03
Un sueño difícil de cumplir, más no imposible. En su interior todavía existía un poco de esperanza, quizás no estaba todo por perdido y solo debía no darse por vencida. Sin embargo, su positivismo había decaído, recordando que no tenía trabajo.
Aprieta los puños sintiendo enojo, pero ya no puede hacer nada, ya la despidieron y no hay vuelta atrás. Y para completar su mala suerte, de repente empieza a caer pequeñas gotas de agua que se van convirtiendo en un torrencial de lluvia.
Pero a la joven siquiera le interesa estar empapándose, de hecho, agradece que el clima esté a su favor, pues sus lágrimas se mezclan con la lluvia y el resto no parece notarlo. El enojo ha pasado, pero ahora se siente triste, caminando por las pobladas calles de Brooklyn; lugar donde ha vivido toda su vida.
Llega al pequeño piso de alquiler, y sube los escalones. Introduce la llave en la cerradura y luego de forcejear con la puerta dañada por los embates del tiempo, logra abrir la madera vieja e ingresa a su cálido y desolado hogar. A los segundos aparece Oreo, su gata con manchas oscuras esparcidas en todo su pelaje.
—Hola peque, ¿tienes hambre? —la carga entre sus brazos y acaricia su cabeza.
Oreo maúlla en respuesta. Así que Willow va hacia la cocina y abre las despensas vacías, encontrando solamente una lata de atún que abre y la coloca en el plato de la gatita.
Se dirige a su habitación a darse una ducha tibia, ya que podría coger un resfriado. Se despoja de la ropa que comienza a pesarle y las prendas caen a las baldosas formando un charco de agua. Entra a la ducha y sin soportar más el nudo en su garganta, rompe en llanto.
Jamás se había sentido tan miserable y sola en la vida, siempre se ha esforzado por ser independiente a pesar de pasar trabajo muchas veces. La joven fue criada en un orfanato desde que era solo un bebé, nunca conoció a sus verdaderos padres, siquiera tiene idea si están vivos o no. A los catorce años de edad la echaron del orfanato alegando que ya era bastante mayorcita y podía valerse por si misma, además que ninguna familia querría adoptar a una adolescente rebelde como ella.
Por lo tanto, a Willow no le quedó de otra que apañarsela sola. Su primer empleo resultó ser de vendedora ambulante por las calles de Brooklyn, pero a veces no vendía ni un solo dulce para costear la comida de ese día. En muchas ocasiones le tocó pasar la noche durmiendo en la calle y sin comer nada. Esos días fueron muy duros para una jovencita de su edad, sin embargo se mantuvo positiva ante la vida.
No obstante, hubo ocasiones dónde la tristeza la envolvía. Justo como en este momento que la ansiedad la abrumaba.
Sale del baño envuelta en una toalla, agarra la pijama de caricaturas animas, esa que compró hace tiempo y se notaba cada día más desgastada. Se la coloca y se encamina descalza a la cocina por un poco de comida.
En el refrigerador consigue solamente un pedazo de pizza, la que había ordenado hace dos días y aún le quedaba una porción. La coloca en el microondas y luego la sirve en un plato. Todavía no es medio día, pero pareciera que fuera más tarde debido a la tormenta que hay afuera. Luego de comer la rancia pizza, regresa a su habitación a revisar las posibles oportunidades de empleo que estén disponibles en el periódico.
Pero no encuentra nada.
Frustrada, decide abrir su libreta de notas, esa donde guarda todo sus pensamientos y emociones más profundas, palabras que no es capaz de emitir en voz alta y prefiere plasmarlas en papel. Sostiene el bolígrafo entre sus dedos escuetos y se permite dejar fluir lo que está sintiendo en ese instante.
"Vacío, así es como me siento la mayor parte del tiempo. Sin ganas de seguir, de tirar la toalla y rendirme. No puedo soportarlo más, mis emociones vienen a mí como una fuerte ola que me golpea y me sacude de aquí para allá, dejándome a la deriva. Intento nadar en el mar que me rodea, pero este me hunde cada vez más en la profunda oscuridad de la que me ha convertido."
Finaliza dibujando a una chica de espalda mirando hacia el horizonte. Y así, entre trazos Willow se va quedando dormida cayendo en la inconsciencia.
(...)
La joven despierta sobresaltada al escuchar los golpes en la puerta, se incorpora de la cama y va hacia la sala mientras estruja sus ojos con pesadez. Al abrir, maldice mentalmente por estar en esas fachas y que el dueño del piso donde vive la repase con una mirada extraña, que la pone incómoda.
—Dígame —dice la chica haciendo un esfuerzo sobrehumano para no cerrarle la puerta en la cara al viejo.
—Vengo por el dinero, ya hoy es último de este mes —le recuerda el hombre de ojos quisquillosos.
—Bueno, verá señor Farrell. Hoy me fue terrible en el trabajo, y me ha sido imposible conseguir el dinero. Pero le aseguro que si me da dos días más puedo pagarle lo que le debo —suplica la joven reteniendo el aire que tiene atorado en el pecho.
—Dos días —recalca el dueño del piso—. De lo contrario deberás buscar otro sitio donde vivir.
Willow suspira aliviada.
—Vale, muchas gracias señor Farrell. Le prometo que tendrá su dinero —el hombre asiente y se marcha escaleras abajo.
La chica cierra la puerta y toma asiento en el incómodo sofá oscuro que debe de cambiar pronto si no quiere quedarse sin su trasero. Aunque comprar un sofá nuevo le costaría seis meses de su sueldo, y tomando en cuenta que ha perdido su empleo, eso es un poco imposible en este momento.
Oreo se acerca a la joven y frota su cuerpo en las piernas de la chica. Willow la carga entre sus brazos mientras se dirige a su dormitorio.
—No sé qué será de nosotras si no llego a conseguir ese empleo, cariño —comenta acariciando la cabeza de la gatita que la mira desinteresadamente.
La joven decide cambiarse de ropa para salir a la calle, necesita buscar cuanto antes un empleo. Y quedarse en casa de brazos cruzados mientras espera a que suceda un milagro, eso no resolvería nada.