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Capítulo 1

Me inclino hacia él, mi aliento rozando su oreja. —Eres malo —murmuro , con la voz apenas un susurro mientras reprimo el gemido que amenaza con escapar—, aunque por la forma en que su sonrisa se ensancha, sé que lo oye.

Esa sonrisa diabólica se extiende por su rostro. —No —murmura , sacudiendo lentamente la cabeza—. Esto es cruel .

Su mano se mueve, aún cubriendo mi pecho, y sin previo aviso, me pellizca el pezón con firmeza, deliberadamente.

Un jadeo se me escapa antes de poder evitarlo; mi cuerpo se estremece bajo su tacto. La línea entre el placer y el castigo se difumina en el calor de su agarre.

Contenido para adultos

ADVERTENCIA

Un montón de pornografía

Daniela Valentine es una camarera inteligente y decidida que solo intenta sobrevivir y saldar las enormes deudas de su familia. Pero la supervivencia da un giro oscuro cuando se ve arrastrada al mundo del hampa, trabajando como bailarina exótica en la infame mansión De Rivelas. Con una belleza cautivadora y un pasado trágico, Daniela pronto se convierte en el centro de atención en un mundo regido por el poder, la violencia y los secretos.

Gregory De Rivelas es el próximo heredero del imperio familiar: frío, calculador y peligrosamente encantador. Está acostumbrado a conseguir lo que quiere. Y lo que quiere es a Daniela . Con su dominio implacable y su innegable atractivo, la tiene rompiendo todas sus reglas, perdiéndose en un retorcido juego de control, tentación y algo que ninguno de los dos puede definir. Ella tiene el mundo a sus pies. Pero él la tiene de rodillas: mental, emocional y, sí... físicamente.

Sabe que él conduce demasiado rápido y que la está utilizando. Pero no puede evitarlo, tiene el temperamento de una niña de nueve años. ¿Será esa su perdición o lo único que la saque de ese mundo peligroso? Mientras se resigna a vivir en esa relación tóxica. Debería haber huido cuando pude, pero me volví adicta, me alimenté de ello; tal vez eso me enloqueció, o quizás fue el mismísimo diablo.

Llevo un par de semanas en el nuevo trabajo en el restaurante, con una sonrisa en la cara, vestida con un vestido amarillo a media pierna y un delantal blanco. —Hola , soy Daniela , su camarera. ¿Qué les sirvo? —pregunto con voz alegre. Es el mismo chico de ayer, acompañado de otros dos.

Todos me miran sonriendo, sus ojos recorren mi cuerpo. Yo solo mantengo la sonrisa. —¿Me da una hamburguesa grande sin cebolla y una Coca-Cola con papas fritas especiales? —pregunta uno amablemente , sin mirarme con deseo— . Claro —escribo " sin cebolla" subrayado— . ¿Qué tamaño de Coca-Cola? —pregunto— . Grande —dice .

—A diferencia de tu pene —se burla otro. Mis ojos se abren de par en par y me muerdo el labio para contener la risa. Los demás ríen.

—¿Qué les puedo ofrecer? —pregunté amablemente, dejando mi libreta y mirándolos a los ojos—. Lo mismo, pero quiero cebolla y agua en vez de Coca-Cola —respondió Eli. Llevaba una semana pidiendo algo diferente cada vez que venía. Quizá sea un cliente habitual. —Claro , Eli —le dije. Él asintió sonriendo.

- Sesgo de nombre con la preciosa Daniela —Uno se ríe. Eli pone los ojos en blanco. Sonrío mordiéndome el labio. —Cállate , David —dice Eli dándose una palmada en el estómago en broma—. ¿ Qué les sirvo? —le pregunto a David y al último, que se ha quedado callado mirando el móvil todo el rato.

—Solo papas fritas y helado —pidió en voz baja, mirando su teléfono. Tenía el pelo oscuro, gafas demasiado grandes para su rostro , mejillas rosadas y pecas claras; parecía el príncipe virgen de Darkest Lords— . ¿De qué sabor de helado? —pregunté— . Vainilla —añadió .

Me da mala espina, parece que se está conteniendo; es bastante delgado. Asiento con la cabeza, apretando los labios, y me muevo inquieta.

—Quiero panqueques de arándanos y leche con chocolate —dice David tocándose la barbilla. No puedo evitar sonreír— . ¡ Hecho ! —digo entre risitas.

—¿Algo más? —pregunto— . Kev , ¿seguro que no quieres nada más ? —pregunta Eli, dándole un codazo al callado—. ¡ Aros de cebolla! —se queja David.

—De acuerdo —asiento con la cabeza mientras lo anoto. Vuelvo al mostrador y le doy el periódico a Javier.

Él se encarga. Yo tomo los pedidos de los demás, les doy a los chicos sus aros de cebolla y, de repente, todos sus pedidos están listos. Los entrego en orden. —Vuelvo enseguida por tu helado —le murmuro a Kevin. Él asiente.

Fui a buscarlo y se lo di. Noté que ya no quedaban aros de cebolla. —Puedo traerte más —señalé la cesta vacía. David asintió con entusiasmo. Me reí mientras tomaba la cesta. Les traje más aros de cebolla.

~~~

Se levantan para irse. Al pagar, noto que Kevin apenas tocó sus papas fritas; tal vez no tenía hambre, pero miraba la comida de todos los demás como si la deseara o como si quisiera vomitar.

Eli fue el último en irse, dejando un billete de cincuenta dólares. Mis ojos se abrieron de par en par. —Eli , tu cuenta era solo ... —tartamudeé— . Siempre deja propina, pero nunca tan grande. —Quédate con el cambio —asintió—. No puedo aceptarlo —murmuré , por mucho que lo necesitara—. Daniela, solo acéptalo —me abrazó, apoyando la barbilla en mi cabeza. Le sonreí agradecida.

Se va subiendo a su coche lleno de amigos. Probablemente sea del tipo que vive de papá; lástima que yo solo viva de deudas.

Pero parecen buena gente. Aparte de las miradas, me sentí objetificada.

Un par de horas después, llega la hora de mi segundo trabajo. Son las 11:00 pm. Me quito el delantal y el vestido amarillo. Me ducho y duermo una siesta de una hora. Luego me pongo un vestido negro.

Este trabajo es un poco diferente. Sigo siendo camarera, pero en un restaurante muy caro. No me imagino trabajando en otro sitio.

Este trabajo es un poco diferente. Sigo siendo camarera, pero en un restaurante carísimo al que jamás me imaginaría ir. Me asignan una mesa y básicamente la atiendo todo el tiempo. Tengo una tableta que me indica qué mesas tengo que atender; normalmente atiendo tres a la vez, y esas son las únicas que sirvo.

Me puse un collar dorado y me enfundé en el vestido negro. Unas botas altas hasta el muslo, una chaqueta gruesa y unos zapatos de tacón negros porque hacía demasiado frío para salir. Caminé hacia mi siguiente trabajo; el viento frío me calaba hasta los huesos.

El aire frío me empaña el aliento y se me entumece la nariz. Tengo los ojos secos. Un coche sería ideal, pero caminar parece mi única opción. Son las 11 de la tarde cuando llego.

Entro y enseguida me caliento; veo a Jacob mirando a su alrededor con la nariz en alto, como el pervertido que es.

Voy a la parte de atrás para cambiarme, me quito las botas y la chaqueta y las guardo en mi casillero. Me pongo los zapatos de tacón y salgo. Bueno , Jacob empieza a asignar las mesas; me toca la mesa cuatro y hay más personal hoy, probablemente por eso me tocó menos mesas.

Salgo en cuanto anuncia mi número de habitación. La mesa está llegando: una mujer embarazada está sola. Me acerco a ella; tiene el pelo largo, negro y abundante, y un lunar sobre el labio. Parece una modelo francesa, con mandíbula marcada y pómulos altos. —Hola , soy Daniela , seré su camarera. ¿A qué viene? —pregunto mirando mi tableta.

—Maranzona —responde con acento italiano .

—Por aquí, señora —asiento con la cabeza y la acompaño a una mesa para dos, aunque estoy bastante seguro de que está sentada sola. Dice mesa para uno, pero no tenemos mesa para uno. Arriba... nunca subo, eso es para los ricos, muy ricos. La acompaño arriba y la observo mientras subimos porque está embarazada; solo quiero asegurarme de que esté bien.

Es que me parecen tan tiernas las embarazadas, no sé, me hacen sonreír un poquito y me da una sensación de alegría por dentro.

Le ofrezco un cojín junto al sofá de terciopelo rojo, una mesita negra con una silla negra delante. Ya hay una tableta ahí ; solo tienes que pedir desde aquí y pulsar aquí cuando estés lista. ¿Puedo tomar tu bebida ahora? —pregunto abriendo la aplicación— . Solo un agua, por favor —responde con su suave voz amablemente.

Asiento con la cabeza —por supuesto , enseguida— y respondo mientras bajo las escaleras. Ya casi es la hora.

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