Cap. 5 Contactando a Patrick Moore
–Señor Moore, tiene una llamada por la línea tres.
–¿Quién es?
–Alguien que dice tener información personal y de mucho interés para usted.
Su corazón dio un vuelco, porque lo único personal y de interés que pudieran decirle es sobre su hija. Respondió aguantando la respiración:
–Soy Patrick Moore.
–Señor Moore, no puedo asegurarle nada, pero en Detroit hay una chica sin documentación e indigente, que pudiera ser Zarela Moore, ¿puedo enviarle una foto?
–Sí por favor, hágalo de inmediato.
Recibió la foto y sus ojos se llenaron de lágrimas, algo le dijo que esa era su niña, notó sus ojos de colores diferentes entre sí y recordó que su abuela tenía esa característica, de haberlo sabido tal vez no hubiera pasado tantos años sin encontrarla, por otra parte, ¿cómo había llegado su niña a Detroit?, jamás lo imaginó y solo centraba la búsqueda en Chicago.
–Se trata de una chica que mi jefe recogió herida en la calle y la está atendiendo en su casa, al tratar de identificarla encontré sus carteles, por eso decidimos contactarlo.
–Dígame adónde debo ir, puedo partir esta misma mañana, en una hora estaría allá.
El jet privado aterrizó en el Aeropuerto Metropolitano de Detroit y ya le esperaba el vehículo que lo trasladaría hasta la dirección que le dio la mujer que lo contactó y que en realidad aun no le había dado el nombre de su jefe, el que había recogido a su hija y la estaba ayudando.
Llegó a una mansión con vigilancia privada, tanta seguridad llamó su atención, pero como él también tiene escoltas, asumió que se trataba de un empresario importante.
Al entrar lo recibió un hombre joven, muy serio y circunspecto, le hizo pasar a su despacho, él veía a su alrededor buscando a su niña, pero él no daba indicios de presentársela muy pronto, solo esperaba a que dijera algo. Le ofreció asiento, un café que aceptó y se sentó frente a él observándolo fijamente.
–Quiero saber por qué raptaron a su hija.
–Le sonará como una teoría conspirativa, pero hace muchos años cometí el error de ceder ante la seducción de una prima de mi esposa quien estaba embarazada para ese entonces. Tuve varios encuentros con ella y eso la llevó a pensar que yo en algún momento abandonaría a mi familia, así que supongo que, por despecho o venganza, se llevó a mi hija que tenía pocas horas de nacida.
–¿Dónde está esa mujer ahora?, y, ¿cómo supo que fue ella?
–La mujer está muerta, murió en un accidente el mismo día que despareció mi hija, así que no pudimos probar nada, todo son conjeturas porque en las cámaras de vigilancia de la clínica aparecía muy cerca del retén de recién nacidos y no sabíamos que ella estaba en el mismo lugar que nosotros.
–¿Y la madre de la chica?
–También falleció, su organismo no soportó la depresión y sucumbió casi un año después de perder a nuestra hija.
–¿La ha buscado todo este tiempo?
–No he dejado de buscarla ni un solo día. ¿Cómo la encontró?
–La atropellé con mi auto, la recogí y la traje aquí, yo soy médico y tengo una clínica en casa.
–Y no quería preguntas indiscretas.
–Exactamente, ella dice que su nombre es “chica”, ha vivido en la calle, no sabe leer, aunque habla bien. Estaba muy sucia, descuidada, desnutrida y deshidratada. Me gustaría hacer una prueba sanguínea antes de permitir que la vea en persona, porque no puedo entregársela a nadie sin estar seguro. Sé que ella es indigente, pero prefiero seguir cuidándola yo antes de que se la lleve otro desconocido.
–Entiendo y le agradezco su precaución, pero desde que vi la foto sentí muy dentro de mí que ella es mi hija, sin embargo, no tengo ningún inconveniente en hacer la prueba, de hecho, a mí también me servirá, porque al confirmar que es mi hija, debo prepararla, educarla y hacerla la mujer que está destinada a ser siendo mi heredera.
–Vendrá una enfermera a tomarle una muestra. Voy por la de “La chica”.
–Preferiría que la llamara Zarela.
–Aún no señor Moore, asegurémonos primero.
–Perdón, ¿usted es?
–Darlan Allen –Patrick Moore no pudo evitar estremecerse al oír el apellido, porque cuando inició con los almacenes, Dylan Allen quiso adueñarse de ellos y fue una batalla campal, finalmente llegaron a un acuerdo y pudieron hacer negocios en paz.
–He hecho negocios con un hombre de nombre Dylan Allen, aunque no lo he visto en persona nunca, ahora en su nombre está una asociación, ¿usted tiene algo que ver con él?
–Si, soy su hermano y yo dirijo esa asociación ahora.
–Entiendo.
Y, ahora sí justificaba toda la seguridad, esos hombres son jefes de organizaciones tan poderosas como peligrosas, esperaba terminar con todo pronto para sacar a su hija de allí.
La enfermera tomó la muestra y le indicó que en tres días le informarían sobre los resultados, le pidió los datos del lugar donde se hospedaría, así como el número de teléfono para contactarlo, se los dio con recelo, aunque reflexionó que si no quisieran resolver ese asunto ni siquiera lo hubieran llamado en primer lugar.
Darlan le debía una visita a Diana y después de atender al supuesto padre de “La chica”, se fue a verla, apenas llegó vio su rostro de enfado y casi se devuelve, pero tomó aire y le preguntó:
–¿Qué sucede?
–¿Tienes a una mujer viviendo en tu casa?
–En mi casa hay cinco mujeres viviendo conmigo, ¿a quién te refieres exactamente?
–No, ahora hay seis porque tienes a una rubia viviendo allí y una cosa es soportar a Lorena porque está en las mismas condiciones que yo, pero otra historia es tolerar a una que está bajo tu techo, ¿quién es?
–No sé, estoy averiguando eso.
–Eres muy descarado, lo admites sin filtro.
–Tú sabes muy bien cuál es tu posición en mi vida y eso estaba establecido y muy claro desde el principio, ahora bien, este es el segundo perfecto para decirme si continuamos o me doy media vuelta, no estoy para escenas de celos absurdos.
–No te pongas así cielito, ven a darme amor, que extraño mucho ese hermoso cuerpo tuyo.
–Ahora si estás hablando como me gusta.