Contención
Aitana
El tiempo se estaba agotando y Amaia no aparecía.
Ni siquiera pude comer.
Haber recibido de forma silenciosa pero evidente, la certeza de que mi madre seguía guardando secretos, me había robado el apetito.
Y lo peor era, que si seguía escondiendo cosas, es porque eran lo suficientemente delicadas como para necesitar ocultarlas.
Lo que mi madre parecía desconocer, es que yo no soy fácil de torear, es un hecho que voy a averiguar todo y más, de aquello que ella me oculta.
Mientras que Ashton, por otra parte, trataba de controlar toda la caótica situación familiar, cosa que además era poco entendible, pues el término familiar, es algo, a mi juicio, bastante controversial.
No necesariamente familia es sinónimo de confort. En ocasiones es un antónimo más bien. Y en dicho caso, que era, el que en realidad definía la mía, veía bastante improbable que hubiese algo que controlar dentro de aquel tornado de descontrol en el que nos habían sumido mi madre y la puñetera Leticia Miller... extrapolando todo el caos a la descendencia de ambas. Por llamarnos de alguna manera un poco más impersonal, que era justo como sentía que nos veíamos entre todos.
Aquí, a pesar de las múltiples coincidencias genéticas, éramos todos bastante impersonales en nuestras relaciones familiares.
Sin embargo, en las sentimentales, específicamente de pareja, que era donde único veía sentimientos aquí, éramos extremadamente personales. Pues todos, a nuestra propia manera, nos sentíamos pertenencia del otro. Unos más psicoticamente que otros.
Ni siquiera me había animado a volver al comedor, prefería que Ash lidiara con los que supuestamente me habían heredado parte de su ADN. Cosa que cada vez ponía más en duda.
Era todo tan incierto en esta historia, que a veces sentía que solo tenía verdad, en mi hermana y alguna otra poca, en mi marido.
Soy un pelín desconfiada por naturaleza... ¡Y que gran virtud!
Todos aquellos locos pensamientos, me mantenían ocupada la razón, permitiéndome así, no pensar tanto en mi hermana y su ausencia indefinida.
Un vestido largo, decoraba mi embarazado cuerpo, tocando el suelo junto a mis pies desnudos.
No sé porqué había recién descubierto, un cierto placer en el hecho, solo de observar el mar romper unas olas con las otras. Era casi pacífico, sino fuera por lucha interna que tenía, pues por un lado necesitaba explotar en contra de Aídan, por comportarse de forma tan demente y por otro, mi lucha se reducía a la contención.
Esa que necesitaba para soportar a tanta gente desquiciada que me rodeaba.
Sobre todo a Alicia y sus tendencias incestuosas.
Justo mirando el maravilloso escenario que tenía delante, y haciendo acopio de una elevada dosis de contención, llegué a una conclusión que definiría el rumbo que tomarían luego las cosas en mi vida, la de marido y mi hijo.
¡Tenía que encontrar respuestas sobre Alicia Miller!
Había una corta lista de personas que podrían ayudarme en eso, y decidí ir a por la primera.
— Hola hermosa.¿Sabe tu marido que me estás llamando? — la voz de Steve se oía divertida. Ni siquiera ahora que sabía que era gay, y también el affair de un tremendo amigo mío, le dejaba de notar cierto coqueteo al hablar conmigo.
— Ni mi marido es mi dueño, ni te llamé para que discutamos lo que nos permitimos Ash y yo entre nosotros.— respondí un poco sarcástica.
— De acuerdo, veo que estás receptiva al enojo el día de hoy, tu dirás — respiré profundo, apretando el móvil con mi mano y llevando la otra a mi sien. Me dolía la cabeza.
—Necesito información y una entrevista con Alicia — solté de golpe, sentandome en el borde de un sofá, acariciando mi diminuto vientre.
— Información, puede. La entrevista voy a tener que debertela. — dijo dejando escapar un quejido como de dolor.
— ¿Que estás haciendo? — pregunté extrañada y preocupada. Igual le estaba pasando algo.
— No quieres saberlo Aitana. ¿Puedo llamarte en media hora?— respondió rápido y agitado.
— ¿No estarás follando con Remy? — por dios, que asco. La que me faltaba. Escuchar a mis amigos teniendo sexo.
— Joder nena, voy a tener que colgar,¿Sí? — ahora soltó un gemido y casi me río a carcajadas por lo irónico de la situación. Pero las náuseas me lo impidieron.
— No dejes que Ash te escuche llamarme nena. Y dime dónde está Alicia. Quiero saber todo de ella. Pero lo que nadie sabe Steve. Necesito ayuda — le volví a escuchar quejarse y decidí darle privacidad o tendría que escuchar a mi amigo gay, tener un orgasmo provocado por mi otro amigo gay.
— Vaaleee, tengo que colgar — hizo una pausa y casi colgué, cuando dijo — te mandaré lo que pueda, pero ya ella no está bajo mi custodia Aitana.
— ¿Y dónde está?¿Quién la tiene? — pregunté rápidamente, pero el cada vez jadeaba más.
— Lo siento... Ahhh, dios. Aitana adiós.
Y me colgó, dejándome con la intriga.
¿Dónde estaba la zorra esa?
¿Y con quién?
Amaia
Aquel “ Adiós pequeña ” me hizo llorar más fuerte. Me astilló el corazón.
Los brazos de mi suegro me acomodaron en el pecho de este, así como sus manos dieron paseos arriba y abajo por mi espalda.
Yo me removía y escuchaba las palabras, llenas de intención de calma de Douglas; pero nada ni nadie que no fuera el, me podía calmar, pues nunca nadie lo había conseguido desde que se enterró en el fondo de mi vida.
Desde Aídan, ya nadie más podía obtener de mí, lo que el podía y antes, mi hermana también. Eso era algo más que había cambiado ese hombre en mi vida. Ya ni mi melliza podía contener mis sentimientos. Solo Aídan era mi contención.
Y ahora yo lo había echado de mi vida, que era la suya. Yo misma me había lastimado, y esta vez, el no estaría para curarme.
— Se le va a pasar. Y te va a entender, no llores más — Douglas tomó mi rostro entre sus manos y limpió mis lágrimas — en esta ocasión mi hijo se ha pasado siete pueblos, y haces bien en hacérselo ver. Las fieras hay que domarlas desde el principio, sino terminan tragándote en el futuro. Créeme que entiendo lo que haces y hablaré con él.
— ¿Lo prometes?— pregunté lloriqueando un poco más.
— No necesito prometer algo que ya puedes dar por cumplido.
Este hombre era una de las mejores cosas que la vida me había regalado en estos últimos tiempos.
No solo era un magnífico suegro y un tremendo ser humano, sino que también era un grandioso padre. Para Aídan y para mí.
Una lastima que mis hijos, no pudieran tenerlo de abuelo, porque no tenían posibilidad de existir.
Pero eso era algo con lo que no quería lidiar.
Tal vez debí habérselo contado a Aídan, para que me contuviera un poco ese dolor.
Pero así como el era mi contención, yo pretendía ser la suya. A pesar de que eso el, ahora mismo no pudiera verlo, yo lo estaba intentando contener de sufrir esto, que me estaba devorando y rompiendo en silencio y soledad.
En esto estaba sola. Y por elección propia.
Pero es que cuando se ama como yo lo amo, hay dolores que no soportamos compartir con el ser amado. Y a pesar de que el no lo sabía, yo estaba evitándoselos con mi silencio.
— Deja que te lleve con tu hermana y pueda cumplir otra de mis promesas. — dijo Douglas, tomando mi mano y tirando de mí para salir de allí.
— ¿Vas a cuidar de él estos días por mí?¿ Lo llevarás para tu casa? — ni siquiera miraba los alrededores del sitio en el que había estado por dos días, pues solo me quería concentrar en garantizar el bienestar de aquello que tanto amo. Mi Aídan.
— Ay Amaia — sonrió, abriendo la puerta de un auto para que entrara — a veces esa inocencia tuya es la que hace que Aídan enloquezca mi niña.
Acarició mi mejilla y me hizo un gesto para que subiera al coche. Dió la vuelta y se sentó a mi lado, indicando al chófer que nos sacara de allí.
— Amo cada célula neurótica de tu hijo Douglas, no sabes las ganas que tengo de salir corriendo detrás de él y retirar cada palabra que le dije y que nos está lastimando. — suspiré resignada — pero no voy a hacerlo, necesita respetar algún límite en nuestra relación. Y yo necesito que lo haga.
— Ya te dije que apruebo lo que haces — me sonrió y besó mi mano antes de soltarla sobre mi pierna dolorida — pero eres muy ingenua si crees que tú marido va a quedarse lejos de tí. No necesito verlo o hablarle, para saber que no aguantará ni dos horas alejado.
— Su orgullo le impedirá venir a mí. Es muy terco y porque sé que debe estar enloqueciendo te pido que lo mantengas a tu lado.— por una parte quería que alguien que el escuchaba en ocasiones, le hiciera ver lo que yo no pude explicarle; pero por otro lado, tenía pavor a que me dejara para siempre.
— Ni kilómetros de su orgullo, pueden contra la dimensión de su amor por tí Amaia.
Esas palabras me reconfortaron un poco, pues en el fondo eso estaba esperando.
Que su amor fuera más grande que su enojo. Más poderoso que su ego y más intenso que su personalidad posesiva y dominante.
Solo podía confiar en la dimensión de ese amor, para esperar que volviera.