Tres
T R E S
TIEMPO DESPUÉS
Me había quedado sin ingresos, lo peor que le puede suceder a una persona es quedar sin plata, sin medio, sin una locha, dejé de trabajar porque quise aunque me pidieron que no lo hiciera, tenía la necesidad de hacerlo. La gente me veía como algo raro, me había quedado una pequeña gran cicatriz en la cara que consumía múltiples cremas para mejorar el aspecto pero no daba resultados. El día que salí del hospital, salí diferente, no se cómo explicarlo, de verdad salí renovada, era cierto que volví a nacer, me propuse a ser lo que mi madre me aconsejó que no hiciera, sentía a pesar de ser burlada por la vida que tenía la oportunidad de cambiar mi destino.
Decidí marcharme, mi madre lo dijo sin filtro: sí te era difícil buscarte un marido sin esa cosa en la cara imagínate ahora, terminarás como tú tía abuela que en paz descanse.
Mejor sería irme para el lugar donde crecí, Vancouver era diferente a Toronto, empezar de nuevo, una segunda oportunidad y remendando mis errores del pasado, fuí muy perra y hasta zorra pero tengo una vida por delante para seguir.
Saqué mi carta de renuncia y con fondos muy generosos me lo otorgaron. Venecia Kipling que ahora es Lovecraft me perdonó e igual que las otras personas con quién me había portado mal me perdonaron me fuí de Toronto arreglando cuentas.
Alquilé una habitación, una residencia, sólo estoy yo y mi dolencias. Buscaría trabajo para mantenerme.
Metí fichas a muchas empresas y mañana asistiría a varias entrevistas y espero que la misericordia divina actúe en ellas.
Sólo me queda poca finanzas como para comer en tres semanas y tengo que conseguir para pagar la cuota de la renta.
Me acerqué a la industria de telecomunicaciones y no hizo falta que me entrevistaran completamente, sabía que lo que tenía en el rostro sería un impedimento.
Lo sentimos. Pero no es lo que buscamos.
Lo siento señorita usted no podrá representarnos.
Lo siento.
Lo siento.
Se de que forma me veían, algunos se limitan en la portada del libro y no leen su contenido. Me juzgaron por mi condición.
Pero Morey, la señora que amablemente me alquiló una habitación en su casa me llenaba de ánimos para seguir el día siguiente buscando trabajo.
De verdad, la esperanza estaba desapareciendo y dicen que eso es lo último que se pierde.
Decidí llamar a una prima que bueno, sacando conclusiones generales, toda las familias de ésta Tierra deben de tener: alocada, viva, que no le importa los comentarios de otros, osada, cariñosa, perfecta para subir los ánimos caídos.
Había escuchado que había abierto un negocio, la tía no dejaba de hablar lo orgullosa que estaba de su hija. Así que, fuí a buscarla.
Llegué a donde me daba la dirección y dudé si entrar. Era como un cuidado diario pero no de niños sino de mascotas. Me sorprendí y traté de retroceder por mi camino pero una chica metro y tantos con una falda vaquera y una camiseta del equipo de hockey de Vancouver y unas botas ¿Militares? Y lo más sorprendente el cabello oscuro con mechas gruesas blancas.
Me fuí acercando con la intensión de aclarar mis dudas que surgían en mi cabeza.
—¿Magy? —volteó de inmediato y me vió detalladamente. Claro, ya no soy la misma, pues, una mujer con el cabello castaño claro o miel o un rojizo, la verdad que no sé que tono es mi cabello, lo único que sé que no es rubio, un abrigo, unos jeans y mis lentes anchos y sobre todo mi pequeña y notable gran cicatriz en la cara.
—¿Fany? Que horrible estás prima. —si, ella me quiere.— escuché lo del accidente. ¿Como estás?.
—Ahora, buscando trabajo. Vine a ver qué conseguía.
—Te quiero mucho pero creo que cuidar perros no es lo tuyo.
—Podría aprender, mira que necesito llevarme el pan a la boca.
—¿Y la tía?
—No me hables de ella. —le pedí, lo último que quiero es hablar de mi madre.
—Ven, pasa. —entré al local y el olor a animales me inundó. Tiene razón no cuadro en este lugar. —Abrí éste lugar con mis ahorros y pues me ha ido bien.
—Ya veo, hay muchos perros y con la pinta que cargas pareces a Cruella.
—Si. Y tú pareces a Frankenstein.
—Sí, y no por elección —por fin mi complejo me causa risa.— Tu de donde sacaste esa pinta, no te recuerdo así.
—Pues, los años pasan y uno cambia. ¿Y a tí? No te recuerdo como una nerda.
—Yo tampoco. Cambios.
—Me gusta ésta nerda. Tengo una amiga que trabaja en recursos humanos y esas cosas. Le pediré que te consiga un trabajo y hablaremos cuando ella me haga ese favor.
—Lo agradezco. ¿Podría quedarme a ver tu laborioso trabajo?
—Será un placer tener a una nerda de espectadora.
No era tan malo, llegaron personas que trabajaban para Magy hasta un veterinario.
Hice amigos nuevos que me preguntaron lo que me pasó sin miedo a que se le pegara la cicatriz como si fuera el Ébola.
Había todo tipo de perritos, chiquitos, grandes, los que babean mucho y los que babean demasiado. Conejitos, mininos y ví hasta una iguana que según lo trajeron de otro país con permiso especial.
Me fuí contenta por primera vez de un día pésimo a casa. Morey imagino que debe estar metida en esos clubes de ancianos, bueno para ser sincera a pesar de sus cincuenta y tantos ella se mantiene como una quinceañera y su belleza va más allá de la interna. Vale mas de lo que pesa. Es un amor de persona.
Llegué bañándome y tirándome a la cama a pensar en la nada. Y como un milagro Magy llamó.
—¿Frankenstein?
—¿Cruella? —me senté en la cama, me quité los zapatos y olí mis pies y comprobé otra vez que no sufro de mal olor.
—Llamé a mi amiga y ha conseguido trabajos disponibles para tí. Escucha: Conserje en una fábrica de calzados en...
—Paso. No se limpiar. —negué con la cabeza como si ella me viera.
—Está la de limpia piscinas pero no sabes limpiar. —rodé los ojos por ser tan pipirisnais
—Trabajos de verdad, por favor... —a mi prácticamente me hacían todo, yo solo se cosas básicas.
—Bueno, un amigo busca a una stripper que le haga un numerito en... —chillé.
—Pudrete —escuché su risa al fondo— ni de stripper, ni de vender cervezas a borrachos que buscan manosear.
—Está la de una granja pero no te gusta el campo. Y por último de niñera.
—¿Niñera? —sentí que la esperanza volvía a surgir.
—Sí, es bueno. Es con uno de los hombres más influyentes en el mercado. Según el anuncio busca niñera que esté disponible las veinticuatro horas a su servicios y con un lapso de prueba de dos semanas para cuidar a su hijo de dos años.
—¿Que es ese ruido? ¿Estás mascando?
—Estoy comiendo... —se ríe.
—¿Y que comes? Parece...
—Asquerosa... Hamburguesa con papas fritas.
—Pensé que era otra cosa... comes como un chivo mascando chicle. Volvamos al hilo de la conversación, por favor. ¿De cuánto hablamos?.
—De un dineral chula. —sentí como aspiró el pitillo de su bebida, el conocido y fastidioso sonido del aire entrando por el pitillo y el aspirado sin bebida que resulta cuando la bebida ya está acabando.— Paga el doble del sueldo mínimo y en casos especiales tiene sus bonos.
—¿Y sí no sé cuidar al bebé? —dije obvia.
—Imagino que son como los perritos. Comen, lloran, ladran... bueno digamos que ríen, y cagan.
—¿Cagan? ¿Qué?
—Que hacen popó, del dos, o se hacen... defecan o ...
—Entendí. ¿tengo que limpiarlo? —de todo, no imaginé esa parte del trabajo.
—No. Un niño de dos años puede limpiarse sólo.
—¿De verdad?.
—No. ¿Como crees? Es un bebé. Creo que este trabajo no es para tí.
—Si lo es.—dije rápido.
—No sabes limpiar a un bebé.
—Puedo aprender.
—Darle de comer, bañarlo, cuidarlo...
—Lo sé. Daré la talla lo prometo.
—Ok. Hablaré con mi amiga para que nos envíe la dirección. Y mañana irás a la entrevista.
—Gracias Magy.
—Buena suerte con eso. O mejor dicho, buena suerte con el niño.
—Muy graciosa Cruella.