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Amigas como esas, para que enemigas.

—Entra a esa habitación y ordena —La empleada ingresó a la habitación y cerró la puerta. Se dirigió a la cama y, al sacar las cobijas, encontró la mancha de sangre en ellas. En ese preciso momento, la puerta del baño se abrió y al escuchar que se cerraba, Marcos decidió salir con una bata de baño, imaginando que Emma finalmente se había ido. Sin embargo, al encontrarse con la empleada, se quedó helado al igual que ella. La mujer formó una “O” con la boca al verlo desnudo, seguido tapó sus ojos y salió corriendo de la habitación.

Marcos Heredia se acercó a la cama para poder contemplar mejor aquella mancha roja que se encontraba en ella. Apretó los dientes y se cubrió la cabeza con las manos, presionando sus ojos con disgusto. Si antes se lamentaba por haberse emborrachado hasta perder la conciencia, ahora se lamentaba aún más, ya que había estado con Emma y ni siquiera recordaba si habían usado protección. Se reprochaba por haber sido tan irresponsable y no haber podido controlarse en ese asunto, especialmente porque esa mujer no solo era la mejor amiga de su ex, sino que tampoco le interesaba en lo más mínimo.

Marcos era un hombre que valoraba mucho a las mujeres puras, por eso nunca le propuso a Maite tener relaciones sexuales sin antes estar seguro de que la quería para toda la vida.

Mientras tanto, Maite se encontraba en el patio cuando Graciela se le acercó. “¿Y qué haces aquí?” preguntó.

Maite miró a Graciela a los ojos y, desahogándose de todo lo que tenía guardado, le contó lo que estaba sucediendo.

—Me acusan de haber matado a un hombre que supuestamente era mi amante, algo de lo que ni siquiera estaba enterada, ya que hace apenas una semana llegué de París —sonrió con amargura y se secó las lágrimas—. Y también me acusan de haber atacado a la abuela de quien iba a ser mi esposo… Es algo que jamás haría, ya que la quiero como si fuera mi abuela.

—Y tú, ¿lo hiciste? —preguntó Graciela.

—¡Claro que no! Al menos no lo recuerdo. Lo único que recuerdo es haber visto a Emma llegar con unos strippers para celebrar mi despedida de soltera… Todo estaba bien cuando ellos se fueron… No sé en qué momento me emborraché si ni siquiera bebí más que una copa que mi amiga me dio… Luego todo se volvió borroso y no recuerdo más. El resto de lo que sucedió lo soñé mientras dormía, al menos eso creía”.

Graciela sonrió y replicó:

— Amigas como esa, para qué enemigas, linda.

—No entiendo—, respondió Maite confundida.

—¿Acaso no te has dado cuenta, niña? ¿O eres realmente tonta? Es más que obvio que tu mejor amiga puso algo en tu bebida y por eso no recuerdas nada.

—No, Emma no haría eso, ella es mi amiga —defendió Maite.

—Pufs, si eso es amiga, no quiero ni imaginarme cómo son tus enemigos —dijo Graciela. Maite quedó perdida en sus pensamientos, recordando el pasado. Ahora que lo pensaba con claridad, la mujer de cicatrices podría tener razón, ya que Emma le había hablado del hombre del cual estaba enamorada y una vez que terminara la universidad, iría por él. Se le metió en la cabeza que seguro estaba hablando de Marcos.

—No puedo creerlo —murmuró Maite.

—Pues créelo, niña. En esta vida ya no hay amigas.

—Necesito un teléfono —dijo Maite mientras se levantaba e intentaba acercarse a las guardias. Sin embargo, ninguna de ellas le hizo caso.

—Hey —dijo Graciela—. Yo tengo un celular por si quieres llamar.

Maite tomó el celular y marcó el número de Emma. Al ver un número desconocido, Emma decidió no contestar la llamada. La llamada volvió a ingresar y Emma observó el móvil hasta que finalmente decidió contestar.

—Hola —dijo Emma del otro lado del teléfono.

—Soy Maite —dijo Maite—. Quiero verte, ¿puedes visitarme ahora?

—¡No! —exclamó Emma en el otro extremo del teléfono.

—Entonces enviaré todas las pruebas que mi padre tiene guardadas sobre los desfalcos que tu padre hizo a las empresas de Marcos.

—¿De qué estupidez estás hablando? —preguntó Emma furiosa.

—De lo que escuchaste —respondió Maite. Emma sonrió y replicó—. Haz lo que quieras —Luego colgó enfadada, dejando a Maite con disgusto.

—No vendrá, ¿verdad? Es tan cobarde que no se atreverá a enfrentarme —dijo Maite mientras se sentaba en la vereda.

—¿Y cuántos años te dieron? —preguntó Graciela.

—Sesenta —contestó Maite con tristeza.

—Uuf, tienes toda una vida en prisión —dijo Graciela. Maite suspiró.

—En realidad no comprendo cómo me pudieron juzgar en este país sin tener un abogado que me defienda.

—Así es en mi país —dijo Graciela— ¡Aquí la justicia solo sirve cuando hay dinero de por medio! Si eres pobre y no tienes a nadie, te aplastan como cucaracha, más si te metiste con un poderoso, como los Heredia. Pero estate tranquila, estoy segura de que en menos de lo que piensas saldrás de aquí —La mujer inhaló del tabaco y soltó el humo— Ya verás que la justicia llegará —Maite se quedó viendo a la mujer que hablaba con tanta seguridad, como si en realidad eso pudiera suceder.

—¿Por qué lo dices? —cuestionó sin contener la curiosidad.

—Por nada, solo pienso que, si eres inocente como dices, tarde o temprano saldrás.

—Graciela Ramírez… tienes visita —informó una guardia. De inmediato, Graciela se dirigió a la sala de visitas.

Por otra parte, Emma se había quedado con la intriga de lo que su amiga había dicho. Si eso era cierto, no podía permitir que ese secreto llegara a oídos de Marcos. Estaba completamente segura de que jamás le perdonaría. Sabía perfectamente que él no toleraba las traiciones y su padre lo había traicionado.

—Hola —se escuchó la voz masculina al otro lado del teléfono.

—Padre.

—¡Hola, hija!, ¿cómo estás? Que me estés llamando es todo un milagro.

—Estoy bien —dijo con frialdad—. Solo llamaba para preguntarte algo.

—¿Qué quieres saber, mi niña?

—¿Es cierto que el padre de Maite tenía pruebas que te involucran en desfalcos a la empresa de los Heredia? —Después de esa pregunta, el silencio perduró. Aquel hombre de mediana edad se había quedado sin palabras—. Habla padre…

—Hija, lo siento, yo… yo lo hice pensando en tu bienestar y en el de tu madre que en paz descansé.

—¡Mierda, padre! Por tu estupidez estás a punto de arruinar mis planes de casarme con Marcos —llena de rabia colgó. Luego, agarró su cartera y se dirigió a prisión.

—Maite Ferri, tienes visita —dijo una policía. Maite se levantó y sonrió de medio lado. A continuación, se dirigió a la sala de visitas para enfrentar a Emma.

Al llegar a la sala de visitas, se quedó parada en la puerta observando a su mejor amiga, que estaba sentada y mirando con asco a todas las personas a su alrededor. Luego, dirigió la mirada hacia la mujer de cicatriz, quien estaba hablando con un joven que tenía de espaldas, impidiendo que apreciara su rostro. Por la ropa que vestía, se podría decir que era de la alta sociedad, ya que su traje era de marca y de las mejores marcas del mundo. Soltando un suspiro, se dirigió a Emma. Caminó hasta llegar a ella y se sentó. Emma la miró con repudio y asombro, ya que Maite estaba herida en la frente, sus ojos miel estaban irritados y las ojeras al borde de ellos demostraban que había llorado mucho. Emma sonrió por dentro, ya que le complacía y le llenaba de dicha saber que Maite la estaba pasando mal y todo eso le hacía feliz.

—¿Qué quieres de mí, Maite? Te dije que no me vuelvas a llamar, porque no quiero saber nada más de ti. Me traes hasta aquí con amenazas, si Marcos se entera de que te visité, me traerá problemas.

—Tu padre es un ladrón y un sinvergüenza. Ha robado mucho dinero de la empresa de Marcos. ¡Eso sí que te traerá problemas!

Además, Em… ¿por qué te preocupa tanto tener problemas con Marcos?

—¿Eres estúpida o qué? Si Marcos se entera de esto, me echará de la hacienda y no podré volver jamás…

—¿Y cuál es el problema? Él sabe que soy tu mejor amiga y que no puedes dejarme sola, porque soy tu mejor amiga, ¿verdad?

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