Capítulo3
Me levanté como todas las mañanas, con el sol filtrándose por el ventanal, admirando Central Park, y la gente que ya lo abarrotaba.
El ruido del cronómetro y el olor del café me reanimaron, acompañándome a la cocina, pasando una mano por mi cabello, ajustándolo, tomando una taza de la alacena de la cocina, vertiendo un poco de esa sustancia líquida de la jarra para despertarme. yo arriba
Me di una ducha rápida como de costumbre, eligiendo cuidadosamente mi ropa. Dándome un poco de colonia antes de ponerme la chaqueta y salir, en dirección a la oficina.
Como de costumbre, encontré a Clarys ocupada hablando, subiendo las escaleras sin esperar el ascensor.
Llegué al piso, saludando a todos como siempre, abriendo la puerta de la oficina.
Él había estado trabajando para mí durante una semana y le estaba yendo muy bien. Ciertamente, su mirada casta, ciertamente no era una vista impresionante. Pero salía con Natasha por las tardes, lo cual no me importaba, y mientras no llegáramos más lejos, estaba bien con eso.
Encontré el café ya colocado en el escritorio y los papeles apilados. Me acerqué y encontré que estaban en orden alfabético, con una precisión casi molesta. E incluso si era rara, sabía cómo hacer bien su trabajo.
Me quité la chaqueta, la colgué en la percha cerca de la puerta, luego me senté en el sillón y revisé mi correo electrónico.
-Christina- la llamé casi gritando, viendo materializarse su figura a través del cristal de la puerta.
Abrió lentamente, como si tuviera miedo de molestarme. Manteniendo una mano en la manija y la otra en la jamba de la puerta de madera.
-Adelante- dije resueltamente, al verla asentir.
-Hola, ¿algún problema con el café?- Preguntó preocupada, dando un paso adelante. Dios mío. Tal vez realmente lo asusté.
Suspiré en desacuerdo, apoyando mis codos en el escritorio, cruzando mis manos al frente.
-Te necesito esta noche. Tengo que ir a cenar con un cliente y tú vendrás conmigo a tomar notas mientras discutimos- Revelé asertivo, notando la forma en que me mordía el labio con asombro. ¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Él pensó?
Negó con la cabeza mientras yo fruncía el ceño y me pasaba el pulgar por la barbilla.
-No era una pregunta, era una imposición- agregué bruscamente al verla asentir.
-Sí claro…sí lo sé- dijo mirando los habituales mocasines, moviéndose de un pie al otro. Cuando apareció Natasha.
-Hola morena guapa. Gracias por la velada- me reveló lanzándome una sonrisa pícara en esos labios rojo bermellón.
Vi a Cristhina volverse hacia Natasha, rodando los ojos, resoplando.
-Se puede ir. Escríbeme la dirección, te paso a buscar- Le advertí viéndola asentir, para luego salir adelantando a Natasha quien la miró de arriba abajo, conteniendo la risa, entrando, cerrando la puerta.
Se acercó a mí, mientras yo seguía sentada en la silla, observándola inclinarse a mi altura, colocando una palma sobre el escritorio y otra sobre el brazo de la silla.
-¿Vas a salir con eso esta noche?- Preguntó haciendo un puchero, dejándome la vista de sus pechos desde la blusa desabrochada.
Volví a centrar mi atención en sus ojos, riéndome.
-Espero que estés bromeando. Lo necesito para tomar notas- Revelé con arrogancia, observándola mover su cabello, acercándose a mi rostro, pasando el contorno de mi rostro con mi dedo índice.
-Eso es mejor. Pensé que de repente habías cambiado de gustos- me sonrió, acariciando mi nuca, acercando sus labios, levantándose del sillón, haciéndolo chocar contra el escritorio, moviendo los papeles, para sentarla, abriendo sus piernas.
-Me alegro de que tus gustos sean siempre los mismos- añadió, desatando mi corbata, mientras yo subía mi mano por debajo de mi falda, presionando mi erección contra la tela de su tanga.
-Como ves, siempre tengo buen gusto- revelé con lascivia, deslizando dos dedos dentro de ella, moviendo el elástico, viéndola abrir la boca, luego dándome una sonrisa satisfecha, asintiendo, tomándome por la nuca, besándome con ansia.
Saqué un condón del cajón, mientras me desabrochaba el pantalón, tomando mi miembro en su mano, deslizando su mano, metiendo el condón. Hundiéndome dentro de ella, oyéndola jadear lentamente, para no hacernos oír, atrayéndola más hacia mí desde las nalgas desnudas, mientras echaba la cabeza hacia atrás, embargada por el orgasmo, lamiendo su cuello, luego llenándolo.
La escuché calmarse lentamente, luego despertarse, mordiéndose los labios hinchados y aún más rojos, tomando el espejo de encima del escritorio y acomodándose.
Se levantó del escritorio cuando me acomodé y me dio un beso mientras me dirigía a la puerta.
-Nos vemos Mark John- dijo, antes de dejar mi vista, retomando mi trabajo diario.
pov.Cristina
La falsa pelirroja barata y odiosa.
-Gracias por la velada- Imité el gesto con disgusto, comiendo galletas que sabían a plástico, o tal vez solo era mi apetito el que había disminuido.
Para conseguir café para ese patán, tuve que vestirme rápido, regar las plantas de mi odioso vecino, que se fue de vacaciones. Ella también sabía que yo no tenía una vida de cinco estrellas, asumiendo bien que yo era el único en el condominio cuidando sus plantas. Y ni siquiera tenía un pulgar verde.
Casi choco con mi pobre Smart, el estacionamiento revuelto, viendo a la gente insultarme y tocar la bocina, desafinando mis tímpanos, sin poder beber mi santo santo café.
Fui salpicado por un auto cuando estaba cruzando justo al lado del charco fangoso, ensuciándome la gabardina. De pie en una cola inmensa en su amado Starbucks, esperando con impaciencia que la gente se dé prisa, llegue a tiempo a la oficina y tenga todo listo para ellos.
Y esta noche me vi obligado a ir con él y su estúpido cliente.
-Tienes que tomar notas- bromeé en su desagradable tono narcisista, sacudiendo la cabeza.
Tomando otro pedazo de galletas, mirando la bolsa de migas, pensando que mi vida era un poco así.
Y de qué sirve decir que tenía planeada una super velada. Pijama trendy con conejitos estampados, mashmallows y 'Viento de pasión', mi telenovela argentina favorita. Todos rodeados de mi fiel tapadera, ni siquiera Linus era tan cariñoso como yo.
Pero ahora el desastre había terminado. Iba a ser una noche infernal. No solo aguantando en el trabajo sino también fuera, aunque fuera una cena de empresa. No te engañes. Llora, nunca te recordará.
Y en realidad no tenía la menor idea. Por supuesto que había cambiado con los años. Me había teñido el pelo, de rubio a castaño oscuro, mi cara infantil y algo gordita se había convertido en un óvalo con pómulos pronunciados. Pero unas pocas pecas leves me recordaron que todavía era yo. El hobbit Molly. Apodo que me dieron en la secundaria.
Levanté mi rostro de la computadora, cuando vi a la pelirroja salir de la oficina de Mark John, ajustando su falda con una sonrisa de absoluta satisfacción. Y solo podía imaginar qué causó esa sonrisa. Pero no entendía por qué me molestaba de alguna manera.
Si él estuviera buscando a una mujer así, habría revolucionado la ocultación de Cristhina, para mostrarle que uno puede ser hermoso pero tener un cerebro funcional. Pero habría necesitado algo de ayuda de Kitty, o tal vez un poco de agua bendita de Lourdes.
Regresé a casa con ansiedad. Parecía un globo a punto de explotar. Agarrando el inalámbrico en la unidad de pared de madera, marcando apresuradamente el número de Kitty.
-¿Listo?. Respondió con su habitual tono de voz, que en vez de relajarme me hizo aún más agitado.
-Necesito tu ayuda. Estoy en un lío, en realidad estoy en un lío. Jadeé, cambiando de un pie al otro, tratando de no dañar mi uña índice.
-Llego. Solo una palabra, luego cuelga. Dejo el teléfono, tomando una respiración profunda. Deambular por la casa buscando algo que pudiera calmar la ansiedad que sobresalía como olas en las rocas, haciéndome sentir un zumbido en el estómago y mil parpadeos.
Caminé hacia el armario, tirando toda la ropa sobre la cama, buscando algo presentable. ¿Una falda negra completa con un jersey de cuello alto del mismo color encima? Dios, me hubiera parecido la hija adulta de Morticia.
Me dejé caer sobre el edredón de la cama cuando escuché el timbre, y por el apretón con el que seguía sonando como un martillo neumático, supe que era Kitty.
La observé subir rápidamente las escaleras, luego se alisó el cabello con indiferencia cuando vi que mi vecino Jason me saludaba con la cabeza, luego le lanzó una sonrisa astuta a mi amigo, dejándolo pasar para bajar las escaleras, volteándose para admirarlo en la parte inferior de la espalda, imitando un
- Es sexy como el infierno- poner una cara de sorpresa y ensoñación, antes de tomarla por la manga de su chaqueta, dejarla entrar y cerrar la puerta.