2. Keira
—Aún siento su mirada intensa sobre cada paso que daba. No sé cómo mi cuerpo respondió tan bien. El corazón se me aceleraba y las piernas no andaban tan firmes, a decir verdad, caminaba por pura inercia. Solo lo miré tres segundos, pero me bastaron para admirar los semejantes dotes que le había dado la naturaleza. Terriblemente sexy, muy masculino, su posición le hacía parecer artista de telenovela. La forma de estar sentado, la mirada, su pelo, sus ojos, la camisa remangada y los dos primeros botones desabrochados...—suspiro—. Si existe la perfección en esta vida, lleva su nombre.
Me levanto de la cama, siento el frío del suelo, es una sensación agradable. Yo soy puras sensaciones. Voy al lavado y con ambas manos me echo un poco de agua en la cara.
—Keiri —escucho el grito de Andrea, mi mejor amiga desde la cocina.
-Dime que ayer si tuviste un polvo increíble -se unta mantequilla a una tostada.
—¿A qué se debe eso?. Fui a hacerte la cama a ti. No tenía que haber ido —le quito la tostada con mantequilla. Tengo mucha hambre.
—No seas ridícula. Tú siempre serás mi mejor amiga, irás conmigo a donde vaya. Él solo es un chico que me mantiene totalmente liberada de estrés —por sus movimientos supongo que va a preparar otra tostada—. ¿Conociste a algún hombre ayer? —no respondo, extiendo la mano para tomar la otra tostada, pero Andrea se me adelanta—. Esta es mía prepárate otra si tienes hambre—. Ahora respóndeme lo que te pregunté.
Conocí, lo que se dice "conocer", no realmente, pero, ese hombre...
¡Olvídate de eso Keira! ¡Estás actuando como si nunca ningún hombre te mirara! —me grita mi subconsciente.
Ningún hombre me había mirado así —pienso. Esto es una batalla absurda entre mi subconsciente y yo. Realmente ridícula—. Juro que le daba hasta lo que pronunciara por esa boca. ¿Cuándo coño yo he opinado de esta forma?
Será mejor que purifiques tú celebro y tu vocabulario —contraataca mi subconsciente.
La ignoro y me dispongo a contestarle a Andrea.
—No —tomo el cuchillo para cortar una rebanada de mantequilla—. ¿No me viste a tu lado hasta que regresamos?.
—Te conozco como si hubieses salido de aquí —se señala ahí por dónde salen muchos niños, rodeo los ojos—. Cuando regresaste de la barra estabas nerviosa, mueves mucho el pie derecho cuando eso ocurre. Y no me trates de decir que fue la multitud porque eso no te lo crees ni tu misma. No eres de las tímidas que se comen las uñas la mayor parte del tiempo por los nervios.
—Suelo ser un poco tímida a veces, especialmente cuando un hombre clava su mirada en mí, desde que entro en su campo de visión hasta que salgo de él.
—¡Ah!. Fue eso lo que te sucedió. ¿Y qué tal estaba?.
—Cañón, lo tenía todo y un poco más.
—¿Por qué no le dijiste papi échame el palo aquí mismo? —imita a una mujer seduciendo a su conquista.
Ahora mismo no sé ni en qué idioma me habló. Necesitamos trabajar en eso del diccionario especial para las frases de Andrea.
—¿De dónde sacaste eso? —le pregunto.
—Una canción cubana, Desnúdate y échame el palo aquí mismo. Así se llama. Es una locura. Creo que en mi cortiquísima lista de fantasías sin cumplir, acostarme con un cubano tiene el puesto número uno —me río, ella tiene cada idea.
—¿Por qué un cubano específicamente?.
—Porque tú buscas sabrosura en el diccionario y te sale: cubanos. Son pura locura y adrenalina.
—Te dejo con tu semejante locura, voy a mi cuarto.
—Que no se te olvide la entrevista a las tres, tuve que sacrificarme mucho para que estuvieras entre las tres primeras candidatas.
Sacrificada por mí. Se acostó con un hombre para obtenerme una entrevista de trabajo, llevo en paro mucho tiempo. Cabe aclarar que en ningún momento estuve de acuerdo con que hiciera eso, pero ella, aunque haya mencionado la palabra sacrificio, en el fondo dice que no, que gozó de placer... En fin, sin palabras con Andrea y su alma libre.
—No se me olvida, todavía queda mucho tiempo.
Entro en mi habitación, enciendo la TV, mientras me acomodo en mi cama. Busco una película para ver. Ni se diga más, El Conjuro, elijo esta. Es una película de terror que tiene tres partes, que me encanta por cierto, me mola eso de espíritus.
Y sí, puede que parezca un poco extraña, pero prefiero ver las Colinas tienen ojos en vez de Bailando Suave. Las películas románticas son siempre lo mismo. Me gusta el misterio, la intriga, que no sepa con qué me sorprenderé después. En las pelis románticas se sabe que el chico y la chica van a terminar enamorándose, pese a muchos obstáculos y terminarán felices para siempre.
Estoy supercómoda, ya he dicho que soy puras sensaciones. Estar así me encanta y lo voy a extrañar cuando comience con mi nuevo trabajo, si es que lo logro.
Apenas me gradué de la universidad, comencé a trabajar en Logistic Company nc. Estuve dos años trabajando ahí. No sé exactamente qué le sucedió al dueño, pero de pronto alguien más había comprado las acciones. Y no era precisamente para el bien de la empresa y sus empleados.
Su posterior dueño se encargaba de la compra de compañías para luego venderla por pedazos. De este modo quedamos todos sin trabajo, abandonados a nuestra suerte.
Hace días Andrea conoció a un hombre que trabaja en A.S. Enterprises, la empresa de logística situada en el puesto número uno del conglomerado empresarial. Mi loca amiga se las ingenió para conseguirme una entrevista de trabajo.
Camino por un sendero, está todo oscuro, siento que alguien me persigue. Corro lo más rápido que puedo, cada vez está más cerca.
Tropiezo y aterrizo en el suelo. No puedo ver nada, un escalofrío de terror recorre mi cuerpo.
Doy un brinco en la cama.
¡Mierda!, me quedé dormida, no terminé de ver la película.
Enciendo el teléfono. ¡¿Qué?! Las dos y cincuenta minutos.
Me levanto como un resorte de la cama. Abro el armario, elijo lo primero que veo. Jeans azul marino ajustado, una camisa blanca y unos tenis a juego con la camisa. Recojo mi pelo castaño en una coleta que se hace bastante larga, dejando caer flequillos sobre mi cara.
Salgo veloz destino A.S. Enterprise.
Llego a A.S. Enterprise- Dios, me cansaría contando la cantidad de plantas -digo mientras pierdo mi vista en el enorme edificio.
—Disculpe —me encuentro en la recepción—. Tengo una entrevista de trabajo.
La chica detrás del mostrador, maquillada perfectamente y vestida como si fuese un maniquí me sonríe.
Una sonrisa, que suena más a compromiso que a realidad. ¿Pagarán aquí un poco más por sonreír?. Si es así, voy a perder grandes cantidades de incentivos. En contra de sonreír por gusto.
—Me puede decir su nombre —expresa con voz suave.
—Keira Buckett —manifiesto, físicamente tranquila, interiormente tengo algo de nervios. Las cosas como son.
—Lo siento señorita. Su entrevista era a las tres —me dice ella con cara de lástima—. Llegas cinco minutos tarde.
Empiezo a pensar en alguna excusa, lo suficientemente buena como para que me permita la entrevista.
—Lo sé, pero tuve...—no alcanzo a terminar la frase.
—La puntualidad es un requisito muy importante para poder trabajar aquí. El señor Stone detesta la tardanza —me interrumpe ella.
Intento una vez más convencer a mi señorita estirada.
—De verdad, señorita, tuve un problema familiar. Solo fueron cinco minutos.
Por cinco putos minutos voy a perder un trabajo y no estoy como para permitirme estar sin trabajar.
—No puedo hacer nada por usted. Ahora por favor, si me permite -señala la puerta principal—. Váyase.
Una sola palabra y mi sangre se convierte en lava volcánica. Y como ya queda claro que no tengo oportunidad de trabajar aquí, me marcho...
¿Perdón?.
Primero me desahogo, como debe ser.
—Mire señorita Estirada —deletreo cada letra para que entienda bien lo que acabo de decirle—. Fueron cinco minutos, únicamente cinco minutos, acaso crees que todos en esta ciudad tenemos una vida fácil como usted —estoy montando pleno espectáculo. No me da pena, no me importa. Si me voy de este lugar sin trabajo, lo haré con la cabeza en alto—. Que se levanta en la mañana y se monta sobre unos zapatos de tacón kilométrico, sirviendo cafecitos y moviéndole el culo a tu jefe para que este te de un ascenso. O como el señor Stone, el millonario que compra autos como si fueran juguetitos y se sienta en su majestuosa silla presidencial a dar órdenes; que vive nada más para su físico, sus trajes de corte italiano, sus relojes Rolex y sus mansiones en Pacific Heights o Cow Hollow -ella pone cara de pena, pero no me está mirando a mí.
—Señor Stone —¡¿Qué?! No contaba con esto—. Disculpe, ha sido un malentendido —continúa ella.
Doy media vuelta y ahí está el Señor Stone, el guapísimo señor Stone con su ridículamente caro traje italiano hecho a medida.
Sus manos descansan en sus bolsillos y una media sonrisa irónica, pero terriblemente sexy se escapa de sus labios al ver mi cara de asombro.
Ha observado toda la escena. Y es precisamente él, el hombre guapísimo que me puso nerviosa ayer. Creo que es su mirada la que me afloja las piernas porque ahora me estoy sintiendo de igual manera.
No puedo aguantar más humillaciones por hoy.
—Y como ya lo he dicho todo y por unos malditos cinco minutos no puedo tener una entrevista de trabajo, me marcho —no sé cómo logré pronunciar esa cantidad de palabras sin tartamudear.
Mis próximos pasos son bajo su atenta mirada, a unos centímetros de él, toma mi muñeca y me obliga a parar en seco. Un calor increíble comienza a atravesar mi cuerpo con solo ese roce.
Mi subconsciente me traiciona, recordándome con todo el fuego que apenas comienza a encenderse en mi interior, las palabras de "le daba hasta lo que pronunciara por esa boca".
Y sí.
No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
—No piensas disculparte señorita...—espera a que le diga mi apellido, pero no lo hago, solamente lo miro. No entiendo el motivo de mantener el contacto visual durante esos segundos, quizás fue retándolo, analizándolo o admirándolo, la verdad no sé—. ¿Creo que esa no es la manera adecuada de comportarse?
Río.
Vamos a hablar de comportamiento.
—¿Acaso algo de lo que dije es mentira? —le doy un tirón a la mano y me suelto.
Mi maldito cuerpo protesta. Sí. Y sigo sin comprender que tiene el señor Stone que provoca esto en mí.
Camino, pero en unos pasos regreso. Él aún tiene su mirada clavada en mí, en cada movimiento.
—¡Ah!, lo olvidaba. Enseña a tus mujeres a tratar mejor a las personas, le quitan prestigio a tu inmaculada empresa. Ahora si me marcho.
Sin que me quedara nada por decir, lo miré por última vez, fue algo fugaz, rápido para quien observaba desde otra posición, pero a mí me alcanzó para darle a mis ojos una vista preciosa y... caliente.
Veinte minutos después estoy entrando en mi departamento situado en el barrio Mission.
Retiro la horquilla de mi pelo y la tiro sobre la mesita en el centro de la pequeña sala. Sin ningún cuidado me siento sobre el sofá y me quito los tenis. Me recuesto al respaldo, apoyo una mano sobre la frente.
Perdí una oportunidad de empleo y todo por no controlar mis demonios, esos que sin querer a veces salen a la luz.
El sonido de mi móvil me da vuelta a la realidad. No necesito mirar la pantalla para saber quien es.
—Dime Andrea —contesto de mala gana.
Lo último que necesito es un sermón. Pero, conociendo a mi mejor amiga, como la conozco, no dejará su boquita cerrada.
—Estás loca verdad —se expresa un poco alterada—. Acabas de perder la oportunidad de tu vida.
No es tan así. Soy fiel creyente de que las cosas suceden por algo y si no obtuve ese trabajo es porque seguramente no me iría bien en ello.
¡Vamos que aguantar a Stone no debe ser algo fácil!.
—Acaso importa ahora. Ya no hay vuelta atrás.
Soy consiente de que mi voz mostró exactamente dos cosas, una, lo cansaba que estoy de este asunto y dos que ya me da igual.
—¿Quieres terminar como yo?, sirviendo mesas en un gastropub y con un mísero salario que no te alcanza para darte alguno que otro gusto —continúa su disputa. Sus palabras siguen derrochando furia.
—Es un trabajo digno —le respondo.
—Sí, lo es. Al menos todo lo que tengo lo he logrado por mí, pero tú estudiaste y te has esforzado mucho, mereces el trabajo por el que has luchado tanto.
Razón no le falta, pero, no puedo nadar contra la corriente.
—Si mi destino es ser camarera y no empleada administrativa de logística y transporte así será —manifiesto mi última frase sobre ese tema—. Mejor ven cuando termines tu turno en el Upcider y nos tomamos unos tequilas o un mojito, da igual la bebida, solo necesito un trago.
—Está bien amiga. Allí estaré. Te dejo tengo trabajo por hacer.