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4

A eso de las dos de la mañana me desperté de golpe, estaba como asustada y exaltada, así que encendí la luz de mi mesita de noche. No había nadie en mi habitación más que yo, estaba segura de haber sentido a alguien sentarse en mi cama, estaba segura de haber sentido a alguien tocarme. La ventana estaba abierta, se colaba un airesito helado lo que me provocó escalofríos. Me levanté y me asomé un poco por la ventana, el bosque estaba oscuro, no había luna, estaba nublado el cielo ya.

Los árboles se mecían de un lado a otro. Miré la casa de Caleb, estaba a oscuras, admitía que lo extrañaba mucho, desearía volver a estar con él, que volviéramos a ser Caleb y Katalina. Me hacía falta dormir en las noches con él en mi cama, me sentía tan protegida y calentita, pero ahora estoy durmiendo sola.

Caleb dudó de mi. No me escuchó. Solo creyó lo que quiso creer y se fue, dejándome a mi, destrozada, sola, enfrentando cosas. Empecé a valorarme estos meses como para darme cuenta de que lo que hizo estuvo mal y tampoco es perdonable. Jamás lo habría engañado, me habían violado y tomado fotos de mi. Y él no estuvo allí para protegerme.

Cerré la ventana, corrí las cortinas y me dispuse a volver a dormir.

—Katalina, tienes que ir al súper, casi no hay cosas para comer. Te dejaré la lista en la mesa de la cocina —me dice mamá. Eran pasados las diez y media de la mañana, había un poco de sol, no había viento lo que me gustó más. Descubrí que me gustaba pasar tiempo bajo el sol, me hacía sentir un poco más animada.

Me encontraba en el patio delantero plantando unas semillas de girasoles. Me recordaba a mi antigua casa en donde mamá tenía un "jardín" pero lo dejó morir. Yo no dejaría morir este. Quizás crecían y así adornaban la casa, le darían algo más de vida a este lugar. PShainaba hacer muchos cambios este año. Había pasado el Año Nuevo con Frank, mamá, Clarie, Carly, Timothy y Lanor aquí en la casa. Habíamos hecho una cena, pusimos una mesa afuera, luces navideñas y algunos adornos más.

Fue lindo.

Nada más que me hacía falta... él. Me preguntaba cómo pasaría Año Nuevo.

—Está bien, iré después de regar las semillas. —dije. Estaba de rodillas en el suelo, tenía mi pelo en un moño desaliñado alto y un pañuelo tipo aro para que los pelitos no me dieran en la cara. Usaba unos shorts cortos, camiseta sin mangas y una camisa de botones a cuadros, iba suelta.

—Frank tiene una reunión en la casa de tu suegro hoy —dice.

La miré mal.

—No es mi suegro —rodé los ojos volviendo a la tierra.

—Aún no entiendo bien por qué terminaste con Caleb.

—No terminé con el, ambos lo hicimos —él lo hizo, pero me daba algo de vergüenza admitirlo.

—No se bien por qué pasó, si se querían un montón.

—Son cosas que pasan, mamá —dije.

—Bueno, algún día me contarás —me dijo, subiéndose al coche.

—Oye, ¿te llevas el coche? ¿En que iré al súper? —me puse de pie tomando la regadera.

—Frank se fue súper temprano así que no le dio tiempo de llevarme al trabajo, puedes buscar un taxi, no lo sé, te dejé suficiente dinero.

Odiaba que mamá me diera dinero, es decir, me hacía sentir inútil, así que tendría que empezar a trabajar de lo que sea. Así me ayudaría un poco y quizás muy pronto me independice, buscaría un apartamento cómodo para vivir y sería una mujer realizada. Nada me gustaría más.

—Bien —refuté, yendo dentro de casa. Busqué mis zapatos converse y me los puse. Me dirigí a la cocina, tomé la nota y el dinero y salí de casa. Mamá ya se había ido y me maldije mentalmente por no haber pensando antes y decirle que me llevara. —Qué tonta eres, Katalina —negué con la cabeza y me dispuse a caminar.

Caminar me hará bien.

Busqué mi teléfono, los auriculares y me los puse, escuchando algo de música. Así se pasaría más rápido el tiempo.

Cuando paso por el desvío que va a la casa de Caleb, no me percato que viene un auto súper rápido que casi me atropella, pero este frenó de inmediato. Salté en mi lugar y me llevé una mano al pecho. El auto que estaba frente a mi era un jeep negro de vidrios oscuros pero sabía muy bien quién estaba allí.

Sentía la mirada de él en mi, mi corazón empezó a latir más rápido sintiéndolo tan cerca. Cuando hizo sonar su claxon, salí de mis pensamientos y me hice a un lado. El auto paso y se fue, lo miraba en la carretera cuando se alejaba más y más.

Suspiré profundo y me apresuré a llegar al súper.

Se necesita personal.

Leo el anuncio que está en la puerta del supermercado y lo arranco. Esto me interesa. Entro al súper y tomo un carrito mientras reviso el apunte de mi mamá. Leche, huevos, pollo, azúcar, sal, tomates, pan, mantequilla, galletas, etc. Puse todo en mi carrito.

—Pero mira a quien tenemos por aquí —dice una voz detrás de mi. Me giro y veo a Derek, lleva puesto unos vaqueros negros, botas negras y una camiseta blanca que se adhería muy bien a su cuerpo. Su pelo negro iba despeinado y usaba gafas negras. —Katalina Shain, ¿terminaste te babear por mi? —se acerca.

—¿De que hablas? —lo dejé de ver para tomar un paquete de galletas de chispas de chocolate y ponerlas en mi carrito.

—Katalina, admítelo, te sientes atraída por mi —dice sin más.

Me reí.

—Estás loco, apenas te conozco —hice una mueca mientras avanzaba con el carrito para pagar.

—¿Y? Suelo tener ese efecto en las chicas —dice arrogante caminando a la par mía— Quedan flechadas por mi al segundo que me conocen, ¿que te puedo decir? Nací con eso.

Odiaba su arrogancia, en serio.

—¿Pues que te puedo decir? Yo no soy como las demás chicas —le sonreí— ahora si me disculpas... —me apresuré a llegar a la caja. Estaba el mismo chico de siempre, no recordaba su nombre.

Puse las cosa para que el chico se las pagara.

—¿Disculpa? —le dije— ¿esto aún está disponible? —le mostré el papel que estaba en la entrada.

—Si, mi papá lo puse hace rato, ¿estás interesada?

—La verdad si.

—Suerte que estoy a cargo. Lo único que tendrás que hacer es acomodar las cosas en sus respectivos puestos y rellenar algún producto de la estantería cuando se acabe —explicó.

—¿Quieres decir que tengo el puesto? ¿Así? ¿Sin más?

No me lo podía creer.

—Claro, es un pueblo pequeño, no muchos están interesados en trabajar en un lugar como este y la verdad siendo sincero necesito ayuda aquí —lo dijo tan rápido que parecía desesperado. —La paga es más o menos buena. —termina.

—Okay, ¿cuando puedo empezar?

—Mañana mismo. La entrada es a las 9 de la mañana y la salida es a las 9 de la noche.

Era consiente de que Derek estaba escuchando toda esta conversación.

—Está bien, vendré mañana.

Eso fue rápido.

El chico se pagó mis cosas, metí todo en las bolsas y salí del súper. Ahora tenía que encontrar un taxi.

—¿Iras caminando, querida? —me pregunta Derek poniéndose a la par mía.

—Buscaré un taxi —respondí sin ponerle tanta mente, quizás así se alejaría.

—Puedo ir a dejarte si quieres —me dice.

—No, gracias, encontraré un taxi... —acomodé una bolsa que estaba súper pesada—... rápido.

No pasaba ni un taxi.

—Vamos, Katalina, no seas orgullosa. Allá está mi auto.

Miré en la dirección que señaló. Eso no era un auto ¡era una maldita Homer en negra! Miré a Derek con cara de wtf.

—¿Es tuya? —quise saber.

—Que pregunta, Katalina —se sintió ofendido jeje. Pero es que era genial.

Y me tentó a montarme en ella, pero me resistí.

—No sé por qué eres tan orgullosa, solo sube y ya —se acercó a su Homer.

Rodé los ojos y entonces lo vi, detrás de la Homer de Derek, del otro lado de la calle, estaba un coche estacionado. Era el auto de Caleb, su puerta se entreabrió pero luego se cerró lo que me quiso dar a entender que estaba dentro del coche y que nos estaba viendo.

¿Cuánto tiempo llevaba allí?

—¿Terminaste de babear por tu ex?

—¿Disculpa? —lo miré.

—Tienes que tener amor propio, Katalina, ahora sube al auto —su tono era de enojo. Lo miré sin entender ¿que le pasaba? ¿Por qué de repente se enojaba? Noté que sus puños estaban apretados.

—¿Por qué me hablas así?

Hace una respiración profunda y se pone frente a mi, poniendo sus manos en mis hombros.

—Vamos —me dice, haciendo una seña con su cabeza. Su tono era más calmado, suplica. Lo miré a los ojos por un momento, sus ojos eran penetrantes, me trasmitían seguridad de alguna forma.

—Está bien —dije al fin.

—Dame esto —me quitó las bolsas y las montó a los asientos traseros. Yo me monté en el asiento copiloto y me puse mi cinturón. Noté que Derek dio una mirada rápida al coche de Caleb y luego se montó al asiento principal, encendiendo su Homer.

—¿Que vamos a hacer de almuerzo, Rubiesita? —me pregunta cuando arranca.

Me reí.

—¿Que?

—Digo, estaré invitado a almorzar. No es pregunta. Y muero de hambre.

—Estás loco si crees que te quedaras en mi casa a comer.

—Estoy loco entonces —me guiña un ojo.

Sentí algo cuando hizo eso, pero lo ignoré cuando miré el espejo retrovisor. Venía un coche demasiado cerca detrás de nosotros.

Caleb.

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