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Capítulo 2: El Ojo Vigilante

Lucian observaba a Elena desde las sombras, asegurándose de que estuviera a salvo mientras ella exploraba el pueblo y la biblioteca. Aunque ella no lo sabía, sus pasos eran seguidos de cerca por unos ojos que brillaban con una mezcla de curiosidad y preocupación. Su misión de protegerla iba más allá del mero instinto; sentía una conexión inexplicable con ella, algo que la luna misma parecía haberle revelado.

Cerca de la entrada del pueblo, el oficial que había rescatado a Elena la noche anterior se acercó a Lucian. Con una expresión seria, le dijo en voz baja:

—No deberías acercarte tanto a esa mujer, Lucian. Sabes que debemos escoger a alguien de la manada o al menos de nuestra especie. Esto puede traer problemas.

Lucian, con la mirada fija en la figura de Elena a lo lejos, respondió sin vacilar:

—La luna me ha indicado que debo protegerla. Hay algo especial en ella, algo que no puedo ignorar.

El oficial, visiblemente preocupado, negó con la cabeza antes de marcharse, dejando a Lucian solo con sus pensamientos y su determinación renovada. No podía desobedecer lo que sentía en lo más profundo de su ser, aunque eso significara desafiar las normas de su manada.

Más tarde, Lucian regresó al bosque, su refugio y su territorio. Mientras caminaba entre los árboles, se encontró con Marcus, el alfa de la manada rival. Marcus, con una mirada desafiante y una sonrisa sardónica, lo interceptó.

—¿Así que has decidido proteger a una humana, Lucian? —dijo Marcus, su voz llena de desdén—. Atacaste a uno de los míos por esa mujer. ¿Qué tan bajo has caído?

Lucian lo miró fijamente, sus ojos brillando con una luz feroz.

—No te metas en mis asuntos, Marcus. Esa mujer no es tu problema.

Marcus se rió con desprecio, dando un paso hacia adelante.

—No siempre podrás protegerla, Lucian. Quizás deberías preocuparte más por los tuyos. Mi manada está dispuesta a tomar riesgos, y tú, distraído por una simple humana, pones a los tuyos en peligro.

Lucian apretó los puños, conteniendo la ira que ardía en su interior.

—Mi manada está segura —replicó, su voz firme—. No necesito consejos de alguien que ataca a los inocentes. Mantén a tus lobos lejos de ella y de mi territorio.

Marcus lo observó con una mezcla de diversión y amenaza antes de girar sobre sus talones y desaparecer en la espesura del bosque. Lucian, aún furioso, sabía que las palabras de Marcus tenían algo de verdad. Debía encontrar una manera de proteger tanto a Elena como a su manada sin comprometer la seguridad de ninguno.

Con una resolución renovada, Lucian se adentró más en el bosque, buscando el consejo de los antiguos espíritus que habitaban esos árboles, esperando que la luna le brindara la sabiduría necesaria para enfrentar los desafíos que se avecinaban. Sabía que proteger a Elena no sería fácil, pero también sabía que su destino estaba entrelazado con el de ella de una manera que aún no comprendía del todo. Y en esa oscuridad, se preparó para lo que fuera necesario, confiando en que su instinto y la guía de la luna lo llevarían por el camino correcto.

Lucian regresó al corazón del bosque, donde su manada se había reunido. La tensión en el aire era palpable mientras caminaba hacia el claro central. Los lobos murmuraban entre ellos, sus miradas fijas en él con una mezcla de curiosidad y desaprobación. Al llegar, un beta de su manada, un lobo fuerte y leal llamado Garret, se adelantó con una expresión severa.

—Lucian, ¿es cierto lo que dicen? —Garret preguntó, su voz resonando en el silencio del claro—. ¿Salvaste a una humana? ¿Rompiendo nuestras reglas de proteger únicamente a los nuestros?

Lucian levantó la cabeza, su mirada firme y desafiante—. Sí, es cierto. La protegí. Pero hay más en esto de lo que pueden ver a simple vista.

El murmullo entre la manada se intensificó. Algunos asintieron en aprobación, mientras que otros, como Garret, fruncieron el ceño en desaprobación. La tensión estaba a punto de estallar cuando el anciano de la manada, un lobo sabio llamado Eldric, se adelantó con paso lento pero seguro.

Eldric, con su pelaje gris plateado y ojos llenos de la sabiduría de muchas lunas, levantó una mano en señal de silencio. La manada respetó su autoridad, y el murmullo cesó.

—Escuchen, jóvenes lobos —dijo Eldric con voz grave pero serena—. La luna tiene sus propios caminos y misterios. No siempre comprendemos sus decisiones, pero debemos confiar en su guía. Lucian ha sido elegido por la luna para proteger a esa humana. No es nuestra tarea cuestionar, sino entender.

Garret, aunque aún visiblemente molesto, bajó la cabeza en señal de respeto hacia Eldric—. Pero, Eldric, ¿cómo podemos confiar en que proteger a un humano no pondrá en peligro a nuestra manada?

Eldric miró a Garret con paciencia antes de responder—. La luna une a aquellos que deben estar unidos. Lucian no actuó por capricho, sino por un llamado más grande que nosotros mismos. Debemos apoyarlo y confiar en que está siguiendo el camino que la luna ha trazado.

Lucian asintió en agradecimiento a Eldric, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que la confianza de su manada no era fácil de ganar, pero también sabía que debía seguir su instinto y la guía de la luna.

—Entiendo sus preocupaciones —dijo Lucian, dirigiéndose a su manada—. Pero les prometo que nunca haría nada que pusiera en peligro a nuestra familia. Elena es importante, y creo que su presencia aquí está destinada a algo más grande. Les pido que confíen en mí.

Con las palabras de Eldric resonando en sus corazones, la manada comenzó a dispersarse, algunos aún escépticos, pero otros más dispuestos a darle a Lucian el beneficio de la duda. Lucian sabía que su desafío no solo era proteger a Elena, sino también mantener la confianza y la unidad de su manada.

Esa noche, mientras la luna llena brillaba en lo alto, Lucian se sentó en el claro, meditando sobre los eventos recientes. Sabía que el camino por delante estaría lleno de obstáculos, pero estaba decidido a seguir adelante. La luna lo había guiado hasta aquí, y confiaría en ella para guiar sus próximos pasos.

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