Secretos y mentiras
Aitana
Era duro ver a mi hermana después de tanto tiempo y no lanzarme a sus brazos para fundirnos en la unión de nuestros cuerpos, a celebrar su regreso.
Pero es que nadie estudia sus reacciones, sobre todo cuando se reacciona ante el factor sorpresa.
No podía saber que mi subconsciente iba a obligar a mi cuerpo a reaccionar así.
Enojada como estaba, con ella por irse y conmigo por no buscarla lo suficiente, lo unico que hice fué explotar.
Cuando ví como mi madre y mi novio enloquecieron con su llegada, me sentí arder en celos.
Celos de mi hermana por recibir toda aquella atención, como si no hubiéramos sufrido lo que sufrimos. Y celos de mi madre y de Ash, por ser tan tolerantes y gracias a eso disfrutar de mi hermana, como yo anhelaba poder hacer.
Luego de armar el berrinche que armé, me noté a punto de explotar en llanto, delante de mi hermana. Decidí huir.
Al final no se me daba tan mal eso de huir, como había hecho ella.
— ¿Nena?— mi chico volvía a ser mío.
— Lárgate Ashton, vete a consolar a mi hermana que pobresita ha pasado por mucho—dije de forma irónica mientras el entraba y cerraba la puerta de nuestra habitación.
Enterré mi cabeza en la almohada dándole la espalda con todo mi cuerpo.
— Venga nena, no hagas eso. Sabes tan bien como yo, que te mueres de la alegría. No te niegues este momento de reconciliación y perdón Aitana. Tu que puedes. Yo quisiera tener esa posibilidad con Andrew, pero es imposible nena. No dejes que la ira te ciegue. Solo te estás lastimando.
Se sentó a horacajadas sobre mi espalda y se inclinó sobre mí para besar mi nuca, y apartando mi pelo susurrar en mi oído.
— A mí no puedes engañarme angel, estás muriendo por estar con tu hermana. Recuerda que todos somos humanos y tomamos decisiones incorrectas a veces.
Tenía razón, pero no me sentía en el momento adecuado de aceptar eso.
— Estás asquerosamente comprensivo últimamente Ashton, ahora mismo te odio.
Se inclinó sobre mi cuerpo, cubriéndolo completamente con el suyo y lamiendo mi oreja por todo el borde dijo...
— Nena estás especialmente mentirosa hoy. Yo soy como el chocolate cariño, a nueve de diez personas les gusto. Y esa que dice que no... miente.
Y se apresuró a tomar mi boca desde su posición detrás de mí.
Tomó mi mandíbula entre sus dedos y comenzó a besarme lentamente obligandome a dejarme llevar por su deseo.
Sus labios humedecían los míos y bebían mis primeros gemidos, cuando quitó lentamente el albornoz de mi cuerpo, dejándome desnuda bajo el suyo.
Regó besos por toda mi espalda y trazó con sus dedos la curva de mi cintura llegando hasta mis caderas. Mordió allí, y arrodillado como se encontraba ahora detrás de mí, abrió mis nalgas con sus manos y enterró su boca en mi húmeda entrepierna.
— ¡Oh dios mío! Ash, estoy enfadada. — mentí entre súplicas.
— No me apetece ashton.— seguí mintiendo y noté como su boca abandonaba mi sexo para sustituirla por un dedo recorriendolo entero.
Su dedo daba un paseo entre mis pliegues y sus dientes mordían mis nalgas. Yo gritaba en mi almohada, ya que mi madre estaba abajo. Pero me sentí al borde de la desesperación y los gritos cada vez que su dedo pasaba por la entrada de mi vagina y seguía de largo.
Casi lo introduce cuando jadeé, pero lo sacó y tomando jugos de mi centro lo llevó hasta mi boca entreabierta por la excitación.
— ¡Chupa¡ — que morbo me daba cuando lo sentía en plan dominante. Chupé su dedo hasta el fondo y me giró en la cama con una sola mano. Su fuerza desde la primera vez que ma cargo en el internado, no dejaba de asombrarme.
— ¡ Abre¡ Quiero verte de nuevo. Abre las piernas y la boca Aitana.
Obedecí sintiendo mi pecho agitarse y cuando introdujo dos de sus dedos dentro de mi, me llevé el dorso de mi mano a la boca y me mordí, para controlar el grito que quería soltar.
— Joder, angel. Tengo que comerte otro poco.— su boca se metió con avidez dentro de mi sexo y tomé su mano llevando sus dedos a mi boca para chupar mi propio sabor,con nuestras miradas librando una batalla entre ambas.
Gimió y gruñó frente a mí clítoris y lo estiró entre sus dientes soltandolo luego provocando que me retorciera bajo el. Volvió a chuparlo y mordí su dedo dentro de mi boca para contener el grito que luchaba por salir de mí.
Todo lo que vino fueron lamidas y mordidas, jadeos y contenidos gritos que aumentaron cuando me penetró.
— ¡Oh nena, me matas! ¡Maldición!. Que placer... Amo poseerte angel.
— Más rápido Ash, estoy a punto— arañé su espalda y mordí su hombro. Estaba demasiado excitada.
Me había dejado con el orgasmo a medias y ahora estaba tan caliente que notaba me vendría en poco tiempo.
Sus manos guiaron mis piernas a su cintura y presionó más adentro su erección. Yo bajé las mías a sus nalgas para empujarlo más profundo en mí.
Mientras mas rápido salía más lento entraba. Llegaba hondo en mí y salía hasta la cabeza de su miembro. Era una fricción que nos hacía arder.
Un calor abrazador, mis pezones se vieron de pronto retorcidos por sus manos y mi pelvis siendo brutalmente sometida a sus embestidas.
Una , dos, tres, dentro y fuera. Choque y más choque hacían que me aferrara a la almohada con los brazos por encima de mi cabeza y tirara de las sábanas sacándolas de debajo del colchón.
Una acometida tras otra, sudorosos ambos por aquel combate cuerpo a cuerpo, nos terminamos corriendo juntos.
— Ashton, esta misma semana voy a ir a ponerme la vacuna anticonceptiva, cada vez usas menos el preservativo y las pastillas se me olvidan. — no sé ni cómo fuí capaz de formular toda aquella idea y exponerla, cuando tenía su cuerpo tirado sobre el mío y me faltaba un poco el aire, del tremendo peso de el y del arrasador orgasmo que me había regalado.
Aidan
No sé porqué cuando estamos al final, siempre pensamos en el principio.
El día que desperté en aquel hospital, después de haber sufrido el accidente, me informaron que Amaia nunca apareció en la escena donde habían encontrado a mi hermano.
Andrew estaba herido de bala, un pulmón perforado y mientras el luchaba por su vida y los médicos impedían que muriera, mi chica estaba desaparecida.
Ese fue el final para mí, justo lo que me hizo pensar en el principio.
En la primera vez que ví esos ojos azules, tan iguales a los de su hermana y tan diferentes a la vez. Transmitían seguridad, pasion, hambre de vivir y muchas otras cosas más que sentí que no podían haber muerto.
La primera vez que la besé, que la toqué, que hundí mi piel en la de ella. El primer te amo, la primera vez que aceptó casarse conmigo.
Tantas y tantas primeras veces, que me hundieron en la miseria nostálgica de su ausencia.
Un mes entero me tomó rehabilitarme físicamente, pero psicológicamente estaba más inválido que mi amor sin ella.
Justo cuando me engullía el dolor del vacío de Amaia, mi puntual alcoholismo y la autoflagelación psicológica, Douglas vino a devolverme la vida trayendome a mi mujer de vuelta.
Una noche cualquiera de tour por los bares abiertos y litros de whisky ahogando mi hígado, el me dió la mejor y peor noticia.
Mi mujer estaba herida, en cuerpo y alma. Un algo que hasta la fecha desconozco me la había roto y ella sola luchaba por arreglarse.
El me llevó a su casa, me bañó en su baño y me preparó un café que dió paso a las revelaciones más importantes e incompletas de mi vida.
Amaia estaba en la agencia, quería sanarse a su ritmo y bajo sus propias reglas. Se había crecido dentro de su desgracia.
Ahora quería ser fuerte físicamente y trabajar como agente para trazar su camino hacia la venganza y el desquite.
Ya no era la niña dependiente de mí, ya no era la pequeña que se refugiaba bajo mi posesión para sobrevivir. Ahora quería marcar ella misma el rumbo a la supervivencia.
Y se lo concedí... Se lo concedí porque por esa mujer yo hago lo que sea, aunque me cueste la vida, siempre haré lo que ella quiera. Y si en ese momento quería sanar callada y lejos, no podía ser yo quien nuevamente se lo impidiera.
De todo lo que le había prometido y no había cumplido, solo podía cumplir con eso, mi cambio. Le prometí que cambiaría, y dios sabe que reuniendo la mayor fuerza de voluntad de toda mi vida le daría el espacio y la soledad que ella pedía sin pedirlo, cambiaría lo que hiciera falta para cumplirle al menos eso.
Pero a medias, no podía estar con ella, pero sin ella era mi muerte.
Así que le concedí su espacio, a medias.
Desde entonces estuve supervisando en la distancia todo su entrenamiento, la veía crecer como agente cada día y así mismo, crecía mi orgullo y mi amor por ella.
Estuve en las sombras de su vida, tanto, que cuando se fue a vivir a su apartamento, coloqué cámaras por toda la casa y la veía desde mi móvil.
Bendita tecnología...
Cuando visité a Carter en la cárcel, me contó todos los planes de mi hermano para con mi mujer y la ira que me recorrió el cuerpo fue tan incontrolable, que fuí a su celda y lo golpeé hasta que me sacaron de la prisión y a él también, pero para el hospital internandolo en cuidados intensivos.
Si no hubiese sido, por el apoyo de Douglas y mi historial en la agencia, acompañado de mi implicación en la captura de toda aquella red de delincuencia y prostitución, nunca hubiese podido ascender a comandante.
Pero una vez me mandaron a rehabilitarme y Douglas pasó a ser el coronel del cuerpo, llegó mi ascenso y mi acceso a información clasificada sobre la próxima misión que le darían a mi mujer y algunos datos incompletos sobre la atrocidad que mi hermano le había hecho.
Justo ese día, decidí que si quería ser mejor para recuperarla, no podía convertirme en el asesino de mi propio hermano. Y a partir de ahí surgió mi plan de venganza.
La fiscalía militar me había impedido verlo en su celda, el era un preso de alta seguridad y dado nuestro último encuentro no era confiable para ir a verlo.
Pero Carter si podía acercarse a Andrew.
Y si hoy mi chica vive, se lo debe a Carter, el informó a Douglas de los planes de Andrew y le implantó un dispositivo de rastreo en su auto. Esa fue la salvación de mi pequeña, así fue como Douglas la localizó y la salvó de ese animal.
Así como también, Carter fue quien le inyectó una sustancia que yo compré a una poderosa mafia de medicamentos rusa, para incapacitar su cerebro.
Le dí a él la vacuna, y justo antes del esperado juicio, Carter se la administró y lo mandamos al hospital. Y bajo esa condición seguirá, hasta que yo decida lo contrario.
Es el padre de mi sobrino y hermano de mi hermano, hijo de mis padres; más ya no es nada mío, pero no puedo permitir que tenga la opción de lastimar a mas personas.
Y mucho menos ahora, que descubrí lo que descubrí sobre el.
La nueva investigación que hoy comienzo con Amaia, es mi regalo a su superación de vida. Y mi boleto a su perdón.
Una vez que sepa de su propia boca qué fue lo que Andrew le hizo, pensaré un final justo para el. Y cuando digo justo no me refiero a bueno, sino a justo lo que una escoria como esa merece.
Así como Muriel y Carter supieron darle una justa venganza a sus mujeres. Yo le daré a la mía, una épica.
Pero ni todos mis planes de venganza, ni los de reconquista de mi esposa, llenaban el vacío de su ausencia.
Mirando como ella se bañaba y se ponía aquel infernal pijama de seda, decidí dar el primer paso hacia ella.
Moría por ver su reacción cuando escuchará mi voz otra vez, después de ocho putos meses.
Puse el manos libre para llamarla mientras la observaba, y no pude evitar sonreír cuando la ví y la escuché contestar furiosa mi llamado.
— ¡Dígame comandante!...
— ¿ Así le respondes a tu marido?
Pequeña.
—¡¡Aidan!!
Gimió mi nombre bajito, y se sentó de pronto sobre la cama llevándose una mano a la boca y lanzando sobre su pecho una lágrima escapada de sus únicos y azules ojos.
— ¡ Oh..pequeña! Mi nombre gemido de entre tus labios, es la banda sonora de mi vida ...