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Al entrar a la vivienda, fue inevitable no examinarla detenidamente. El lugar contaba con un enorme salón que emanaba lujo por doquier, amueblado y elegantemente decorado con una combinación de paredes blancas y sofás oscuros. El hombre encargado subió las maletas al segundo piso, mientras Stephen y Madelaine esperaban en la sala. En pocos minutos, se presentó de nuevo, ofreciéndole a Madelaine un breve recorrido por la casa para que se familiarizara con ella.
En el segundo piso, mostraron el despacho, salón, cocinas, comedor, biblioteca y dormitorio principal con dos vestidores y un baño en suite doble. También había otros cinco dormitorios con baño privado, un salón de entretenimiento, una piscina cubierta, pista de pádel, cine y gimnasio. A Madelaine, amante del ejercicio, le encantó el gimnasio.
Al regresar al salón, Stephen recibió una llamada y se distanció brevemente, dejando a Madelaine sola. La joven se distrajo revisando sus redes sociales en el teléfono, y no se dio cuenta de la llegada repentina de un hombre que reconocía vagamente. Cuando finalmente lo notó, se sintió extraña y nerviosa.
El hombre, a quien reconocía como Warrick, se veía completamente diferente a como lo recordaba de su infancia. Su apariencia era totalmente distinta, con el cabello ordenado, barba de dos días y ropa casual que realzaba su forma musculosa. Madelaine quedó impactada por el cambio, pero intentó apartar la mirada, sintiéndose atraída por él.
—¡Warrick! amigo mío, al fin te decides a aparecer —la voz de su hermano interrumpió el contacto visual, y Warrick se relajó al no sentir la intensa mirada de Madelaine.
Sin ni siquiera dirigirle un saludo a la chica, Warrick fue considerado despectivo por Madelaine. Lo calificó de maleducado en sus pensamientos.
—¿Hace mucho que están aquí? —preguntó Warrick, acortando la distancia y abrazando a su amigo.
—No, llegamos hace unos veinte minutos —respondió Stephen—. ¿Cómo va todo con el viñedo?
Warrick suspiró.
—Mejor que el año pasado, la competencia será dura. Mis trabajadores están dando lo mejor para tener el mejor vino de la temporada —explicó, iniciando una conversación que a Madelaine le pareció aburrida.
Sin embargo, se dedicó a observar al amigo de Stephen con disimulo. Había algo en él que no le permitía apartar la mirada. Era alto como su hermano, con una cara perfectamente simétrica que podría cautivar a cualquier mujer. No solo su posición social atraía a las damas, sino que también tenía un físico impresionante. Madelaine lo examinó de arriba abajo, notando su espalda ancha, cintura delgada y brazos musculosos que mostraban claramente que se ejercitaba regularmente.
—Bueno, tengo que irme si no quiero perder el vuelo —dijo Stephen, sacando a Madelaine de sus pensamientos.
—Claro, no quiero retrasarte más —respondió Warrick despidiéndose de su amigo.
—Te escribiré cuando llegue, manténme informado sobre ese tornado —señaló a su hermana, haciendo que Stephen girara hacia ella.
Madelaine, con una mueca de desdén, incluso se atrevió a rodar los ojos, sin preocuparse por parecer inmadura. El hombre sacudió la cabeza, desaprobando su comportamiento.