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Murat
No era la primera vez que me enviaba mensajes.
Ya habían habido otros pero nunca se había identificado como esta vez, y tampoco me había dejado claro que me había visto.
Mi hermano Gokan me había escrito y eso, me puso a pensar ciertas cosas.
Si había decidido acercarse tanto, pero no llegar del todo, supongo que la historia iba más allá de la maldita costumbre que tenía a intentar ponerme nervioso. Como si me importara a estas alturas, algo de mi pasado. Ya había cumplido, se había demostrado mi inocencia y nunca más en mi vida regresaría y desde luego, no le volvería a dirigir la palabra a nadie de mi familia. Alguien que aún no sé y que ya no me interesa saber, me hizo caer en aquella trampa, por lo que no confío en ninguno que lleve el apellido Tuzdav.
Por otro lado, el que me haya visto con ella, puede ponerla en riesgo si se acercan demasiado a mí, a través de ella. Tengo que sacarla de mi vida cuánto antes, pero esos ojos, que me persiguen hace tantos años, no me dejarán tan fácilmente.
A partir de ahora tengo que tener mucho cuidado cuando salga para mi casa, no quiero que me vean allí, o que algo amenace a Fury.
Ella me miraba confundida. La tenía tomada del brazo y no la había soltado aún. Cuando lo noté la dejé escapar y me fuí a cambiar de ropa.
En el estudio todo era diáfano, no había manera de esconderse y es que así me gustaba, sin escondites.
Ver cómo se giró, a través del espejo y se sonrojó por mi desnudez me hizo gracia. Y me hizo volver a pensar en aquella niña inocente, que dejó sus ojos grises grabados a fuego en mi memoria.
Cinco años de mi vida, había estado en la cárcel por un crimen que no cometí, que ni sé quién lo cometió y que desde luego, no sabría decir porqué hicieron algo así.
Amanecí en un cuarto de hotel, con los cadáveres de un matrimonio degollados y con elarma homicida en mi mano, encima de la cama.
Aquella niña nos miraba tan asustada, como esta noche me mira ella.
Quité mi ropa y cualquier otra mujer, se habría lanzado a por mí, pidiendo que la follara sin descanso pero esta, esta chica se sonrojaba y se encogía en una esquina como asustada.
Dejé mis demonios en el fondo de mis malditos recuerdos y me quedé en boxer, metiéndome a la cama. Estaba cansado y herido, pero no podía ducharme, no con ella mirando, pensaría que la quiero violar, estoy seguro.
No soy de hablar y no iba a empezar con ella. No me gusta y ya no hago nada que no desee.
Cuando cerré los ojos y puse mi antebrazo sobre mi frente, respiré hondo, evitando quejarme del leve dolor que sentí entre mis cejas partidas. El imbécil aquel me había lastimado, solo por ella.
Fue verla y perderme. Me sentí en un retroceso en el tiempo, volví al momento en aquel hotel, dónde sus ojos me veían despavoridos.
Cuando se vive como yo lo hago, solo mi perro puede acercarse sin que me ponga furioso si no pido cercanía.
Ella cometió el error de acercarse sigilosa y eso, me enfureció.