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Capitulo 5: La General

El momento de espera había llegado a su fin. El silencio que se había apoderado del salón real mientras se anunciaba la entrada de personajes de gran importancia para el reino. El rey, con la mirada fija en el amanecer dorado que se abría ante sus ojos, reconoció de inmediato a los recién llegados, solo ellos podían causar ese efecto entre los ministros. Con paso decidido, se volvió hacia sus ministros, quienes guardaban una postura imperturbable, listos para recibir a la General Ker Heinrich, el gran mariscal y el príncipe heredero del imperio de Ravekeen, Daven Aradiel Engelhardt.

La presencia imponente de la General Ker Heinrich, con su armadura reluciente, y la seriedad del gran mariscal y el príncipe heredero, creaban una atmósfera de respeto y expectación en la sala. Las puertas de roble se abrieron lentamente, con un crujido que resonó en la estancia, revelando a los visitantes que habían llegado para tratar asuntos de guerra y defensa, temas de vital importancia para la seguridad del reino.

La General avanzaba con pasos firmes y decididos, su postura erguida y su mirada fría transmitían una autoridad inquebrantable. Su piel pálida contrastaba a la perfección con su cabello azabache, que caía en cascada sobre sus hombros como una noche sin estrellas. Sus ojos azules, como zafiros pulidos, reflejaban una inteligencia aguda y una determinación férrea.

La armadura color carmesí que vestía se ajustaba a su cuerpo con precisión, como una segunda piel que resaltaba sus líneas elegantes y atléticas. Un cinturón adornado con intrincados grabados rodeaba su cintura, sujetando una espada que había presenciado la caída de cientos de enemigos a manos de la General. La hoja, afilada y reluciente, era una extensión de su voluntad, un símbolo de su poder y dominio en el campo de batalla.

Todos la veían como una mujer de corazón helado, fría y distante. Sin embargo, esta actitud era solo una coraza que utilizaba para protegerse de las intrigas y las envidias que la rodeaban. Era la única mujer que ocupaba un cargo de poder en la corte, y por ello, se enfrentaba constantemente a trampas y artimañas de quienes buscaban desbancarla. Pese a las dificultades, nadie en todo el imperio poseía su talento y experiencia. Se rumoreaba que había sido entrenada por el mismísimo dios de la guerra, convirtiéndola en una guerrera de habilidades excepcionales.

Era solo un mito, un susurro entre las sombras. Nadie sabía nada de su origen, ni siquiera el eco de una palabra resonaba en su pasado. Una noche oscura y lluviosa, bajo un cielo que la luna teñía de sangre, apareció. Solo un vestido cubría su diminuto cuerpo, apenas seis años de vida se adivinaban en su mirada. Era escuálida, frágil, y no emitía sonido alguno.

Muchos se acercaron con la intención de ofrecerle alimento y refugio, pero su respuesta fue un feroz ataque de arañazos y mordidas. Una pequeña loba salvaje, protectora y salvaje, que veía en cada mano extendida una amenaza. Solo una persona logró establecer un vínculo con ella, un lazo que desafió la lógica y la razón. El anterior Ministro de Defensa, Andrik Heinrich, fue quien calmó la tormenta en su interior, domesticando a la pequeña fiera que habitaba en su alma.

Heinrich acogió a la pequeña forastera con un amor incondicional, un amor paternal que poco a poco fue templando la fiera que habitaba en su interior. El antiguo Ministro de Defensa ya tenía un hijo de su matrimonio, un joven llamado Zachary que era un par de años mayor que su nueva hermana. Inmediatamente, una hermosa amistad floreció entre ellos, una hermandad que trascendía las diferencias de origen y los unía como si se hubiesen conocido desde siempre.

Zachary fue quien le otorgó su nombre, inspirado por la destreza que la niña demostraba al cabalgar y dominar las técnicas de combate con espada y cuerpo a cuerpo que Andrik impartía a la Guardia Escarlata. Su elección fue "Ker", que en su idioma ancestral significaba "muerte violenta". Un nombre que, para sorpresa de todos, la pequeña acogió con gusto. Aunque Andrik no lo consideraba el más apropiado, al ver el entusiasmo de su hija, decidió registrarla oficialmente en el árbol familiar como Ker Dariele Heinrich.

Su segundo nombre, "Dariele", significaba "Ella es el regalo", una elección que reflejaba a la perfección la esencia de la pequeña. En poco tiempo, se convirtió en una parte inseparable del alma de Heinrich, un vínculo que trascendía lo terrenal.

Ker jamás se sintió atraída por las actividades que ocupaban el tiempo de las demás damas. No obstante, obedeció a su padre y aprendió las artes de la costura, la cocina y la enfermería, pues eran el único precio que él exigía a cambio de permitirle entrenar con la Guardia Escarlata. En este ámbito, Ker despuntó con rapidez, eclipsando a sus compañeros y llamando la atención del mismísimo emperador Kyan. Este, intrigado por su talento, comenzó a encomendarle pequeñas pero cruciales misiones de espionaje, las cuales, gracias a su astucia y determinación, ella llevó a cabo con un éxito rotundo.

A su paso junto al Gran Mariscal, la multitud se inclinaba en reverencia. Una pareja imponente, forjada en el crisol del deber y la lealtad. Uno, el estratega militar por excelencia, dotado de un genio innato para la guerra, cuya especialidad era el arte de la defensa y el contraataque. El otro, un maestro del espionaje, con la capacidad de mover las tropas imperiales con un simple gesto. Sobre sus hombros recaía la seguridad y el bienestar del imperio, una responsabilidad que pesaba sobre sus jóvenes espaldas. Sin embargo, su amor por su pueblo era una llama inextinguible, una fuerza que los impulsaba a enfrentar cualquier desafío.

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