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Capítulo 2

Narrado por Gustav.

Cuando vi aquella isla en el horizonte me pregunté.

¿Qué diablos haré yo en Kaleptahad?

No tenía la menor idea de lo que haría en los dos meses que nos quedaríamos en la isla. Era particular saber que era una pequeña parte del mundo en la que nadie nos reconocería.

No existía Internet, radios, celulares, cámaras o reproductores de música; todo era antiguo, tan medieval. Aun se transportaban en carruajes y caballos, era regresar al pasado, hasta viajar en una calavera era particular, nada de yates o cruceros, era un barco movido por el viento. Me extrañaba su sobrenatural forma de andar, a veces, el viento corría en la dirección contraria y el barco continuaba surcando contra la corriente.

Podía ver a Aleeah y a Tarian en el otro borde del barco. Ella se veía muy elegante con su sombrero y sombrilla de papel tapándose del sol. Glen y Hebe estaban sentados en el piso del barco, como siempre, no paraban de besarse un solo segundo. No aprendieron a hacer nada juntos más que eso, donde sea que fueran, donde sea que estuvieran.

Regresé a mirar el agua de mar abrirse ante el paso del barco. De pronto, el sol iluminó algo en mi dirección, dándome justo en los ojos. Tapé el reflejo con mi mano y me incliné mirando en esa dirección. Unas pequeñas ondas seguían al barco, en cierto momento fui capaz de distinguir su cola, eso era lo que reflejaba el sol, justo cuando subía a la superficie, las escamas destellaban. Sobé mis ojos intentando aclarar mi vista y asegurarme de que lo que estaba viendo era real.

― ¿Sirena? ―susurré para mí. No podía verle el rostro; pero distinguía su figura, y no, no estaba loco.

― ¿Te pasa algo Gustav? ―preguntó Bowie acercándose a mi lado.

―Creo que estoy alucinando; acabo de ver a una sirena siguiendo el barco.

Bowie comenzó a reír y lo miré seriamente, no entendía su risa.

¿Se estaba burlando de mí?

―Mejor no te digo nada; cuando lleguemos a Kaleptahad, lo que acabas de ver se te olvidará por completo.

―Hablas como si supieras algo ―acusé.

―En realidad, se algo que ninguno de ustedes, ni siquiera Aleeah y Hebe, saben. Se van a topar con una enorme sorpresa ―sonrió de manera orgullosa.

¿Qué era lo que no nos había dicho este idiota?

―Ahora entiendo tu entusiasmo por venir, nos estás escondiendo algo ―señalé, ceñudo.

―No falta mucho para que se den cuenta. Si vuelves a ver a tu sirena pide un deseo, dicen que los cumplen ―dijo y se apartó, llevándose esa pegajosa y ridícula sonrisa con él.

Volteé a ver en la dirección donde la divisé; pero las ondas habían desaparecido, supongo que tampoco habría oportunidad de pedir un deseo para mí.

Suspiré y caminé hasta acercarme a Tarian y Aleeah. El muelle de Kaleptahad ya se estaba divisando con claridad y ni hablar de la expresión de Tarian y de Aleeah cuando empezaron a notar a las personas sobre el muelle.

― ¡Glen! ¡Hebe! ¡Vengan a ver esto! ―gritó Aleeah.

Ellos no tardaron en ponerse de pie y caminar hasta nosotros.

― ¡Oh por Dios! ―expresó Glen. Hebe también estaba boquiabierta y Bowie era el único que no parecía estar sorprendido en lo absoluto.

― ¿Están seguros de que estamos en la isla correcta? ―preguntó Hebe, claramente anonadada.

Lo que veíamos no pertenecía a este mundo.

―Sí, papá y Mason están en el muelle. ¡Míralos! ―Ro señaló en la dirección correcta.

―Sabía que los vampiros no eran los únicos seres mágicos reales ―dije, recordé lo que Mason nos había dicho de los hombres lobo y que los vampiros no eran más que personas con una rareza genética.

Siempre sospeché que era mentira. Era algo sorprendente ver aquellos seres esperando en la horilla.

―No confundan las hadas con las sílfides y los pixies ―dijo Bowie, todos lo miramos, era obvio que sabía más de lo que decía.

― ¿Tú sabías de esto? ―preguntó Tarian, claramente indignado.

―Algo ―se limitó a responder, encogiendo sus hombros.

―No puedo creer que yo viví aquí toda mi vida y jamás lo supe ―dijo Hebe, quedándose sin aliento.

―Creo que eso explica tus rarezas ―le dijo Glen en broma.

― ¿Me estás diciendo rara? ―preguntó ella algo ofendida y claramente desagradada.

― ¿Hay algo de normal en todo eso? ―preguntó él señalando la rivera.

Hebe lo asesinó con la mirada y se alejó, actuando como un toro furioso, Glen no tardó mucho en seguirla, suplicándole comprensión, dando alegatos.

―No van a durar mucho, ¿verdad? ―pregunté, aunque era más la mención de un hecho seguro. Tarian, Bowie y Aleeah negaron con la cabeza, mirándolos. Cuando una relación era tan física como la de ellos lo sentimental no estaba bien fundado.

―Iré por las maletas ―dijo Aleeah.

―Yo te ayudo cariño ―dijo Tarian.

Bowie y yo también fuimos por las nuestras, solo teníamos una valija cada uno, así que no tardamos mucho en volver a la baranda. El barco ya estaba en el muelle, y los trabajadores de inmediato pusieron la plancha de aborde.

Bowie prácticamente corrió hasta ella, deteniéndose a la mitad.

― ¡Rock and roll, Kaleptahad! ―gritó con los brazos en alto.

Yo puse detrás de él y lo empujé para desequilibrarlo, Mason e Iram se echaron a reír desde el pie de la plancha.

―Que sorpresa verlos Bowie y Gustav, no estábamos seguros de que volverían ―dijo Iram, el padre de Aleeah, él se veía mucho mejor ahora, sano, radiante, pulcro y elegante, como todo un Rey.

―Es broma, ¿cierto? ¿Y perderme esto? ¡Nunca! ―gritó Bowie sobreexcitado― ¿Dónde está mi unicornio?

― ¿Enserio lo querías? ―preguntó Mason con una mueca de incomodidad.

―Todavía no termino de entender como lo sabes ―le dije a Bowie.

―Algún día Gustav ―dijo Bowie palmeando mi espalda.

Enseguida se distrajo con otra cosa, parecía un niño pequeño en medio de dulces corriendo entre todos los seres mágicos.

―Esto es raro ―miré a mi alrededor, en realidad había unicornios, algunos jalaban carruajes y otros eran montados por sílfides, había muchos seres que no reconocía; incluso una chica con siete colas que se asemejaban a la de un zorro.

―Es una gumiho, un ser de la mitología asiática. De hecho, es una chica zorra de siete colas; similar a lo que pensabas ―dijo Mason respondiendo a lo que pensaba, había olvidado por completo que él podía escuchar nuestros pensamientos como si los dijéramos en voz alta.

―Increíble ―expresé asombrado, jamás escuché de ella.

― ¿Desde cuándo Kaleptahad se volvió esto? ―preguntó Hebe al desabordar.

―Toda la vida fue así, con la gobernación de Nathalie todos los seres mágicos tuvieron que mantener su naturaleza en secreto; ahora que un ser mágico gobierna de nuevo, todos pueden volver a su forma de vida ―explicó Mason.

― ¿Cómo está mi hermana? ―preguntó Hebe con algo de tristeza.

―Pagando por sus crímenes, lo siento Hebe ―dijo Iram, tratando con ternura a su sobrina política, claramente no queriendo darle demasiados detalles a la chica.

―Descuide Señor; sé que ella se lo merece. ―Hebe bufó, su hermana, aun no podía asimilar en lo que se convirtió; aunque yo estaba seguro de que ella siempre fue así, no estaba seguro de que fuera posible que cambiara jamás.

―Hebe, ¿sabías que eres un oráculo? ―preguntó Mason mientras la miraba a los ojos.

― ¿Qué yo qué? ―gritó alarmada.

―Te lo dije, eres rara ―dijo Glen.

― ¡Cállate o te callo con mi puño! ―amenazó ella, molesta.

―Es bueno tocar tierra; aunque esto es raro ―dijo Tarian mirando a su alrededor, claramente intimidado por su entorno.

― ¡Miren eso! ¡Llegó nuestra victima! ―expresó Mason apoyándose en el hombro de Tarian, pasó su lengua por uno de sus colmillos. Tarian enseguida abrió los ojos como platos, se sentía intimidado por su cuñado.

― ¡Aleeah! ―gritó Tarian con pánico escondiéndose detrás de Hebe y Glen.

Se asomó por el puente y bajó poco a poco, ella era hermosa y el embarazo la hacía verse aún más radiante. Ro sonrió y caminó hasta su padre; ambos se envolvieron en un abrazo.

―Mi hija, qué hermosa estás ―dijo él encantado.

― ¿Puedes creer esto? Estoy a punto de darte un nieto ―dijo ella sobando la cima de su pancita.

―Tu madre estaría muy feliz de ver la hermosa mujer en la que te convertiste ―expresó él con orgullo, acariciando la barriga de su hija.

―Hola Mason ―dijo Aleeah pasando de los brazos de su padre a los de su hermano.

―Hola enana ―dijo él pellizcando las mejillas de su hermanita.

― ¿Cuándo pasó todo esto? ―preguntó Aleeah, claro, ella tampoco lo entendía.

No había estado allí más que un pequeño puñado de meses cuando todos ocultaban su verdadera naturaleza.

―Es una larga historia que tenemos que contarles a todos; los parlamentarios guardaron este secreto desde que Aisha murió. Al parecer ella era la única que lo sabía, al estar gobernando me lo rebelaron; esto es lo que he logrado hasta ahora ―dijo Iram.

―Parece mentiras ―dijo Tarian.

―Iram, Mason, los carruajes ya están listos ―dijo una chica de armoniosa voz y aún más preciosa apariencia acercándose. Todo se congeló al mirarla, ella tenía la apariencia de una humana normal; su cabello castaño y ondulado caía hasta la cintura y aquellas gemas de un increíble celeste que llevaba por ojos eran incomparables.

Ella me sonrío de medio lado y luego volvió a mirar a Iram.

―Oceana, te quiero presentar a mi hija y su esposo Tarian. Sus dos mejores amigos, Glen y Gustav. El hermano gemelo de Tarian, Bowie anda por ahí y por ultimo Hebe, ella es mi sobrina ―dijo Iram pasando una seña a todos en su respectivo orden.

―Mucho gusto. Como ya pudieron escuchar, mi nombre es Oceana, soy la servidora de Iram. Cualquier cosa estoy a su servicio ―dijo ella.

― ¿Por qué las chicas aquí son tan lindas? ―preguntó Glen viendo a Oceana. La expresión de Hebe ante aquel comentario fue iracunda, ella no dudó en sacarle el aire a Glen al apuñalarlo con su codo.

―No lo siento ―dijo ella cortantemente.

Bowie apareció corriendo integrándose nuevamente al grupo; él miró a Oceana como tres veces como si ella algo imposible de creer, su belleza era algo imposible de imaginar.

―Supongo este es el gemelo ―dijo ella.

―Desafortunadamente ―dijo Tarian.

― ¿Iremos al palacio? ―preguntó Bowie viendo a Iram y Mason, desentendiéndose de la chica casi de inmediato.

―En seguida, tenemos muchas cosas de que hablar ―respondió Iram.

―Los carruajes están por acá ―señaló Oceana.

― ¡Voy al frente! ―gritó Bowie corriendo hasta el carruaje, subiendo al lado del conductor; el cual tuvo que pausar para mirarle horrorizado por su gran forma de hacerse presente. Sin embargo, no se quejó.

―La próxima no lo traigo, me avergüenza ―dijo Tarian, tomó a Aleeah de la mano, caminó hacia uno de los carruajes. Iram y Mason abordaron el mismo. Glen, Hebe, Oceana y yo abordamos otro carruaje.

Oceana se sentó a mi lado, Hebe y Glen frente a nosotros. Hebe no dejaba que Glen mirara a la chica bajo ninguna circunstancia, lo tomaba de la barbilla y lo obligaba a regresar la mirada a ella.

― ¿Tú qué tipo de ser eres? ―pregunté a Oceana.

―Ninguno, soy ingenética ―respondió y me sonrió con nerviosismo, algo me hacía sospechar que estaba mintiendo.

― ¿Ingenética? ―pregunté, ceñudo.

―Hija de padres mágicos pero humana ―respondió ella―. Eres Gustav. ¿Verdad?

―Sí ―respondí―. ¿Y tus padres qué eran?

―Seres de aire ―se limitó a decir ella, era claro que no quería hablar de aquel tema.

―Hay muchos seres de aire. ¿Cuál de todos? ―esta vez fue Hebe la que preguntó.

Oceana bajó su cabeza, sobando su cuello, el tema la estaba incomodando, era obvio.

― ¿Cuánto falta para llegar? ―pregunté.

Aquella era una pregunta absurda, pero solo lo hacía para desviar el tema y que ella no se viera obligada a responder la pregunta de Hebe.

―Solo un minuto más ―respondió ella mirándome a los ojos con agradecimiento, me atrevería a decir que aquellos ojos eran mucho más hermosos que los de Aleeah.

El silencio se apoderó del carruaje unos segundos, a excepción de algunos cuchicheos de Hebe regañando a Glen. Oceana me tocó ligeramente el brazo para luego señalarme que estábamos entrando al palacio.

Había olvidado completamente la apariencia de aquel enorme edificio, no había nada que se le comparara, como el resto de su país y de las personas que lo habitaban.

Al adentrarnos más, pude ver muchas hadas con enormes alas de diversos colores y tamaños. Elfos, dríades y podía distinguir a las valquirias por sus trajes, todo lo que el mundo creía como un cuento y leyenda estaban reunidos en Kaleptahad.

¡Era impresionante!

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