Capítulo 4
Narra Ainoa.
Mis momentos de felicidad se acabaron al volver a casa, me sentía viviendo en una fantasía que en mi mente era casi imposible que a mí me pudiera suceder. Mirar hacia mi mesa de noche y ver ese dibujo allí, en un portarretrato que le robé a mi madre era lo mejor, suspiraba por saber la forma en que he conocido al hombre más perfecto, es lo único bueno que he conocido a parte del poco de cucarachos que me rodean en la escuela; ahora, poder chatear con él o intercambiar llamadas, es una forma de saber que todo lo que me ha pasado con Romeo es real y que existe la posibilidad de seguir en contacto por mucho más tiempo.
—Ainoa ¿no piensas salir de tu habitación? —menciona mi madre desde el comedor.
—Sí, ya voy.
Llevo encerrada en mi cuarto desde esta mañana, me ha pasado que mis padres fueron por mis calificaciones y como esperaba, me ha ido súper mal. La verdad si tenía un poquito de fe, me refiero que otras veces paso con baja nota pero paso. Ahorita estoy con el corazón en un hilo porque aún no he recibido el regaño de mi padre.
Me paro de la cama y escondo mi móvil debajo del colchón, existe la posibilidad de que me lo decomisen como hicieron hace un tiempo. Abro la puerta y salgo inhalando todo el aire que voy a necesitar en mis pulmones para no desmayarme.
—Hasta que te dignas a salir de tu habitación —menciona mi padre sentado en el comedor, luce enfadado.
Tiene sus codos apoyados en la mesa y sus dedos entrelazados, entre sus brazos tiene una taza de té, ¡demonios! Eso es una muy mala señal, una muy mala señal, lo bueno es que se toma el té para poder tranquilizarse y no matarme.
—Toma asiento, Ainoa.
Todos estamos en un silencio incomodo, solo se puede escuchar la respiración de mi padre, es como si un toro estuviera entre nosotros resoplando.
—¿No tienes nada que decir?
Niego con la cabeza y muerdo mis labios, a lo que el ogro frente a mi reacciona dándole un manotazo a la mesa que hace que salte del asombro.
—¿Sabes la vergüenza que he pasado hoy en frente de los demás padres de familia? Ainoa, me parece increíble que siendo una chica que no tiene que trabajar por sus cosas, que no tiene otra responsabilidad que solo estudiar, tengas estas calificaciones de mierda.
Mi madre saca de su bolsillo una bola de papel que puedo suponer son mis calificaciones.
—¿Qué he hecho mal contigo? ¿Qué te ha faltado? ¿Qué más quieres de tu padre y de mí?
—Ainoa, ¿Qué pasa contigo? No sé en qué momento pasaste de ser una niña aplicada a convertirte en una vaga que no hace nada por su vida, todos los días vas a tus clases, ¿no entiendo por qué debe irte tan mal? es como si no fueras al salón, tus maestros dicen que estas todo el tiempo en un mundo de fantasía, que te han pillado en clase leyendo historietas y no estas pendiente a las explicaciones, ¡¿Qué pasa contigo?!
El hombre sigue hablando y en por mi cabeza solo pasa Romeo, creo que mi forma de ver la vida es mas a lo que él hace, seguramente a esto se refería cuando decía que no extrañaba a sus padres.
—Ya no sé qué más puedo hacer contigo, creo que sería el mismo resultado si vas o no a tus clases, las calificaciones son tan pésimas que es como si no estuvieras, dime ¡¿De qué sirve que estés en cuerpo pero que en tu mente estés en las nubes?!
Vuelve a gritar haciendo que me agite.
—Siento vergüenza, a este paso no puedo imaginar un buen futuro para ti, así como vas serás una completa fracasada.
Mi madre dice esas duras palabras en voz baja, creo que hasta se ha quebrado un poco. Levanto mi vista y puedo notar que sus ojos se han cristalizado.
—Lo siento —es lo que puedo responder.
—De nada vale que te lamentes, con decir “lo siento” no vas a recuperar esas insuficiencias, ¿sabes qué? Vuelve a tu habitación.
Me pongo de pie derrotada, no puedo defenderme, la verdad no hay mucho que pueda hacer. Regreso a mi cuarto y lo primero que hago es tomar el móvil, quiero desahogarme con la única persona que me puede comprender.
- Romeo, ¿estas despierto? —pregunto en un mensaje de texto.
—¡Hey! si aquí estoy.
—¿Te he despertado? —sigo tratando de saber si es un buen momento para hablar.
—No, dime, ¿está todo bien? ¿Pasa algo?
—Quiero hablar un rato contigo —respondo considerando en si es buena idea decirle lo que me pasa.
El chico deja de responder los mensajes y en cuestión de segundos está llamando a mi móvil.
—¿Estas bien? Me estoy preocupando.
—Sí, es que bueno… no sé cómo decirte, es algo vergonzoso pero tengo que hablar con alguien porque si no puedo volverme loca.
—¿Qué es? Dime.
—Es que mis padres están muy enojados, más que eso, están decepcionados de mí. Mis calificaciones han sido un asco, he reprobado todo menos literatura y arte, no te imaginas todo lo que me han dicho hace un momento, por eso tenía que hablar con alguien.
—¡Oh baby! No te pongas así.
—Me siento triste porque empiezo a creer en sus palabras, seré una fracasada en un futuro, la verdad es que no sé qué me sucede. Yo no quiero estar así pero no me da, me atormentan las clases, solo encuentro paz en mis libros y mis historias, quiero ser la de antes pero es como si no pudiera concentrarme. Ahora mismo temo porque no quiero ser una buena para nada.
—Eso no pasará, eres un ser precioso. Tienes una luz que nadie más tiene, eres especial Ainoa, eres una chica con un potencial que aún no descubres. Yo sí creo en ti, yo si apuesto lo que sea por ti, yo si veo lo especial que eres, así que deja de atormentarte por cosas sin sentido; lastimosamente el mundo no se entiende y no comprende que existimos seres diferentes, que nacimos para algo más que para las matemáticas y para los experimentos de laboratorio. Tu eres de las mías, somos almas libres, que solo queremos ser felices sin tener que seguir los parámetros que otros nos imponen.
Sus palabras son tan alentadoras que me hacen sentir un poco mejor.
—Eres el único que me entiende —respondo desde mi corazón.
—Estoy para ti, siempre que lo necesites estaré para ti. —son sus últimas palabras antes de despedirse y desearme una bonita noche, es increíble como charlar con el me purifica el alma.