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1

Allys

Sentada en las sábanas de colores al borde de la cama, mis sábanas, las que hacen juego con el azul de mi cuarto; Le pedí a mi madre que los trajera.

El color blanco, el del hospital, me transmite una tristeza infinita, por eso decidí darle un toque de personalidad a esta habitación, donde me quedaré un tiempo más.

Sigo mirando por la ventana observándolo todo, sin dejar que se me escape ni el más mínimo detalle que, por insignificante que me parezca, es importante.

Desde que me diagnosticaron la enfermedad todo ha cambiado. Mi día a día, amigos, escuela... He cambiado mucho, y me prometí que no importa el tiempo que me quede, pero lo poco o más que me quede lo quiero vivir como veo. en forma, mientras mi corazón sea feliz.

Siempre he creído en Dios, la idea de alguien, “un padre” que nos ama incondicionalmente, siempre me ha gustado. Por eso también me rendí. He aprendido a compartir mi vida con ella, que nunca ha sido bienvenida, pero está ahí, se ha instalado en mi cuerpo mientras lo consume lentamente.

No soporto ver los ojos de otras personas mirándome con una mezcla de sufrimiento y lástima, especialmente la de mis familiares. Si hasta hace poco me miraban tan felices, satisfechos y orgullosos como cualquier padre mira a su hijo, ahora están aburridos y tristes.

Pero no entienden que sigo siendo yo, la Allys que le fue bien en la escuela, la campeona regional de gimnasia artística, su hija, su Allys.

Mi madre, siempre bien arreglada y atenta a cada detalle, ha estado descuidada desde que nos enteramos. Su larga melena rubia, ahora siempre recogida en una cola de caballo al azar, ya no la deja caer sobre los hombros con sus tirabuzones bien definidos. Su rostro ya no está perfectamente maquillado, ha dado paso a una piel pálida pero ya no luminosa, a una sonrisa de cortesía pero no de verdadera alegría, a dos grandes ojos azules apagados, a un aire triste y preocupado, pero que aún guarda alguna esperanza.

Espero que todo esto pase, que volvamos a ser la familia que siempre hemos sido, que pronto me recupere, me case y tal vez tenga hijos. Esperanza, la que tiene una madre que, después de haberte llevado en su vientre y haberte traído al mundo, reza todos los días a ese Dios en el que tanto confiamos, que no le quite a su hijita, que la cambie. el plan celestial que tiene para su criatura, que se salva y sana de ese mal, que ha llamado a la puerta de esa vida y que no puede llevarse consigo.

Eso es lo que espera mi madre, que no me muera ahora, no me puedo morir cuando tenga años porque me queda toda una vida por vivir.

Un pequeño pájaro se posa en el alféizar de la ventana, me acerco, mientras me arreglo la bata blanca que se me había subido demasiado en los muslos. Lo miro mejor, escudriñando cuidadosamente cada matiz de las plumas, mientras veo llegar el auto de mi madre, Alyssa y Robison también están allí.

Voy al baño y a toda prisa me peino y aplico una gota de rubor para darle a mis mejillas un color sonrosado que hace tiempo que desapareció, dando paso a un blanco opaco, señal de que mi cuerpo se está desgastando, mientras lucha. para sobrevivir. Satisfecha con el resultado obtenido, y evitando pensar en el cepillo lleno de mi larga melena rubia, que siempre me ha encantado, pero sé que tarde o temprano se me caerá, suspiro aliviada y vuelvo a mi habitación. Deben haber llegado recién.

-¡Buenos días querida!- exclama mi madre, mientras acomoda en el armario la poca ropa limpia que acaba de traer.

Le devuelvo el saludo abrazándola y cuando estoy a punto de preguntar dónde están Alyssa y Robison, los veo llegar. Sus manos están llenas de toda esa porquería que compran en la máquina expendedora cada vez que vienen a verme.

-Hermana, ¿¡cómo estás!?- exclama Alyssa, abrazándome.

Nos vimos hace menos de unas horas, pero me abraza tan fuerte que parece que no me ha visto en mucho tiempo, a pesar de que ella y Robison vendrán todos los días ahora, ya que las vacaciones de verano acaban de comenzar. Yo también le sonrío y veo a Robison ocupado arreglando esas barras de chocolate llenas de azúcar, en tamaño y color.

-¡Bien! En fin, me gustaría estar en las Maldivas tomando cócteles en la orilla... ¡pero no me quejo!- le respondo guiñándole un ojo.

-¡Iremos a las Maldivas, lo juro! ¡Por mucho que sea cierto que mi nombre es Alyssa Loires y soy tu gemela, cuando salgas de aquí, nos iremos a las Maldivas!- responde sonriendo, llevándose un dulce de frutas a la boca.

Veo a mamá entristecida por la última declaración de Alyssa, pero por suerte no contesta, porque su atención se centra en el timbre de su teléfono. Es papá, llama para averiguar sobre mí. Trabaja durante el día, pero luego todas las noches viene a verme y cada vez me trae un DVD diferente. Nos acostamos en la cama y lo vimos todos juntos, aunque nunca llegó al final porque se durmió antes.

La voz de la enfermera irrumpe en la habitación: -Señorita Loires venga, tenemos que hacerle unos exámenes.- Sonrío cordialmente y la sigo.

Mi madre deja apresuradamente las toallas que estaba arreglando sobre la cama y se une a nosotros, aconsejándole a Alyssa que cuide a Robison y no salga de la habitación.

En el largo corredor gris tórtola, Mamá me toma de la mano; el de ella tiembla.

Me vuelvo a mirarla: -No te preocupes mamá, son simples exámenes de rutina.- Trato de calmarla, pero veo tanta agitación y miedo en sus ojos, ella sufre más que yo, mi dulce madre.

Mate

"¿Dónde diablos está mi camisa?" Pregunto, mirando mi reloj por última vez.

Hoy vuelvo al trabajo y ya llego tarde :-Mari!!- Sigo llamando a mi prometida, pero no obtengo respuesta.

-¡Santo Dios!- resoplo y me dirijo a la sala. La encuentro sentada cerca de la península de la cocina, todavía con su bata de raso. Se ha pintado las uñas de rojo fuego y está hablando por teléfono con su madre, no hace más que hablar con ella, para organizar nuestra boda.

Me caso en seis meses, sin embargo, cuanto más tiempo pasa y miro a Mari, más entiendo que lo que siento no es amor, sino sólo un gran cariño que nos une desde que éramos niños.

Será costumbre, será que nuestras familias se conocen desde pequeños y están más entusiasmados con esta unión que yo. Mari es una buena chica, tal vez por eso no tengo el coraje de ser honesto con ella. En resumen, después de todo, nos conocemos desde hace muchos años, ella me ama y eso es suficiente para mí.

Le dije a mi abuelo lo que realmente siento; para él, estoy cometiendo el mayor error de mi vida al casarme con una mujer que no amo. Pero ¿qué es el amor? Algunos dicen que cuando tu corazón late con solo mirar a los ojos a tu amado, puedes estar seguro de que ella es la mujer de tu vida, "un viaje de ida al cielo", como algunos lo llaman.

Por ahora nadie me ha hecho latir el corazón, no creo en el "relámpago a primera vista" y después de años, no creo que me vuelva a enamorar como un niño. Soy un tipo muy racional, más que rayos, aparte de los del mal tiempo, los designios celestiales, etc... Creo en la ciencia, en las capacidades intelectuales del hombre.

Lo más importante para mí es mi trabajo, trabajé muy duro para llegar a donde estoy. Matrimonio, amor, familia, no entran en mi escala de prioridades. Realmente creo que si Mari no se hubiera enamorado de mí, nunca me habría casado. Nunca se me pasó por la cabeza la idea de casarme y formar una familia.

-Jack.- Me llama la futura señora Duhammel mientras deja el teléfono sobre la mesa del salón.

-¿¡Dónde está mi camisa!?-

-Matilde acaba de traerlos de la lavandería.- Contesta ella, mientras con un movimiento de su mano, mueve el largo cabello castaño que le había caído frente a la cara.

Le doy una sonrisa forzada y voy a terminar de arreglarme. Si no puedo llegar al trabajo en media hora, comenzarán a llamarme y no quiero escuchar otro sermón de mi padre.

Suena el teléfono y contesto: -Hola, Lucas está a diez minutos.- agrego, saliendo del baño.

-Amor, ¿¡no me saludas!?- me pregunta Mari, colocándose frente a mí y envolviendo sus manos alrededor de mi cuello.

Le doy un beso en la frente: - ¿¡Vas a volver a tu casa o también te quedas conmigo esta noche!? - Pregunto.

-Jack, ¿¡no me digas que te olvidaste!? Me voy a casa. ¡Hoy vuelve papá y hemos organizado una cena de bienvenida con la familia!- Contesta con un resoplido.

Odio todas estas cenas de bienvenida a casa, mi querido suegro está siendo recibido tan bien por sus "viajes de negocios". Qué ingenuas son Mari y su madre, solo que no saben de las muchas amantes del político Stephan Black.

-Señor Duhammel tenga cuidado.- me dice el portero, entregándome las llaves de mi Audi R negro. Salgo de casa, uno de los apartamentos más lujosos de la ciudad, y me dirijo al hospital.

Cuando llego a la sala, veo a las enfermeras Sarah y Emily pasando el rato.

Me saludan guiñando un ojo; No me importa no pasar desapercibida para el género femenino, les devuelvo el saludo y las invito a volver al trabajo.

-¡Más vale tarde que nunca!- exclama molesto Lucas, sentado en uno de los grandes sillones de cuero blanco de mi estudio.

-¡Buenos días a ti también!- respondo, buscando mi bata de laboratorio.

-Toma.- Dice entregándomelo, casi como si hubiera leído mis pensamientos.

Me siento, mientras coloco mi tarjeta en mi bata de laboratorio y Lucas me entrega unos papeles: - Son de las pruebas de una niña recién hospitalizada aquí.-

-Leucemia...- susurro.

Él asiente con la cabeza:- Tenemos que monitorear el progreso de la enfermedad, pero cómo puedes entender si sigue así...-

Lo interrumpo: -No hay esperanza.- agrego, mirándolo fijamente. -Está bien, iré a dar un paseo entre los otros pacientes, luego me encargaré de este caso.- Me levanto y salgo de la oficina.

Esta mañana, con el caso de esta niña enferma de un año, reforcé aún más mi idea de religión. ¿Qué Dios permitiría tanto sufrimiento? Que Dios si nos ama como dicen, permitiría que una niña, cuyo único pensamiento debe ser divertirse, sufra en un hospital luchando por vivir. Mientras pienso en todo esto, mi mirada se dibuja a través del cristal de la sala de juegos, de los niños hospitalizados en la sala de oncología.

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