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Capítulo 4 Nada nuevo.

Linda se le levanto temprano, trato de no despertar a René, pero era inútil, su mejor amiga, ya estaba en la cocina.

— Buenos días, tu desayuno ya está listo. — Dijo canturriando, mientras se movía de un lado al otro.

— Buen día Rene, ¿qué haces despierta tan temprano?

— Preparo tu desayuno, tú eres la abeja obrera de este panal.

— René ¿cuándo entenderás que esto no es necesario?

— No quiero ser una carga para ti, solo déjame ayudarte.

— No eres una carga, y lo sabes.

— Bien, lo que digas, aun así, ven y desayuna.

— Solo porque hoy será un día movidito.

Y esa era la verdad, ella tendría un día ajetreado hoy, primero debía asistir con Williams a un control de calidad con la empresa ULip que quedaba a 20 minutos de la compañía y rogar porque nada los haga perder tiempo y así poder asistir a Deivid en un almuerzo de inversionistas en el restaurante Jean Georges, ubicado en el Trump internacional hotel & Tower en Nueva York.

— Ya me voy, estos idiotas no contestan a mis emails. Por lo que deberé de ir a la empresa primero.

— Ten paciencia amiga.

— Tratare, pero cada vez me convenzo más que este par de ineptos van directo a la quiebra.

La asistente tomo un taxi mientras maldecía por lo bajo.

"¡¿Que tenía en la cabeza la anterior asistente?! ¡Como organiza una reunión en un lugar tan alejado!"

En realidad, lo que molestaba a la joven y la desestabilizaba era que ese restaurante era el favorito del señor frío, lo había acompañado decenas de veces a aquel sitio y no solamente por negocios.

Su mente comenzó a viajar a esos momentos.

"No, Linda, ¡no lo hagas, no te lastimes de esta forma!”

Pero ya era tarde, el recuerdo estaba en su mente, la última cena con Erick Mark o como ella lo llamaba el señor frío.

Flashback

— Lin (como él la llamaba), en unos momentos verás que hay dos millones de dólares depositados en tú cuenta bancaria, aparte de tus ahorros.

— ¿Que?

— Es mi regalo para ti, tómalos y vuelve a Arkansas.

— ¿Volver... a qué?

— Regresa con tus padres a el Dorado, no sé, compra una casa, es dinero suficiente para que vivas bien. Solo... no vuelvas a cruzarte en mi camino. No te quiero en New York.

— ¿Estas terminando conmigo?

— No podemos terminar nada... por qué no somos nada, es por tú bien, créeme, en una semana mi compromiso con Samara se hará público, muchas personas nos han visto juntos y por más que nuestro comportamiento en público es intachable, siempre están los que buscarán una noticia.

—... Lo entiendo, bien, me reuniré con el señor Dante Ricci mañana para que quede todo listo para la sociedad de sus empresas y... Dios, esto no puede ser. No puedes dejarme. — La voz de la joven se rompió en la última frase, su mundo se hacía pedazos y no había nada que pudiera hacer.

— No llores, controlarte, te entrené para ser mejor que esto.

Esa frase terminó por destruirla, él la entrenó, así era como la veía, como un animal de zoológico al que debía enseñarle cómo comportarse, como pararse, como vestirse y como follar.

Fin Flashback.

— ¡Señorita!

— He, disculpe. — Volvió a la realidad cuando el conductor perdió la paciencia y le gritó, en otras circunstancias lo hubiera mandado por un caño, pero no hoy, hoy solo rogaba no cruzar a Erick en ese maldito restaurante o no sabía cuáles serían las consecuencias.

Cuando llegó a su escritorio su mente, que era un poco masoquista, le seguía repitiendo esa escena en la que su mundo había cambiado por completo, una y otra vez, quizás como un recordatorio del póquer jugaba con los hombres, porque esa necesidad de tratarlos como animalitos que cuando crecían demasiado era necesario desecharlos.

Por eso no noto cuando Deivid y Williams llegaron y la saludaron, ambos con ganas de ganar su apuesta y enamorarla, pero no obtuvieron respuesta alguna, ella solo estaba sentada mirando fijo un punto, con cara de haber sido testigo de un crimen, y es que así era, ella fue testigo de cómo un hombre con pocas palabras mato sus ilusiones y sueños de amor, dejándola sin nada en su interior, más que con un rencor, que no la dejaba amar.

— ¡Señorita Brown!

— Señor Williams, Señor Smith.

Williams al verla tan perdida creyó que era su oportunidad para abordarla, él era un experto con mujeres navegando a la deriva, se presentaba como su Salvador, un timón al que aferrarse, para que luego se dieran cuenta que en realidad era el mismo iceberg que colisionó contra tu corazón haciéndolo naufragar en aguas heladas.

— Venga a mi oficina ahora. — Linda camino tras él, mientras Deivid, por primera vez sintió celos de su amigo.

“Maldición, Seguro y aprovecha para consolarla, maldición y mil veces maldición, Will me lleva ventaja con las mujeres débiles."

Mientras Williams se preparaba para atacar, ofrecería su ayuda a cualquier circunstancia que la hiciera sentirse mal, se presentaría como su salvador.

— Dígame Linda, ¿qué le sucede hoy? ¿acaso alguien la molestó? — dijo con voz suave y tratando con un falso respeto.

— Señor Williams debemos acudir en 20 minutos al control de calidad de los socios de ULip. No tengo tiempo para perder en fijarme si alguien me molesta o no.

— ¡¿Que?! ¡No sé le ocurrió decírmelo antes! — exploto el rubio al verse con tan poco tiempo para acudir a la reunión.

— Señor Williams, se lo envié por correo hoy a primera hora, pero descuide arreglare este inconveniente en un minuto. — Linda que había llevado su tableta, comenzó a mover sus dedos por la pantalla y acto seguido el teléfono de Will comenzó a vibrar y soñar sin parar.

— ¿Qué rayos es esto?

— Desde este momento cualquier mensaje que le envíe hará sonar su teléfono de esa forma hasta que lo vea, así no me culpara por su falta de atención en las cosas importantes. — Ella lo estaba regañando como si de un niño se tratara, no lo podía creer.

— Tú.... ¿acabas de hackear mi celular? — Dijo en un tono bajo y amenazador.

— Sí, ¿ahora puede apurarse?, debo volver antes del mediodía para asistir al señor Deivid.

— Estas deseosa de asistir a Deivid, ¿verdad? Sabes... si fueras mía te castigaría.... — La risa de Linda resonó en la oficina lejos de sonar burlesca, sonaba más como una dulce melodía, que dejó en silencio a Will a mitad de lo que fuera que quería decir.

— Vi tú mirada perversa cuando le contesté a Deivid ayer y créeme a mí... nadie me castiga, eso es algo que solo sucede cuando quiero y con quien quiero.

Esa era una declaración de guerra, y Williams no lo soportó, avanzo hasta donde estaba y la tomo en un movimiento violento, en el cual sumergió su lengua en la boca de Linda con una desesperación y decisión única, reclamando el dominio, mientas que su mano bajo y apretó un trozo de la falda con botones que la joven llevaba, tan fuerte y brusco que hizo salir volando uno de los botones, lo que provocó que gran parte del muslo de ella quedara al descubierto.

Pero Linda no se iba a quedar atrás, ella apoyo la mano en el pecho fuerte y duro de Williams, él pensó que lo trataría de apartar por lo que se pegó más a ella, pero las intenciones de Linda no eran esas, ella descendió lentamente su mano por el pecho y abdomen de Will y de repente tomo y apretó el pene erecto de él, mientras que con su boca atrapó la lengua del hombre y comenzó a succionar , rápido pero suave, y Will enloqueció, por lo que un gemido salió de sus labios y ella lo libreo riendo, mientras arreglaba su labial.

— Soy mejor que tú leyendo a las personas, no podrías conmigo, soy demasiado mujer para ti, mejor no lo intentes, te espero fuera, tienes 5 minutos para solucionar eso.

Dijo ella mientras apuntaba a su entrepierna, donde él sabía perfectamente como sobresalía el bulto de su pene, el cual estaba a punto de explotar, la miro con enfado y deseo, jamás nadie lo había tratado así, esa provocación constante y la pelea por ver quien tenía el poder era algo que nunca sintió. Y era completamente excitante.

"Bien mujer de grandes curvas, veremos quién pone a quien, de rodillas, y apuesta lo que quieras que no seré yo quien caiga."

Respiró repetidas veces y aunque su pene dolía por no haber conseguido lo que necesitaba, salió en busca de su asistente, segundos después.

"Mierda, mierda, ¡¿que hice?! tengo que deja de jugar en el trabajo, o no aguantare y deberé salir a algún bar en busca de algún hombre con quien descarga esta tensión sexual."

Linda se reprochaba su conducta poco profesional. Una vez que salió Will ella notó que su bulto era casi el mismo que recién.

"Eres muy fuerte o terco o... ¿Tienes a alguien esperando para que baje a tu amigo a la normalidad?”

— Si tienes todo vamos.

— Sí señor. — Esta aparente obediencia de ella no lo ayudaba en nada, el hombre rubio de ojos celestes se sentía cada vez más deseoso por tomar a Linda.

— ¿Tienes auto?

— No.

— Bien iremos en el mío, ven.

— ¿La empresa no tiene un vehículo destinado a esto?

— No, no es necesario. Ninguna asistente ha sido tan pobre como para no tener un vehículo. — Will quería indagar en la vida de Linda sin que ella se diera cuenta, por lo que decidió usas sus tácticas de molestarla sacar la historia de su vida a flote, pero no lo consiguió.

— Pues, que le digo, lo lamento, si desea puedo tomar un taxi, claro que no se si llegaré a tiempo, si mi jefe hubiera leído y contestado mi mensaje, me hubiera ido directo al lugar...

— ¿Puedes callarte? Me estás sacando de mis casillas. — Linda sonrió mirando al frente y Will que hasta ese momento estaba enojado, no pudo evitar quedar embelesado mirándola.

Ya habían llegado al garaje de la compañía, cuando Linda se detuvo y lo miró con un deje de tristeza en sus ojos, lo cual lo confundió.

— Dime que tú auto es el Lamborghini huracán. — Dijo con esperanza en la voz.

—Claro que no, el color negro es el favorito de Deivid, el mío es el Ferrari 498 GTB, vamos sube ten el honor de viajar en un auto de lujo. — Linda subió sin ningún problema, o duda, y él reparó en que su cara no demostró emoción alguna, sino que parecía aburrida.

Lo que él no sabía era que el señor frío también poseía un Ferrari.

Una vez que lo puso en marcha y aceleró no soporto el silencio y su falta de emoción.

— Bien di que sientes al estar sentada en una belleza como esta.

— La belleza es relativa según los gustos de cada uno, además he viajado en mejores.

— ¿Mejor que una Ferrari? Eso no lo creo.

— No, también era una Ferrari, pero era el 812 superpast.

— No puede ser, traté de conseguirlo y no pude solo hay dos en el país.

— Si eso también lo sabía. — Dijo con aburrimiento, casi bostezando.

— Y dime cómo es que tú subiste...

— Gira aquí ya llegamos. — Williams reparó en que ella no quería hablar, y el opto por no insistir.

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