Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 3: El Regreso de la Tormenta

El aire de Monterrey olía distinto. Era el mismo aire caliente y seco que siempre había conocido, pero ahora, Mariana lo percibía de una manera nueva. Había vuelto. No solo al lugar que la había visto crecer, sino a un Capítulo de su vida que había quedado atrás, enterrado entre las sombras de las traiciones y las mentiras. Había regresado para reclamar lo que le pertenecía.

El regreso no había sido sencillo. Los recuerdos de la mansión Ledesma, de la frialdad de Emiliano y de los días grises cuando su alma estaba rota, la perseguían en cada esquina. Pero ahora, algo en su interior había cambiado. La mujer que se bajaba del elegante automóvil de diseño, vestida con su propia marca, ya no era la joven ingenua que había partido años atrás. Era una empresaria exitosa, una madre decidida a no dejarse doblegar por nadie.

El brillo de la ciudad, con sus calles rebosantes de lujo y de poder, la acogió como un cálido abrazo, pero también como un recordatorio de lo que estaba por enfrentar. Monterrey seguía siendo la ciudad de los Ledesma y los Cázares, dos familias cuyos intereses se entrelazaban en una danza de poder, riqueza y corrupción. Y en ese escenario, Mariana no era más que una pieza desplazada, una huérfana olvidada que había decidido regresar para reclamar su lugar.

Clara, su amiga de toda la vida, había sido el primer apoyo en esta nueva etapa. Aunque siempre había sido más discreta, Clara sabía que lo que Mariana estaba a punto de enfrentar era mucho más grande que cualquier batalla de negocios. Era una lucha por la verdad, por la justicia, por el reconocimiento de lo que había sido su vida, por los abusos que había soportado y por un futuro que le pertenecía.

Mientras Mariana se acomodaba en su suite en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, sus pensamientos no podían evitar dirigirse a Emiliano. Él estaba allí, en ese mismo lugar, como director de los Cázares, la familia rival a los Ledesma, pero ahora, a diferencia de antes, él no era el hombre al que temía. Su arrogancia, sus mentiras y su desprecio habían quedado atrás, y el único sentimiento que quedaba en su corazón era la incertidumbre sobre lo que vendría. ¿Lo enfrentaría como la mujer poderosa que había llegado a ser, o sucumbiría a las viejas emociones que aún quedaban en lo más profundo de su ser?

Mariana pensaba en sus hijos mientras caminaba hacia el ventanal de la suite, mirando la ciudad iluminada frente a ella. Diego, Valeria y Santiago. Esos tres pequeños que ahora eran el centro de su mundo, su razón para seguir luchando. Aunque Emiliano no lo sabía, ellos eran los herederos de la lucha de Mariana, los inocentes que aún no entendían las complejidades del mundo en el que nacieron, pero que serían los motores de su madre para cambiar su destino.

Esa misma noche, Mariana fue invitada a una gala benéfica organizada por los Ledesma. La élite de Monterrey se reuniría allí, y aunque ella sabía que el evento era más una exhibición de poder que un acto de generosidad, no pudo evitar sentirse atraída por la oportunidad de infiltrarse en ese mundo que tan bien conocía. Consciente de que todo lo que había logrado hasta ese momento era gracias a su propia fuerza, sin depender de los Ledesma ni de Emiliano, no pudo evitar sonreír al pensar en lo que iba a suceder esa noche.

El vestido que eligió para la gala fue una obra maestra. Su propia creación, una pieza que reflejaba su alma: elegancia, fuerza y un toque de rebeldía. Cuando entró en el evento, todos los ojos se posaron sobre ella. Los susurros comenzaron enseguida, como era de esperar. Nadie había esperado verla allí, menos aún como una mujer exitosa que deslumbraba con su presencia. Mariana caminaba con la seguridad de quien sabe que está en su propio terreno. Ya no era la niña sumisa, ni la esposa humillada; era la empresaria que había logrado superar todo para estar allí.

No pasó mucho tiempo antes de que los ojos de Emiliano se cruzaran con los suyos. Fue un encuentro cargado de tensión, un choque de mundos y de pasados. Emiliano no podía creer lo que veía. La mujer que había dejado atrás, la mujer que había creído derrotada, ahora estaba ante él, imponente, más hermosa que nunca y con un brillo en sus ojos que no había conocido en ella. Mariana lo observaba con una mezcla de calma y desafío, como si el tiempo no hubiera pasado, pero también con un resentimiento acumulado durante años.

“Mariana...” dijo Emiliano, acercándose a ella con paso firme, pero también titubeante. Su voz había perdido la arrogancia que una vez la caracterizó. Ahora, en su tono había algo que denotaba sorpresa, pero también una especie de duda. La presencia de Mariana no solo lo descolocaba, sino que lo enfrentaba a su propia culpabilidad.

“Emiliano”, respondió Mariana, con una sonrisa que no era de amabilidad, sino de pura estrategia. No era la misma mujer que había sido su esposa, la mujer a la que despreciaba y abandonó. Ahora, ella tenía la sartén por el mango.

“Hace mucho que no nos vemos, ¿verdad?”, continuó Emiliano, incapaz de disimular su incomodidad. “¿Cómo has estado?”

Mariana lo observó por un momento, tomando en cuenta su postura y su mirada. Ya no había amor en ella. Solo había una mujer decidida a cerrar las puertas del pasado.

“Bien”, respondió Mariana, con una sonrisa fría. “Muy bien, Emiliano. Y creo que tú también estás... bien. Dirigiendo los negocios de los Cázares. O eso parece.”

El tono de su voz denotaba una sutileza que Emiliano no había anticipado. Sentía la mirada de Mariana como un peso en su pecho. Estaba atrapado en una red invisible que ella había tejido sin que él se diera cuenta.

“Mariana, yo...” Emiliano comenzó, pero ella levantó una mano, interrumpiéndolo.

“No hace falta, Emiliano. Ya no tienes nada que decirme. No hace falta que intentes disculparte. No lo harás de todos modos. Sé lo que hiciste, y sé lo que siempre has querido. Pero ahora, las cosas son diferentes. Ya no soy la misma.”

Los ojos de Emiliano brillaron con una mezcla de arrepentimiento y confusión, pero Mariana ya no estaba dispuesta a escuchar más. Ella sabía lo que iba a hacer: se iba a enfrentar a la familia Ledesma, a la familia Cázares, a Sofía, y a todo lo que alguna vez representaron en su vida. Pero no lo haría de la manera en que esperaban. Lo haría a su manera.

Mientras Emiliano la miraba, incapaz de comprender completamente la magnitud del cambio que se había producido en Mariana, ella se dio media vuelta y se alejó, su vestido deslizándose por el suelo como un recordatorio de lo que había sido y de lo que estaba por venir. La guerra no había hecho más que comenzar.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.