Capítulo 2
Cojo su agua y vuelvo arriba. La dejo en el suelo y me doy cuenta de que sigue pidiendo. Me da las gracias. Bajo de nuevo y veo a un hombre de pie, con esmoquin negro y el pelo engominado hacia atrás; parece algo mayor.
—Hola , soy Daniela. ¿Para qué mesa vienes? —pregunto— . Para Darko —responde. Asiento con la cabeza.
—Por aquí, por favor —le llevo arriba, le llevo a una mesa apartada, tiene cortinas, es una mesa redonda grande con dos entradas, él se desliza dentro— . ¿Cuántas personas más ? —pregunto amablemente.
—Mira su reloj—. ¿ Quieres pedir una bebida ahora o prefieres esperar a los demás? —le explico, dándole a elegir.
—Voy a pedir un martini de Coca-Cola con limonada, sin hielo. —Responde rápido; debe venir mucho por aquí. Asiento con la cabeza. —Enseguida , señor —respondo . Pido su martini en la tableta y voy a ver a quien supongo que es la señorita.
Maranzona.
—¿Lista, señora ? —pregunto. Ella asiente— . Quisiera una pizza Margarita, gambas, pasta Alfredo, macarrones con queso pequeños y pretzels con salsa de queso —responde con una mirada emocionada. Se frota las manos. Se acomoda en su asiento.
—Enseguida— respondo que no cuestiono sus hábitos alimenticios; si quiere, puede pedir un cerdo. Aquí no tenemos cerdo, pero si lo tuviéramos ...
Le pido la comida y mientras bajo las escaleras veo llegar a tres hombres. Les sonrío y los saludo : —Hola, soy Daniela. Ustedes deben ser para Darko , supongo.
Todos asienten con la cabeza; uno está mirando su teléfono, yo ni me molesto en mirar a los otros dos, están muy ocupados.
Los guié escaleras arriba, tomando su martini en el camino desde el bar. Los llevé arriba por la escalera de caracol hasta donde estaba sentado su otro amigo.
Me dan mala espina. Me muerdo el labio. No sé si es el esmoquin o la turbiedad que hay detrás.
Me inclino sobre la mesa y le sirvo la bebida a Fabio. Leo su nombre en su maletín. Mi vestido se levanta ligeramente. Me bajo de la mesa.
Las dos de al lado se mueven con torpeza, inclinándose hacia arriba. Me acomodo el vestido, bajándolo por abajo y subiéndolo por delante; casi se me salen los pechos. Me giro y veo a la embarazada hablando por teléfono. Veo a Jacob mirándome fijamente las piernas; me echo el pelo hacia atrás para centrar la atención en ellas.
—¿Alguno de ustedes se llama Donny ? —bromeo intentando aligerar el ambiente. Todos me sonríen, seguido de una leve risita. Mi mal presentimiento desaparece.
Podemos empezar con las bebidas o, si ya están listos, pueden pedir la comida. Les pido que pidan cócteles sofisticados al azar.
Todo iba bien hasta que me quedé a solas con ellos y Jacob me pidió que cerrara con llave.
Como eran clientes que pagaban bien, no tuve que preparar comida; no es que esté cualificada ni sepa hacerlo, pero ellos solo charlaban y bebían. Estaba sentada al otro lado de la habitación cuando oí que se abría la puerta de abajo. Volteé la cabeza, frunciendo el ceño. En la puerta debería decir «cerrado». La luz de abajo estaba apagada.
¿Cómo? Ni siquiera cómo, ¿por qué?
Bajé las escaleras hacia la puerta, pero no había nadie. La luz estaba apagada, apenas podía ver. Usé la linterna del móvil para mirar a mi alrededor y vi mesas vacías. Estaba oscuro. Oí un ruido justo cuando estaba a punto de subir corriendo.
Siento una mano que me tapa la boca por detrás, presionándome contra ellos. Grito de terror; mi corazón late como un incendio forestal. —Shhh , silencio —dice una voz grave. Siento algo frío sobre mi cabeza. Gimoteo. Me arrastran escaleras arriba. Oigo más pasos; hay más gente. Lucho contra su agarre. Me duele el corazón; late tan rápido que apenas puedo mover los pies.
Los hombres de la mesa no se percatan de mi presencia, pero grito, aunque mi grito es ahogado. Sus cabezas se giran bruscamente hacia mí; las lágrimas me nublan la vista.
Con la visión periférica veo a otras personas; cierro los ojos porque podrían dispararme si piensan que soy un testigo; tienen armas enormes.
Me veo obligada a sentarme. Mi cuerpo tiembla violentamente mientras sollozo con fuerza con una pistola fría presionada contra mi cráneo.
Cierro los ojos con fuerza. Sollozo.
—Tendrás que mantener los ojos cerrados, princesa —susurra acercándose a mi rostro. Me muerdo el labio inferior con fuerza, rozándolo con los dientes.
Asiento con la cabeza mientras más lágrimas caen por mi rostro. Él retira su mano de mi boca; permanezco en silencio, consciente de mi inutilidad y de que pueden dispararme en cualquier momento.
Los oigo hablar con los hombres de la mesa. Lloro con más fuerza, me tiembla el labio. Abro los ojos un instante, los cierro. Solo veo luces borrosas, rostros descoloridos. Apenas me conocen; no me dan nada a cambio.
—Si abres los ojos, te voy a pegar un tiro en la cabeza —murmura. Asiento con la cabeza, intentando calmarme. Juega con mis labios; un escalofrío me recorre el cuerpo con su tacto.
Su dedo entra y sale de mi boca; de vez en cuando, presiona mis labios. En realidad no me importa; estoy demasiado aterrorizada, no me hace daño. Oigo más pasos pesados y me estremezco.
—Solo mantenme cerca, princesa —me estremezco, mi corazón late con fuerza. Lo siento sentarse a mi lado. Hundo mi rostro en su pecho, con los ojos aún cerrados. No puedo parar de llorar. Encuentro consuelo en su abrazo; me tiene cautiva y le grito: ¿Qué demonios me pasa?
Muchas cosas, en realidad. Pero si tuviera que decirlo, estaríamos aquí hasta el lunes.
- Primera situación de rehenes, algo nervioso - Oigo reír a un hombre en la mesa.
No me hace gracia que no sea él quien me apunta con una pistola a la cabeza. Ignoro todo lo que oigo mientras el hombre, aparentemente amable pero que me apunta con una pistola, me acaricia el pelo. Siento que se detiene; me tira del pelo hacia atrás, inclinándome la cabeza hacia arriba. Siento que el pecho me arde.
—La caja registradora —oigo decir a alguien.
—¿Qué dices? —Oigo al hombre. La pregunta de al lado
(traducción: ¿Qué pasa con eso?)
- falla sembrare una rapina - el hombre que me sostiene insiste en que tiene acento italiano.
(Traducción: simular un robo)
—Arriba . —Siento que alguien me agarra del brazo y me levanto. Me arrastran escaleras abajo y gimoteo por el fuerte y doloroso agarre. Sollozo.
Tiemblo de miedo . —¿Necesito algo para abrir la caja? —me pregunta otra persona con brusquedad, tirándome del pelo con más fuerza— . Yo... yo... no lo sé —balbuceo— . No estoy segura de volver jamás. —Grito mientras intento pensar con claridad.
Me empuja, le oigo abrir la caja registradora y oigo una cremallera; está sacando el dinero.
Abro los ojos, parpadeo un par de veces y mis pestañas se pegan.
Un fuerte y frío golpe me impacta en la cara, haciéndome girar la cabeza bruscamente hacia un lado. Pierdo el conocimiento al instante.
Me despierto con un dolor terrible en la cara. Se me llenan los ojos de lágrimas. Sollozo y miro a mi alrededor. Veo a los cinco hombres con disparos a quemarropa en la frente; la sangre les corre por los agujeros de bala entre las mejillas. Tienen los ojos cerrados. Vuelvo arriba.
Me palpita la cara, grito hasta que se me seca la garganta, mis ojos se abren desmesuradamente.
Mi cuerpo se queda inmóvil mientras intento correr. Rompo a llorar. Como si no hubiera llorado ya suficiente. Me dan ganas de vomitar. Eran todos unos pervertidos; no dejaban de mirarme debajo del vestido cada vez que fingían dejar caer algo. Excepto uno o dos.
Por fin me recompongo y bajo corriendo a buscar el teléfono; hace frío aquí abajo. Llamo, presa del pánico.
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Me quedé afuera hablando con la policía . Bajé a revisar la puerta; la oí abrirse y estaba oscuro. Intenté usar la linterna de mi celular, pero alguien me golpeó en la cara con lo que pareció un bate de metal. Murmuré , presionándome la mejilla con hielo para adormecerla.
Tengo un moretón morado rojizo en la mejilla; no es grande ni parece un puño; sí sangró de un par de pequeños cortes.
Creen que es por un arma. Me tomo el resto del día libre, ya que son las nueve de la mañana; quizá me sienta mejor. Me he dado cuenta de que todos sus maletines han desaparecido.
