EL REY DEMONIO
Un hombre de ojos lila tan claros que parecían ser poco reales, los cuales proyectaban un color casi violeta, observa desde la ventana de la su oficina mientras se encontraba tan ensimismado en sus pensamientos, sin importarle nada más, este solo se preguntaba ¿qué haría él en aquellos momento? pues el concejo solicitaba su boda de manera inmediata, en que habían presentado un sin fin de candidatas, todas de sangre pura y de familias acaudalas, algunas princesas, otras condesas, pero ninguna era lo que él buscaba, ninguna era ella ¿dónde está? aquella era la pregunta que solía hacerse el azabache constantemente, pero de algo estaba más que seguro, y aquello era que en cuanto la percibiera, él la atraparía y no la dejaría escapara jamás.
— Mi rey… por la sangre y la vida de nuestros antepasados me lleno de salud y sabiduría para indicarle que sus días y noches sean bendecidos, dando así una vida honorable… el concejo me ha enviado para saber ¿cuál es la candidata elegida, para ser su futura esposa…? —Derek llego a la oficina con su imponente armadura y muerto de miedo, ya que sabía que posiblemente se desquitarían con él en aquel momento, pues era muy bien sabido que el rey solía ponerse de mal humor cuando lo presionaban con cualquier decisión, es más cualquier cosa solía poner de mal humor al rey, por lo que solían intentar no dar muchos problemas a este por temor a ser regañados o asesinados en el mejor de los casos.
Como de costumbre solo había silencio, el rey Sebastián Drogus, solía ser callado y no era muy hablador, de hecho era un ser frio y sangriento que no se le veía tan calmado como solía ser en su oficina a la hora de la batalla, pues era agresivo, rápido y despiadado, pero ahora este solo estaba allí callado en completo silencio, un silencio que causaba tanto miedo, como lo hacía cuando hablaba, Derek se preguntaba ¿por qué no había venido Dramux a hacer aquella retorcida pregunta? pues sabía que su amigo solía hacer que este hablara un poco más, de lo que lo hacía con él.
—Majestad el rey de Ahnaria, también quería infórmale que le ha llegado una carta, en la que indican sobre una mestiza en la academia de señoritas de madame Margaret…—en aquel momento los ojos lila del rey se dirigieron hacia el chico, lo que causo una gran corriente en toda su espalda, debido a aquel del temor causado por la fuerte y helada expresión del azabache con sus extraños ojos.
—¿De qué color son sus ojos? —aquella pregunta no la había hecho el rubio, Derek solo había recibido la carta y no había hecho preguntas, por lo que no sabía que contestar, pues el rey no solía hacer preguntas como ellas, cada que hablaban de un mestizo. Al menos ese era su parecer.
—¿Sus…? ¿Sus ojos…? —la mirada del rey se tornaba de un color rojo, lo que demostraba que se estaba enojando con su pregunta, por todos los cielos y los dioses, Dramux sálvame por favor y como si hubiese sido escuchado, allí estaba el castaño con su expresión tan igual a la del rey.
— Mi rey… por la sangre de nuestros antepasados que me llenara de vida y sabiduría para desearle que sus días y noches sean bendecidos, dando así una vida honorable… su nombre es luna de Valeriam, cabello rojo, ojos lilas y piel banca como la nieve, adoptada por el conde Valeriam de Ahnaria, aquella chica esta en aquella academia desde que es una pequeña niña y fue criada por los maestros y directivos el lugar…— Dramux solía ser quien siempre daba las informaciones sobre los mestizos que cazaban, por lo que Derek no tenía ni la menor idea de aquello y solo había dado la noticia de la carta con la intención de hacer que el rey hablara o por lo menos le prestara atención, pero no tenía ni la menor idea de que este solía investigar a sus víctimas antes de lograr sacarles el corazón de aquella manera tan sádica, como solía hacerlo luego de torturarlos.
—Prepara todo nos iremos a Ahnaria de inmediato…—los dos hicieron una reverencia, en lo que antes de partir el rey hablo de nuevo—Derek dile al concejo que no me casare…— y sin más giro sobre sus talones y se quedó observando hacia la ventana de nuevo, mientras que el rubio observo al castaño buscando una ayuda, pues no podía dar una respuesta tan simple al concejo, estos lo despellejarían por completo, ¿cómo diría? su majestad no se casara, ¿así nada más? era su fin.
Sebastián, observo aquellos destellos del sol con una pequeña sonrisa, pues al parecer la habían encontrado, no era de adivinar con solo saber el color de sus ojos, está indicado que los predestinados tienen la misma mirada, tanto cuando están enojados, como cuando están tranquilos por lo que al nacer su destinada o destinado, este hereda la misma mirada de su pareja, era tan dichoso, él sabía que su pareja era una mestiza, por lo que se había dado a la tarea de casar a todos los mestizos en aquello dieciocho años para lograr encontrarla, pero no había el más mínimo rastro de ella, ¿por qué no se le había ocurrido ir aquel lugar? ahora se sentía realmente tonto sobre ello, pero no le preocupaba pues él haría que ella estuviera entre sus brazos pronto, de ello estaba más que seguro.
El viaje duro dos días, en lo que al llegar lo primero en observar fue aquella pequeña ciudad llena de humanos y vampiros, las reglas habían cambiado un poco en aquello años, pues Sebastián al saber que su destinada era una mestiza, había decidido dejarlos vivir juntos en armonía, era claro que no podía haber lazos amorosos entre razas, pero no veía el problema de que ellos puedan vivir juntos en aquel lugar, de hecho el jamás había visto ningún inconveniente, todo era perfecto, hasta que se creaban los mestizos, mestizos como lo era su amada, aquello había sido un golpe muy duro del destino y los dioses; ahora había un problema en todo aquello, y es que el rey no sabía cuál sería su reacción al verla, pues no sabía si ganaría su deseo de amar y ser amado, o ganaría aquel odio infundado por su padre haciéndolo arrancarle el corazón mientras observaba como ella implore por piedad, todo era tan confuso en la mente del rey, que solo se dignó a observar por la ventana. Pero entonces, aquel olor lo invadió, aquella presencia lo lleno.
—Detente…—la carrosa se detuvo de inmediato y el rey bajo del ostentoso carruaje, pero no logro sentirla de nuevo, pudo ver como algunos chicos sucios corrían, mientras que lo que parecía ser un panadero los perseguía diciendo un sin fin de insultos y maldiciones, lo cual se negaba a creer que fuese lo que el llego a imaginar.
—Majestad, ¿hay algo que le molesta? —Sebastián, pensó que tal vez era solo una mala idea de su cabeza y negó de manera inmediata para regresar dentro del carruaje, pues aquello tal vez solo eran locuras de su cabeza impaciente por verla, solo eran tonterías suyas, si solo era aquello, en lo que al notar al rey dentro del carruaje este empezó de nuevo con su camino.
Al llegar a la academia, todas las jovencitas estaba alineadas en el lugar dándole un saludo al rey de todos, pero este no les presto la menor atención a aquellas, el solo buscaba a alguien en específico, a lo que una vampiresa se acercó a él con elegancia, mostrándole una reverencia e indicando su respeto.
—Mi rey… por la memoria de nuestros antepasados que me llenan de sabiduría y salud para indicarle que sus días y noches sean bendecidos, dando así una vida honorable… le doy la bendición y el saludo que una encargada de una pequeña academia como la nuestra puede ofrecerle a su majestad suprema— la despampanante dama indico el saludo de la corte, seguido por las estudiantes, pero el rey la observo sin mostrar ningún interés en ella o las demás, al contrario la había ignorado por completo y seguía con su mirada puesta en aquellas jovencitas, pero allí no estaba, él no lograba percibirla, no lograba sentir su presencia—¿Dígame en que puedo ayudar a nuestro rey…?— Margaret intentaba por todos los medios descubrir a que se debía la presencia del rey de todos en aquel lugar, pues este era un ser malévolo y nada bueno vendría con su presencia en aquel lugar.
—Buscamos a la señorita Valeriam…—las palabras de Dramux habían logrado un gran revuelo, pues todas observaban a Elizabeth de Valeriam, quien era más que obvio que a ella no era la que buscaba el gran rey demonio, quien las había dejado fascinadas y habían logrado comprender por qué aquel apodo de el ángel de la muerte, pues este era realmente hermoso, pero el aura que lo regocijaba era ciertamente aterradora.
—Elizabeth de Valeriam acércate por favor…—la mujer no era tonta ella sabía a quién buscaba el rey, en lo que agradecía que aquella pequeña hubiese huido hace unos días y no habían logrado ser encontrada, pues de estar en aquel lugar su destino hubiese sido realmente lamentable y por alguna extraña razón ella era la única que a pesar de lo desobediente o problemática que esta era, la protegía y quería como a nadie, pues la había visto crecer desde sus tres años de edad.
La chica se acercó hacia el rey de manera coqueta y hasta vulgar, pero por parte del rey. este solo la observo con su mirada fría en la que demostraba el desagrado que esta le causa, pues había algo en aquella chica que no le agradaba para nada, pero decidió dejar de lado su conjetura y darle una mirada a Dramux el cual logro comprender de manera inmediata, pues este solía ser algo así como el traductor del silencio del rey, pues al estar con el rey en más de tres siglos, era más que normal saber que identificara cada expresión del frio e inexpresivo rostro del rey.
—Señorita Valeriam, ¿dónde se encuentra su hermana adoptiva? ¿Tengo entendido que es una mestiza? ¿Si sabe lo que ocurre con los que los esconden? ¿No es así? Le pido que no intente protegerla…—la rubia hizo un rostro de aparente preocupación, en lo que por dentro se regocijaba porque su plan había funcionado, pero era una lástima que luna hubiese huido hacia unos días, pues ella misma la hubiese entregado al rey para que sacara su corazón de inmediato frente a ella, ya que con ello podría librarse de aquella plaga de una vez por toda.
—No lo sé sirviente y mi rey… este escapo hace unas semanas, le juro que es rebelde y grosera, no es de esperar que sea solo una mestiza…— aquello lo había dicho con un llanto notablemente falso, pero al rey no solo le molesto aquellas palabras, también la manera en la que aquella vampira de clase baja hablaba de su pareja, lo que causaba gran repugnancia hacia la chica, pero antes de decir algo, la directora de lugar hablo.
—Majestad una parte de lo que indica la señorita es verdad, luna a desaparecido hace unos días y no logramos encontrarla, en cuanto la tengamos con nosotros le informare…—Sebastián lo supo en aquel momento, ella no le daría aviso de nada, ella haría que la chica se fuese más lejos para no ser alcanzada por él, pero estaba tan equivocada, pues él ya había sentido su presencia en aquel lugar, en aquella ciudad y él se encargaría de que ella se encontrara con él sin dejarle ninguna alternativa.
El rey se giró sobre sus talones y no indicó una sola palabra, a lo que Dramux hizo una pequeña reverencia y se alejó del lugar junto al rey, quien estaba tan callado como siempre, pero entonces él dijo aquellas palabras que Dramux esperaba desde que los caballos habían empezado a dar su camino.
— Se encuentra en la calle, entre los huérfanos, arregla todo para que la mansión esté preparada…—Dramux sabía que él no se rendiría, lo había notado en sus ojos en el momento en el que había mencionado el color de sus ojos, por lo que sabía que posiblemente se irían de aquel lugar junto con su nueva reina, a lo que solo dio un asentamiento de cabeza y se preparó para todo lo que estaría por venir en tan arduo camino por seguir.