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Capítulo 1

La clase de matemáticas siempre es la más difícil. La profesora Tini es una de las personas más desagradables que conozco, sus preguntas sorpresa son una leyenda escolar: los que sobreviven pueden contarlo, pero no con poco trauma. Después de noches de estudio logré sacar un ocho y no quiero que me sacrifiquen en una prueba, lo que anularía mi salvación. Al fin y al cabo, como dice Venditti " las matemáticas nunca serán mi profesión ". La profesora abre la caja registradora y yo me hago pequeña, escondiéndome detrás de Sofía, que se sienta delante. Su dedo recorre la registradora mientras, con sus ojitos, repasa todos nuestros nombres, tiemblo... no me llames... no me llames. Lo repito como un mantra y cuando parece que su dedo ha salido de la zona de riesgo, vuelve a subir...

- Neri Lea - Pronuncia el nombre enunciando perfectamente cada palabra.

¡Nooo! Mi mantra no funcionó y, como un prisionero en la horca, me levanté y me acerqué al escritorio. La maestra tiene una sonrisa sádica mientras sigue mi acercamiento y tiemblo al saber lo que me espera.

- Toma tiza y escribe lo que te dije. - Me dice mientras se retuerce un mechón de pelo rojo en su dedo y mirándome, por encima de sus gafas cuadradas, me regala una sonrisa falsa. Mi cuerpo sigue la orden pero por dentro lucho como un tigre, joder que injusticia, haría falta un milagro para salvarme. Miro el negro del pizarrón, que como un abismo, me invita a arrojarme a él, no tengo idea de lo que el profesor podría preguntarme. Me doy cuenta de eso ahora que ese negro me ha capturado. Cuando la tiza toca la pizarra, un sonido distrae mi interés.

TOC Toc.

- Vamos. - dice la maestra al escuchar un golpe. La puerta se abre y Mirella nuestra conserje entra lentamente al salón de clases. Es una presencia histórica de la escuela, con sus ciento cincuenta centímetros de altura, su cabello rubio ceniza recogido y su bata de flores siempre presente, te trae alegría cuando llegas por la mañana y el sueño todavía te ata a la almohada.

- Disculpe maestra, pero el director quiere ver a la señorita Neri. - dice mirándome mientras estoy de pie listo para enfrentar la horca.

Dentro de mí se alegra un estadio. ¡El milagro ocurrió, estoy salvo!

- Está bien Mirella. - responde la profesora y luego volviéndose hacia mí - Lea deberíamos posponer la pregunta, adelante - .

Rápidamente dejo la tiza sobre el escritorio y me dirijo hacia la oficina del director. Mientras camino por el pasillo, sonriendo ante mi fuga, me pregunto qué podría querer el director de mí. Reflexiono rápidamente pero no encuentro nada: soy un estudiante modelo, tengo un promedio de ocho en todas las materias, me dedico a muchas actividades extraescolares y doy clases particulares a niños de secundaria.

Al llegar a la puerta de la oficina, me armo de valor y llamo.

- Vamos... - Escucho que alguien grita desde adentro. Abro la puerta y entro.

- Buenos días director, me dijeron que me estaba buscando. - digo mientras me acerco a su escritorio.

- Hola Lea, siéntate, terminaré de escribir esto en un momento y enseguida estaré contigo. - dice señalando la silla frente al escritorio.

Me siento avergonzado; está escondido detrás de la pantalla de la computadora y escucho el sonido de teclas que se presionan rápidamente en el teclado. Es un hombre corpulento de mediana edad, siempre vestido con trajes azules, la entrada del cabello hace que su rostro regordete esté muy alegre. Siempre está muy disponible para nosotros los estudiantes. Me pongo a observar la oficina, hay cuadros con payasos por todos lados, casi me aterrorizan, anoche vi "It cap" y veo la cara de Penny Wise por todos lados. ¡No me querrás monstruo!

- Lea, te hice venir aquí porque tengo que pedirte un favor. - dice sonriéndome y distrayéndome de la pelea con el payaso.

- Dime. - Respondo con curiosidad.

- Sabes que tenemos el proyecto de tutor, y sé que ya lo haces para estudiantes de secundaria. -

- Sí. - Respondo, todavía sin entender qué quiere de mí.

- Toma, necesito que te dediques a un estudiante en particular. -

- Quiero decir...? - pregunto, sin entender a dónde quiere llegar con esto.

- El colegio ha establecido un proyecto de tutoría para los alumnos con malas notas en el primer trimestre del último curso. Pensé que podrías dar clases particulares a aquellos de tus compañeros que más lo necesitan. Ya sabes que se acerca el examen final y queremos que todos nuestros alumnos obtengan las mejores notas. -

Pienso y espero no haber entendido bien.

- ¿ Quieres que sea tutor de mis compañeros? ¡Pero él se da cuenta de lo que esto significa! Ya soy el "nerd", pero no me importa porque me encanta estudiar, pero si empiezo a hacer esto ¡mi vida social se cancelará! - la sinceridad sale de mi boca y quedo inmóvil en la silla.

- Lo entiendo. ¿Qué pasaría si te confiaran la tutoría de las otras secciones, no de la tuya? - me pregunta con una mirada suplicante.

Me quedo en silencio y pienso: no puedo ni imaginar a qué podría llevar esta situación.

- Lea, te estaré agradecida de por vida. No te lo preguntaría si pensara que no serías capaz de hacerlo. - dice mirándome.

La decisión está tomada. No puedo defraudar su confianza, siempre ha estado a nuestra disposición, no puedo evitar su petición.

- Vale, acepto. ¿A quién debo ayudar y en qué temas? - pregunto ansiosamente, haber aceptado no indica que esté feliz de haberlo hecho.

- Tengo un estudiante en mente, quiero encomendártelo porque creo que con tu ayuda podrá recuperar la historia y la filosofía. Sé que tienes excelentes notas en ambas materias. -

- Sí, es verdad. ¿A quién debo ayudar? - pregunto ahora devorado por la curiosidad, parece que el director tiene miedo de decirme quién y yo me pregunto por qué.

- Lea, te pido que ayudes a David. - me dice con voz firme.

Lo miro con asombro.

-¿David ? - pregunto quedándome quieto y esperando haber entendido mal.

- No Lea, David… ¡has acertado! Sé lo que estás pensando, pero créeme, realmente creo que puedes ayudarlo. Tiene buenas notas en otras materias, sé que su comportamiento es cuestionable pero quiero ayudarlo. No es justo que su comportamiento de adolescente ponga en peligro su carrera escolar. Sabes, cuando era niño no era "un santo", pero si no hubiera tenido profesores que creyeran en mí tal vez no estaría aquí ahora. - dice con pasión. Por su forma de hablar parece que se preocupa por él y, aunque no entiendo por qué, decido aceptar aunque no me emocione. David es un matón, arrogante y engreído. Él anda en moto y todas las chicas se vuelven locas por sus maneras incivilizadas y lo que es peor: disfruta tratándolas mal.

- Está bien. ¿Cuándo debo empezar? - digo con poco entusiasmo. Me arrepiento con cada célula mía.

- Mañana. Le he reservado la sala de reuniones de tres a cinco de la tarde .

- Está bien. Gracias. - Me levanto y camino rápidamente hacia la puerta. Quiero salir de aquí, siento que me he metido en un gran lío.

- Gracias a ti. - me dice el director, antes de cerrar la puerta detrás de mí.

¿Pero cómo diablos me atraparon? ¡David! Cuanto más lo pienso, más quiero llorar. La idea de pasar dos horas luchando para que me escuche me hace estremecer. Necesito enjuagarme la cara y antes de volver a clase voy al baño. El agua corre por mis manos y me la tiro a la cara. El frío me da escalofríos pero no me ayuda en nada, tengo las ideas muy claras: me he metido en un lío. Levanto la cabeza y me veo en el espejo. Una chica de pelo negro y ojos verdes, las curvas están en su sitio, pero nada especial, en definitiva, normal. Mi cabello se mojó y parte se escapó de la cola que lo sujeta.

Con el ánimo por los suelos, regreso a clase, apenas entro mi atención se dirige a Laura quien ha tomado mi lugar ante la pregunta. No puedo imaginar que su destino sea más terrible que el mío.

Me paso la hora maldiciéndome y cuando suena el timbre, salvándome del círculo del infierno de los que nunca toman la decisión correcta, agarro mis cosas y me dirijo hacia la salida.

- Lea… ¿qué quería el director? - Me pregunta Emma, mi mejor amiga.

- Déjalo en paz... es mejor. - Respondo resoplando.

- Vamos, ¿qué te dijo? - insiste.

- Tengo que hacer de tutor, para ayudar a uno de mis compañeros a recuperar materias insuficientes - respondo evitando decirle su nombre, no quiero escuchar lo que ella me dirá sobre David.

- ¿ Un compañero tuyo? ¿OMS? - pregunta sin detenerse como esperaba.

-David . - susurro sin entusiasmo.

-¡David ! - grita, llamando la atención de las otras chicas, quienes al escuchar ese nombre se apresuran a escuchar.

Parece que en cuanto mencionas a David todo el mundo queda lobotomizado: ojos como pescado cocido y boca abierta. ¡Qué lata! Es cierto, es un chico guapo, rubio, de ojos azules, con tatuajes esparcidos por la piel y vive en simbiosis con su moto roja. Pero seamos realistas, ¡es un verdadero imbécil!

- Lea, ¿qué... dice David...? - ni siquiera pueden formular oraciones significativas.

- Sí, David. Tengo que ayudarlo a recuperar la historia y la filosofía. - Respondo con poco entusiasmo.

- ¿ Pasarás tiempo con él? - me pregunta Laura saltando en el acto.

- ¡ Vaya que suerte! - dicen a coro.

Sus reacciones no me sorprenden. David es llamativo, consigue llamar la atención y aunque nunca hemos intercambiado una palabra con él, no me agrada y lo evito si puedo. Por suerte la escuela está dividida en dos edificios y su clase está en el otro edificio.

Dejo a los graznantes gansos para que sueñen que David puede realizar algún milagro y despidiéndome de ellos me pongo en camino hacia el centro del pueblo. Quiero pasar por la librería antes de irme a casa. Mientras camino pienso en el problema en el que me metí y cada segundo me arrepiento más y más.

El escaparate de la librería está decorado con libros nuevos, me llaman la atención las cubiertas de distintos colores. Terminé de leer El Conde de Montecristo y estoy buscando un libro nuevo.

- Buenos días señorita, dígame si puedo serle de utilidad. - me saluda cortésmente la dependienta, mientras está ocupada reordenando un estante.

- Yo mismo echaré un vistazo. Gracias. - Le respondo con una sonrisa y me dirijo hacia la parte superior de la estantería. A mí me encanta elegir libros, es como si me llamaran y me pidieran que los leyera, así que si me los recomiendan no consigo el mismo efecto.

Arriba encuentro los libros divididos por temas y me dirijo al departamento de suspense. Repaso todos los libros divididos por letra alfabética y cuando llego a la letra F me detengo, me pongo de puntillas para leer mejor los títulos y mi atención recae en un libro amarillo. Lo tomo y leo el autor y el título: Sebastian Fitzek, Terapia. Me intriga.

Decido tomarlo pero quiero hacer otro recorrido, paso por la sección de novelas románticas y mi atención es llamada por un gemido. Me doy la vuelta pero no veo a nadie. Sigo hacia la esquina y detrás de un estante noto que hay dos personas susurrando. Me concentro en los libros pero su suave risa me irrita los nervios. Vuelvo atrás y busco algunas señales entre los distintos libros pero el molesto ruido me distrae nuevamente. ¡Qué lata! ¡No puedes estar en paz ni siquiera en la librería! Mientras tengo la mirada más furiosa del mundo, las dos personas salen de detrás del estante, se toman de la mano y se ríen. La chica lleva una minifalda vaquera que es casi imperceptible bajo su chaqueta corta de plumas, pero no parece importarle. Ella se ríe y se coloca el pelo rubio detrás de la oreja. El chico está detrás de ella y no puedo verlo, solo puedo ver los zapatos: Un par de converse rojas.

Ella se mueve y él pasa delante de ella, precediendola hacia la salida. En cuanto levanta la cabeza lo reconozco, es David. Me quedo allí observando la escena.

- David, ¿me estás esperando? - dice la chica mientras lo persigue.

Él se gira y le guiña un ojo y le dice - No, voy a caminar solo. Pero de todos modos gracias por todo. ¡Hasta la proxima vez! - mientras habla con ella se ve arrogante y no puedo evitar mirarlo fijamente. ¡Cómo puede ser tan idiota! En ese preciso momento levanta la vista de su novia y… Maldita sea, me está mirando y me doy cuenta de que lo estoy mirando con una mirada asesina. Me sonríe burlonamente, se da vuelta y se aleja.

Me quedo allí mirándola alisarse la falda y miro a mi alrededor con expresión ofendida. Siento pena por el pobre, por caer en sus garras y luego ser desechado. ¡Tienes que ser realmente estúpido!

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