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Capítulo 5.- La Universidad.

Valentina había llegado días antes a la universidad para poder acoplarse a su nueva vida, le dio tiempo de desempacar su equipaje y de anotar en su lista las cosas que le hacían falta.

Era una chica que le gustaba anticiparse a lo que necesitara, el lunes iniciaban las clases y no consideraba pasar el domingo afuera de su dormitorio.

Este era el día asignado para el arribo de todas las personas que contaban con una residencia en la universidad, el campus se volvía una locura con tantas personas merodeando por todos lados.

Los de nuevo ingreso sufrían las famosas novatadas a quien se dejara, en definitiva, sería un verdadero caos, caos al que no estaba acostumbrada, por eso siempre me encerraba en casa, aunque los demás me tacharan de antisocial.

El sábado al medio día decidió salir al supermercado más cercano, compraría lo más indispensable para sobrevivir una quincena. No podía darse el lujo de gastar todos los días en comidas que ofrecía la cafetería.

Sus pequeños ahorros se terminarían en menos de un mes, hacer tres alimentos al día era algo que no estaba a discusión, excepto en una chica que tenía buen apetito como ella. Además, le prometió unos macarrones con mucho queso a su nueva amiga y no podía quedar mal; sus ahorros serían invertidos de la mejor manera.

Salir le haría bien, servía para ver si alguna de las empresas que estaban cerca de la universidad solicitaba trabajador de medio tiempo, donde se empleara sin tener que alejarse mucho, pensando siempre en ahorrar lo más que pudiera.

Desde que se marchó de casa de sus padres, apago el celular que todos conocían, nadie había podido comunicarse con ella, no necesitaba que su familia merodeara en su nueva vida. Pablo era el único que conocía sus planes y la apoyaba al cien por ciento. Vale era su pequeña hermana que no sabía defender de su mamá, pero ahora que estaba lejos no dudaría ni un segundo en acudir a ella cuando lo llamara.

Tras caminar un poco y ver una tienda de teléfonos recordó que su celular no tenía batería, más tarde que regresara de las compras, le enviaría un mensaje a su papá para decir que se encontraba bien disfrutando de la escuela. Vale no era una persona que se la pasara pegada al celular platicando con sus amigos, por lo que era irrelevante si el aparato se encontraba prendido o no.

Mientras Valentina caminaba rumbo a sus compras, el chico más guapo de la universidad llegaba a registrarse al campus, acompañado de sus fieles guardaespaldas. Verlos era todo un espectáculo para la vista femenina.

Adolfo Sanz, era un estudiante de tercer semestre en Ciencias Políticas de la Administración en la Universidad de Barcelona, la había elegido porque era impartida por un profesorado de prestigio y activo en la investigación.

Tiene pensado especializarse en Análisis y Gestión de Políticas Públicas, con el doble grado de Derecho y Sociología. Una meta ambiciosa también, pero nada que un chico con decisiones pueda lograr.

En las puertas de la universidad se formó un gran alboroto a su llegada, atrayendo la mirada de todos los presentes, y no era para menos. Acudir en un Maserati MC20 Cielo con alas de murciélago, asientos calefactados color grigio misterio, llantas de aleación de 20” con diseño Birdcage con acabados Glossy Dark Miron y pinzas de frenos incrustadas. Además, contaba con el logotipo de la marca en los reposacabezas y un sistema de sonido de alta calidad Sonus Faber con doce altavoces.

Aparte de guapo, millonario, carismático, mujeriego, egocéntrico, era el capitán del equipo de basquetbol de la escuela. Con tan solo 21 años y con su 1.90 cm era el dueño de una de las miradas más seductoras de toda la ciudad, era capaz de derretir incluso la más dura de las mujeres. Sobre sus hombros pesaba hasta el momento el mejor promedio en su carrera y de toda la universidad, destacándose con los profesores por su elocuencia, compromiso y honestidad.

El éxito lo tenía asegurado sin duda alguna, en cada presentación de principiantes era considerado como ejemplo para las nuevas generaciones y formaba parte del comité de selección de alumnos.

Desde que tenía uso de razón siempre se mantenía rodeado de chicas muy hermosas que querían formar parte de su mundo, su padre lo adoraba y le daba todo a manos llenas, era el hijo mayor. Su existencia estaba asegurada hasta por cuatro generaciones más, aun sin mover un dedo el resto de su vida.

Quienes lo conocían, sabían que era mejor tenerlo de amigo que de enemigo, ese era su mayor defecto, todo debía marchar como él lo dispusiera, de lo contrario te convertías automáticamente en su enemigo, hasta destruirte por completo.

—Hola Ara, ya tienes mi residencia lista —pregunto Adolfo en cuanto llego a la oficina de ingresos.

—Hola Joven Adolfo, bienvenido nuevamente a su humilde morada por los próximos seis meses. Espero que una vez más tengamos excelentes resultados en cada uno de los partidos, ya sabes que me gusta presumir con mis colegas de otras universidades que el chico más apuesto y el mejor jugador de la liga es mi amigo.

— ¡Claro, preciosa! ¡Eso ni lo dudes!, pasaremos a la historia como la primera universidad en ganar tantos títulos seguidos. Aunque ahora tendré más trabajo del que necesitaba, el sub capitán se lastimó la rodilla en sus vacaciones y estará fuera por una temporada.

— ¡Oh! Espero que se recupere pronto. Déjame ver qué puedo hacer por ti al final de la semana, tal vez tenga una lista de los mejores para que lleves a cabo una selección interna y cubrir la vacante.

—Por eso te adoro, eres la más lista de todas las chicas en esta universidad. ¿Ya te había dicho que me gustas?

—Si no te conociera, diría que cada palabra que sale de tu boca es verdad, pero deja de andar de ofrecido y toma tus llaves, ya deben de estar todas tus cosas en la residencia. ¡Por cierto! Tu padre me ha pedido que este año pongo más atención en lo que haces, así que ya sabes cómo me gusta el desayuno y los chocolates.

— ¡Vaya! No se te escapa nada. Pero te doy mi palabra que no tendrás queja alguna de este muñeco.

—Eso espero, el semestre pasado, casi me cachan cuando cubrí tu última fiesta en la residencia. Procura que no se repita o por lo menos no invites tantas personas chismosas que no saben controlar su lengua y sus cámaras.

—Ni me lo recuerdes, que por esa fiesta mi padre me puso un mes a trabajar en las empresas ahora que regrese a casa y los fines de semana cuidaba de mi hermano.

—Ni te quejes, te lo advertí varias veces, no obstante eres más terco que una mula.

—Ya sé, pero de verdad, este semestre pienso comportarme como Dios manda mi Ara chula, hermosa, bonita. Cuenta conmigo, ya sabes que serás siempre bienvenida a tu humilde morada cuando necesites algo.

—Ok, sigue tu camino que debo trabajar y me estás quitando mi valioso tiempo.

Adolfo era un chico que desde niño era aficionado de la buena vida, aunque sus padres le daban todo, también le gustaba sentir ese sentimiento de autosuficiencia cuando lograba las cosas por sí mismo.

Metido en sus pensamientos, camino hasta la residencia asignada, sus cosas ya se encontraban acomodadas, tal y como Aracely había mencionado hace un momento. Para él no era extraño que las personas siguieran las indicaciones de su padre al pie de la letra, nadie se atrevía a contradecir a uno de los hombres más poderosos de la Ciudad y con un carácter de la patada.

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