Instintos
“En las aguas profundas y calmadas de la mente, el lobo acecha.”
F. T. McKinstry
—Es mucho lo que se ha dicho sobre nosotros durante más de dieciséis siglos. Escuchar cada mito y cada leyenda que se cuenta en noches de luna llena donde nos hacen ver como simples seres malditos, temibles e incluso diabólicos. Adjudicarle a nuestra capacidad licantrópica el adjetivo de castigo o maldición del Gran Zeus, es simplemente bizarro. Estamos aquí porque somos poderosos, no somos hombres lobos. Somos lobos que nos vimos obligados a mimetizarnos como simples humanos para evitar que nuestra raza se extinguiera a manos de ellos. Absurdos humanos no saben cual es nuestro verdadero poder. —Sigmur golpea con el puño el escritorio y sus ojos se vuelven puntos rojos centelleantes, mientras sus grandes y filosos colmillos, afloran.
Suena el timbre de salida, Daciana se levanta de su asiento y sale del salón de clase, afuera la espera Kurt sonriente y con su mirada perversa.
—¿Qué tal la clase del Alfa Sigmur?
—Genial como siempre, ¡es el mejor!
—¿Vamos al gimnasio o prefieres experimentar en el laboratorio de anatomía? —Incita Kurt a la hermosa Daciana a un breve encuentro sexual.
—Dónde prefieras, sabes que contigo voy a donde sea.
—Vamos al laboratorio, me encantará ver tu sexo contraerse como planta carnívora a través del telescopio.
—Me fascina esa creatividad perversa que posees.
A dos metros de ellos, están reunidos el grupo de los deportistas, Greco es el alfa de la manada Starmoon. Su aversión hacia Kurt tiene una única razón, el amor de Daciana. El alfa siempre estuvo enamorado de ella, pero Kurt se atravesó en su camino y ahora es su acérrimo rival.
Un auto se detiene justo frente al portón principal de la Hight school “Johan Wolfgang Von Goethe”. La chica vestida con sudadera y capucha gris, baja del lujoso vehículo Aston Martin V6 color plata aperlado. Detrás de ella, un hombre alto, fornido, elegantemente vestido, ambos entran al colegio. Kurt siente una rara atracción por aquella chica humana, su olfato rastrea el aroma ferormónico de la joven pelirroja.
—¡Hey! Tonto, ¿qué miras? —reclama Daciana, dando un codazo en el costado de su alfa.
—Nada, deja los celos, vamos a lo nuestro. —pasa su brazo sobre el cuello de su omega Kira y camina junto a ella rumbo al gimnasio. Eventualmente él voltea hacia atrás para ver hacia donde se dirige la chica de la sudadera gris.
—Pensé que querrías que fuésemos al laboratorio, eso me excita más. —replicó ella.
—No quiero que te oigan gritar el resto de los chicos —le da un guiño.
—¡Ufff! Veremos que tan cierto es lo que dices. —le da un beso escueto.
—Sabes que no soy de hablar por hablar, ¡lo dicho, hecho! —sonríe con malicia.
En tanto, en la oficina de la directora, entra Boris Hamilton en compañía de su hija Kira.
—Bienvenido Boris, puedes sentarte —sonrió Accalia Rollin estrechando con firmeza la mano del hombre.
—Accalia, ella es Kira, mi hija y quiero que comience hoy mismo en esta institución. Prácticamente perdió un año en el otro colegio donde estaba.
—Por supuesto, ¿En que nivel está? —se coloca los lentes de lectura y revisa en la carpeta con los documentos de la joven.
—Es su último año —responde Boris.
Daciana en tanto, permanece en silencio, sus brazos cruzados a la altura del pecho y con el rostro hacia abajo.
—Muy bien, entonces puede quedarse hoy mismo, si deseas. Sugiero que entre al salón de clases al terminar el receso, mientras llenamos su ficha. —Kira levanta el rostro y voltea hacia su padre en respuesta de desaprobación.
—Es lo mejor hija. —dice colocando la mano sobre el hombro de Kira, quien reacia se mueve para apartarse de él— Yo traeré tus cosas luego.
Justo en ese momento suena el timbre de entrada. Sin modular ni una sola palabra Kira, sale de aquella oficina para enfrentarse al nuevo grupo de estudiantes de su nuevo colegio.
Ante la mirada de sus compañeros, ella irrumpe en el salón. Todos la observan risueños. Greco murmura a Keith:
—Carne nueva. —el otro chico asiente con una sonrisa maligna.
—Bienvenida Srta Hamilton —la recibe Sigmur, ella se sorprende de que aquel hombre sepa su nombre acabando de llegar— Espero que logre adaptarse al grupo de chicos lo antes posible. —apoya las manos sobre el escritorio y observa al resto de los estudiantes— Como también espero que ustedes reciban de la mejor manera a su nueva compañera.
Greco quien suele ser espontáneo y muy expresivo comenta:
—Por supuesto que le dare–mos un excelente recibimiento a la Srta Hamilton ¿no es así chicos? —los silbidos y gritos eufóricos del grupo de Greco, perturban a Kira.
—Gracias, profesor —responde parcamente, se sienta intentando contenerse, tratando de no explotar y mandarlos a todos al mismo infierno.
—Bien, continuemos con el tema que dejamos a medias en la hora anterior. ¿A ver, Daez, cuál fue el tema que te tocó leer?
—Profe el tema de licantropía.
—Te escuchamos.
La joven de cabello negro corto, con aspecto un tanto varonil, se pone de pie, saca el libro y comienza a leer el texto.
—“Licaón era un rey culto y religioso, muy querido por su pueblo, al que ayudó a abandonar la vida salvaje que habían llevado hasta entonces. Fundó la ciudad de Licosura, una de las más antiguas de Grecia, y en ella erigió un altar a Zeus Liceo. Pero su apasionada religiosidad le llevó a realizar sacrificios humanos, lo que degeneró su posterior metamorfosis. El escritor Ovidio afirma que llegó al punto de sacrificar a todos los extranjeros que llegaban a su casa, violando así la sagrada ley de la bendita hospitalidad. Habiéndose enterado de tal aberración, Zeus se hizo pasar por un peregrino y se hospedó en el palacio de Licaón. Esté se preparó para matar al peregrino, pero, alertado por algunas señales divinas, quiso asegurarse antes de que no era un dios, como afirmaban los temerosos súbditos. Para ello hizo cocinar la carne de una de sus víctimas o de un esclavo, y se lo sirvió a Zeus. Este montó en cólera y transformó a Licaón en lobo, e incendió después el palacio que había sido testigo de tanta crueldad.” De allí proviene el término licantropía que proviene del griego significa lýkos (lobo) y anthrōpos (humano).
—¿De dónde extrajo la información Daez?
—De woolfinpedia, profe. —interviene en tono burlón Valkyria y el resto comienza a reírse.
—Retírese y espéreme en mi cubículo Srta Fergunson.
La chica, mastica con movimientos pronunciados su goma de mascar, la saca de su boca y la arroja al cesto de basura mientras sale del salón con absoluta parsimonia ante la mirada fría de Sigmur.
—Bien, los escucho. ¿Quiénes pueden opinar sobre lo leído por su compañera? —el hombre dirige la mirada hacia todos los asientos notando la ausencia de uno de sus estudiantes.
Justo en ese momento irrumpe Kurt en el salón, un tanto sudoroso.
—Permiso, profe. ¿Puedo entrar?
—¿Dónde rayos estaba usted Kurt? —pregunta con severidad y el chico le da un guiño a su padre.
—En el gimnasio, practicando un poco para el campeonato de fin de semana, profesor.
—Entre y siéntese. —le ordena.
Kurt entra y rápidamente ve a la chica pelirroja sentada del lado contrario a su silla, de pronto una extraña sensación recorre su cuerpo y su espíritu protector surge, haciéndole saber que su conexión con Kira es inequívoca.