Capítulo 4
...Nuestra infancia, mi infancia dorada.
La electricidad en nuestras manos y como nos mirábamos con la luz prendida y en las noches, bajo la luz de la luna entrando por la gran ventana de mi cuarto en la mansión.
-Hasta mañana- Recuerdo que intentaba voltear y tocabas mi hombro.
-No, mano- Tocabas mi hombro para que te la diera nuevamente y nos abrazaramos.
-No- Seguías tocando mi hombro con más fuerza- Dame tu mano- Aún recuerdo el tono de tu tierna voz.
Finalmente terminaba cediendo, tomábamos nuestras manos, con esa electricidad especial y nuestros ojos viéndonos con ese amor.
Tantos momentos hermosos que tuvimos en nuestra infancia, juegos, risas, llantos por pequeños golpes o cosas absurdas. No sé cómo crecimos tan rápido.
Mis tíos hicieron su boda religiosa unos años después, cuando estábamos grandes y Cristian tuviera memoria.
Recuerdo a mí abuelo entregando a mi tía, mi mamá con un vestido morado luciendo hermosa y mi tía de blanco.
Las miradas de mis tíos, son las mismas que tú me diriges ahora y yo Trató de evitar, cuando nadie se da cuenta.
-Cuando crezca me caso contigo- Me Dijiste, dándome un beso en la mejilla. Y persistes con eso hasta hoy ¿Porqué no entiendes que no es posible?
Jacinta vivió esos momentos conmigo, también mis amigas Ana y Lucia, a quienes conocí en la escuela, también Nazareno que tenía un año más que yo, un chico del pueblo que era de una familia humilde y trabajadora, pero que se convirtió en nuestro mejor amigo.
Recuerdo el jardín enorme de la casa y conectado a un bosque, nos apartamos de todos, caminando por el bosque del brazo.
-Lore- Recuerdo que me diste mi primer beso en los labios, no te dije nada- Así se besan mis papás, cuando crezcamos nosotros también.
-Siempre vamos a estar juntos- Tontamente dije eso- Nunca vas a tener otra novia que no sea yo.
-Ni tú otro novio que no sea yo. Pero mi mamá dice que todavía no puedo tener novia y que hay que esperar a que sea más grande,
-Prometido- Nos dimos un beso con toda la inocencia que había en nuestra mente y corazones en ese momento ¿Qué podrían saber unos niños de 10 y 12 años?
Recuerdo que volvimos a la fiesta y bailamos, también con nuestra familia y amigos.
Tuve suerte de tener buenos amigos, los quería mucho. Pero había algo en Jacinta, era la más cercana a mí y le contaba todo. Ana y Lucia eran buenas, pero Jacinta era como mi hermana. Si sentía por alguien algo parecido a lo que sentía por Cristian era ella, ese cariño único y especial.
Recuerdo que fue la primera persona a la que le dije que al crecer me casaría con Cristian.
-Lore, pero los primos no se pueden casar. Dicen que eso es malo.
-¿Porqué es malo?
-No sé- Dijo levantando la cabeza y los brazos.
Nunca le dije nada a Cristian, seguíamos siendo unidos y cercanos, dormimos juntos un tiempo más, nos dábamos la mano, nos mirábamos, nos abrazabamos y de vez en cuando nos dábamos esos castos besos en los labios y mejillas.
Mi mamá se graduó, pero viajaba mucho, muchas veces fui con mi tía, en ocasiones mi tío iba también y me llevaban con mi mamá. Pero ella siempre regresaba a San Benito de manera que no sé cómo pudo ir con la frecuencia con la que iba y vivir en ambos lados, me dijo que podíamos vivir allí, pero era feliz en casa de mis tíos, de mis abuelos, mi colegio, mis amigos y Cristian. Me daba miedo separarme de él.
También aprendimos a trabajar con mi abuelito, mi tío la tierra y todo lo relacionado con la cosecha y siembra.
Mi tío realmente amaba la tierra, la naturaleza, los animales de la granja y el campo, posiblemente era por eso que mi tía viajaba tanto y él se quedaba ayudando a mi abuelo. Eran sus raíces, la razón por la que tomábamos la pala ya que insistía en que debíamos aprender. Realmente eso nunca le hizo gracia a mí tía, pero como ellos no la escuchaban seguíamos trabajando sin presionarnos, comiendo de las cosechas de la familia, los jugos naturales eran frescos y deliciosos.
Aún recuerdo cuando jugábamos y corríamos por allí, embarrados de lodo, rodando abrazados o por separado en el suelo, mojados cuando llovía y Jacinta también llegó muchas veces con nosotros. La vida que siempre llevaron mis abuelos y la que mi tío añoraba con la familia que se ganó en un lugar que amo
Cuando fuimos adolescentes, aún recuerdo mi fiesta de 15 años. Nazareno y él fueron mis chambelanes. No podíamos dejar de vernos y bailar, sentía que sólo estábamos nosotros 2.
En un momento a solas, me volteó ese chiquillo de 13 años y me dio un beso.
-¿Qué estás haciendo?- Lo empuje con horror, pasándome la mano por la boca.
-Te doy tu regalo.
-NO LO VUELVAS A HACER. ALGUIEN NOS PUEDE VER- Le dije enojada y con una expresión de asco
-Pero antes...
-Eramos unos niños, no sabíamos lo que hacíamos. NO LO HAGAS, OTRA VEZ- Supe que mi rechazo le dolió, camine al salón y baile con Nazareno.
Me sentí mal por haberlo rechazado e ignorado el resto de esa noche, fue lo único malo.
Hubo una vez que estábamos comiendo todos y dijeron algo que me hizo sentir como la mayor pecadora del mundo:
-¿Supieron que los hijos de Lichita y Nando son pareja?- Comentó mi abuela
-¿No son hermanos?
-Tienen un romance y son primos.
-Ave María Purísima- Mi abuelita se persino.
-¿Qué tiene de malo? Mis abuelos eran primos y otros miembros de mi familia que compartian sangre fueron pareja- Llevó su pedazo de carne a su boca.
-Jesús, María y José- Lo vieron impresionados todos, menos mi abuelo.
-¿Qué?- Dijo al ver que las mujeres de nuestra familia lo vieron
-Eso es pecado- Dijo mi abuelita
-Antes todos se casaban con sus primos, hasta tíos o parientes lejanos- Dijo mi abuelo. Era lo más normal.
Quiten esas caras
-No digas más, viejo. Es como si Lorenita y Cristian se enamorarán, sería algo asqueroso.
-Mamá, cállate. No digas esas cosas- La paró mi mamá- No quiero imaginarme algo tan asqueroso, como eso.
-Por favor, estamos comiendo- Dijo mi tía- No hablemos de cosas que nunca van a pasar, ellos son como hermanos.
-Mi vida ¿Estás bien?- Ante sus palabras, sentí un remordimiento y sólo seguí comiendo sin sentir el sabor de la comida en mi boca.
-Si- Quise disimular.
Después de esa comida, me encerré en mi cuarto y llore. Me di cuenta que estaba enamorada de él, recé varios padres nuestros y le prometí a Dios que nunca volvería a hacer eso.
Me sentí triste por varios días, mis amigas lo notaron y aunque me insistieron varias veces para que les contará lo que me pasaba, no pude.
-Lore ¿Qué te pasa?- Me dijo Ana
-¿Estás enamorada? Por eso tienes esa cara ¿Quién es tu novio?- Insistió Lucía.
-No tengo novio, no me pasa nada- Les dije a la defensiva.
-Lore tiene novio- Quisieron molestarme- Uuuuhhh- Dijeron las 3.
-¿O estás enamorada? Mi hermana se puso asi cuando.
-PERO YO NO SOY TU HERMANA, LUCÍA. DEJEN DE DECIR TONTERÍAS- Me levante molesta.
-LORE, LORENA NO TE VAYAS!- Escuché a Jacinta
-SÓLO ERA BROMA. NO TE PONGAS ASÍ- Lucía se paró y fue detrás de mí.
-NO TE ENOJES- Escuche la voz de Ana- PERDÓN, NO ERA EN SERIO
En algún momento Jacinta y yo nos quedamos solas en el patio, sin entrar a clases y sólo llore en sus brazos.
-¿Porqué lloras?- Me preguntó poniendo su barbilla en mi cabeza.
-Porque soy mala y soy una pecadora.
-¿Tú? Pero si eres muy buena, Lorena ¿Y si te sientes tan mal, porque no te confiesas con el cura?
-NO, NADIE PUEDE SABER ESTO... NADIE- Recuerdo que me aferré a ella.
Me quedé varios días en su casa.
Jacinta resultó teniendo una buena relación con sus abuelos, dejando atrás los malos tratos y siendo felices.
Mi mamá nunca me ocultó que mi padre no quiso hacerse cargo de mi y Jacinta tampoco conoció a su padre.
Ella tenía curiosidad de saber quién fue, yo no quería saber de alguien que no me quiso.
Empecé a evitar quedarme a solas con mi primo, empecé a salir con mis amigas y estar con alguien si estábamos juntos. Tenía la esperanza que ese sentimiento desapareciera con los años, me convencí que estaba confundida y todo había sido algo de niños. Pero cuando nuestras miradas se encontraban y había un roce mi corazón latía, ambos sabíamos nuestros sentimientos.
Me repetí mil veces que sólo era cariño, pero cuando me di cuenta nuevamente nos abrazamos, nos dábamos besos cuando nadie se daba cuenta y parecíamos unos novios enamorados. Mi culpa se iba y regresaba cuando recordaba que era mi primo, rezaba otra vez y hacia la misma promesa a Dios que nunca pude cumplir.
Estaba viviendo mi primer amor, con mi primo y él conmigo.
-Te amo, Lorena. Estoy enamorado de tí
-Y yo de tí- Le confesé cuando cumplió 14 años y nos besamos.
Al voltear, vi que en la ventana estaba mi mejor amiga. Tuve miedo por primera vez, pensé que nos delataría.
Al día siguiente la busque en la escuela- Jacinta, por favor no le digas a nadie.
-¿Ese era tu secreto y tu pecado?
-Yo...
-Lorena, yo no voy a decir nada- Tomó mi mano y me sonrió tranquilizandome- Pero que nadie más los vea.
En ese momento empecé a rechazarlo, nadie podía saberlo y me aleje poco a poco. Viviendo con mis abuelos, si iba a casa de mis tíos pasaba más tiempo con ellos, sólo ignorandolo y no dejando que entrará a mí cuarto, negándole la entrada y enterrando mis sentimientos.
No sé cómo pasó, pero volvimos a ser cercanos, evitaba con éxito sus roces, pero nuestras miradas aún nos delataban y nunca se repitieron nuestras viejas demostraciones de afecto.
Afuera todo era perfecto, era una buena estudiante, iba a la iglesia todos los domingos, me confesaba cada 15 días. Pero siempre guardando ese sentimiento y ese pecado. Cristian me gustaba cada vez más; nuestra diferencia de edad no era mucha, pero me pesaba que de alguna manera el seguía siendo un niño. Intentó tomarme la mano en otras ocasiones.
-No- Le decía fastidiaba, soltandome de su agarre.
-¿Porqué, no?- Me preguntaba dolido- Siempre nos tomamos la mano
-YA ESTÁS GRANDE PARA QUE TE ANDE CUIDANDO ¿NO?- Le dije de mala manera- QUIERO ESTAR SOLA- Me aleje enojada y con un dolor en el pecho. Esperaba que se fuera ese dolor, que su mirada cambiará y nunca fue así... Mis sentimientos no se iban, llegué a pensar que era porque pasábamos mucho tiempo juntos.
Me aleje con éxito un poco, pensé que al ya no verlo tanto no me dolería y seguía haciéndolo... Esa lejanía no duró mucho de todos modos...
-¿QUÉ ESTÁS HACIENDO AQUÍ?- Le dije fastidiaba un día, que entró a mí cuarto en casa de mis abuelos- YA TE HE DICHO QUE NO ME GUSTA QUE ENTRES...
-¿Te hice algo?- Su voz inocente- Si es así, te pido una disculpa yo...
-No me hiciste nada. Sólo que no me gusta que entres. Salte de mi cuarto, por favor- Le dije cansada, me agarró de la muñeca y me tiró a la cama haciéndome cosquillas.
El cuarto era eco de nuestras risas, en un momento donde ya no podía más, él paró y me abrazó. A pesar de ser más joven, era más alto y más fuerte.
No dijimos nada y estuvimos abrazados bastante tiempo, hasta que llegó mi abuela y nos separamos rápido.
-Ya está la comida, vamos.
Cuando ella salió, él me dio un beso rápido en los labios y la mejilla ¿Cómo nos íbamos a separar así? Otra vez, me sentía feliz por él y con el. Únicamente el hacia que mi corazón latiera de esa manera y me sonrisa era para él.
Nos tomamos la mano, sonriendo y viéndonos como haciendo las pases y fuimos al comedor...