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El tipo seguía con su mano en mi boca, pero no le ponía tanta importancia porque mi mirada estaba en Caleb, en que el ruido había llamado su atención, pero luego llegó otro grupo de chicos y lo distrajeron, haciendo que se metieran a la casa. Ahora sí el tipo me soltó, me giré de inmediato para verlo: alto, cabello negro, medio moreno.
—¿Tú quien eres? ¿Como conseguiste mi número y por qué me trajiste aquí?
Rió.
—Relájate, solo estoy de pasada en este pueblo —retrocedió y empezó a caminar por el camino que vine, así que lo seguí.
—No respondiste mis preguntas.
—No tengo por qué hacerlo —respondió, sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo puso en su boca, luego sacó un encendedor y encendió su cigarro. —Te vi hace unas semanas en el pueblo, me pareciste un poco paranoica.
—¿Acostumbras acechar a las personas que conoces? —quise saber, tanteé mi bolsillo trasero para comprobar que la pluma seguía allí y sí.
—No a todas —exhala humo— ¿acostumbras siempre ir a los lugares que te dice un desconocido?
En realidad... sí.
—Por supuesto que no, estás en el bosque cerca de mi casa, es casi mi territorio —respondí. Seguíamos caminando tranquilamente cuando de repente escuchamos un ruido, así que me detuve en seco— ¿que fue eso? —quise saber.
—Relájate, estás en el bosque, hay muchos animales por aquí.
Tampoco entendía por qué estaba entablando una conversación tan normal con este tipo a quien apenas unos minutos acababa de conocer. En fin, estaba loca en serio.
Pero no había tantos animales en el bosque, yo lo sabía más que nadie, ese sonido no era de algún venado caminando por allí y peor de noche, yo sabía lo que salía de noche. Miré la luna y sí, había luna llena. No significaba nada bueno. Hace meses que no entabló conversacion con los de la manada Gray, y no sabía si habían nuevos integrantes.
—Deberíamos llegar rápido a la casa —menciono, pero me retracto de inmediato— bueno, tú deberías de irte por donde viniste aunque no es bueno que andes solo por estos lugares. Si aprecias tu vida, saldrás de aquí rápido. —apresuré el paso.
En luna llena no era la única manada que salía a casar. También a veces se metían otras manadas a robar alimentos y allí se formaban los enfrentamientos. Si yo encontraba a una manada de lobos y estaba sola —porque no tengo manada— pues no sabía qué podía pasarme.
—¿A que le tienes miedo, Rubiesita? Solo es el bosque —dice. Y otro ruido súper cerca me hizo quedarme quieta, tomé del brazo al chico y le hice señas de que no se moviera. Él solo me miraba como si estuviera loca y creo que se aguantaba las ganas de reír.
—Es más probable que no lleguemos a casa —susurré muy a lo bajo— ese ruido se escuchó demasiado cerca.
—¿Por qué estamos susurrando? —se burla el chico, se zafa de mi agarre y se aleja un poco— ¡cálmate, Rubiesita! —exclamó más fuerte.
Dios.
—¡Solo es el bosque! ¡No hay nada de escalofriante en este miserable bosque! —elevó las manos como dando a entender que no había nada que lo aterrara a su alrededor. Pero entonces miré algo detrás de él. Era un lobo gris, un lobo gris que se saboreaba la lengua.
—No te muevas —le dije y apunté con el rifle.
—¿Por qué no? —inquiere. Hago seña para que mire detrás de él. Tenía miedo de que ese lobo le hiciera algo y tampoco me podía convertir porque no sabría cómo reaccionaría este chico.
El chico voltea a ver detrás de él pero no se inmuta cuando ve al lobo. Me pareció extraño.
—Por eso —dice— vamos, Katalina, ¿no le tendrás miedo a este felino? —se ríe. Mierda— no es más que un... —no lo digas por favor—... perro.
Mierda.
El lobo enfureció, gruñó fuerte para luego correr y tirársele encima al chico, pero este no retrocedió sino que, cuando el lobo se tiró, él lo apartó de su camino con un manotazo. El lobo cayó un poco lejos de nosotros y gimió de dolor por el golpe, cuando se intentó levantar su pata delantera estaba dañada porque no la pudo poner, así que aulló muy fuerte. Segundos después recibió más aullidos como respuestas.
Llamó a los demás. Pero yo solo estaba en shock por lo que acababa de ver. Este tipo, sea quien sea, tumbó a ese enorme lobo.
—¿Que eres? —le pregunté con algo de miedo.
El chico me miró. Sus ojos eran negros como la noche, pero como una noche tenebrosa o escalofriante. Justo cómo está. Sin embargo sus ojos se suavizaron cuando me vio.
—Olvídalo, tienes que salir de aquí —me dice— yo me encargo de ellos —me guiña un ojo.
Parpadeé varias veces sin entender.
—¿Que? Por supuesto que no. Soy muy capaz de defenderme y no necesito huir —me posicione a la par suya.
—Tienes agallas, Rubiesita —me sonríe de lado.
En ese momento nos vimos rodeados por lobos, enormes lobos que no se veían felices. Estos no eran de la manada de Caleb, pero el quizás esté cerca o habrá escuchando los aullidos, o quizás no porque está e una fiesta y dudo que escuche por el ruido de esta.
—¿Estas segura que puedes? —quiso saber a lo bajo.
—Por supuesto —no me transformaría y tampoco les dispararía. Tenía fuerza en mis manos y podía con ellos.
Los lobos empezaron a venir sobre nosotros, yo los empujaba con mis manos o los esquivaba o los golpeaba con una roca o algo. El chico sabía batallar por lo que miraba de vez en cuando, no se inmutaba tanto. Sin embargo yo, como soy más débil, me estaba empezando a cansar. Estaba muy fuera de práctica y muy mal alimentada así que no me sorprendió cuando uno de ellos se tiró sobre mi y me tumbó al suelo.
Sentí un dolor fuerte en mi espalda que me impedía respirar casi, me había golpeado súper fuerte. El lobo estaba encima de mi, sus patas hacían presión en mi pecho. Reuní valor y lo tomé de las orejas, obligándolo a apartarse de mi, pero eso hizo que el lobo intentara morderme y me aruñara el pecho.
Grité mientras apartaba la cara y pataleaba.
Fue un grito tan fino.
El chico me miró.
—Puedes hacerlo. —fue lo único que me dijo, pero no podía venir a por mi porque la mayoría de lobos estaban rodeándolo. Sin embargo aún así no se veía derrotado.
Yo quizás lo estaba. Si quitaba mis manos de sus orejas el lobo me mordería, así que no podía buscar una roca o algo para golpearlo. No me quedaba otra más que transformarme, pero eso no fue necesario ya que un lobo más grande lo apartó de mi, haciéndolo a un lado con una fuerza descomunal y mordiéndolo muy fuerte.
Sentí mi corazón latir más a prisa al ver a ese lobo que ahora me miraba a mi. Un lobo negro, enorme, su miraba era oscura que me provocó escalofríos.
Caleb.
Su manada había venido así que se enfrentaron con los demás lobos.
El lobo negro frente a mi me gruñó.
Arrugué mi cara mientras me levantaba con algo de dificultad.
—Vamonos, no es bueno que mires a tu ex —me dice el chico, tomándome del brazo. Lo miré.
¿Como sabía que era mi ex?
El chico le dio una mirada rápida a Caleb, no era de miedo definitivamente, así que me dejé llevar por el. En el camino no escuchamos nada más, solo silencio.
—No es un pueblo aburrido como pensaba —me dice— ha sido una buena noche.
Lo miro sin entender.
—Espera, ¿como es que sabes de todo esto? Eres... ¿un lobo o algo así? ¿Quizás un vampiro?
Había perdido mi toque para detectar tal parecía.
Se rió.
—Ay, Rubiesita, la curiosidad mató al gato, ¿no sabías? Las cosas a su tiempo —murmuró.
Cuando llegamos a mi casa nos detenemos.
—No me dijiste tu nombre —le digo.
Duda un poco.
—Derek.
—Un nombre no muy común.
—Por supuesto —bromea— ¿quieres que me quede? —pregunta de la nada.
Lo miro sin entender.
—¿Que? Estas loco. Apenas te conozco. Aún así no dejaría que te quedaras —me crucé de brazos haciéndome la dura. La verdad Derek estaba súper bueno y apuesto a que seria un chico muy popular en alguna preparatoria.
Sacó un cigarro, lo encendió y fumó.
Tosí.
—Te agradecería que no hicieras eso en mi presencia —aparté el humo con mi mano. En eso miré al bosque, me sentía observada pero no le puse mucha mente.
—Nos vemos mañana, Rubiesita, no olvides cerrar las puertas con llave —dice— ¿un abrazo de despedida? —cuestiona.
¿Que?
—Pero... no entiendo.
No entendía nada.
—Solo uno —pide.
—Bueno —acepté totalmente pasmada.
Derek me abraza muy fuerte, cuando se separa me mira rápido, pone su manos en mi cara y me besa.
¡Me está besando!
Fue un beso tan rápido y tan extraño que no me dio tiempo ni de reaccionar.
—¿Que...?
—Te veo mañana —me guiña un ojo y se da la vuelta, yéndose por el camino que va al pueblo. Y yo me quede allí, pasmada, sin entender.
Cuando camino a casa y estoy apunto de llegar a la puerta escucho un aullido algo lejos, sabía de quien se trataba, pero lo ignoré.
Me metí a casa y tomé mis pastillas para dormir. Mañana será un nuevo día y tenía que acostumbrarme a la idea de que Caleb volvió y no sabía qué haría al respecto. ¿Cambiaría las cosas? Por supuesto que no. Esto no cambiaba nada.