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Ajuste

Encrucijada

Aitana

Ya teníamos el alta médica. Yo estaba algo deshidratada y con la presión muy baja cuando llegué aquí, por eso el médico me había puesto bastante hidratación en sueros, lo que me hizo recuperarme antes que Ashton.

El por su parte, había estado sedado casi veinticuatro horas, por lo que también necesitó ciertos cuidados médicos especializados y demoró más en despertar.

Estábamos en la misma habitación, pues al ser un asunto que se manejó al margen de la ley común, Douglas decidió tenernos a ambos en el mismo sitio.

El médico que nos asistió, era un médico militar y nos informó de todo el asunto, así como también nos dijo que estábamos en una base de la agencia, más no en un hospital civil.

Sin embargo, de todo lo que nos contó, hubo dos cosas muy intrigantes que mencionó... Por un lado, la ausencia de información sobre lo que pasó con mi marido en aquellas veinticuatro horas en las que estuvo sedado y la otra, fue el absoluto desconcierto de aquel médico acerca de mi enfermedad.

El médico se preguntaba, ¿cómo una paciente como yo, con una condición de salud tan delicada, teniendo ya diez semanas de embarazo, estaba tan saludable aparentemente y había sobrevivido a dos días casi sin alimentarme?

Eso era algo, que yo ya me había preguntado antes, sin embargo ahora, me preguntaba algo que me inquietaba mucho más...

¿Que había hecho Alicia con Ashton ?¿Por y para qué, lo había sedado?

— ¿Estás lista cariño? — decía Ashton, sacándome de mis pensamientos.

— ¿Me ayudas a abrochar mi sostén? — le pedí, mientras lo intentaba hacer yo sola, por debajo de la camiseta que Aídan había traído.

Nos había traído ropa de la casa, pues llegué aquí con vestigios de lo que fue mi vestido de novia y Ash, solo en bóxer. Raro, muy raro todo.

— Nena, soy experto desabrochando sostenes, no abrochandolos pero puedo intentarlo — sonrió simpático, caminando hacia mi, que me encontraba sobre mi cama, terminando de vestirme.

— Inténtalo cariño — esbocé una sonrisa irónica — así como estoy intentando yo, no patear tu hermoso culo por comentar tus experiencias libidinosas con tu esposa embarazada.

Su sonrisa se perdió y la mía se ajustó, indicando ahora un claro cabreo hormonal.

— Te amo angel — trató de suavizar la situación — no te mosquees — besó mi cuello y acarició ambos laterales de mi cuerpo, provocándome, mientras subía sus manos hasta el broche de mi sostén, caminando con sus dedos por mi espalda — y amo mucho tus tetas nena, por eso prefiero quitar que poner esta mierda.

Ya en ese momento, mis hormonas hicieron un rompan fila y me reí a gusto del ingenio de Ashton, para librarse de los líos en los que su boca lo mete conmigo.

Cuando estuve lista para irme y el también, lo detuve, tomándolo por el codo y haciendo que se sentara en la cama un minuto.

— Consigue un móvil por favor, para llamar a las únicas dos personas que pueden ayudarme a saber de mi hermana.

— ¿Que personas?¿Que le pasa a Amaia? — preguntó y le conté de mi sospecha sobre la conducta de Aídan.

Cinco minutos después, el calvo le dió su móvil y llamé a Douglas. Por supuesto el número estaba registrado en el aparato.

Lo que me dijo, no hizo más que hacerme arder la sangre, al saber que el desquiciado de mi cuñado tenía a mi hermana.

— Cariño cálmate — se esforzaba Ash en obtener algo bastante improbable de mí — ya te dijo que la iba a buscar, está misma noche estará en su casa.

— Y nosotros también Ash. Hoy veré a mi melliza. La esperaré allí.

— ¿Y estás dispuesta a lo otro? — su pregunta me hizo suspirar profundo antes de contestar.

— He pasado por muchas cosas en los últimos tiempos y algo me dice, que me quedan unas cuantas mas por pasar — caminé hasta el y lo abracé por la cintura, mientras el hacía lo mismo conmigo — así que te aseguro que puedo pasar un par de horas con mi madre y mi padre, bajo el mismo techo.

Ellos estaban en la casa de Amaia, desde el día de la boda. Los habían mantenido allí, esperando noticias nuestras.

Lo que aún no me quedaba claro, es como mi hermana había acabado secuestrado por su propio marido.

Eso era algo que estaba a punto de averiguar.

— De acuerdo angelito, vamos.

Salimos de allí, escoltados por los mismos dos hombres de seguridad, que estarían con nosotros hasta que llegáramos a la casa de mi hermana, dónde nos quedaríamos al menos esta noche.

Ya Alicia estaba detenida bajo investigación y por lo que me dijo Ashton, nuevamente Steve estaba a cargo .Al parecer, ella tenía mucho que ver en el caso de Andrew y Simón. Había que esperar a ver qué más había hecho esa mujer.

Amaia

De su boca salían respiraciones agitadas que desembocaban en la entrada de mi sexo.

El miraba fijamente mi entrepierna expuesta y yo me sentía muy caliente. Aídan era así, todo fuego y llamas.

— Ese día, mientras tú hablabas y te alejabas de mí, yo era incapaz de apartarte de mi vista — comenzó a hablar y a quitarse poco a poco lo que llevaba de ropa encima — cuando tus pies resbalaron en aquel sitio y una explosión sucedía a mis espaldas, yo solo te veía a tí. — empezó a deslizar sus dedos por mis piernas sin dejar de verme a los ojos — porque no hay nada en este mundo que vea mas q a tí. Y así fue que te salvé, me tiré al suelo y alcancé tomar tu mano, aunque no pude impedir que te golpearas el rostro contra las piedras y te desmayaras; pero te salvé. Te hiciste quemaduras de fricción y me he ocupado de curarlas. Busqué médicos solo para tí, y te he besado cada espacio de piel, estos dos días mientras dormías, deseando poder hacerlo toda mi vida — cuando introdujo sus dedos dentro de mí, no pude evitar gemir y arquear mi cuerpo como pude, pues seguía amarrada a mi espalda — y ahora me pides que te dé el divorcio. Como si eso fuera posible, como si de verdad eso fuera lo que tú quisieras, y peor aún, como si yo no te importa nada.

Casi me hacen llorar sus palabras. Me hablaba muy bajito, mientras introducía sus dedos lentamente en mí, sacándolos y volviendolos a entrar, sin moverse de su asiento. El estaba justo delante de mí y ya aquellos cuatro dedos se me metían dentro como si les sobrara espacio, Aídan se mantenía observando muy cerca lo que hacía y yo, no podía pensar. El siempre me hacía esto, tenía conversaciones importantes mientras me follaba.

Su lengua se sintió de pronto jugando con mi clítoris y casi me caigo del salto que dí, este maldito amarre me estorbaba.

— Yo sé que soy complicado, siempre lo he sido y no puedo dejar de serlo — yo gemia y el apuraba su paso dentro de mi, aquellas manos me torturaban y su aliento justo encima de mis pliegues me tenía al borde del orgasmo — pero yo te amo Amaia. A mi manera rara e intensa, pero muero por tí, por esto — sacó los dedos de pronto y hundió su lengua del todo en mi vagina. Yo grité, me removí. El apretó sus manos en mis muslos y me acercó más al borde del escritorio y su boca — y lo peor es que también muero sin tí. Me matarás como quiera. Hagas lo que hagas. Porque mi vida entera depende de tí. Es loco pero real. Ya no existo sin tí.

Y así, sin dejarme responder nada, se hundió en mí.

En el mismo minuto en el que hablaba y soplaba su voz casi dentro de mi vagina, se levantó y de hundió en mí hasta el fondo sin avisar.

Mi cabeza colgaba hacia atrás, solo su mano sostenía mi columna y evitaba que me cayera de allí. Estaba encorvaba y siendo brutalmente acometida por el y su polla maravillosa. Recibiendo con mis pechos a su boca.

Su otra mano levantaba mi culo del sitio para profundizar los embites, estaba enloquecido y yo también.

Es que éramos así, dos locos follando sin control, sin medidas y sin poder evitarlo y anteponer lo lógico a lo placentero.

Cada grito que yo daba, se unía a un gruñido del fondo de la garganta de mi marido, sus manos me incrustaban en su erección haciendo fuerza para ayudarlo a entrar más en mí, pareciera que quisiera atravesarme del todo, y yo jadeaba y gemía de un placer inexplicable.

Uno que solo Aídan Douglas podía darme.

Su boca chupaba mis pechos y los mordía, dejando aquellas marcas que tanto le gustaban y que siempre fueron tatuajes a mi piel. Tatuajes hechos por su boca ardiente y que no eran más que evidencia del placer que nos envolvia, cuando follabamos salvajemente y ambos perdiamos la noción de lo correcto.

La mesa no lo dejaba sentirse a gusto, pude notarlo cuando me soltó las manos de la espalda y me cargó, levantándome de allí y tirandome contra una pared sin dejar de penetrarme.

— ¡¡ Más, por favor!! — yo suplicaba por más, como una maldita necesitada y me aferraba a su pelo con lujuria, mordía sus labios con furia y era incapaz de abrir los ojos. Cada sensación que me provocaba su falo, me hacía cerrarlos otra vez.

— Lo que mi pequeña quiera — cuando terminó de decir aquello, sus movimientos tomaron un ritmo salvaje, casi inhumano. Solo alguien tan violento como el, podía follar así. Había que tener una fuerza descomunal para hacer lo que Aídan estaba haciendo.

Había empezado a caminar conmigo tomada por debajo de los brazos, y sus manos abiertas casi sobre mis hombros me encajaban en su polla a una velocidad, que no creí jamás posible.

Terminé gritando su nombre y aferrada a su pelo, que aún no se cómo no se quejaba. El era bruto para todo, no era hombre de dolorsitos.

Estábamos en medio de la habitación, abrazados y jadeantes, recuperando un oxígeno vital para los dos,después de aquel orgasmo explosivo, pero lo mas vital ya lo teníamos, que era a nosotros mismos.

El problema era, que todo lo que Aídan tenía que decirme ahora, me pondría en una encrucijada, porque hay calles sin retorno, así como cosas sin arreglo. Y eso era justo lo que el, parecía haber estado evitando y yo, le había acompañado a hacerlo.

— ¿Sabes que tienes que explicarme cosas, verdad? — pregunté en su oído, el aún no me soltaba, no salía de mí.

Su cabeza estaba recostada en mi hombro, dejando su boca calentar el hueco de mi cuello.

— Promete que no vas a dejarme nena. — no le veía los ojos, porque no se movía de su sitio. Solo le escuchaba y le sentía respirar.

— Me has ido llevando a un límite tan alto, que no puedo prometer algo, que probablemente no cumpla.

Aquella respuesta lo hizo estremecer. Se sintió dolido y yo me sentí morir, pero era la verdad y yo no podía negarmela, no a mí.

Yo me estaba preparando para dejarlo y el lo sabía.

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