5
Al llegar a casa, observo un nuevo papel sobre el suelo. Me inclino, para alcanzarlo, es lo que mas temía: un papel de desaojo color rojo de urgencia. Muerdo mis labios, ¿por qué es tan difícil aunque lo intente? Las ganas de bañarme, se esfuman.
Salgo de la casa, puedo observar que la noche esta cayendo. Los días poco a poco, se vuelven mas cortos. Mis pisadas, resuenan sobre el viejo pavimento; me siento perseguida por algunas farolas. Unas encienden, otras no.
Pronto, atraviezo el puente viejo de madera. Cruje, mientras mis pies se apoyan en cada uno. Observo, la caída. A veces me pregunto si esto vale la pena. Estoy sola, no tengo a nadie a quien le importe ¿De qué valdría tanto trabajo?
Pero esos pensamientos desaparecen, al levantar la vista lo veo. El hombre de mis sueños puedo mirar; mientras avanzo esta vez con una sonrisa mis pensamientos cambian.
Llego a unos metros de distancia, Rocco se desaparece entre los pastizales. Suspiro, mis ojos se encuentran en él. El hombre, sostiene entre sus manos un libro de tapa blanca. Tiene puesto una camisa de rayas naranjas, y un pantalón cargo verde. Su vista esta fijada en la lectura.
Me siento en el banco del frente. Muerdo mis labios, sin saber que hacer. ¿Será tarde para prostituirme? No es tan mala idea, Brianna me cuenta que hay un club nocturno donde la paga es buena ¿El problema? Hay que vestirse con paños menores. Hago una mueca.
De pronto, el hombre levanta la vista hacia mí. Sus ojos verdosos, fijan su mirada en mí. Lanzo una sonrisa timida, y me pongo de pie para acercarme lentamente junto a él.
—Sientate –comenta y le hago caso. Levanto una ceja confusa, ante su amabilidad.
—¿Qué necesitas? No traje galletas –bromeo. Y el niega, levanta las manos en modo de rendición.
—No quiero morir –contesta y hago una mueca, lo miro mal.
—¿Haces bromas? –pregunto fingiendo asombro y esta vez, quien posa sus ojos entrecerrados es él.
Me río divertida. De pronto, una imagen confusa aparece en mí mente. Es como una película, pero dentro de mi cabeza.
Estoy frente a una pequeña niña, tiene dos coletas altas. Su sonrisa es contagiosa, la sostengo de su pequeña mano. Tiene puesto un vestido floreado, su cabello es dorado y se refleja aún más con el sol. Estamos girando, me siento feliz.
—Mamá… —susurra y vuelvo a ver frente a mí a Rocco, sostiene en su hocico una billetera.
Esperen…
¿Qué?
—¡Rocco! ¿qué es eso? –pregunto asombrada, y Rocco deja sobre mí regazo el objeto.
Sin tiempo a reaccionar, unos pasos se acercan. Levanto la vista, viendo a un hombre enojado.
—¡Señorita! –exclama, tomando la cartera –Su perro ¡Es un ladrón! –dice enojado, señala a mí perro. Rocco, le lanza un ladrido está justo al lado del hombre de la plaza.
—Señor, disculpe ¿Se puede saber de donde supuestamente le quitó el articulo? –pregunta con total tranquilidad. Yo no encuentro palabras, para responder, me siento abrumada.
—En el suelo, se me cayó y…
—No es problema de mi novia, que usted no cuide sus pertenencias –comenta mirando mal al sujeto, quien da dos pasos hacia atrás.
—Pero su perro…
—Si nos disculpa, estamos ocupados –menciona y sus ojos se fina en mí, le doy una sonrisa nerviosa mostrando los dientes. Acerca para mí sorpresa, su rostro hacia mí oreja –Finge que vas a besarme –susurra en silencio.
—¿Qué? –pregunto, pero es tarde. El hombre, apoya sus labios en los mios. Abro los ojos sorprendida.
—¡Jovenes de hoy en día!
El hombre, se va protestando pero me dejó en paz. Ahora me encuentro confundida, y el hombre se separa.
—Jason –menciona y no entiendo, miro hacia atrás.
—¿Qué? –pregunto sin entender. El rodea los ojos.
—Es mí nombre ¿por qué te habías quedado nublada? –pregunta y no entiendo a que se refiere, lo observo con una ceja levantada –Recién, antes… antes de que se acerque el tipo. Te llamé tres veces y… no respondías.
—Ah… —digo y él, parece querer una respuesta –Bueno, tuve… una especie de… ¿película en mí cabeza?
—¿Preparaste las galletas del manicornio? –pregunta y le doy un golpe en el hombro, aún me siento avergonzada, después de aquel beso que me robó. Mis ojos van a sus labios, y desvío los mismos.
—No, yo… vi a una niña rubia, junto a mí. Me dijo, mamá… ¿raro, no? –pregunto y él se encoje de hombros. Fijo mi vista al frente, donde vigilo que Rocco no robe más billeteras. Me río sola, al recordar aquello y mi acompañante, no dice nada.
—Rocco –llamo, y mi perro se acerca –gracias amigo, me alegraste el día.
—¿Por qué? –pregunta Jason, suspiro y digo.
—¿Rocco hablas? –bromeo, sin quitar la mirada de mi perro. De reojo veo a Jason rodar los ojos –Lo siento, fue gracioso.
—No, para nada –espeta seco.
—Bueno… me llegó un aviso de desalojo, pero… color rojo. Trabajo muchísimo Jason y, soy tan inútil que ni mi hogar puedo mantener –protesto y quito una lágrima que cae, para mí sorpresa Jason la limpia. Se aparta, en forma rápida y carraspea incómodo.
—Pero si vives sola, ¿en qué te gastas el dinero? –espeta mirándome mal.
La brisa suave acariciaba mi rostro mientras intentaba explicarle mi situación.
—Verás, Jason, el dinero se me escapa de las manos —comencé, buscando las palabras adecuadas. —Cuido a un vecino anciano, el Sr. Rodríguez. Es un hombre dulce, pero necesita mucha ayuda. Gasto una gran parte de mis ingresos en medicamentos y comida para él.
Jason asintió extrañado, esperando a que continuara.
—Aunque estoy agradecida por su amabilidad hacia mí en el pasado, cuidarlo me ha puesto en una situación financiera difícil —continué, sintiendo el peso de la responsabilidad en mis hombros. —Pero no puedo simplemente abandonarlo. Ha sido tan bueno conmigo cuando más lo necesitaba.
Miré hacia el cielo, sintiendo una mezcla de frustración y gratitud. —Espero poder encontrar un trabajo pronto —añadí con un suspiro. —Entonces, tal vez, pueda recuperar el control de mis finanzas.
Jason me ofreció una sonrisa solidaria.
—Lo entiendo, Sol. No te preocupes, encontraremos una solución juntos —dijo con gentileza.
Agradecí su apoyo, sabiendo que, con amigos como él a mi lado, encontraría una manera de superar estos desafíos.
Aunque la palabra “juntos”, quedó rebotando en mi mente, hasta que me marché en esa tarde a casa. Y antes de ingresar, llego a mí vecino dando un golpeteo. Pero nadie abre.
—¿Sr Rodríguez? –pregunto pero no escucho respuesta del otro lado. Miro confundida, la puerta desgastada de madera. El pomo de la puerta se encuentra desgastado en el centro, mi reflejo no se puede ver. Lo tomo, empujo de manera leve para ingresar.
—¿Abuelo? –pregunto confusa, siempre lo llamé así por cariño.
—¡Abuelo! –exclamo aterrada, al verlo en el suelo con los ojos cerrados –Abuelo… —susurro con los ojos llenos de lágrimas, sostengo su rostro y busco su cuello para sentir los latidos de su corazón.
Suspiro de alivio, respira y está vivo. Llamo a la ambulancia, pronto llegan. Tuve que llevarlo de urgencia al hospital, y los gastos médicos fueron mucho más altos de lo que esperaba. Ahora estoy realmente apretada financieramente, y no sé cómo manejar la situación