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Cabeza Fría

Tiempo actual...

Después de estrechar su mano sentí como algo cálido brotaba de su palma a la mía que poco después recorrió mi cuerpo, fue algo tan liberador y agradable, podía sentir como la debilidad y el dolor abandonaban mi cuerpo, cuando nuestras manos se separaron podía respirar con normalidad, ese dolor agonizante desapareció.

— ¡No puedo creerlo!

Dije llena de emoción, podía mover mis brazos con total libertad como hace varios meses dejé de poder hacerlo, aparté las cobijas de una patada, se sentía tan bien el poder mover las piernas, la emoción me gano y me puse de pie, pero estas comenzaron a sentirse como gelatina y se doblaron.

— Ey tranquila. – Él me tomó de la cintura para evitar que cayera, apoyé mis manos en su brazo desnudo, tenía unos músculos tan firmes, nuestras miradas se unieron y sentí algo extraño que me recorrió completa. — Tienes mucho sin caminar, tus piernas necesitan acostumbrarse, déjame ayudarte.

Paso mi brazo por detrás de su cuello, comenzamos a caminar lentamente alrededor de la pequeña habitación; me estaba costando mantener el ritmo no iba a decir que no, pero él me tomaba con fuerza para evitar que cayera, después de 3 vueltas ya podía caminar mejor.

— Creo que ya puedo sola, déjame salir al balcón...

— No correré el riesgo a que te caigas, yo te llevaré.

— Te vas a mojar...– le dije recordando la tormenta que estaba fuera.

— Por si no te has dado cuenta ya estoy mojado.

— Cierto...

Él me regaló una radiante sonrisa, bajé la mirada sintiéndome tonta, al llegar al balcón me soltó para que me recargara en el borde, se sentía tan bien las gotas cayendo sobre mi cara, estire la mano para tocar las hojas del árbol que tenía al frente, mi jardín no estaba tan bello como lo recordaba, el dolor me invadió agache la cabeza y comencé a llorar amargamente.

— ¿Está bien?

Sentí su mano sobre mi espalda, a la vez tan cálida y a la vez tan fría, cerré los ojos con fuerza mirando al cielo.

— Mejor que nunca...

No sabía por dónde iba a empezar, a quién iba a hacer pagar primero su indiferencia, su hipocresía su falsedad, me giré para regresar a la habitación, él me quería seguir ayudando, pero me negué así que simplemente me tendió su mano, no podía creer que este desconocido que decía ser la muerte fuera más amable que las alimañas que se hacían llamar mi familia.

Fui a mi armario en donde tenía varios vestidos que ni siquiera me ponían las empleadas, de un tiempo para acá solo me ponían batas de dormir; una vez secándome los pies, podía caminar con mayor facilidad, tomé uno de los vestidos y me disponía a ir a tomar una ducha como hace mucho deseaba, pero antes me giré a verlo a él, estaba parado frente a la cama, observándome con cierta nostalgia.

— Bueno... yo... me retiro, tienes una venganza que planear, si me necesitas llámame.

— De acuerdo señor muerte, muchas gracias

Otra vez de nuevo esa sonrisa que me paralizaba por dentro.

— Cuídate Valeria.

No dije más, me di la vuelta y me metí al baño, me miré en el espejo, a pesar de sentirme recuperada seguía mirándome como una mujer mayor, no preste atención más a eso, llené la tina de agua caliente y me di un largo baño de burbujas, cerré los ojos relajándome, cuando saqué el brazo me sorprendí al ver mi piel firme y tersa, después me llevé las manos a la cara, se sentía igual, prácticamente brinque para salir de la tina y verme en el espejo.

Ahí estaba la yo de antes, mi juventud había regresado, mi cabello estaba como lo recordaba abundante y brillante, ya no tenía esas arrugas y grandes ojeras, no pude evitar abrazarme a mí misma y llorar nuevamente, tenía miedo, miedo de abrir los ojos y estar en esa cama de nuevo y que esto solo fuera un sueño.

Salí del baño después de unos cuantos minutos lidiando con la angustia de la depresión y ansiedad; el vestido me quedaba hermoso, mangas cortas ajustadas al cuerpo de terciopelo de un color azul marino opaco, solo me faltaban para complementar un par de zapatos.

Como siempre me la pasaba acostada en la cama no necesitaba de unos así que no tenía en la habitación, decidí ir a mi antigua habitación para buscar algunos, al llegar al pomo de la puerta me detuve y sentí que mi mano comenzaba a temblar, no entendía por qué esas reacciones de mi cuerpo, a que era a lo que le tenía miedo.

Llenándome de fuerzas abrí la puerta y salí al oscuro pasillo, me parecía increíble lo que miraba era mi casa sin duda, pero no lucia como ella, la decoración era tan diferente a como la recordaba, tan impropia de mi era como el estilo de alguien más.

Caminé lentamente recorriendo el lugar, nada era como lo recordaba, sin embargo, trataba de familiarizarme de nuevo, volver a mi realidad, en verdad que la idea de que solo fuera un sueño me tenía angustiada.

Recordé la razón principal para salir de aquella habitación cuando comencé a sentir las plantas de los pies frías por el piso de madera, me dirigí a mi habitación; a lo lejos miré que la puerta estaba un poco abierta... recordé a mi esposo Jair... ¿Estaba despierto aún? ¿Qué le diría cuando lo mirara? ¿Cómo reaccionaría él al verme? Eran tantas preguntas que solo tendría la repuesta entrando.

— Jair cálmate...

Esa voz... mi mano se detuvo en seco, pretendía abrir la puerta totalmente, pero me moví ligeramente para ver al interior, no podía creer lo que mis ojos presenciaban, mi querida amiga Cristina y mi esposo Jair en ropa interior parados frente a la cama... mi cama, él la tenía sujetada por la cintura apreté los labios devastada.

— No puedo mantener mis manos lejos de ti, te deseo tanto...

— Y me tendrás no te preocupes, pero no tenemos prisa...

Ella se sentó en la cama, Jair se arrodilló para quitarle las zapatillas que tenía puestas... ¡Mis zapatillas! Que compre en uno de mis cumpleaños, mire con atención la ropa en el suelo, un vestido negro de noche que use en una navidad, mi bolso plateado que me regalo Roberto por el éxito de una de nuestras nuevas empresas...

No podía ser posible no solo mis padres y mi esposo sino que mi mejor amiga resultó ser una traicionera y zángana me dolía más que usara mi ropa, mis zapatos mis bolsos en vez de a mi marido, le arrancaría el cabello sin dudas.

— Tranquila. – Una mano se cruzó en mi camino apareciendo en la altura de mi pecho para que no avanzara y entrara a la habitación como lo tenía pensado.

Lo miré, era él de nuevo, su cabello blanco húmedo goteaba cerca de mi rostro mientras me miraba con esos ojos celestes claros de una forma inexpresiva.

— Es que... ella... él... – Hablaba en voz baja, no sabía cómo expresarme, que decir tenía tanto de que quejarme de ambos.

— Lose, pero para las venganzas se necesita cabeza fría... ¿Ese es tu esposo no? Tengo entendido que una infidelidad es más que razón suficiente para que un divorcio proceda con o sin su firma.

Él me paso una cámara, no tenía idea de dónde la sacó, ya que estaba seca, pero no era momento de pensar en eso, él tenía razón, me puse a grabar todo en silencio desde atrás de la puerta, mis ojos lagrimeaban ante la escena, mi esposo la besaba con intensidad que jamás expresó conmigo, se deshacían de su poca ropa con una desesperación por comerse el uno al otro, me mantuve firme grabando hasta que estaban ambos totalmente desnudos para que se pudiera apreciar el acto en el video y no tuvieran como negarlo.

Me dolía, no el verlos juntos, sino que se suponía que ese hombre me amaba, pero todas esas veces que me lo dijo no eran más que mentiras y en tanto a ella según era mi mejor amiga y no tenían ni un respeto hacia mi, ninguno.

El precio a pagar por su traición será alto y me encargaré de cobrarles con intereses.

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