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Capítulo 2.

Tomó una caja, la puso sobre la mesa que había colocado junto a la ventana, y la abrió, encontrando sus implementos de dibujo. Estaba desempacando por setentava vez en su vida, desde que tenía memoria. Su nueva casa no era muy diferente a todas las demás en las que había vivido, todas eran enormes mansiones, rodeadas de extrema seguridad. Ella aun no entendía por qué; por qué tenía que vivir de aquella manera. Luego de un tiempo, dejó de desempacar, sabía que su nueva casa jamás se convertiría en un hogar. Lo único que realmente llegaba a sacar de las cajas de la mudanza eran sus herramientas de dibujo y pintura. Era lo único en lo que hallaba consuelo, lo que hacía día y noche, dibujaba sin parar. Ella dibujaba todo lo que imaginaba, dibujaba sus sueños; y de vez en cuando, deseaba vivir dentro de ellos. Poder hablar con las personas que dibujaba, caminar por los bosques que pintaba; pero no, ella no podía, siquiera le era permitido hablar con cualquier persona que no fuera aprobada previamente por sus padres.

Tomó su libro de dibujo, un par de lápices y unos carbones; bajó hasta el primer piso de la mansión, pasando por el estudio de su padre, que, como de costumbre, sin importar cual casa habitaran, estaba cerrado con llave. Lo comprobó cuando intentó abrir la puerta. Justo cuando se preparaba para salir, su madre la atrapó en el acto. Ella cerró los ojos, sintiéndose atrapada, y suspiró, jamás sabría cómo reaccionaría su madre.

La mujer le dio una mirada dura, voraz. Entonces preguntó:

― ¿A dónde se supone que va?

―Madre ―expresó en un suspiro ahogado, intentando tomar el valor suficiente para continuar―. No tenía un destino de largo trayecto. Solamente quería salir a dibujar, tener una vista amplia de la casa desde las afueras. Tan solo al otro lado de la calle. Prometo que no me moveré de ahí.

―Sabe que, si intenta escapar, ellos tienen órdenes de impedirlo ―le recordó su madre, Yone asintió, como cada casa en la que habían vivido, siempre eran condominios de alta seguridad, con un cuerpo policial interno previamente advertido, ella jamás podría ver el mundo detrás de aquellas paredes.

―Dibujo, no pretendo cosa alguna además de ello.

―No hables con nadie. Mantente a la vista ―ordenó su madre.

―Si señora ―la chica bajó su cabeza, haciendo una pequeña reverencia al final en señal de respeto a su señora madre. Así se había acostumbrado hacerlo, era un instinto natural. Jamás reaccionaría de otra manera frente a ella; pero interiormente, ella estaba saltando de felicidad. Ellos no solían dejarla salir de la casa jamás, solo durante unas pocas oportunidades como aquella.

Cruzó el portón de metal, sintiéndose extasiada, lo disfrutaría al máximo; porque sabía que eso no se repetiría. Cruzó la calle dando saltos y celebrando; cuando estuvo satisfecha, se sentó en el borde de la acera, dejando sus instrumentos de dibujo a un lado. Antes de empezar a dibujar, ella echó un vistazo sobre su hombro, mirando la casa a sus espaldas, cada casa estaba separada una de la otra por una larga distancia; no obstante, Yone podía ver esta fácilmente, aun cuando la distancia entre la entrada sobre la calle y ella era distante. Todo parecía desolado.

Esperaba que no hubiera nadie allí. Tomó su lápiz, y empezó a dibujar. Sin embargo, justo cuando ella volteó, alguien ahí adentro notaba su presencia. Dentro de la casa, un chico corrió la cortina en la ventaba para mirar hacia aquello rojo que reflejaba la luz contra la ventana.

―Hay una chica sentada frente a la casa ―dijo él.

―Debe de ser alguna conquista de Tarian ―comentó el chico rubio a su lado, ahora este también se asomaba por la ventana, intentando mirar lo que su amigo.

―No creo que sea de su tipo.

― ¿Qué diablos estás diciendo? ―preguntó Tarian, acercándose a la ventana también― Glen, todas las chicas son mi tipo. Yo soy del tipo de todas las chicas.

―Narcisista ―gruñó el hermano menor de este, uniéndose a los tres chicos en la venta.

―Mírala: usa gafas, lleva un cuaderno. Es el tipo de chica inteligente en la que jamás te fijarías, a ti solo te gustan chicas fáciles y huecas ―dijo Glen.

―Eres un idiota, es justo mi tipo de chica, hermosa. ¡Bowie! ¡Deberías teñirte el cabello de ese color la próxima vez! ―gritó a su hermano menor, este ya se había apartado de la ventana, no demasiado interesado a primera vista. Su hermano era fanático de los cambios de cabello, había tenido todos los colores del arcoíris en su cabello, además de todos los cortes existentes.

―No creo que sea tintura ―objetó Glen, estudiando el cabello rojo y ondulado de la chica, que, aunque estaba lejos, era imposible no notarla.

―Un color así jamás sería real. ¡Es imposible! ―aseguró Tarian.

―Podrían ir a saludarla en lugar de estar hablando de ella a sus espaldas. ¿No creen? ―sugirió Bowie, un poco molesto de la discusión entre su mejor amigo y hermano.

― ¡Estás loco! ―expresó su otro amigo, el chico rubio que por lo general se mantenía callado.

―Yo no iré ―le apoyó Glen.

―De ninguna manera ―dijo Tarian.

―Son unos cobardes, yo si iré a saludarla ―Bowie se levantó del asiento, cruzó el salón de estar y fue directamente hacia la puerta.

Sus amigos y hermano lo miraron una expresión ilegible, creyéndolo una locura. Bowie no los entendía. ¿Por qué les intimidaba tanto la idea de ir a saludarla?

Bowie se acercó silenciosamente a la chica sentada frente a su casa; antes de siquiera decirle una palabra, la miró cuidadosamente. Ella estaba tan concentrada en lo que hacía que ni siquiera había notado que él estaba a su lado. Él la miró boquiabierto. ¡Ella sabía lo que hacía!

Ella levantó su rostro, mirando hacia la casa del frente. Bowie supo entonces que ella era su vecina del frente, lo que dibujaba con gran concentración era la casa frente a ella. Decidió que era hora de saludarla, así que se inclinó ligeramente, tocando el hombro de la chica. Inmediatamente, la chica se puso de pie de un salto, alarmada. Él había logrado asustarla.

―Lo siento tanto, no quería asustarte ―dijo él.

―Yo… yo… ―balbuceó ella, nerviosa, realmente aterrada―. Debo irme.

―Espera, no te vayas ―él extendió su brazo, tomando la muñeca de la chica, intentando impedir que se marchara―. Puedes quedarte, no nos molesta. Por cierto, mi nombre es Bowie.

―Yo… soy… Yone ―tartamudeó ella.

―Miré lo que hacías ―señaló su cuaderno, ella lo aferraba contra su pecho.

―Dibujaba mi casa ―aclaró ella, él asintió, lo sabía. La chica empezó a relajarse, mirándolo con duda. Sin embargo, ella extendió su cuaderno hacia él, con manos temblorosas. Sería la primera vez que alguien vería sus dibujos. Bowie correspondió, tomó el cuaderno de las blancas manos de la muchacha pelirroja―. Lo estoy empezando; pero tengo más, de mis anteriores casas. Dibujo todo lo que puedo.

Bowie pasó las hojas del cuaderno con rapidez, echándole un vistazo rápido a los dibujos, había una enorme cantidad de diferentes casas en él.

― ¿Realmente has vivido en todas estas casas? ―preguntó, ella asintió― Eres una experta en esto.

―Sí, he vivido en muchas casas ―respondió ella. Bowie siguió mirando los dibujos; pero se detuvo en uno de estos, sorprendido por lo que miraba.

― ¿Viviste en un castillo? ―preguntó.

―No. Ese solo lo soñé.

―Este autorretrato es hermoso ―comentó al pasar la página.

―No soy yo. Ella tiene los ojos más juntos, y la nariz más fina. La he visto en mis sueños, posiblemente no sea real ―explicó ella.

―Parece muy real. Tienes un talento excepcional ―declaró, devolviéndole la libreta. Ella la tomó, pero miraba hacia abajo, todo el tiempo ella había estado en aquella posición, y él no lograba admirar su rostro por completo.

―Solo he tenido mucho tiempo para practicar. Siempre estoy en casa, no conozco mucho de lo que hay detrás de las paredes de mis casas ―explicó.

―Mundo detrás de la pared ―repitió Bowie, sonriendo un poco.

― ¿Disculpa? ―preguntó ella, mirándole un poco confundida.

―Es una canción. ¿La has escuchado?

― ¿Qué es una Can…ción? ―preguntó, era una palabra extraña.

Bowie la miró sorprendido, ella enserio no sabía lo que era.

¿Cómo era eso posible?

―Tengo una idea, espera aquí un minuto, no te vayas, volveré en un momento ―pidió él, dio media vuelta y corrió de regreso a su casa. Fue solo entonces cuando ella levantó la mirada, atreviéndose a seguir al chico con la vista, mientras él corría desde el portón hasta la puerta de su casa e ingresó.

Y miró en aquella dirección, atenta a si él volvería o no, su corazón corría a mil kilómetros por hora. Se suponía que ella no debía hablar con nadie, no podía; pero no podía resistirse al encanto de una conversación prohibida; ahora se sentía muy curiosa, sobre qué era lo que haría él. Vio al chico regresar a la puerta, este corrió de regreso a ella. Tenía algo en su mano, y cuando estuvo frente a ella, tomó su mano, y puso una especie de caja de plástico aplanada en su mano.

―Gracias. ¿Pero qué es? ―preguntó, por primera vez mirándolo a los ojos, revelando la totalidad de su rostro ante el muchacho.

Él la miró con ojos abiertos y boquiabierto, ella era algo irreal, no parecía ser de este mundo.

― ¡Dios santo! ¡Tus ojos! ―expresó él.

― ¿Qué tienen mis ojos? ―preguntó ella con un poco de temor, su reacción no era noble.

―Son de color… lila. ¡Jamás vi algo igual! ¿Usas lentes de contacto? ―preguntó él, aunque se le hizo estúpido inmediatamente; ella usaba lentes de lunas redondas ahora mismo. Ella le miró inexpresiva, inclinando su cabeza ligeramente de medio lado. Una vez más, completamente ignorante de lo que él le decía.

― ¿Qué son lentes de contacto? ―preguntó, mirándolo con más cuidado. Él no parecía ser un chico varón común, de no ser por el nombre, habría pensado que era una chica. Con sus rasgos delicados, maquillaje y cabello de colores. Tampoco es como que hubiera visto muchos hombres en su vida, quizá aquella era la costumbre ahora; pero él le agradaba mucho.

― ¿Enserio no sabes lo que son lentes de contacto? ―preguntó con cierto tono de indignación. Bowie pensaba que para ser una chica de apariencia intelectual. Era muy ignorante de cosas simples de la vida.

―No lo sé, tampoco sé lo que es esto ―ella levantó ligeramente lo que él le había dado-

―Es un CD, tiene música en él ―explicó, pero tenía la esperanza de que ella dijera que lo conocía.

― ¿La música es como melodías? ¿Es algo que se escucha?

―Sí, cuando lo pones en un reproductor de música, suena.

― ¡Oh! ―su rostro se iluminó, recordaba algo― Creo que sé lo que es, mi padre tiene un tocadiscos. Gracias por… ¿Cómo dijiste que se llamaba?

―CD, es diminutivo de disco compacto. Como más te guste.

―De acuerdo ―asintió con una sonrisa―. CD, no lo olvidaré. Debería irme ya, necesito marcharme antes de que mi madre descubra que he hablado con alguien.

―Puedes venir a mi casa cuando quieras. Te enseñaré más discos compactos ―dijo él, antes de que ella emprendiera su camino de regreso. Yone, sonrió ante la amabilidad de su vecino.

―No creo que eso sea posible. De todas formas, muchas gracias. No lo olvidaré ―dijo ella, dando la última palabra. Ella le dio la espalda y caminó alejándose de él.

Bowie la miró marcharse; no podía evitar pensar, de dónde había salido esa chica tan extrañamente hermosa. ¿Cómo era posible que no supiera absolutamente nada? No entendía nada sobre ella. Solo era testigo de su peculiar belleza, una que era capaz de perturbar y hechizar a cualquier hombre; aunque sus gustos fueran un tanto distinto a eso.

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