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1

HARRY

   —¿Qué quieres hacer primero? —Helena entró a la habitación y se sentó en el borde de la cama abriendo las piernas. Cuando hizo eso... semanas atrás me hubieran dado muchas ganas y la hubiera follado de inmediato, pero ahorita no... no sé ni lo que siento.

Cerré la puerta con seguro por si una de las empleadas pasaba y miraba o escuchaba algo... quizás lo hacía porque no quería que Isa me viera en esta situación.

Isa, no sé por qué no dejo de pensar en esa chica. Es su voz, en su sonrisa, en sus ojos, en la manera en que arruga la nariz cuando sonríe. Me ha gustado pasar tiempo con ella hoy, aunque al inicio fue todo muy misterioso, el hecho de encontrarla sola por ese camino cuando la miré subirse al coche de ese tipo con más personas. Algo le habrá pasado para volverse sola. Pero Isa era muy reservada y llena de miedos, no hablaría. Y menos conmigo.

—¿Harry? ¡Harry! —Helena elevó la voz haciendo que saliera de mis pensamientos. La miré mientras parpadeaba varias veces para procesar lo que ella me dijo, pero era inútil, no le había puesto nada de atención.

—¿Qué? Perdona, estaba pensando.

—Estas muy pensativo últimamente —hizo puchero.

—Lo siento, es el trabajo —me quité la corbata y desabroché mi saco. —Iré a darme un baño ligero—le hice saber.

—Pero... ¿no estábamos listos para algo más? —me cuestionó. Sabía que quería que la follara.

—Primero me daré un baño. No tardo —abrí la puerta del baño y me adentré. Me quité toda la ropa, encendí la regadera y me metí. El agua estaba un poco helada, me gustaba bañarme con agua helando, me hacía despertar de mis pensamientos y volver a la realidad.

—¿Mi amor? —Helena entró al baño, quitándose la ropa. Estaba desnuda, me sonreía de manera pícara.

Bueno, creo que le daré lo que quiere.

—Ven acá —la tomé del brazo y la jalé dentro de la ducha. Helena jadeó un poco por el agua pero lo pudo resistir. La besé con pasión, apreté sus nalgas para despertar al de abajo. Cuando cerraba los ojos mientras la besaba empecé a ver un rostro... eso me dejó desconcertado.

Miraba a Isa sonriéndome.

Concéntrate, Harry.

Elevé a Helena y la hice que enroscara sus piernas en mi cintura mientras la pegaba a la pared. Tomé mi pene y lo introduje en ella. Helena jadeó.

La seguí besando mientras la penetraba. Pero seguía viendo el rostro de Isa en mis pensamientos.

¿Qué mierdas me pasa? Apreté el brazo de Helena sin darme cuenta, ella gimió.

—Estas muy agresivo hoy —susurró entre el beso.

—¿Y? —abrí los ojos y la miré.

—Nada, que me gusta —sonrió.

¿Por qué deseaba que en el lugar de Helena estuviera Isa? Joder, estoy mal, demasiado mal. No me puede estar pasando esto a mi. Tengo que terminar ya. Seguí penetrando más y más duro a Helena, la tomé del cuello mientras ella gemía y gemía.

—Harry...

Besé su cuello y cerré mis ojos.

Cuando al fin tuve mi orgasmo, Helena repetía mi nombre en mi oído, mientras yo repetía el de Isa en mis pensamientos.

Al salir de la ducha me puse mi pantalón de pijamas y me fui secando el pelo con la toalla. Helena se estaba vistiendo mientras me contaba no sé qué de sus amigas. Algún chisme de sociedad. Me asomé a la ventana para despejar la mente. Lo que había pasado había sido muy extraño. Mi mirada de inmediato pasó a la piscina. Ahí estaba Isabella, aún llevaba puesto el uniforme que le había dejado, ya se, me había portado mal en dejarle ese uniforme corto. Pero es que me provoca mucho. Isabella limpiaba la piscina, solamente sacaba las hojas que le habían caído en el día. La tenue luz apenas y la iluminaba.

—¿Harry, me estás oyendo?

Me giré a Helena.

—Iré a cenar.

—Está bien, yo llamaré a Penelope para quedar mañana. Jugaremos golf.

—Claro.

Salí de la habitación y bajé las escaleras. Sentí un impulso de ir a la piscina solo para hablar con Isa, últimamente quería estar cerca de ella y saber más de ella. Me parecía interesante, me llamaba la atención, había algo que me hacía volver una y otra vez a ella. Al inicio fue solo por sacar información sobre el asesinato de ese chico Ryan, y no niego que aún quiero saber qué fue lo que realmente pasó, pero seguirla y verla desprevenida me parece entretenido. Me gusta. Llámenme acosador, pero es lo que siento.

Me detuve de ir a la piscina y más bien me dirigí a la cocina.

—Martha, prepárame algo de comer por favor —le dije, sentándome en la isla de la cocina.

—En seguida, señor.

Saqué mi celular y empecé a leer los mensajes del trabajo. Por las noches me gustaba comer en la cocina, estaba más iluminada, había más compañía, era mucho mejor. Esta era una enorme casa como para estar con dos personas nada más. A veces era muy solitario. ¿De qué me servía tener tanto si no tenía con quien compartirlo?

—Martha, a que no sabes quién vendrá... —Isa apareció en la puerta de la cocina con una sonrisa en su cara, pero al verme se detuvo en seco— Oh, buenas noches, señor Lee.

—Buenas noches, Isa —le dije— ¿a que se debe tu felicidad? —me sentía mal por meterme en sus cosas pero no podía evitarlo.

—Bueno, no sé si sea importante saber sobre mi vida —se encogió de hombros un poco tímida. Martha había puesto mi plato de comida frente a mi y un vaso de jugo a la par.

—Provecho, señor.

—Gracias. Vamos, no seas penosa. —la animé mientras la veía un poco gracioso. Ella se había puesto un poco nerviosa.

—Bueno, es que acabo de hablar con Noah y me dijo que vendrá el fin de semana para nuestro aniversario—chilló de felicidad.

Sentí algo dentro de mi que no me gustó, era como rabia, ira.

—¿Noah es tu novio, cierto? —le preguntó Martha. Rodé los ojos porque era obvio que era su noviecito. Quien ahora vendrá para verla.

Tomé de mi jugo.

—Si, ya te había contado de él —respondió Isa.

—Tranquilas, pueden hablar con confianza. Hagan como si no estuviera aquí —les dije mientras daba bocados a mi comida.

—Está bien, lo siento, jefe —Isa se llevó a Martha a una esquina de la cocina y se pusieron a cuchichear. Yo estaba parando oreja para poder escuchar lo que decía, mientras disimulaba que leía noticias en el celular. Aunque en la pantalla de mi celular solo estaba la foto de un gato.

—Me dio la sorpresa —habló Isa a lo bajo. Rodé los ojos porque me caía mal que estuviera tan entusiasmada—Pasaremos todo el fin de semana juntos. Me dijo que venía viernes por la noche y se iría domingo por la tarde. Nada más que no sé dónde nos podemos quedar. En la universidad no lo aceptarán. Y aquí... es obvio que no.

—Puedes quedarte en mi casa si quieres —le dijo Martha.

—No, por supuesto que no, es tu casa y no la allanaremos. Quizás Noah rente un apartamento por esos días.

Apreté las manos porque sabía perfectamente qué pasaría si ellos rentaban un departamento. Me la imaginaba en sus brazos, besándolo, haciendo el amor. ¡Me niego! Terminé de comer y hice una pequeña bulla con la cuchara al dar con el plato, eso hizo que las dos me vieran.

—Oh, lo siento, señor —Martha se acercó para tomar mi plato y mi vaso para lavarlo en el fregadero.

—Así que... —Isa se acercó y se sentó a la par mía— ¿está todo bien?

La miré.

Esta iluminación le favorecía. Ella estaba sonriendo, realmente se veía feliz y emocionada. Su sonrisa me gustaba mucho, me gustaba verla sonreír.

—Está todo bien, es solo que creo que he tenido algo de insomnio estos días —le resté importancia.

—Si quiere lo puedo prepara un té —me sugirió.

—Jamás he probado un té —admití.

—¿Qué? —pareció sorprendida— Está bromeando, si tiene cajas de té en su alacena.

—Helena a veces toma para la jaqueca pero yo no, nunca me han llamado la atención.

—Si quiere le preparo uno y me dice qué tal está.

—Así que me prepararas un té —me giré a ella. Sentí la mirada de Martha sobre nosotros. Espero que no piense otras cosas que no son.

—Así es —sonrió, bajándose del asiento.

—Está bien —asentí— Esperaré el té.

—Claro, es algo rápido de hacer. Es más, haré para los tres —nos dijo.

—Martha, siéntate —le dije— No te preocupes, tus horarios de trabajo terminan a las siete y son las nueve y media, relájate un poco.

—¿En serio? No quiero parecer...

—No diga esas cosas y siéntate a platicar —no sabía qué me pasaba pero me estaba convirtiendo en otra persona de la que era hace unas semanas. Me sentía más sociable. No me reconocía.

—Así que Isabella está feliz porque su novio vendrá —murmuré mientras encendía mi celular y me metía a Instagram.

—Bien por ti, Isa, algunas de nosotros quisiéramos tener una relación así de bonita. —opinó Martha.

Isabella había puesto la olla para calentar agua, mientras se hervía se giró a nosotros. O bueno, se acercó de nuevo a mi.

—Pero a veces no todo es color de rosa —comentó.

Y la entendía bien.

—¿Cómo sales en Instagram? —le pregunté.

Ella me miró raro.

—¿Me va a seguir, señor Lee? —bromeó.

—¿Por qué no? —me encogí de hombros.

—Bueno —me tendió la mano para que le diera el celular. Se lo dejé, ella tecleó un usuario y de repente dio en el primero que apareció. Me entregó el celular y miré su cuenta. Salía como isabellafx, tenía dos mil cuatrocientos seguidores y tenía veinticinco publicaciones.

—Eres muy popular —bromeé.

—Por favor —rodó los ojos.

Su cuenta era un poco colorida, tenía fotos de ella en algún paisaje colorido, siempre en los pie de fotos había una frase escrita. No me sorprendía. Isabella me daba estas vibras. Tenía más publicaciones de flores, de arcoíris. Pero también habían fotos de ella... y del novio. Sí, tenía fotos con su novio. Abrazados, dándose un beso, sonriendo a la cámara.

Apreté la mandíbula porque me dio un poco de coraje. Y también un poco de desánimo. Isa no se dio cuenta ya que estaba hablando algo con Martha. Apreté el botón de "seguir" y ahora la estaba siguiendo.

—Oh, creo que me ha llegado una notificación —murmuró sacando su celular y mirándome cómplice— Ven, Martha, stalkeemos al señor Lee.

Martha se acercó y entre las dos miraron mi cuenta. Salía como harrylee y tenía muchos seguidores. Era nada más por el trabajo y la fama que te daba.

—Vaya, vaya —murmuró ella— si tiene más de veinte mil seguidores. Y hablaba de popularidad...

—No me gusta presumir.

Isa se quedó en el botón de seguir, pero no lo apretaba. Al final lo hizo, yo no tenía muchas fotos, no era tan fotogénico por así decirlo. Por lo general solo eran fotos en la playa o cuando surfeaba, pero últimamente no lo hacía.

—Aquí estas... —Helena apareció por la puerta de la cocina y el ambiente se volvió tenso de inmediato. Isa guardó su celular y Martha se reincorporó del asiento. —¿Qué haces? Llevo mucho tiempo esperándote en la cama.

—Estaba cenando, Helena, llego en seguida —hablé. No me gustaba que me estuviera vigilando ni que me dijera lo que tengo que hacer.

—Por favor no tardes —les dio una mala mirada a las chicas y se fue.

Qué horribles actitudes las de Helena.

—No te puedes ir sin tu té —Isa se paró a quitar la olla de la cocina, sacó tres tazas y puso en las tres una bolsita de té. Luego sacó la miel y les echó una cucharada a cada taza. —Si quieres llévatela a tu habitación, digo, para que... la señora Lee no se enoje más —Isa puso sus labios en una sola línea. No sé en qué tono me lo dijo pero sabía que no había sido en uno bueno.

¿Acaso había percibido algo de celos en ese tono?

No podía ser.

—Me quedaré a tomarme el té con ustedes, además quiero que veas mi reacción al tomarlo.

Martha tomó su taza de té, pero su celular sonó en una llamada.

—Discúlpenme un momento —se excusó, yéndose para la sala a contestar.

—Aquí tienes —Isa puso mi taza de té frente a mi mientas ella enfriaba el suyo.

Yo hice lo mismo.

Cuando lo probé, no estaba nada mal. Es más, sabía rico. Se sentía bien.

—Pues está muy rico esto —admití asombrado.

—Estoy segura de que dormirás muy bien —me sonrió— digo, si no es que te desvelas... —tomó de su té.

Sabía a lo que se refería con eso de desvelarse, me pareció chistoso que ella me lo dijera así. Además me gustó su actitud. Me hacía sentir que le importaba.

—No creo desvelarme hoy —elevé la mano y pasé un mechón de pelo detrás de su oreja. Pude ver varios lunares en su cuello.

—Bien por usted.

—¡Harry, estoy esperando!

Rodé los ojos.

—Me tengo que ir.

—Claro, corra.

—No quiero discusiones, por eso las evito.

Me tomé el té rápidamente.

—El té es para tomarse con calma —noté que rodó los ojos.

—Lo siento —apreté su hombro—Buenas noches, Isa, descansa.

—Adiós.

No me gustó su actitud fría. Pero no podía hacer nada. Salí de la cocina y me dirigí a mi habitación.

Isabella tenía razón, eso me había ayudado a dormir bastante. Eran las tres de la mañana pero desperté porque tenía mucha sed. Hacía mucho calor también. Encendí el aire acondicionado y bajé a la cocina. Las tazas estaban en la mesa, las tres. Tomé un vaso de agua completo. Cuando iba a salir de la cocina me quedé en el pasillo que daba a la habitación de Isabella. Tenía unas ganas enormes de ir y verla.

Decidí hacerle caso a mis ganas y avancé por su pasillo. Estaba oscuro. Cuando llegué frente a la puerta tomé el pomo y la abrí. Entré. Había una vela encendida nada más. Se sentía aroma a vainilla o algo así. Isabella tenía puesta una camisa grande de pijama, no tenía cobija porque hacía calor. Pude ver sus piernas, su trasero, ya que estaba de espaldas. Dormía profundamente. Me arrodillé frente a ella y quise acariciarle su cara.

Me había convertido en un acosador definitivamente, pero es que no podía evitar sentir ganas de verla todo el tiempo, aunque ella no se diera cuenta. También sentí ganas de acostarme junto a ella.

Maldita sea, no sé qué me pasa, no sé por qué actúo así. Jamás había actuado así con nadie.

Pero Isabella era tan diferente.

Me puse de pie y me dirigí a la puerta, no podía arriesgarme a que se despertara.

Salí de su habitación y me dirigí a la mía, pero lo más extraño es que sentí a mi pequeño amigo de abajo húmedo.

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