Una esposa de plástico
Una esposa de plástico
Para Angelina las reuniones sociales y la apariencia era algo fundamental para su vida, llevarle la contraria a su padre se habia convertido en su deporte favorito, ni siquiera le importaba lo que él pensara cada vez que ella hacia algo, que muy seguramente él no consideraría correcto, entre esas cosas estaba tener un novio como John.
-Vamos amor, tenemos una reunión con los compañeros de la oficina, vendrá gente tan afamada, ¡que ni te imaginas! – Angelina toma del brazo a su novio llevándolo hacia la puerta, ante la mirada estupefacta de Clara, ni siquiera le permitió que se despidiera y eso sí que estaba bien, ella lo que menos necesitaba era tener contacto con ese hombre.
Angelina pasa por el lado de su madre, le da un acostumbrado beso en la mejilla y le guiña un ojo.
-Mami no me esperes esta noche, estaré con este guapetón- sale corriendo de allí, sin ni siquiera darle la oportunidad a su novio de despedirse formalmente.
Clara se sienta en su sofá y se sirve una copa de vino, tal vez la monotonía y la soledad de su vida la estaba haciendo pensar cosas equivocadas, le da vueltas al trago y se queda pensando en lo infeliz que habia sido durante los últimos años, de no ser por sus hijos ya se hubiera vuelto loca.
Sirvió otra copa y con esta ya sumaba unas tres, sintió como el calor subió un poco a su cabeza, mira a su alrededor y está completamente sola, tiene la hermosa mansión que cualquier mujer desearía, dos hijos maravillosos, un esposo rico y afamado, que la habia convertido en una super modelo, que, para tener su edad, ni siquiera se notarían el paso de los años, las lágrimas empiezan a caer por su rostro y la frustración no da espera.
Se levanta del sillón para tomar una pequeña siesta, pero su paz se ve interrumpida por un golpe de la puerta. Voltea a mirar con la conciencia un poco aturdida, y ve como Angelina entra hecha un mar de furia.
- ¡Es increíble mamá! A los hombres no se les puede tener felices, de verdad, ese ridículo del John que no quería estar en esa fiesta, que por que se sentía inferior, como si mis amigos fueran malas personas- Angelina se bota al sillón con cara de decepción
-Hija, no sé que decirte, porque no sé como pasaron las cosas, pero tal vez deberías contar con la opinión de tu novio, si a él no le gustan ese tipo de reuniones, lo conveniente sería que compartieran otros espacios ¿no crees?
- ¿Estas defendiendo a John mamá? -Angelina la mira con cara de desprecio, desde muy pequeña habia sido una niña caprichosa, Clara la habia consentido demasiado, tratando de reponer todo el amor que por parte de Ricardo estaba ausente.
- ¡No hija! No ha pasado nada, solo te daba mi opinión- Clara se sonroja ante lo que su hija le estaba diciendo, trataba de no mezclar nada
-Mira mamá, yo no soy tu, que desde muy pequeña te dejaste someter por el narcisista de mi padre, yo tengo opinión propia, y en la relación con él mando yo, si no le gusta, bien pueda irse por un tubo, además ni que fuera el único…-Angelina suelta una risita traviesa, Clara la mira, la conoce tanto que sabía que algo se traía en manos.
-Bueno Angelina, primero respétame, no tienes porque razón decirme esas cosas acerca de la relación con tu padre, y ¿a qué te refieres, con “además ni que fuera en único”? - Clara la mira con seriedad, ella le habia inculcado valores, y le habia enseñado la importancia de la fidelidad y el respeto.
-Mira mamá, en estos tiempos hay que tener varias opciones, sino sirve el uno, pues sirve el número dos, ya sabes cómo es, no hay que estresarse- Esas palabras estaban dejando de una sola pieza a Clara, si bien Angelina no era una niña, sentía que estaba hablando con una completa desconocida diferente a la que ella formo.
-Bueno Angelina, eso ya es tu problema, ya no eres una niña, solo puedo decirte que hagas las cosas con mucho cuidado, sin hacerte daño y sin hacerle daño a nadie, espero eso lo tengas claro. ¡Con el corazón no se juega hijita! - Clara sale de allí casi que, tambaleando, ella jamás habia tenido la oportunidad de estar con alguien diferente a su esposo, así que era muy poco lo que conocía del amor, a pesar de ser una mujer tan bella, nunca le fue infiel a Ricardo, a pesar de que él siempre tuvo relaciones extramatrimoniales.
Llega a su cuarto y se quita la ropa para ponerse algo cómodo, ve como su cuerpo esta perfecto para su edad, sus senos no son muy grandes, y aunque no tienen silicona, su esposo le hizo un levantamiento, mira su abdomen marcado gracias al ejercicio, sus caderas firmes, y sus glúteos también de buen tamaño, pero él su lugar, su rostro era perfecto, y ni hablar de su cabello.
Pero sentía que algo en medio de ese par de divinos senos hacía falta algo, se sentía tan infeliz, tan carente de amor, solo veía como pasaban los años, frente al espejo las lágrimas comienzan a rodar en sus mejillas, el vacío que sentía en ese momento estaba más latente; se dio una ducha y se metió en su cama, aunque no fuera hora de dormir todavía, no tenía ánimos de hacer nada más en ese momento.
Al poco tiempo llego Ricardo, él no era para nada un hombre atractivo, era un hombre que ya lucia mayor, estaba calvo, y su vientre era un poco prominente, y su forma de ser no le ayudaba mucho.
- ¿Qué te pasa mujer? ¿Qué haces acostada tan temprano? ¿Acaso no tienes nada que hacer?
-Hola Ricardo ¿Cómo estás? - Clara era demasiado dulce para él, desde que era una niña lo era y nunca cambio esa forma de ser.
-Son apenas las siete de la noche, levántate de esa cama, nos vamos a una reunión, ponte el vestido más llamativo que tengas, quiero mostrarles a los nuevos socios las maravillas que soy capaz de hacer- Le dice mientras el busca un traje para cambiarse
-Ricardo, querido, es que no me siento con ánimos para salir ahora, ¿me podrías disculpar por favor?
-Mira Clara, tú no tienes opción de nada en este momento, solo puedes levantarte de esa cama ponerte un sexy vestido, unos su*** tacones altos, hacerte un menjurje en ese cabello y salir conmigo ¿has entendido? - Los ojos de Clara ahora se habían nublado, se sentía un simple objeto que su esposo lucia ante sus amigos, él jamás la y trataba con amor o con respeto, solo se lucia de lo que habia hecho con su cuerpo, que inclusive antes de estar operado ya era esbelto.
Clara se levanta de la cama con un poco jaqueca por las copas de vino y sale directo al baño para darse una ducha, sale de allí y se pone el vestido favorito de su esposo, ni siquiera era el vestido favorito de ella.
Se pone un hermoso vestido negro de lentejuelas que le queda un poco más debajo de los muslos, pero muy ceñido a las caderas, un escote en forma de corazón que usa sin ningún tipo de sostén, sus piernas al descubierto y sus pies calzados por unos tacones negros altos que estilizan sus piernas.
- ¡Que hermosa estas Clarita! Siempre has sido una belleza, pero desde que te mejore, eres perfecta, pareces de treinta, ni siquiera de cuarenta querida. -Ricardo se acerca y le da un beso en su cuello, al mismo tiempo que le pone un hermoso collar un zafiro, la joya resaltaba aún más su belleza.
Clara se aplica un fino perfume y una loción que le da brillo a su piel, su maquillaje es perfecto.
- ¿Nos vamos a demorar mucho Ricardo?- ella le pregunta como de costumbre cada que iba a salir, lo hacía para saber que esperar y llevar un paquete de cigarrillos para calmar su espera.
-Como siempre querida, vámonos se está haciendo tarde.
Clara baja las escaleras antes que su esposo, el sonido de sus tacones hace que su hija de un sobresalto, sobre ella estaba un hombre que no habían llevado a la casa, estaban haciendo cosas que por fortuna no fue Ricardo quien los encontró, así que Clara cuando se da cuenta de la situación, empuja a Ricardo hacia atrás antes de que tome la visibilidad de la imagen de su hija en ese espectáculo tan bochornoso.
- ¿Qué pasa Clara? – Le dice enojado
-Eh, es que, ven dame un beso antes de salir- Clara se abalanza sobre Ricardo y lo empuja hacia la pared dándole un beso apasionado, pero que no tardo más de treinta segundos porque él la empuja hacia atrás.
- ¿Qué te he dicho Clara?, nosotros ya no estamos para esas cosas, ponte en tu lugar ya tienes cuarenta años. -Esas palabras hirientes atravesaron no solo los oídos de Clara, sino que también su corazón, no entendía la crueldad de las palabras de Ricardo.
Ahora él es quien va delante por las escaleras, pero por fortuna ya Angelina habia salido de su vista, para Clara es increíble que su hija este actuando de forma similar a su padre, no tenían respeto por la pareja que tenían en ese momento, podrían tener a la mejor persona en el mundo, pero siempre iban a estar buscando algo mejor, ella suponía en ese momento que el cuento de John ya se habia convertido en historia, en el fondo sentía alivio.
Al llegar al lujoso bar- restaurante en donde Ricardo tenía la reunión con sus amigos, todos ellos se quedan observando a su mayor creación, a su maravillosa esposa Clara, todos sus amigos y socios eran hombres que llegaban a más de los sesenta años, que acostumbraban a frecuentar mujeres mucho más jóvenes que ellos, las compraban con grande sumas de dinero para que actuaran como sus mujeres.
-Vaya amigo el bombo de tu esposa nunca va a cambiar- Federico Teherán, un médico cirujano, era el mejor amigo de Ricardo, siempre habia pretendido a Clara, pero ella por respeto a su matrimonio jamás habia accedido.
-Si, a ella no le pasan los años no necesito invertirle a ninguna otra mujer, cuando se le empiecen a notar los años simplemente opero a otra que pueda lucir- ambos chocan sus copas mientras la miran sentada en una de las mesas, el alcohol se habia vuelto el refugio para Sara ante la soledad que vivía día a día, tomaba mañana tarde y noche, y justamente esa noche no iba a ser la excepción, beberá para olvidar que tan solo era la muñeca de plástico de su esposo Ricardo.
Solo necesito unas cuantas copas y de repente sintió que necesitaba desinhibirse, ya el ambiente en el lugar estaba más movido, las parejas salían a bailar, era un sitio donde los hombres como Ricardo y Federico frecuentaban para satisfacer sus deseos no solo de alcohol, sino de prostitución y drogas, todo camuflado en una bella recepción donde hombres con dinero iban a cenar.
Clara se deja llevar por la música y a diferencia de otras veces se levanta de la mesa y sale a la pista a bailar ante la mirada atónita de su esposo y sus invitados, quienes solo estaban acostumbrados a ver ese espectáculo por parte de las mujeres que contrataban, pero jamás proveniente de una de sus esposas.
Ella empieza a moverse al ritmo de la música, tratando de imitar a las otras jovencitas, siente que tiene el alcohol en sus venas y mueve sus caderas sensualmente, los espectadores no pueden dejar de mirarla, es una señora que tiene muy bien puestos sus cuarenta y muchos podrían jurar que no tenía mas de treinta.
Federico no desperdicia la oportunidad y sin pedirle permiso a Ricardo sale a la pista y se une a Clara, ella, aunque está concentrada en la danza, lo mira a los ojos y hace que la siga en sus movimientos, él se pega más a ella y roza su cuerpo con su figura, quien esta increíblemente molesto es Ricardo, a pesar de que trataba a su mujer como un trofeo no permitía que ella dejara su posición de mujer respetada de la alta sociedad, eso haría que su nombre perdiera respeto.
Sin embargo, dejo que la canción se terminara, Clara se sonríe con federico y ambos van a la mesa, hablando de la hazaña que acababan de hacer, pues ella hace mucho tiempo no se movía al ritmo de ninguna canción.
-Nos vamos Clara- Ricardo la jala del brazo sin dejarla si quiera musitar media palabra
- ¿Pero por qué? ¿ahora es cuando se está poniendo mas interesante?
- ¡Nos vamos te dije!, no me hagas enojar más. -Salen de allí sin ni siquiera despedirse de los invitados, la va jalando de su brazo sin ni siquiera importarle que le está causando dolor.
Uno de los tacones de Clara se parte y ella cae al suelo, mientras aún seguía siendo jalada por Ricardo.
- ¡Por favor espera, me lastime, ayayay! ¡Ricardo ayúdame por favor! -El dolor por su tobillo lastimado estaba consumiendo a Clara
-Mira Clara te traje para que actuaras como lo que eres, mi esposa, no como las mujerzuelas baratas que todos traen a estos lugares, y resultaste actuando igual a una de ellas- Ricardo le da una bofetada en su rostro y la mira con desprecio-regresa a casa como puedas pinche mujerzuela.
Clara se queda allí en el piso tirada, con su tobillo lastimado y con su boca rota, pero, sobre todo, con su dignidad por el piso, el llanto le cubre los ojos y su maquillaje empieza a correrse, se sentía la mujer más poca cosa del mundo, su esposo era un canalla y ella no lo quería reconocer.