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Capítulo dos. ¡Es un idiota!

—Lo siento joven, pero su tarjeta ha sido rechazada, ¿quizás tenga otra con la que podamos probar? —preguntó amablemente la dependiente de la tienda.

Oliver frunció el ceño, era imposible que la tarjeta no tuviera fondos, se había asegurado y verificado más de una vez que tuviese crédito antes de salir aquella tarde.

—¿Podría intentarlo una vez más? —pidió sintiéndose un tanto nervioso y molesto a la vez.

—Claro, quizás sea solo un error de sistema —dijo la joven, mientras lo intentaba nuevamente, lamentablemente había tenido el mismo resultado.

—Lo lamento, pero el sistema ha vuelto a rechazarla —dijo con cierta pena.

—Pagaré en efectivo, no se preocupe —dijo sacando la billetera y pagando con el único efectivo que tenía en la bolsa. Cogió sus compras y volvió a su piso. Desde hacía dos años vivía en Italia, alejado de su país de origen y de su familia. Él tenía muchos secretos y solo la distancia entre ellos podía ayudarle a seguir guardándolos.

—¿Qué sucede príncipe? ¿Por qué esa cara? —preguntó Victoria apenas lo miró entrar por la puerta.

—Mi tarjeta fue rechazada y estoy seguro que no me he gastado más que unos cuantos euros —dijo lanzando la bolsa sobre el fino sillón de piel y sentándose sin ceremonia.

Oliver Campbell tenía solo veinte años de edad, pero buscaba independizarse de sus padres desde que tenía dieciocho y le fue imposible, hasta que fue enviado a Italia, pero tal parecía que su padre había cambiado de opinión y estaba buscando la manera de atraerlo a los Estados Unidos nuevamente.

—¿Tu padre? —preguntó la joven sentándose a su lado entregándole un vaso de agua fría para ayudarlo a serenarse.

—Es lo más probable, no quiero volver Victoria, no quiero vivir con miedo, no soy el hombre que él cree que soy y difícilmente voy a seguir bajo su yugo. Tengo que encontrar una manera de librarme de él —dijo bebiendo un sorbo de agua.

—Puedes conseguir un trabajo, rentar un pequeño departamento…

—Lo sé, pero no voy a irme sin la parte que me pertenece de la empresa, mi abuelo me heredó el veinticinco por ciento al morir y mi padre no se quedará con lo que es mío —dijo con determinación.

—¿Y qué piensas hacer?

—Volveré a los Estados Unidos y exigiré la parte de mis acciones o en su defecto el dinero que me corresponde y entonces volveré a Italia y no volveré a marcharme jamás —aseguró con un tono decidido.

—Las cosas pueden no ser tan fáciles como las piensas Oliver. Por lo que me has contado de tu padre, no te dejará marchar como si nada —dijo la joven con preocupación.

—Lo sé y es por eso que no me iré solo, tú vendrás conmigo —dijo viéndola con intensidad.

—¿Yo? —preguntó señalándose con el dedo.

—Sí, necesito que estés a mi lado, no sobreviviré si no tengo con quien hablar, sabes que…

—Lo sé, no tienes que decirme nada cariño, estoy preparando las maletas. ¿Cuándo quieres volver? —interrumpió la joven rubia.

—Tenlas preparadas, estoy seguro que mi padre no demora en llamar —dijo con una ligera sonrisa y no estuvo equivocado. Esa misma noche recibió la llamada de su padre.

«Es indispensable que vuelvas Oliver»

—¿Qué es lo que pretendes esta vez, volverás a intentar usarme como moneda de cambio? —preguntó recordando lo que su padre quiso hacer apenas él cumplió los dieciocho años.

«No quiero sostener esta conversación por teléfono Oliver, te sugiero que cojas el primer avión con rumbo a San Francisco, ya se ha dado instrucciones para que uno de nuestros transportes espere por ti en el aeropuerto de Milán-Malpensa, te estaremos esperando»

Oliver gruñó al escuchar las palabras de su padre, pero él ya no pudo escucharlo porque había terminado la llamada, asumiendo que él obedecería ciegamente su orden. Y lo haría solo para conseguir lo que por derecho le pertenecía.

A primeras horas de la mañana estaba abordando uno de los aviones de Enterprise Airplane, en compañía de Victoria y pese a algunas objeciones que puso el piloto de turno había logrado salirse con la suya, Victoria viajaba sí o sí.

—Me temo que ganaré unos cuantos enemigos gratis en San Francisco —dijo Victoria abrochándose el cinturón cuando se les ordenó por el altavoz.

—¿Tienes problemas con esto?

—En realidad no, me gusta ver el mundo arder —respondió guiñándole un ojo al joven.

Oliver cerró los ojos, el viaje sería un vuelo directo, no habría escala en ningún otro país, y eso reducía el tiempo de viaje. Eso era lo que convertía a Enterprise en una de las más importantes aerolíneas privadas del país.

Por supuesto ese éxito no podía acreditárselo a su padre, si no a su cuñado. Un hombre que ni siquiera conocía, pero que se había convertido en el esposo de su hermana el año pasado.

El viaje fue demasiado rápido para su gusto, Oliver habría deseado prolongar más el tiempo y reunirse con su familia cuando tuviese veintiuno y fuera legalmente mayor de edad para cobrar su herencia.

Pero nunca jamás las cosas salían como él quería y debería estar acostumbrado a eso; era momento de enfrentar a su padre y empezar una nueva vida lejos de su familia.

—¿Estás bien? —preguntó Victoria al verlo serio y tenso.

—No, no lo estaré hasta que sea libre de mi padre, no puedo continuar de esa manera Victoria, quiero emprender mi propio camino, abrirme paso por mi cuenta, pero no lo haré si dependo económicamente de él como hasta ahora —dijo con frustración.

—Puedes conseguirte un trabajo, te lo he dicho antes Oliver, pero te has empeñado en hacerte con el dinero de tu herencia, también estás siendo culpable de la dependencia que tienes con él y que siga manipulándote a su antojo. Para muestra un botón, saliste corriendo apenas te dijo que debían hablar.

Oliver no respondió, porque no podía negar que Victoria tenía mucha razón. Estuvo bien recibiendo el dinero de manera mensual, mientras los gastos de la tarjeta lo cubrían la empresa, pero es que él tenía derecho a tener ese dinero ¡No era un crimen esperarlo! Pensó.

—Ese dinero es mío —dijo con obstinación.

—Y ese es tu jodido problema Oliver. Eres necio e insistes en tener lo que te pertenece y está bien, jodidamente bien. Pero deberías pensar en realizarte por tu cuenta. Hacer como que ese dinero no existe y ser más como el resto de los mortales, eso si quieres tener independencia de lo contrario sigue como hasta ahora —dijo con molestia.

Victoria no era una mujer que se fuera por las ramas. Amaba a Oliver, pero su amor no la cegaba, siempre que podía le hacía ver sus errores y el precio que algunos errores podrían costarle.

—Cuándo te pones en ese maldito plan, pareces más mi enemiga que mi amiga —se quejó haciendo un puchero.

—Soy tu amiga y te amo, pero no por eso voy a dejar de decirte lo que pienso, sino te gusta puedo volver en este mismo avión a Italia. Y tú —dijo señalándolo con el dedo —. Te quedarás solo —añadió cruzándose de brazos.

Oliver suspiró, pero no dijo nada, por el contrario, luchó para que la serenidad se adueñara de su cuerpo y la razón no escapara apenas pisara la casa de sus padres.

—Lo siento, quizás tengas razón, pero no puedo dejar que mi padre termine con todo lo que mi abuelo construyó, prácticamente le ha entregado Airplane a Sebastián junto a mi hermana. No sé porque demonios Maya aceptó ese absurdo trato, ella no puede estar enamorada de ese hombre arrogante ¡Es un idiota! —gruñó con enfado.

Victoria elevó una ceja y batió sus pestañas para tratar de aclarar sus pensamientos.

—Ni siquiera lo conoces, ¿Cómo sabes que es un idiota? —preguntó mirándolo con ojos curiosos.

—Se ha quedado con el sesenta y cinco por ciento de la empresa, el veinticinco me pertenece, lo que deja a mi padre solo con el diez por ciento de las acciones, sin voz ni voto dentro de la empresa, aunque él diga que no es verdad y que lo tiene todo fríamente calculado.

—Si es de esa manera, de idiota no tiene ni un pelo. Es un hombre bastante inteligente y sabe lo que quiere. Y tiene a tu padre justo donde lo necesita. Solo espero que tu necedad no te lleve por caminos errados Oliver, de cualquier manera, estaré aquí para ti —le aseguró Victoria con una sonrisa sincera.

—Lo sé y te lo agradezco, no sé qué haría sin ti —confesó dándole un corto beso en los labios.

—Yo tampoco sé.

—¿Qué no sabes? —le interrumpió.

—Lo que harías sin mí.

—Idiota.

—Me amas —respondió Victoria muy segura de sí misma.

El trayecto a la mansión Campbell se hizo corto y en menos de lo que esperaba Oliver estaba parado frente a la casa de sus padres, el lugar donde se había criado por dieciocho años y que había abandonado hacía dos años.

—¿Estás seguro de esto?, aún podemos escapar y volver a Italia —dijo Victoria al verlo dudar.

—Estoy listo, papá no volverá a amedrentarme —aseguró caminando hacia la puerta, respiró antes de llamar un par de veces.

La puerta se abrió y Oliver tuvo que luchar para no salir corriendo, se aferró a sus maletas y caminó con paso seguro al interior de su antigua residencia.

Oliver miró a su madre primero, ella corrió para abrazarlo y darle un par de besos en la mejilla.

—Cariño, te eche tanto de menos —susurró a su oído para no ser escuchada por su padre.

—Yo también mamá, espero que todo esté bien —dijo devolviéndole el abrazo y dos besos.

—Te espero en el despacho Oliver —dijo su padre en tono seco.

—No debiste volver cariño, tu padre no ha cambiado —le susurró.

—Tenía que volver. Me han cancelado las tarjetas, vivir en Italia sería imposible —dijo serio.

—¿Qué? —preguntó su madre asombrada.

—Ninguna tarjeta ha pasado y la mensualidad no fue depositada, no me ha caído ningún registro al móvil —dijo mientras miraba el lugar por donde su padre se había marchado.

—No te dará respuestas hijo, más bien creo que te dará problemas —dijo bajito.

—Pues no pienso ceder, esta vez voy a enfrentarme a él y tomaré lo que me corresponde por derecho y te llevaré conmigo —le aseguró.

—Tu hermana no pudo negarse a sus caprichos, lleva un año casada con Sebastián y dudo mucho que sea feliz —le confesó.

—Déjame hablar con él y entonces sabré a qué atenerme—dijo liberándose de los brazos de su madre y caminando hacía el despacho de su padre.

Oliver observó a Allan Campbell con resentimiento, eso era todo lo que había entre ellos, nunca se habían llevado bien y con los años las cosas no mejoraron y no mejorarían jamás.

—Y entonces… ¿Por qué cancelaste mis tarjetas de crédito? —preguntó sin más.

—No fui yo, no tengo nada que ver con eso; debió ser Sebastián.

—¿Y esperas que me crea eso? Ya no soy un niño papá, seguramente tú le has pedido que lo haga, pero no voy a discutirlo, quiero las acciones que el abuelo me heredó y entonces no volverás a verme, viviré por mi cuenta —dijo muy seguro de sí.

—Imaginé que ese era el motivo por el cual aceptaste venir a San Francisco. Te haré entrega de tus acciones solo si trabajas con Sebastián Cooper por un año.

—¡¿Quéeee?! ¡Estás completamente loco, ni siquiera lo conozco! —gritó.

—Ya lo conocerás y es lo único que te pido a cambio de darte la libertad que deseas, incluso estoy dispuesto a pagarte en efectivo el valor de tus acciones, pero para ser libre, tienes que trabajar un año con Cooper de lo contrario no te daré un solo centavo y estarás atado a mí hasta que cumplas los veinticinco años para tener acceso a tu herencia, tal como lo establece el testamento de mi padre. Lo tomas o lo dejas, es tu decisión Oliver.

Oliver sintió la ira arder en su interior, no esperaba un último juego de su padre.

«Sí crees que voy a salir corriendo entonces… te has equivocado esta vez papá», pensó con una sonrisa en los labios.

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