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Capítulo 1 Los De Luca.

Valentina:

Me remuevo en la silla de la salas de juntas, observando la gran mesa que frente a mí se expande, veo a John caminar por el lugar, puedo sentir su estrés e inquietud, Bianca trata de calmarlo, acaricia su rostro y me pierdo en ese detalle, es lindo tener a quien amar, en quien confiar y de donde sacar fuerzas cuando quieres enviar todo al diablo… a no ser que te vuelvas un idiota como sucede con mi mellizo o que cause tu muerte como sucedió con Eliot.

— Debes dejar de exponerte de esa manera o no llegaras a conocer a tus nietos.

— Me conformo con conocer a nuestro hijo, te amo Tina.

— No más de lo que yo te amo Chicco.

A mi mente llegan tantos recuerdos de cuando el amor no fue solo un sueño para mí, un suspiro involuntario sale de entre mis labios, ¿estoy nerviosa? No, claro que no, estoy… aburrida, esa es la palabra, aunque debería sentirme eufórica, al fin hoy después de tres años, tendré a esos hijos de puta frente a frente, vere sus rostros y ellos verán el mío, me gustaría matarlos, pero sé que no puedo, hoy nos reuniremos para tratar de llegar a un acuerdo, antes que las calles de Chicago se cubran más y más de sangre, con víctimas inocentes y otros no tan inocentes, como sucedió con mi Eliot, mi amor, mi todo… el mundo como lo conocía se terminó ese día, y por más que Donato o Lion quisieron hacerme sonreír una vez más, no pudieron y lo peor es que no podrán, cuando mataron a Eliot, también me mataron a mí. Pero pronto conoceré el rostro de esos malditos y sin importar que suceda aquí, tarde o temprano los matare, uno por uno, con mis propias manos, los exterminare como la apestosa plaga que son.

— Donato tendría que estar aquí, ¿dónde rayos se metió ese muchacho? — mis labios forman una línea recta, pero solo es para ocultar mi sonrisa, si tío John supiera donde está metido en este momento mi mellizo, le sería más fácil comprender porque está descuidando el negocio de la familia.

— ¿Acaso crees que no puedo manejar esto sola? — sus ojos cafés chocan con los aguamarina que son míos, y veo el arrepentimiento surcar su rostro, sin embargo, Prieto me ve con orgullo, como siempre que hago notar o valer mi presencia, soy una digna Constantini, de eso no hay dudas, mi abuelo Marco estaría orgulloso también.

— Sé que puedes con todo Tina, pero ellos son seis y tu una…

— Soy Valentina Constantini, soy la hija de Emma Jonhson y Prieto Constantini, criada por Noha Zabrek… créeme cuando digo que puedo con todo tío. — sé que puedo manejar esto, llevo años preparándome para cualquier situación, al igual que Donato, me jode que me subestimen, y no es por tener 21 años, es por ser mujer, y me parece patético, el mundo está cambiando, la mafia también es hora de que los reyes tomen asiento y dejen a las reinas guiar, que observen y aprendan lo que una mujer puede hacer.

— Tranquila hija, no demuestres ninguna emoción, recuerda que no debes dejar nada a la vista o sabrán donde atacar. — Noha no debería estar aquí, él no pertenece a esta mafia, no será bien visto por nadie que reciba el apoyo de la mafia de Grecia en un problema de territorio, no es ético, aun así, agradezco que este a mi lado, aun descuidando sus propios negocios.

— Lo se papá, pero ahora estamos en familia, puedo dejar saber cuánto me molesta que me subestimen por ser mujer, después de todo… nadie sería capaz de traicionarme ¿verdad? — Noha, él hombre que me crio y que se ganó a pulso que lo llamemos papá asiente con su cabeza, por dos razones, número uno, esta es mi familia y nadie traiciona a su sangre, número dos, si alguien se atreviera a hacerlo, estaría cavando su propia tumba, ya que aprendí bien de los errores de mi abuelo, a un traidor nunca hay que dejarlo con vida, aunque sea familia.

— Nadie te subestima hija… — Prieto intervine, nuestros ojos chocan y dejo salir mi sonrisa más burlona.

— Padre, dejaste este mundo oscuro y repleto de ilegalidades hace años, sin embargo, aquí estas y eso es solo porque temes que no pueda manejar la situación, aun cuando se suponía que Don estaría aquí. — mi verdadero padre busca ayuda con la mirada, pero solo recibe el silencio como respuesta, incluso su hermana Bianca no dice nada.

— Tina, no es eso, solo quiero apoyar a mis hijos…

Dejo de prestar atención, sé que dirá lo mismo de siempre, creo que todo era más fácil cuando era pequeña, cuando podía contar con Donato, o después, cuando Eliot cumplió su promesa y fue por mi… lo extraño, siempre lo hare, mi corazón se fue con él, los recuerdos del pequeño que nos ayudó cuando el loco de mi tío Demetri Constantini nos secuestró, su valentía y amor por mi lo llevo a enfrentarse al gemelo de mi padre, a un Constantini, siendo solo un niño, que estúpido, lo supe ese día, su valentía y locura lo llevaría a su muerte, y… no me equivoque.

— Esto es muy importante Eliot.

— Mierda, lo se Tina, solo me llamas por mi nombre cuando las cosas no están bien.

— Entonces…

— Nada, ¿me oyes Valentina?, basta de excusas, si por pedido de tu abuelo no puedo desposarte hasta que cumplas 21 años, por lo menos, dejare mi semilla en ti, solo así te atrapare mi amor.

— Eres un idiota Chicco, tú ya me atrapaste, desde que cumpliste tu promesa de buscarme, te amo.

— No tanto como lo hago yo, eres mi mundo Tina.

— Tina ¿estas bien? — Bianca toca mi mano que reposa sobre la carpeta que contiene la poca información que mi gente pudo recaudar de “Los reyes de Chicago” por favor, si más parecen una pandilla que mafiosos.

— Siempre, tía, no lo dudes jamás. — veo como la pena de sus ojos se clava en mi persona y lo detesto, odio que se preocupen por mí, no cometeré ese error dos veces, o por lo menos no aun, primero debo vengar a Eliot.

— Tina, sabes que lo que sucedió con Eliot…

— Perdón por la demora. — Donato irrumpe en la sala de conferencias, siempre me salvas hermano, aun después de tantos años seguimos conectados.

Noha queda en silencio, pero sus ojos se clavan en mí, me conoce, por Dios, él me crio, él se ocupó de nosotros, cuando aún no éramos los Constantini, cuando él solo era el dueño de un restaurant de comida italiana y no el líder del clan Zabrek, sonrió para mis adentros y le regalo una mirada cargada de orgullo que lo hace enrojecer por un momento, Noha puede ser un gigante de casi dos metros y aun con su edad sus músculos están bien definidos, pero para nosotros solo es papá, un huérfano que aprendió a valerse por sí solo, y no solo eso, él se hizo responsable de John, Tommy y por supuesto mi madre y nosotros, ellos se conocieron en el orfanato, quien diría que la familia que formaron cuando estaban solos y se auto proclamaban “los cuatro mosqueteros”, se convertiría en lo que son ahora.

La empleada ingresa para dar aviso que nuestra competencia acaba de ingresar en el edificio y por un segundo me imagino abriendo fuego apenas ingresen por la puerta, pero luego recuerdo que las armas están prohibidas hoy, tanto para nosotros como para ellos, suspiro y me coloco de pie, le doy una mirada rápida a Donato, quien está a mi lado, así es, esta mesa no tiene un lugar en su cabecera, sino dos, somos mellizos, somos los herederos del clan Constantini, mi padre Prieto está a la derecha a su lado papá Noha y mi hermano Lion, el futuro jefe de la mafia de Grecia, él hijo de sangre de papá Noha y Emma mi madre, mi tía Bianca a nuestra izquierda, a su lado su esposo John, observo como quedan a la derecha dos sillas vacías, una en la otra punta y tres del lado izquierdo, me pregunto si ellos también tiene alguna regla para tomar asiento como nosotros, si su lugar establece algo o solo son unos idiotas con ambiciones demasiadas altas, aunque estoy más que segura que es la última opción.

— Aquí están los señores De Luca. — informa Matilda, y sé que mi rostro debe ser aún más serio que el habitual, ya que Donato me da un leve apretón en la mano, lo que hace que lo mire a él en lugar de a los seis hombres que están ingresando, respiro con lentitud, sé que Don me prometió dar con los culpables del homicidio de Eliot, después de todo eran amigos, pero ya han pasado tres años y aun no obtengo mi venganza y yo a diferencia de él, estoy convencida que fueron los De Luca.

— Son niños. — el comentario de uno de ellos, que pretendió ser bajo lleno mis oídos, de echo todos lo escuchamos, lo que provoca que clave mi vista en ellos, tratando de ver quien fue el imbécil que hablo, aunque solo puedo ver a cuatro, los otros dos están detrás de ellos, tengo ganas de hacer una mueca de disgusto, parecen una maldita pandilla de un vecindario cualquiera, con sus pantalones de jeans y camisas remangadas y mal abotonadas, es una falta de respeto hacia nosotros, a lo que representamos.

— Cuando se es un Constantini, tu edad no interesa, nacimos para gobernar. — la voz de Donato es seria, pero una sonrisa burlona adorna su rostro, lo que provoca que una leve sonrisa tire de mis labios, pero esa Tina que usaba sus dotes actorales y sonrisa de niña para manipular a las personas a su alrededor ya no está y eso se lo debo a ellos, me arrancaron lo que más amaba y yo arrancare sus corazones.

— Lastima niño, porque esta cuidad merece ser reinada y no gobernada y ya sabes, nosotros somos los De Luca, somo los reyes de Chicago. — observo a quien habla, es uno de los mayores, tiene un poco de barba, un par de tatuajes asoman en su cuello, y sus manos, al igual que los demás, ¿acaso cree que puede intimidarnos por estar lleno de tinta?

— Esta reunión fue pactada para tratar de llegar a un acuerdo, no para ver quien mea más lejos. — el comentario de papá casi me hace reír, por lo que disimulo llevando una mano a mi mejilla como si me rascara, cubriendo mis labios en el proceso, crecer con Noha como figura paterna te anestesia de cualquier tipo de intimidación, solo basta con verlo y cualquiera se pondría a temblar, menos nosotros, sus niños.

— Tienes razón Papá, por favor si no es mucho para “los reyes” tomen asiento. — Donato y su sarcasmo, ha dejado ver algo que muchos desconocen y es que llamamos papá a Noha. — Pero antes dejen que nos presente, para que comprendan con quienes tratan, mi nombre es Donato Constantini, y el de mi hermana es Valentina Constantini, sean bienvenidos a nuestro territorio. — los De Luca nos observan, de hecho, lo han hecho desde que ingresaron.

— Mi nombre es Leonzio De Luca. — se presenta quien parece ser el líder. — Ellos son mis hermanos, Rocco De Luca y el menor Salvatore De Luca. — veo como los dos que ya fueron presentados y que continúan en silencio toman asiento a la derecha y Leonzio en la cabecera contraria a nosotros.

— Mi nombre es Lupo De Luca, él es Ángelo De Luca y mi hermano menor Ezzio De Luca. — terminada la presentación, aunque casi no pude prestar atención a lo que dijo o quien es quien, de sus hermanos, ya que mi vista se fue a Matilda, que trajo café, ¿en verdad debíamos servirles? En fin, toman asiento, pero me sorprendo al ver que Lupo toma la silla y la coloca al lado de Leonzio, ellos son los cabecillas, y por su forma de presentarse, ahora sabemos que son primos.

— Tengo entendido que fueron expulsados de sus tierras y que perdieron gran parte del clan De Luca, gracias a la sombra italiana, pero para su desgracia no encontraran un lugar aquí en Chicago…

John nos sirve de representante, como si fuéramos de mundos diferentes, cuando en realidad no es así, vivimos bajo las mismas reglas, trabajamos de lo mismo, claro que esta reunión se lleva a cabo, por el hecho de que tanto los Constantini como los De Luca somos de descendencia italiana, pero a diferencia de ellos, mis abuelos Marco Constantini y Greco Jonhson se ganaron Chicago, estas tierras son nuestras desde hace generaciones, y a mis abuelos no los corrió ningún otro mafioso, ellos eligieron inmigrar aquí, este es nuestro territorio y lo defenderemos, cueste lo que cueste.

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