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Un año atrás (Parte 2).
Recostada en su cama, completamente desnuda, Santiago se permite unos segundos para deleitarse con su belleza en tanto con sus manos acarician la suavidad de sus piernas y ella sonríe.
- Me estremece con su tacto. – dice dejando escapar un suave gemido.
En su embriaguez, Erika se daba cuenta que aquel hombre fácilmente podría llevarle unos cuantos años y ese morbo la excitaba todavía un poco más.
Beltrán se inclina y muy lentamente separa sus piernas al mismo tiempo que con total delicadeza comienza a subir por las mismas hasta que finalmente llegó a su vulva.
- Ahhh – la escucha gemir en cuanto su dedo pulgar acarició su clítoris que se miraba realmente hinchado. - ¡DIOS! – exclamó separando aún más sus extremidades.
Sus ojos se mantenían cerrados logrando intensificar aún más la sensación que le provoca su tacto.
De momento a otro, un aire caliente choca su intimidad y acto seguido la humedad de una superficie áspera la moja.
- Ahhhh – deja escapar un gemido justo antes de su lengua comience a danzar sobre su punto más sensible.
Lamía su intimidad dejando en ella un rastro de saliva que a él en particular le volvía loco. Dejar huellas en su cuerpo se convertiría en su hobbie predilecto.
Clavaba sus uñas filosas en sus hombros haciendo que su piel se rasgue y al hacerlo, sangre.
- Mmmm – degustaba su sabor el cual era exquisito, totalmente sabroso.
Separa su boca de su intimidad para utilizar sus dedos y separar sus labios y deleitarse con el rosado de su intimidad, el rojo de su clítoris hinchado y deseoso de que juguetee con el con su lengua.
Sus dedos no pierden tiempo y comienzan a danzar sobre aquel pedacito de carne haciendo que desde lo más profundo de la garganta de la mujer, que siquiera sabía su nombre, le arrancara gemidos de placer.
- Ohhh Dios, no pare por favor, no se detenga. – le suplicaba.
Por primera vez en la vida el hecho de que lo traten con formalidad le generaba una excitación que no había experimentado y que le estaba fascinando.
Mientras chupaba y succionaba su clítoris, hundía dos de sus dedos en ella haciendo que todo su cuerpo se estremezca, que las paredes de su vagina lo encierren provocando que aquella presión mostrara resultado también en su entre pierna, en su miembro que se ponía como un a roca, lista para entrar en ella y destrozarla por completo.
- ¡MÁS ADENTRO, MÉTELOS MÁS ADENTRO! - le grita como perra en celo y a él le gusta.
A Santiago le gusta saber que él está provocando que el demonio de la lujuria la posea que, aunque quizás ella se comporta de dicha manera con otros hombres, tiene el privilegio de ser quien, esa noche y por sobre todo, le arranque gemidos de placer, gritos de suplica a aquella diosa insaciable.
Sin más, Beltrán comenzó acelerar sus movimientos dentro suyo entrando y saliendo una y otra, y otra y otra vez, mientras que con la punta de la lengua jugaba con su hinchado clítoris.
- Ahhh, ahhh ¡DIOS, QUE DELICIA! – exclamo abriendo más sus piernas.
Erika no tenía la menor idea de lo que esa noche le haría a su vida pero aún así, no le importaba pensar en el después, en el mañana, en el cómo va a explicarle a su novio, con el que convive, el que no haya regresado a dormir esa noche. ¡PERO QUÉ VA! Si él no sabe valorarla entonces habrá otro quien sí lo haga, aunque sea en la cama y aunque sea un polvo, ¡UN BUEN POLVO! De una sola noche.
Él se le queda observando y no evita sentirse seducido por toda su expresividad. Esa mujer desnuda que tenía recostada en su cama era realmente preciosa por donde la mires. Su cuerpo parecía haber sido tallado por los dioses y no se refería a un físico cómo las mujeres que ha conocido y con las que ha convivido a lo largo de su profesión. Frente a sus ojos había alguien con un cuerpo normal, con algunas cicatrices las que le llamaron la atención, especialmente las que estaban en sus muslos, pero prefirió no indagar porque además seguramente será tan solo una noche.
- Es hora. – dice justo antes de incorporarse y acomodar sus piernas.
Abre aun más sus piernas para poder arrodillarse entre medio, y sin dejar de mirarla, de recorrerla con sus ojos se comienza a tocar, de pronto ella abre sus ojos y lo mira.
- Déjame hacerlo. – le pide y él no logra comprender a qué se refiere, pero su mirada posada en su entrepierna le da respuestas a sus dudas.
- ¿quieres desnudarme? – pregunta con una sonrisa de lado.
- No, quiero tragarme hasta tu última gota. – y se incorpora.
Santiago no pudo evitar sentir un escalofrío en todo el cuerpo y que inmediatamente el fuego lo envolvió por completo.
Como idiota, se quedó observando sus movimientos con gran detalle. Erika se sentó y tomó su mano para acercarse a su oído.
- Quiero chupártelo hasta que me supliques ¡basta! –
En cuanto le dijo aquello pudo notar cómo el cuerpo de él se sacudió y ante su reacción sólo carcajeo.
- Mientras lo hago, apretaré tus testículos para excitarme con tu dolor. – y al final la oración mordió con fuerza su lóbulo de la oreja haciendo que la tome de los brazos y la separe de su cuerpo.
- ¿te gusta a lo salvaje? – pregunta con una media sonrisa. – porque te recuerdo que sí tú decides serlo, entonces me das la libertad de ser así contigo también. –
Una amenaza como aquella más que asustarla provocó que le nacieran ganas de sentir en su cuerpo la ferocidad de ese hombre.
- Primero yo. – le dice lamiéndose los labios y él, como todo un caballero se lo permitió.
Sus manos le temblaron en cuanto el suave tacto de esa hermosa mujer comenzó a desnudarlo y a dejar delicados besos mojados en su piel.
Recostado en aquella cama, con sus piernas abiertas le permitió que hiciera con su cuerpo lo que quisiera y Erika no iría a perder la oportunidad de degustarlo y disfrutarlo antes de someterse al modo pasional, salvaje y desenfrenado de amar de ese hombre.
En cuanto logró despojarlo de sus ropas se mordió el labio al ver su torso completamente marcado y él lo notó.
- ¿te gusta lo que ves? – indagó con una sonrisa.
- Si. – habló su inconsciente. – la tienes muy grande. – soltó en un suspiro al posar sus ojos en su gran miembro. -¿Cuánto mide? – indaga mirándolo fijamente, él abre sus ojos como platos.
- ¿perdón? – no lo creía.
- Debe medir alrededor de veinte centímetros. – dijo relamiéndose los labios.
Santiago no respondió, lo tomó por sorpresa y aunque su pregunta era un tanto incómoda, no podía negar que su simulada inocencia le excitó de modo tal que todo el tiempo que utilizaron para tocarse, besarse y demás, se hiciera una tortura hasta el momento en el que su polla dura como roca la penetrara sin piedad. Por otra parte, la srta Miller estaba en lo cierto, su miembro medía exactamente esa longitud.
Sonrió y se inclinó hasta su punto sensible y clavando su mirada, sin apartarla por un segundo, es que abrió su boca y sacó su lengua para comenzar a lamer los veinte centímetros.
- Ahhh – esta vez él que gemía era él.
Con una mano sostenía su polla, con la otra masajeaba y apretaba sus testículos en tanto que con su boca envolvía su glande.
- Mmm, mmmm – gemía mientras tenía todo su aparato reproductor en la boca.
Santiago abre sus piernas y sujeta su cabeza hundiéndola, haciendo que sus labios toquen su bajo vientre para darse cuenta cuán profunda, cuán experta era la boca y la garganta de esa chica.
- Ohh sii, ohhh sii. –
Él lo gozaba, ella se lo tragaba completo.
Su cabeza sube y baja mientras lo come entero, mientras sus uñas se clavan en sus testículos y hacen que grite de dolor, pero a la vez le fascina lo que le provoca a su cuerpo.
- ¡Ummm, qué delicia! – exclama en cuanto se saca el miembro de la boca
Él se acomoda para poder deleitarse con la curvatura de sus glúteos mientras le está practicando sexo oral.
Erika clava sus ojos en los de él mientras se menea, mientras sube y baja su cabeza una y otra vez, acelerando los movimientos generándole una vivencia extraordinaria.
- Mmm, mmmm. – degustaba su polla haciendo que se le ponga aún más dura.
Su mano se pone en acción, sube y baja siguiendo la acción de lo que hace con su boca. Cuando ésta baja, su mano, masturbándolo, también lo hace.
- Ahh, ahhh. – gime en tanto todo su cuerpo se estremece.
Ella no se detiene.
Le fascina sentir la dureza en su lengua, sentir como late, cómo de su glande, de aquel pequeño orificio sale un liquido viscoso que le sabe exquisito en la garganta y la motiva a no parar.
Al igual que su mejor amiga Abril, ella tenía fascinación por ese arte y no perdía oportunidad de saborear aquel néctar aún más cuando tiene veinte centímetros para ella sola.
- Ahhh, ahhh me estoy por venir. –
Aquella sensación de frío y calor recorriéndole el cuerpo, sus venas calentando su sangre intensificándose en su punto más débil, provocando que sea más liquido el que sale de él, el que se está tragando poco a poco y lo vuelve loco.
A Beltrán lo vuelve loco ver sus poses, sus expresiones fasciales, cómo le llena la boca con su miembro y cómo de momento a otro, sacudiéndose, alcanzando el orgasmo explota dentro suyo logrando ver con gran fascinación hilos de semen cayendo de las comisuras de sus labios.
- Ahhhh, ahhhh, ohhh siiii, ¡SIIII! – grita tomando con ambas manos sus cabellos y realizando un movimiento ascendente y descendente intensificando aquel magnífico éxtasis.
De momento a otro se detiene, pero no la suelta y con leves movimientos corporales deja salir hasta la última gota de su cuerpo, la misma que se toma y saborea relamiéndose los labios en cuanto puede liberarse de su agarre y liberar su miembro.
- Me mataste. – logra decirle con la respiración agitada.
- ¿está cansado? – indaga coqueta, él sonríe y niega.
- Es mi turno. – concluye para ser él quien se adentre en su interior.
Se incorpora y ahora es Erika quien se deja caer en la cama de espaldas. Abre lo más que puede sus piernas luego de su orden y mientras no quita sus ojos de encima se coloca el preservativo.
- La protección, ante todo. – habla ella con una gran sonrisa.
- Ante todo. – admite del mismo modo él.
Toma sus tobillos para acomodar su enorme polla en su entrada y pidiéndole que tome todo el aire que pueda, sin previo aviso, se enterró en lo más profundo de su sexo.
- ¡AHHHHH, DIOS! –
Por un momento se quedó quieto, sintiendo cómo sus paredes vaginales aprietan con la mayor fuerza que puede su miembro que aún está dentro de, haciendo que le dé escalofrío y quiera no salir nunca de allí.
Con movimientos suaves comienza a entrar y salir de su cuerpo llenándola y completándola una y otra vez, sin parar, pudiendo ver su hermoso rostro de satisfacción y aunque la culpa lo invada por momentos esa desconocía tiene un imán lo cual le es imposible no seguir disfrutando de su espectacular cuerpo.
- Asi, sigue así, no pares. – le pide y él le obedece.
Sus envestidas eran tan fuertes que incluso con los gritos desaforados de los dos se podían oír el ruido los golpes de sus cuerpos encontrándose repetidas veces.
Toma sus manos y clavas sus uñas en sus glúteos logrando que grite tan fuerte como aquellos movimientos con el que está penetrándola.
- ¡DIOS, ERES UNA SALVAJE! – se queja y agarra sus muñecas poniéndolas, cruzándolas primero, sobre su pecho con lo cual se acomodó mejor para seguir penetrándola con fuerza, con muchísima más fuerza. - ¡quieta! – le ordena y de nuevo, sus movimientos la dejan sin aliento.
Sosteniendo sus piernas esta vez a cada lado de su cabeza, y prácticamente arrodillado, comienza a “hacer sentadillas” mientras que tiene una hermosa visión de su gran polla entrando y saliendo de ella.
Lo saca, lo pone.
Lo saca, lo pone.
Lo repite unas cuantas veces y aunque sienta que sus piernas se le quieran acalambrar no se detiene.
Lo saca y lo pone, lo saca y lo pone. Sus gritos golpean su cráneo, haciéndose eco en su cabeza.
Y sigue, no se detiene en tanto ella suplica por más. Le grita que no pare, que siga clavándose así, tan profundo, tan rico hasta que de pronto, sus ojos se ponen en blanco, su cuerpo empieza a reaccionar mediante movimientos involuntarios, sus piernas tiemblan e intentando cerrarlas él se lo prohíbe.
- ¿te estas por venir? - y ante su comportamiento corporal y la ausencia del lenguaje es que usa sus manos para impedirle a ella cerrar sus extremidades inferiores y así poder enterrarse más al fondo.
- Ahhh, ahhhh, me vengo, me vengo. – grita mientras su voz se desarma y Santiago empieza a sentir cómo su miembro resbala y aquel adictivo sonido de sus fluidos mezclándose con el látex de su preservativo hace que más dura se le ponga a pesar de estar a segundos de eyacular.
- Ohhh, si hasta con esta goma en mi polla puedo sentir el calor de tu coño. – y fue solo terminar esa última palabra que ambos explotaron sin imaginar que, un diminuto agujerito en el preservativo en ese momento, les cambiaría la vida un año después.
- - ¡AHHHHHH! – gimieron al unísono.