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Capitulo 2. Nadie lo esperaba

—¡Ohh! Ya han llegado al fin —Casey interrumpe y se cuela entre su hijo y la puerta —. Pasen, pasen… —sonríe echando para atrás a su hijo.

Charlotte no estaba segura de querer entrar a la casa, no se esperaba encontrar a Lance en estados unidos. Su madre le juro y perjuro que él no asistiría a esa cena navideña; que estaría muy ocupado en Alemania como para ver a su familia.

Según ella acostumbraba a plantar a su madre para ese mes…

Por esa razón acepto la invitación de Casey, porque su hijo no estaría, pero allí estaba. Después de 10 años sin saber de él, ahora lo tenía en frente.

—Charlotte, hija pasa, nos estamos congelando—exclama su madre sacándola de su estupefacción.

Ella pestañea y no le queda otro remedio que entrar en la casa, debía recordar que ya no era una niña, sino una adulta. Si tenía que compartir la mesa con el idiota de Lance por una noche lo haría, solo debía evitar interactuar con él y todo estaría bien.

A fin de cuentas, estaba segura de que castaño no se iba a demorar mucho en largarse. Por las historias contadas por su madre, Lance no pasaba más de dos días en casa de sus padres, de hecho ni dormía en esa residencia.

—Lance, cariño, que tiempos —saluda Serena al castaño con una sonrisa maternal.

—Pareces sorprendida Serena, me pregunto porque será —se cruza de brazos al mirar a su madre quien mantenía una sonrisa escondida.

—S-sí, bueno. ¡Estoy hambrienta! —sonríe apenada y evitando confrontarlo —. ¿Ustedes no?

—Sí, la cena esta lista. Ya ordenare para que sirvan.

Casey y Serena se abrazan, ambas mujeres caminan hasta la cocina mientras charlaban en silencio y a la vez miraban hacia atrás. Lance supo que algo no encajaba con esas dos, ¿Qué tramaban? O mejor dicho que les salió mal.

El CEO vuelve la vista al frente y justo en ese momento observa a Charlotte seguir a su madre, sin decirle una palabra y ni siquiera le intereso mirarlo.

Ella avanzo como si él no existiera.

¿Qué si lo cabreo? ¡Claro que estaba cabreado! Aprieta la mandíbula e intenta ir detrás de ella para confrontarla, pero justo en ese momento su padre entra en la casa.

—¿Lance? —Cauther lo mira curioso —. ¿Qué haces aquí, hijo?

< ¡Otro más! ¿Por qué carajos todos dicen eso?>

—Me puedo ir si quieres, al parecer todos están asombrados por mi presencia —responde fríamente.

—Tu madre no me informo nada de que vendrías para navidad —el hombre frunce el ceño.

—Parece que mi madre ha omitido ciertas cosas para estas fechas —contesta con voz baja.

—Igual ya sabes que esta es tu casa y puedes…

—Si ya sé…

Lance termina por estrechar la mano de su padre, hacia un año que no se veían el rostro.

—Has estado mucho tiempo fuera de casa, me extraño verte en casa en estas fechas —Cauther camina con su hijo hasta el despacho —. Han sido muchas las invitaciones que le has rechazado a tu madre.

—Quizás por eso he venido, porque curiosamente este año no me invito —contesta el joven sentándose en el sofá.

Cauther sirve dos copas y le tiende una a su hijo.

—Me parece que no lo hizo por ese asunto de que Serena y su hija vendrían —le dice tomando un poco del líquido ambarino.

—Sí, ha sido eso —Lance imita a su padre, pero este se bebe todo el contenido.

—No sé lo que paso tiempo atrás, sabes que no me meto en cosas de tu madre. Esta loca, ya has visto como ha decorado la casa.

—Es horrible.

—Sí, estoy de acuerdo.

El CEO mayor deja el vaso sobre el bar.

—Voy a ir a verla, he estado por fuera 4 días.

Lance sonríe y niega, su padre podía ser una persona arisca, pero adoraba a su madre. Eran pocas las parejas que conocían que perduraban tanto tiempo junto y que siguieran amándose.

La verdad es que para él, el amor estaba como que un poco sobre valuado. Pero que sabía él sobre el amor. Las mujeres pasaban por su vida por un breve periodo de tiempo, o bueno, no todas…

Cuando su padre se marchó, se puso en pie, se sirvió otro trago y se lo bebió de un solo golpe. Sin embargo, tenía cierto asunto pendiente con una mujer. Y ya que estaban bajo el mismo techo, porque no zanjar ese tema de una vez por todas.

Sí, cuando era joven se dijo que no la buscaría más, pero esa morena presuntuosa tenía que escucharlo. Aunque no tuviera idea que demonios le iba a decir, esos 10 años podían hablar por sí solo.

Ellos ni amigos eran, simplemente un par de conocidos. Mira su copa vacía, no obstante le reventaba la manera de actuar de Charlotte.

—Por un maldito beso de niños, ¿en serio me odiaba por eso?

[…]

—Casey, ¿Por qué no me llamaste para avisarme que tu hijo había llegado a casa? —Serena le reclama a su amiga quien estaba estupefacta.

—Es que todo pasó tan rápido, Lance apareció en la casa de la nada. Él no me dijo que vendría a pasar navidades en estados unidos.

—¡Ay, dios mío!

—Cálmate Serena, quizás no pasa nada. Ellos son adultos, no creo que sigan con esa discordia absurda. Ya no son niños, recuerda.

La morena levanta la cabeza y mira con esperanza a su amiga.

—¿De qué hablan? Espero que no sea de mí, lo odiaría —farfulla Charlotte sentándose al lado de su madre —. Si les angustia que Lance este aquí no tiene porque, a mí me da igual.

—¡Charlotte! —la reprende su madre —. ¿Si recuerdas que es el hijo de tu tía Casey no? —la joven relame sus labios.

—Lo siento, tía… solo no quiero que se angustien por una tontería como esta.

Las amigas se miran y notan la indiferencia con la que contesta la joven. Luego de eso, observan que recibe un mensaje y se mete de lleno en el aparato.

—Si me disculpan — la joven se pone en pie y sale al jardín.

—Hace frío afuera, hija.

—Estaré bien, madre solo contestare una llamada y regreso…

—¿Tiene novio? —pregunta Casey un poco curiosa.

—No, se lo he preguntado muchas veces y me dice que no. Pero creo que esta cohibida de querer tener novio, su padre le ha insistido muchas veces que no es tiempo para eso. Ya sabes, él quiere que ella se meta de lleno con la compañía. La está entrenando para dejarla un par de meses sola a cargo de los negocios, Charlotte está muy contenta.

Casey levanta la vista y la ve desde los cristales. Estaba hablando por teléfono, pero no mostrada ningún tipo de expresión de enamorada.

—Es muy hermosa, me extraña que no tenga novio.

—Eso pienso yo, pero que se le hace. Su padre la tiene vigilada, le ha espantado como tres pretendientes. Y mira que eran buenos partidos, aunque él insiste que no lo eran.

—¿La pondrá a cargo de su participación de la compañía de Cauther? ¿Y que hizo con esos pretendientes?

—Sí, eso me ha dicho Mark… y con los pretendientes, los despidió a todos —la morena niega —. Charlotte se enojó mucho con él, pero él está enfrascado en que ella crezca en la compañía, y luego que piense en el amor.

La pelinegra asiente, de eso si estaba segura el esposo de Serena era un hombre fuerte. Pero no creyó que lo fuera más que su esposo, si Lance hubiera sido niña, seguro que la hubiera recluido en un convento.

—Seguro que Mark tiene sus razones para portarse de esa manera.

—Sí, es que es un controlador. Para año nuevo nos iremos a Italia un tiempo, te voy a extrañar mucho.

—Está bien, quizás te visite. Hablare con Cauther sobre eso.

—¿Hablar sobre qué?

La voz de su esposo la hizo dar la vuelta, sonríe y va a su encuentro para abrazarlo y darle un beso.

—Se ha demorado mucho en regresar, señor Acrom. Ya estaba pensando que no regresaría para navidad.

—Mark me ha entretenido mucho, lo siento.

—¿Y mi esposo?

—Llegara en una hora. Tomó otro camino, no sé a dónde iba.

—¿Ya viste a Lance? —pregunta Casey.

—Sí, y no parece muy contento.

[…]

Observa a la morena desde la ventanilla del segundo piso, conversaba por el móvil desde hace mucho rato. Justamente ella se encontraba bajo aquel árbol que soporto tormentas frías, pero se mantenía en pie.

Allí fue donde la beso por primera vez…

Pero Charlotte ya no era esa chica que beso tiempo atrás, ahora era toda una mujer, y aquella figura tan hermosa lo confirmaba.

—Mierda, todavía me hace sudar frío después de 10 años.

No lo negaba, esa mujer le seguía gustando, el CEO la observaba con ojos de ambición. Como un león hambriento en plena casería de una oveja indefensa. Sus ojos azules brillaron en cuanto se le ocurrió una idea.

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