2.EL PRÍNCIPE ERICK
Estaba sentado en la baranda del enorme palacio imperial, en el reino de los dragones. Su padre, el emperador dragón Kendrick, le había prohibido salir debido a los nuevos disturbios que se habían producido en las tierras bajas. Su enemigo y tío el dragón Baduf, estaba decidido de nuevo a hacer a su hijo Torsten el heredero al trono. Alegaba que Erick no tenía madera para ser el sucesor, ya que le interesaba más el mundo de las criaturas inferiores humanas que los dragones.
Y es que al príncipe le fascinaba convertirse en humano y pasar tiempo entre ellos en la tierra. Sin embargo, las cosas con las artes prohibidas, y el error que cometió al enseñar a un humano hacía ochocientos años, de como hacerse inmortal, había hecho que su padre le prohibiera estar entre los hombres.
—Mi príncipe, ¿en qué piensa? —preguntó su mejor y único amigo Oryun. —¿Qué te hace tener esa cara de aburrimiento?
—Me pasé toda la mañana escuchando los sermones del gran consejero, tu padre. Papá lo puso ahora a enseñarme todas las leyes del reino y mis obligaciones de príncipe.
—¿No me digas? Ahora entiendo porque se la pasó haciéndome preguntas sobre lo que hacíamos cuando visitamos a los humanos.
—¿Qué le dijiste?
—La verdad, que solo vamos a comer, bailamos, bebemos y regresamos. ¿Qué otra cosa le podía decir?
—No se te ocurra decir que vamos a la frontera a ver como luchan y que nos convertimos en humanos para ayudarlos.
—¿Me crees tonto? Si papá se entera me mata y me encierra en la torre. Ahora ya que terminaste, ¿por qué no bajamos al bosque y nos quedamos en la cabaña? Allá no hay humanos y nuestros padres no dirán nada. ¡Estoy aburrido!
—¿Crees que me dará permiso? No quiero que me vuelvan a castigar por años.
—Vamos a preguntarle, mira a la emperatriz. ¿Por qué no le pides permiso a ella?
Erick gira la cabeza para ver como una enorme dragona de color plateado desciende lentamente, para luego acercarse en lo que recoge las alas. Él se levanta, su dragón es mucho más grande que el de su mamá, va a su encuentro y se inclina delante con respeto. Ella lo observa interrogante, hasta que le dice.
—Está bien, ve, pero nada de contacto con humanos.
—¡Mamá, deja de leer mi mente!
—¿Por qué no? Eres mi único hijo, tenemos una conexión especial, escucho tus pensamientos, como siento todas tus emociones. Cuando aprendas a desconectarte de mí, dejaré de hacerlo.
—¿Y por qué no lo haces tú?
—Porque me gusta estar conectada a mi único hijo. Así, si te pasa algo lo sabré al momento. Veo que estás aburrido y deseas ir a ese mundo humano. Ve, pero solo a nuestro bosque, los humanos le temen y no lo visitan. Él último que lo hizo, tu abuelo se encargó de él hace mucho. Pónganse a practicar a convertirse en diferentes animales, acérquense.
—¿Qué piensas, hacer?
Pregunta preocupado el príncipe Erick, sabe que su madre es la dragón más poderosa que existe en el reinado, poseedora de grandes poderes. Por sus ojos salen dos grandes rayos que se introducen por su frente y la de su amigo, y de a poco los convierte en invisibles.
—¿Y esto por qué?
—Quiero asegurarme de que ningún humano los vaya a ver. A partir de ahora cada vez que bajen, se convertirán en invisibles. Te levanto el castigo que te puso tu padre, pero esa es mi condición, si no te gusta, no te quitaré el castigo.
—¡Esto no tiene gracia mamá!
—Está bien, entonces sigue castigado.
—¡No, no he dicho eso! —se apresuró a decir Erick, le gustaba que lo vieran, pero entre permanecer aburrido y ser invisible, prefirió lo segundo. —Está bien, gracias mamá, creo que es muy buena idea.
Roza su cuello contra el de su madre, que lo envuelve en sus alas y se quedan un rato así, hasta que ella de apoco las abre liberándolo.
—Erick hijo, cuídate mucho. Esos humanos ya sabes que son adictos a cazarnos, si te ven no descansaran hasta asesinarte, y créeme aunque eres muy poderoso, ellos tienen armas que pueden acabar con nosotros.
—No te preocupes mamá, solo iremos al bosque y practicaremos a convertirnos en diferentes animales.
—Cuídense, que la invisibilidad es solo cuando son dragones.
—¿Qué quieres decir?
—Si te conviertes en otra cosa serás visible. Ahora deja entrar a ver qué hace tu padre. Hasta luego hijo y no te pases mucho tiempo en el mundo humano.
La ven adentrarse en el enorme palacio, hecho de piedras preciosas que lo hacen resplandecer y al mismo tiempo confundirse con las nubes en el cielo. El imperio de los dragones es uno de los más antiguos dentro de los dioses. Su padre hace miles de años que ascendió al trono, luego que su abuelo le cediera el puesto. Pero Erick no tiene intención de hacerlo por el momento.
Su dragón mide casi seis metros, es rojo y negro como el de su padre, el de su amigo es más pequeño, de color anaranjado y amarillo. Abren las alas y se dejan caer, descienden y según lo hacen, se percatan que es de noche en la tierra. Algo que no les preocupa porque ven perfecto en la oscuridad. Están por llegar al bosque cuando unos fuertes ladridos y gritos les llaman la atención.
—¿Esos son humanos adentrándose en nuestro bosque?
Pregunta al ver a unos chicos a caballo, que corren a todo lo que pueden se adentran por el único sendero que posee el bosque. Un poco más lejos aparece la comitiva de más de veinte humanos, también en caballos acompañados de una jauría, que van persiguiendo a los primeros.
—¿Qué opinas?
—Tenemos dos opciones. O los volvemos de piedra, pero eso sería contraproducente, debido a que los demás humanos los encontrarían o nos los comemos.
—¡No comemos humanos! —Grita Oryun.
—¿Por qué no? Mi primo Trosten dice que son deliciosos.
—Erick, si tu padre el emperador nos escucha, ahí si nos va a castigar una eternidad.
—Ja, ja, ja…, bromeaba tonto, ellos solo tienen huesos y tendones, no son nada buenos. Oh, observa, los de adelante dejaron una carnada y ellos se escaparon, si que son cobardes.
—No hicieron tal cosa. Observa bien, ellos están tratando de hacer que los perseguidores los sigan, aunque no creo que lo logren. Quieren proteger a la fémina.
—Ve a ver tú que hacen, y yo voy a ver a quien quieren salvar. Hoy me siento benévolo, puede que lo haga.
Oryun se va a hacer lo que le ordenara en príncipe. Cuando llega a un claro, lo que ve lo llena de horror. Han amarrado y amordazado a tres humanos los tienen colgados y los torturan salvajemente, mientras insisten en que les digan dónde está la fémina, pero ninguno habla. Eso lo llena de admiración por los jóvenes. Enfurecido, arremete contra todos los asesinos que salen aterrados al no ver quien los ataca. Los tres jóvenes están realmente en mal estado. Se dedica a cubrirlos con su baba, en su intento de regenerar su cuerpo. Al parecer no funciona con los humanos, piensa decepcionado.
Los toma y los lleva para una cueva dónde los deja, protegiendo la entrada con un conjuro, de seguro mueren, al menos no se lo comerán los animales, se dice. Luego busca al príncipe, al cual siente muy agitado. Se apresura a ir a su encuentro.
—¿Qué sucede, mi príncipe? ¿Por qué se encuentra así? ¿Quién era la criatura que trataban de salvar?
—Es la humana más hermosa que he visto en mil años, y creo que me vio.
—¿Cómo? ¡Somos invisibles!
—Cierto, lo había olvidado. Entonces vamos, tenemos que cuidarla, no podemos dejar que ningún monstruo se adueñe de ella.
Y sin esperar a la respuesta de su amigo, levantó el vuelo dando alcance enseguida a Esthela que corría girando la cabeza a cada rato, la cual llevaba descubierta y su largo cabello negro volaba al aire. Oryun tuvo que darle la razón a su príncipe. Esa humana realmente era muy bella. Se pasaron toda la noche volando a su alrededor, ahuyentaron a los lobos, a las hienas, a los leones, y todo tipo de animales que al escucharla, se acercaban para devorarla, pero al sentirlos, se alejaban raudos.
El amanecer los cogió volando a su alrededor sin que Esthela, que se veía visiblemente extenuada, se percatara. Hasta guiaron el caballo de regreso al sendero que daba a su cabaña. Porque era de él, la había construido su abuelo hacía miles de años. Era el lugar que más le gustaba de la tierra. Por fin luego de asegurarse de que el río estuviera con poca profundidad, respiró al ver como ella se introducía en ella.
—¿Y ahora qué hacemos? Estoy cansado de volar toda la noche tan despacio, pudimos traerla en un segundo—protestó Oryun al llegar volando ante el desasosiego del príncipe, que vio como ella se asustaba con la sombra de su amigo en el piso. —Además, estos humanos son tan crueles que me hicieron gastar demasiada energía, porque traté de revivir a los acompañantes de ella, pero no pude, sus cuerpos estaban demasiado destruidos y nuestra baba no regenera su piel.
—¿Qué quieres decir?
—Los perseguidores atraparon a los que la dejaron sola y los torturaron queriendo que les dijeran dónde estaba ella y no lo hicieron, ¡resistieron todo! Por eso traté de salvarlos, pero no dio resultado.
—¿Estás seguro?
—Sí, seguían inconscientes. No creo que sobrevivan, los dejé protegidos en una cueva, ellos son unos humanos diferentes. ¡Los otros son realmente muy malos, debí matarlos a todos!
—Sí, son los mismos que se dedican a perseguirnos para matarnos. Si quieres, regresa al palacio, yo me quedaré cuidando de mi humana.
—¿Tú humana?