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Una clase caliente.

Mi segundo cuatrimestre del primer año de la carrera comenzó hace una semana y aún no me he podido acostumbrar a organizarme con los tiempos entre el trabajo y el profesorado y como era de costumbre estaba llegando tarde a la primera clase de Literatura en la Educación Primaria. Hasta donde me había anoticiado, tendríamos una nueva docente ya que la anterior había solicitado licencia por enfermedad, por lo que nadie, ni las recursantes, sabían cómo era la nueva docente.

Eran aproximadamente las seis de la tarde y faltaban veinte minutos para que dieran por iniciada la cursada y yo acá, en el 126 esperando que los manifestantes nos dejen pasar – Mierda. – mientras hablo con Daniela y lo único que puedo pedirle es que me guarde un lugar en el aula.

- ¿Dónde estás Camila? – me dice mi amiga molesta por no haber salido con tiempo y ahora me encuentro renegando en el colectivo porque hay movilizaciones y no avanza más el vehículo.

- Estoy todavía viajando, no sé qué pasó que cortaron la calle. – le digo aún más molesta.

- Pero sos tonta, eso que te dije que salgas con tiempo. Bueno, te espero. Apuráte que sino no vas a llegar tarde y no da que el primer día de clases tengas media falta. –

- Lo sé Dani, pero no es mi culpa si yo sali hace un cuarto para las cinco de la tarde. – le digo tratando de justificarme.

- ¡Camila, sabiendo que hay movilizaciones por tu zona mínimo una hora con antelación tenés que salir de tu casa, no veinte minutos antes. –

- Bueno, no me retes que ya me puse de mal humor y guárdame un asiento, aunque más no sea. –

- Dale, aun estas a tiempo de llegar bien por lo que ojalá llegues a tiempo. – me dice esperanzada.

- Dios te oiga amiga, dios te oiga. – concluyo para colgar el teléfono y seguir renegando.

. . .

Luego de estar cuarenta y cinco minutos arriba del colectivo al fin llegue y veinte minutos tarde, dentro de todo estoy a tiempo de conservar mis faltas. Ni bien ingresé a la escuela me cruzo con algunas compañeras de otra materia con las que pierdo algunos minutos más. Ya saben, dialogamos sobre cómo les fue en los finales de agosto y en las materias en las que se anotaron para cursar su segundo cuatrimestre para darme cuenta que, ya eran como las siete de la tarde. Definitivamente estaba en el horno porque un atraso de cuarenta minutos amerita a una falta completa, solo espero y le rezo a todos los santos por qué la profesora sea tolerante y me perdone, aunque sea esta primera llegada tarde.

Intentaba comunicarme con Daniela, pero era imposible. Evidentemente ha comenzado la clase y no permite el uso de celulares por lo que no me queda más que averiguar en Bedelía sobre la distribución de las aulas dado a que, como era de costumbre en cada inicio de cursada, jamás se organizaban en la disposición de los espacios. Ni bien llegué y vi a Juan lo primero que me dijo, sin permitirme explicarle mi llegada tarde, fue que ya iba a dejar constatado la falta ya que la puntualidad era uno de los compromisos y responsabilidad que tomábamos ni bien comenzábamos la carrera, luego pasó a darme la ficha de la materia.

Lo que me extraño de la ficha, fue que en el lugar donde debía decir el nombre y el mail de la docente estaba en blanco, más no las partes de la información del normal y el blog de la materia. Le comunique mi duda al Bedel y me afirmó que ubo inconvenientes con la docente que iban a mandar desde el Ministerio de Educación por lo que tuvieron que asignar a otro, el cual aun desconocían nombre ni paradero.

- ¿Entonces relativamente no llegue tarde? Por que la docente no está. – le dije con la esperanza de salvar mi falta.

- Srta. Ayala, no diga chistes tan malos y mejor apúrese que va a llegar el o la nueva docente y usted está aquí todavía perdiendo y haciéndome perder el tiempo. – me dice siempre tan simpático (nótese el sarcasmo).

- No es justo. – le digo ofendida.

- Lo que no es justo que siga aquí cuando debió haber llegado hace cuarenta minutos antes. Por favor, vaya al aula. – y justo cuando iba a decirle algo, alguien irrumpe en Bedelía y mis ojos se quedan hipnotizados observando tan bella creación de Dios.

- Disculpen, soy el profesor González y me asignaron como el nuevo docente de Literatura en la Educación Primaria. – dice sosteniendo un maletín en su mano izquierda y yo no puedo evitar derretirme ante lo fuerte que estaba.

- Buenas tarde, un gusto mi nombre es Juan Alberti y soy el Bedel a cargo del turno vespertino. Aguárdeme unos momentos que buscare la ficha docente para hacerle el legajo y bienvenido al ENS 3. – le dice mientras se para de su lugar para ir en busca de lo que le dice, pero antes de salir del sitio donde los tres nos encontrábamos me mira y me ordena tajante. – Te dije que vayas al aula Ayala. – pero qué me importaba, el ver a ese morocho que rajaba la tierra de lo bueno que estaba poco me importaba llegar a tiempo al aula, después de todo él era el profesor.

- Bienvenido. – le digo conteniendo las ganas de tirarme encima suyo y hacerle de todo.

- Muchas gracias. ¿Usted es alumna o docente? – me dice y no puedo evitar excitarme al escuchar como la formalidad suena en sus lavios.

- Soy alumna, de echo tendría que estar en su materia en estos momentos. Pero hasta donde sabía usted tendría que ser una mujer. Con todo el respeto lo digo, es que teníamos entendido que una mujer tomaría el cargo ¿qué pasó? – le digo curiosa obviando que hace minutos Juan me ordenó que fuera a clases,

- Si, a mi me llamaron a ultimo momento porque la docente que iba a tomar las horas tuvo un accidente y en el listado de emergencia yo era el siguiente, por lo que me asignaron a mí el cargo. – me explico amablemente.

- Bueno, bienvenido nuevamente y mucho gusto, mi nombre es Ayala Camila ¿el suyo? – le digo toda sonriente.

- Mucho gusto Srta. Ayala, mi nombre es Gonzales Diego. – y me estiró la mano en demostración de formalidad y respeto, la cual recibí con una amplia sonrisa en mi rostro para dejar Bedelía y subir contenta al aula.

. . .

- ¿Es necesario que lo mires así Camila? – Me dice Daniela mientras me encuentro desnudando con la mirada al profesor que se encuentra explicando cómo va a ser la cursada.

- Es que es inevitable. Mira que fuerte que esta, lo escucho hablar y me provoca un orgasmo. – le digo por lo bajo mientras me muerdo los labios ante la sensación electrizante entre mis piernas. - ¿qué edad tendrá? - le pregunto sin prestar atención a lo que explicaba detalladamente frente a sesenta para de ojos atentos.

- Ay Camila, que asco. – me dice por lo bajo con cara de asco por el comentario del orgasmo que acababa de comentarle. – deja de abusar al profesor con el pensamiento y presta atención que después me volvés loca con las cosas que no entendés. – me dice conteniendo la risa.

- ¡Ay! – digo y ella me mira asustada.

- ¿Qué te pasó? – me dice preocupada.

- Estoy conteniendo las ganas de tirármele encima y devorarlo por completo. – le digo al borde del incendio.

- Por Dios Camila, un poco de compostura. – me ordena molesta.

- ¡Por los Dioses con semejante creación divina! – le retruco apropósito aun sabiendo que le iba a molestar.

- Dale boluda, tampoco es tan lindo ¿Qué le estas viendo? No seas exagerada. – me dice poniendo en blanco los ojos.

- Jajaj, no te enojes tonta. – le digo para ponerme o intentar prestar atención a la clase.

Y ahí estaba él, explicando algo que no tenía la más mínima idea de qué se trataba porque mientras hablaba y contestaba preguntas yo me encontraba desnudándolo con la mente. Se trataba de un morocho de unos veintitantos, casi treinta, de contextura física delgada y ojos café y por lo visto era soltero, ya que no llevaba alianza puesta. La manera en la que se movía por el aula mientras explicaba me daba a pensar que, si bien se sentía entusiasmado, también se le podía notar el nerviosismo ¿será su primera suplencia? Se ve tan joven que cuesta creer que tenga un curso terciario a su cargo porque eso significaría que tendría que tener no sólo formación universitaria, sino que trayectoria.

- Deja de desnudarlo con la mirada que se nota como se te cae la baba. – me dice Daniela al ver que estaba mirando como depravada sexual descaradamente.

- Sh, cállate que se va a dar cuenta. – le digo mientras sigo con mi mirada clavada en él.

- Mira, si no se da cuenta de cómo lo estas mirando degenerada, menos se va a dar cuenta que estamos hablando mientras explica. – y no le conteste, porque en el momento que vi que en su rostro se dibujaba una sonrisa mi mente viajo a un lugar donde si es por mí, no me vuelvo ni loca.

. . .

Sus manos recorrían con desesperación mi piel al mismo tiempo que sus labios mojaban y danzaban con los míos mientras que con fuerza estrujaba cada uno de mis pechos para luego deslizarse por mi abdomen hasta llegar a mis piernas y abrirme ante él. Su boca bañaba mi cuerpo y sus dientes mordían mi carne saboreando mi sangre. Me tortura y le gusta. No contenía el deseo de sentir su húmeda lengua en mi vagina jugando con mi clítoris, explorando todo mi interior saboreando mis fluidos provocados por la excitación que le estaba regalando a mi cuerpo.

Estar abierta ante él, sintiendo sus manos tocarme, su boca besarme, succionando mi deseo me llevaba a las nubes y desde lo más alto me dejaba caer. Sus dedos, lento y tortuosamente se deslizaban dentro mío provocando jadeos desgarradores que provenían desde lo más hondo y oscuro de mi garganta. Me escucha y le gusta.

Me tienes a su merced, haciendo de mí y mi cuerpo lo que desea, lo que le gusta lo que quiere. Me toca, me explora, me calienta, me excita. Sube por mi cuerpo desnudo haciéndome sentirlo, penetrándome con fuerza, moviendo su duro sexo dentro mío. - ¿siente lo mojada que estoy? – le digo mientras nuestros cuerpos se frotan y nuestros sexos chocan este vaivén de deseo descontrolado y desaforado y se desean y escucharlos nos gusta, nos motiva, nos extasía.

Arroja todo lo que esta encima del escritorio y cuál macho en celo apareándose con su hembra me vuelve abrir ante sus ojos y me penetra hasta lo más hondo de mi cuerpo sintiendo como lo parte en dos. Me lo hace rápido, fuerte y salvaje mientras calla mis gritos de placer con sus besos e intenta apagar el fuego que em quema por dentro con su sexo clavándose en mí, deslizándolo dentro y fuera una y otra vez, ante mi pedido a gritos que no pare, que siga.

Nuestros jadeos se escuchan en toda el aula y su miembro chocando con mi sexo ante cada brutal envestida hace eco en todo el colegio. El ruido de nuestros fluidos mezclándose al deslizar su duro y grueso pene dentro de mí es música hipnotizante para nuestros oídos.

Me besa, me toca. Me toma, me aprieta, me abre, me encierra y me penetra. Le pido más, que no pare, le imploro que no se detenga, que se hunda en mí para fundirnos en un solo cuerpo. Le exijo que no me deje, que no me suelte, que no se deslice fuera de mí, que no me deje vacía. Le pido a gritos que me llene, que me complete, que sienta como mi vagina estrecha, húmeda y caliente encierra su grueso y latente pene. Yo sé que le gusta y lo veo en sus ojos, que se dilatan y nuestros cuerpos que se tensan, que no aguantan y en un gemido desgarrador y desesperado, cuando ya no podemos más, estallamos del deseo sobre el escritorio bañado de sudor.

- ¡aaayyyy! – Digo fuertemente tomando por sorpresa a mis compañeros y a mi profesor sin percatarme que ese jadeo no lo pensé. – mierda. –

- ¿acabas de gemir en clase frente a todos? – la miro conteniendo la risa. – ¡qué asquerosa! – me dice horrorizada.

- ¿qué le sucede Srta? – me dice y lo primero que se me ocurrió fue que mi amiga me había pisado. Él cree lo que digo y Daniela me mira queriéndome asesinar con la mirada.

- Encima mentirosa. – yo le sonrío y levanto los hombros.

A partir de hoy, amare los viernes más que otros días.

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