Esos ojos... sus ojos... Dios, los extrañaba mucho.
- Está bien, pero aquí no. - ¿Qué es lo peor que puede pasar? - Sigue mi coche. - Él asintió, no sin antes darme un beso en la mejilla. Puse una mano en su cadera y le sonreí. Me subí al auto y lo vi subir al suyo. Me mordí el labio cuando lo vi por el espejo retrovisor; tenía una mano apoyada en el volante mientras la otra se acariciaba la barba. Tenía una sonrisa divertida en sus labios y parecía como si estuviera soñando.
Cuando sus ojos se encontraron con los míos, aparté la mirada y encendí el motor. Tuve que buscar un lugar más apartado, ahora estaba empezando a volverme popular debido al caso de Brinda. Y ser vista con otro hombre, Alessandro, provocaría bastantes escándalos no deseados. Así que, como le pedí, me siguió y conduje hasta un destino donde estaba seguro de que no habría nadie.
Recuerda Oliver, eres una mujer felizmente casada . Respiré hondo y salí del auto, dejando mis cosas adentro. Los ojos de Alessandro estudiaron primero mi rostro, luego mi cuerpo, tal como lo había hecho esa noche. Notó mis muslos apretados y sonrió, acercándose.
Había olvidado que su altura era capaz de sobresalir por completo sobre mí y apreté mis muslos. Hubo un momento en el que nos miramos, en el que ambos revivimos la noche que pasamos juntos. - Entonces, veo que cumples tus promesas. -
Él sonrió felizmente. - Sí, después de seis meses te encontré. - Intentó pasar un mechón de pelo detrás de mi oreja, pero aparté la cabeza.
- Estoy casado. -
Alessandro me agarró la barbilla y me hizo levantar la cara. - No pareció importarte mientras te hacía disfrutar frente a la ventana de mi ático. - Su mano se movió hacia un costado de mi cuerpo, hasta detenerse en mis caderas.
- Fue un error. Amo a mi marido. - Mis ojos se fijaron en el collar que yacía sobre su pecho. La otra mitad del corazón que ahora yace, en cambio, sobre mi pecho . - Pensé que lo ibas a tirar. - No lo pienses, me recordé.
- Nunca. Veo que tampoco te deshiciste del collar. - Movió su mano apoyada en mi cadera, agarrando la mía, mientras miraba el tatuaje.
- ¿ De qué querías hablar conmigo? - Aparté mi mano y él se apoyó contra la puerta de su auto.
- Te extrañé - cruzó los brazos sobre el pecho, haciendo que su camiseta se pegara a sus musculosos bíceps y a su tonificado pecho.
- Sólo pasamos una noche juntos, ¿cómo puedo extrañarte? - Le pregunté.
Él se rió entre dientes. - No puedo sacarme esa noche de la cabeza. -
Yo tampoco . - Bueno, tienes que seguir adelante. Estoy casado y ...
- No me importaba que estuvieras casado hace seis meses y tampoco me importa ahora - , dijo en tono serio. Se levantó del auto y caminó hacia mí, colocando ambas manos en mis caderas.
A mí tampoco me importaba, pero no podía lastimar a Oliver. Aún no. - Alessandro, no podemos, - exhalé, colocando mis manos sobre su pecho para alejarlo.
- La forma en que tu cuerpo responde a mi toque me dice lo contrario. - No me di cuenta de lo tensos que tenía los muslos y de lo rápida que era mi respiración. Deslizó su pierna entre las mías, separándolas ligeramente, y luego deslizó su mano por la parte interna de mi muslo.
Cuando estaba a punto de llegar a mi centro pulsante, lo aparté. - Nosotros... no podemos. Se suponía que sólo sería una vez. -
- Pasó más de una vez si mis recuerdos no me traicionan. - Me miró por un momento. - Te dejaré volver con tu marido. - Pude escuchar la dureza detrás de sus palabras al referirse a Oliver.
Alessandro tomó mi mano y besó mi tatuaje. - Que tengas un buen día, Lilibeth. -
- Tú también, Alejandro. -
Dios, la vida apesta.
¿Por qué huiste, estúpido idiota? Porque tienes marido; un marido que amas. Por eso huiste, porque eres una esposa fiel.
- Mierda - , gemí mientras él metía y sacaba sus dedos dentro de mí. Continuó besando mi cuello, dejando marcas que me aseguraría de tapar más tarde.
Besó mis clavículas hasta mis senos expuestos. Alessandro me enroscó el vestido en las caderas y me apretó el trasero, mientras yo me aferraba a la barandilla detrás de mí. - Ya casi llegamos al ático - , murmuré.
Levantó mi pierna por encima de su hombro, sin importarle si alguien podía vernos. Empujó la fina capa de mis bragas de encaje morado hacia un lado. - Jodidamente hermosa - su aliento caliente golpeó mi clítoris, haciéndome contener la respiración. Su boca si-