Capítulo 5
Narra Ainoa
Por la mañana, con mucha hambre, volví al comedor. No quería decir nada pero pensé que si me disculpaba una vez más, los ánimos bajarían. También que me darían algo de comer, ayer como estaba molesta me reusé a probar un bocado de comida.
—Buenos días —saludado a mis padres.
—Buenos días —responden cortantes— . Estaba esperando que salieras, debo hablar contigo antes de irme al trabajo. Ainoa, sé que eres consciente de lo que pasa, tu madre y yo somos realistas, sabemos que tanto como tú y nosotros hemos cometidos errores, el principal de todos es el no darte limites en tu manera de actuar, has llevado tu vida al ritmo que has querido y eso es lo que te ha llevado a estar donde estas, antes amabas la escuela, amabas ser una niña responsable pero con el paso de los años eres alguien más. Te has desinteresado tanto hasta de tu propio futuro ¿Qué te pasa? ¿Crees que tu madre y yo seremos eternos? Que vamos a estar toda la vida dándote todo lo que te hemos brindado y que ya por eso no te preocupas ni un poco en ser una mujer más responsable.
—¿Me están echando en cara lo que me han dado? —pregunto sin mirarlos a la cara.
—No, no te echo nada en cara, porque esa era nuestra responsabilidad, darte educación, un techo, una estabilidad. A lo que me refiero, es que tú también tienes responsabilidades; principalmente, no debes trabajar como lo hacía yo para poder vestirte, estudiar o comer. Tendrías que ser un poco más considerada y recompensarnos a nosotros por lo menos con buenas calificaciones, ¿te dije que fuiste la única de tu clase en salir mal? ¿Te mencioné que todos pasaron el año menos tú? —pregunta mi padre pasando sus manos por su mentón, luce desesperado—. Ainoa, eso no se hace, yo debo trabajar durante largos turnos en un hospital para que a ustedes no les falte nada. Un día me juré romperme el lomo para hacer de mi hija una gran mujer, pero te miro y no pareces la niña de hace unos años.
—Porque ya no soy una niñita papá, ya crecí; antes no sabía por qué razón me levantaba en las mañanas y ahora si tengo una razón, solo quiero ser yo, es todo.
—¡Eso no es suficiente! —grita tratando de hacer que entre en razón—. Con solo ser tú no vas a sobrevivir ni una semana; el dinero no se caga, no encuentras las cosas entre la mierda, debes joderte hasta el culo para adquirir las cosas, ¿crees que yo quería ser un enfermero? Yo quería ser el gerente de un banco, pero no puedo exigir más de lo que puedo lograr. Por lo menos aspiré a algo y con eso sostengo a mi familia, pero tú, tu aspiras a llevar una vida llena de solo felicidad ¿y en el estómago que vas a tener? ¿Qué le vas a brindar a tus hijos en un futuro? De amor y armonía no se come, debes trabajar duro, ser disciplinada.
—Ustedes no me entienden.
—No, no comprendemos lo que quieres. Pero bien, este es el momento, dinos que quieres para tu vida, que aspiraciones tienes.
— No lo sé.
Soy franca con ellos, la verdad no sé qué quiero.
—¡¿No sabes?! ¿Hablas del hecho de ser tú y de llevar tu vida a tu manera sin siquiera saber que putas quieres?
Cada vez más levanta la voz .
—¡No! No lo sé, solo quiero que me dejen en paz, me tienen harta. Lo único que sé es que no quiero que me presionen, ¿qué parte no entienden? No puedo comprender las clases, no me puedo concentrar por más que lo intente, es una maldita batalla la que se forma en mi cabeza. ¿Saben por qué? Simple y sencillamente porque no me gusta estudiar, no me gusta ¿y para que hacerlo? Conozco personas que no necesitaron de eso para vivir mejor que todos nosotros, así que déjenme vivir en paz y hundir mi cabeza en los libros que ustedes me han quitado.
—Me parece increíble lo que dices, es la cosa más absurda y estúpida que has podido decir en tu jodida vida.
— Que suerte tuvo Cecilia de no vivir lo que a mí me ha tocado —fueron las últimas palabras que dije.
Cecilia fue mi hermana de cinco meses que falleció antes de que yo naciera, por eso son tan sobreprotectores conmigo, porque temían que yo muriera igual que ella. Esa última frase provocó que mi padre cediera a sus regaños.
— Ve a tu habitación, no quiero ver tu cara —responde con sus ojos rojos y medio cristalizados.
Quizás se me ha ido un poco la mano, pero me han hecho explotar, me he callado estos días solo para dejar que las cosas pasen y volver a la normalidad, pero ellos no ayudan, todos los días mencionan lo mismo haciendo que me aburra hasta la coronilla; siento que mis palabras han sido duras pero es lo que ellos mismos han provocado en mí, como no enojarme si a cada segundo me dicen que soy una fracasada y que ya mi vida no tiene y no va a tener sentido. No comprendo por qué hasta ahora reconocen eso de que se han equivocado con su forma de educarme, ¿es muy difícil para ellos darme tiempo para saber que putas quiero? no sé ni que ropa me voy aponer hoy, tampoco sé que quiero comer, lo único que sé es que quiero estar tranquila, que me dejen es paz.
Llevo todo el día encerrada en mi habitación, no quiero verles y estoy convencida de que ellos tampoco, ha pasado la hora del almuerzo y de la cena y no me han llamado para comer, tampoco he salido porque realmente me aterra que vuelvan a sentar en el paredón para poner sus cartas sobre la mesa.
He pasado el día entero comiendo chuches y galletas que llevaba en mi mochila desde hace semanas, algunas ya desmigajadas pero no vencidas, así que pueden comerse sin ningún problema, durante el día no le he enviado mensajes a Romeo, me avergüenza el hecho de que sepa que mi vida es solo caos, no quiero cargarlo de cosas negativas, puedo contagiar su vibra de mi mala racha.
—¡Hey! ¿Estas viva? —escribe el en un mensaje que no pude ignorar, de inmediato tomo el móvil y le respondo.
—Sí, aún estoy aquí sobreviviendo.
—Vaya, ya me empezaba a preocupar por ti, ¿Cómo estuvo tu día? Esperé alguna señal de tu parte pero al ver que no aparecías decido escribirte.
—Mi día fue peor que los anteriores, cada vez más se calientan las cosas, comienzo a desesperarme aquí, esta mañana muy temprano he tenido una discusión muy fuerte con mi padre.
—Eso es el colmo Ainoa, de verdad lamento que tengas que pasar por tanto, sé que son tus padres pero tienen la cabeza demasiado cerrada, deberían estar orgullosos de tener una hija que defiende lo que quiere por encima de lo que sea, solo no te aflijas.
—Eso intento Romeo, pero se siente un ambiente tan pesado en este momento que afligirme es lo único que puedo hacer.
—Me lastima el corazón saber eso. No sabes la impotencia que tengo.
Dejo de responder a los mensajes de Romero porque me avergüenza que se compadezca de mí, soy justo la chica que no quiere para su vida tan tranquila.
Me acomodo nuevamente en mi cama y mi teléfono comienza a sonar.
—¿Hola?
—Ainoa, sé que lo que te diré te parecerá una locura pero de verdad no quiero que estés, triste, afligida, con hambre. Yo puedo ayudarte a que te sientas mejor, puedo darte días más bonitos —su voz suena desesperada.
—¿A qué te refieres?
—Sé qué hace poco nos conocemos pero hay una conexión increíble entre los dos, por eso, quiero ofrecerte mi casa; quiero que te vengas conmigo.
Me quedo muda al escuchar eso, no lo veía venir.
—Yo…
—Por favor, desde que estás así y yo no he podido concentrarme, me dueles tanto que mi inspiración se ha afectado. Ven conmigo.
Mi corazón su agita por sus palabras, soy su musa, claro que se siente mal. Eso es una gran señal de que le gusto y de que ha pensado mí. En medio de mi crisis por lo sucedido con mis padres, escuchar a Romero me da una felicidad en el pecho.
—Está bien.
Una vez que cuelgo la llamada, con el cuidado del mundo empiezo a guardar mis cosas, no son muchas la verdad, más que todo es ropa y libros que aún tengo por allí escondidos. Mi mochila está por explotar por todo lo que a la fuerza meto allí, que lastima que no pueda llevar más conmigo pero son cosas de mis padres; lo último que me faltaba por guardar era la foto familiar que estaba en mi mesa de noche, tomo el porta retratos y recuerdo ese día como si fuera ayer, esta foto es de mi cumpleaños número quince, mis padres me dieron de regalo un viaje en el que ellos me acompañaron. Fueron los cinco mejores días de toda mi vida.
—¿Debería irme? —me pregunto a mí misma mirando lo que ya he empacado en mis bolsos.
Mi momento de confusión se ve interrumpido por el sonido de mi celular, me asusto cuando lo escucho porque no esperaba que en este momento alguien me escribiera, tomo mi móvil y miro el nombre de Romeo, no sé por qué me alegra y al tiempo me genera nervios.
—Espero que puedas descansar, trata de estar bien. Pronto tus días tristes van a terminar, te lo aseguro.
Posdata: mi casa está lista para tu llegada, solo dime cuando estés preparada.
¡Dios! esto es enserio, de verdad está ocurriendo, me voy a ir de mi casa. Vuelvo a ver los bolsos, mi cuarto en general, a ver mis peluches y cada cosa que complementa mi habitación.
—Vamos Ainoa, eres una chica de casi dieciocho años, puedes decidir por lo que quieres hacer; tiene dos opciones, quedarte en casa con tus padres y continuar como has venido viviendo estos días o simplemente comenzar desde cero con una persona que te entiende y apoya. ¡Ahs! primero es mi felicidad, es lo que siempre me han inculcado. Mis padres por lo que veo ya han perdido hasta la fe en mí, ya actúan de manera extraña, como si no les importara lo que pase conmigo de ahora en adelante, creo que voy a seguir mi corazón, mi corazón me dice que Romeo es la respuesta, entonces sí, decido irme con él.
Pasan solo un par de horas y reacciono de repente, abro mis ojos y me siento en la cama notando que la luz del sol ya ha invadido la habitación, voy al baño para tomar una ducha, luego salgo y cambio me cambio por unos jeans, suéter, tenis y chaqueta, recojo mi cabello en una coleta y dejo los bolsos cerca de la puerta de mi habitación. Son un poco más de las seis y treinta de la mañana, es hora de escribirle a Romeo.
—Hola, buenos días, estoy por salir de mi habitación y hablar con mi padres, por favor ven pronto por mí. Esta es mi dirección.
Le escribo con exactitud el lugar donde vivo, esperando que esto sea más rápido de lo que imagino.
Antes de abrir la puerta tomo aire, me agacho y tomo mis bolsos, me pongo erguida tragando lo que más puedo porque me siento el corazón en la garganta, suelto el aire que llevo y muy decidida salgo directo a la cocina donde escucho a mi madre y a mi padre.
—Buenos días.
— ¿Vas a algún lado? —Pregunta mi padre sin responder a mi saludo.
—Sí, me voy de la casa —digo apretando con fuerza mis manos, estoy asustada hasta el culo.
—Ainoa ¿estás bromeando? —cuestiona mi madre con una expresión extraña en su rostro.
—No madre, lo he pensado y he decidido irme, quiero ser feliz y esa felicidad no la voy a conseguir estando al lado de ustedes.
—¿Estas escuchando lo que dices?
—Sí, lo he escuchado, meditado y decidido; ayer mi padre me ha preguntado acerca de lo que quiero y encontré por fin la respuesta, quiero ser feliz, feliz al lado de alguien que me apoye y me ame, no que me presione todo el tiempo y me diga que mi futuro será una mierda.
Con mis palabras ha sido claro que me voy con una persona.
—¿Acaso tu…?
—Si madre, me voy con un chico que es maravilloso, que me va a dar lo único que pido, estar tranquila, que no me va a exigir cada día ser una futura presidente ni que debo ser tan inteligente para encontrar la cura del cáncer, ni me va a presionar para que consiga la paz mundial.
Mi madre se acerca un poco más pero mi padre la toma del brazo.
—¿En qué momento has pensado todo esto? ¿Tenías un novio y no nos habías contado? ¿Quién es? ¿Dónde lo conociste? ¿Qué edad tiene? ¿Cómo se llama? ¡¿Quién putas es?!
La mujer parece enfurecerse pero yo sigo en mi postura.
—Déjala —es lo que responde mi padre—. Si ella quiere irse, pues que se vaya, no la voy a forzar a estar donde no quiere, ha dicho que lleva una vida infeliz con nosotros,; quizás le hemos desgraciado la vida y ni cuenta nos habíamos dado, deja que se vaya entonces, de seguro si tuvo la madurez para tomar una decisión de ese tipo, también debe tener la madurez para afrontarla y mantenerla. Deja que se vaya a donde dice que tendrá felicidad eterna por siempre, solo espero que luego no vengas destruida a decir, “lo siento” o “ustedes tenían razón” ya hemos hecho mucho para hacerte mejor persona, pero si crees que lo que hacemos es un daño para ti y tu futuro entonces ve, las puertas están abiertas, pero quiero que sepas que una vez salgas, se van a cerrar.
Mi padre es un hombre bastante orgulloso, sé que parece una roca en este instante pero una vez de la vuelta se volverá vulnerable.
Mi móvil vibra y es Romeo, ha llegado. Sin esperar más, abro la puerta y lo veo en su motoneta.
Salgo de casa con mis cosas y escucho los pasos de mi madre atrás.
—¡Hola, soy Romeo y hasta pronto! —dice Romeo desde su moto con una sonrisa a mis padres que se han asomado.
— ¡¿Con ese bastardo te vas a ir?! Ese poco hombre que no ha sido capaz de dar la cara y hablar por ti, ese que con tono burlesco viene a presentarse ante nosotros ¡¿Esa es la basura que dices que te hará feliz hasta el final de tus días?!
Agacho mi cabeza y muerdo mis labios, mi padre sonríe con sarcasmo y eso me hace enojar.
—¡Te aseguro que te vas a tragar tus palabras, no me verás aquí arrepentida, te lo juro! —grito subiendo a la moto y rodeando al hombre con mis brazos —Adiós.
—Ainoa —leo en los labios de mi madre antes de irme.