Último encuentro
Aquel humano
Lo sé, lo sé, estuvo mal aceptarla aquella vez, sabía que podía ser la ultimas vez, sabía que ella se iba a dar cuenta de que yo no era nada especial, que la única razón por la que no le hable desde el principio, la única razón por la que nuestras fantasías solo vivían en nuestras mentes era porque siempre estaba pendiente al trabajo (al igual que ella, siempre estaba ocupado), hasta que llego ella y se volvió mi mundo, mi vida; así que me alegra mucho que mi último aliento sea entre sus brazos o más bien entre sus piernas.
Estos fueron sus últimos pensamientos antes de despertarse sobresaltado, jadeando en busca de aire, casi sin oxígeno. La oscuridad de la habitación era abrumadora, y su visión estaba borrosa. La sed que lo atormentaba era intensa, y su cuerpo, delgado hasta el extremo de parecer un cadáver disecado, estaba casi irreconocible. Sin lugar a dudas, seguía vivo, pero la pregunta que lo atormentaba era: ¿por qué? ¿Por qué Kathleen lo había dejado vivo y en este estado?
Kathleen aún lo quería vivo. Lo necesitaba vivo. Ya no se trataba solo de venganza, ni siquiera de placer. Había algo más profundo, una necesidad más fundamental. Kathleen se encontraba en un estado de completo desconcierto. No podía creer que no había sido capaz de llevar a cabo su propósito. Había pecado como demonio, sintiendo algo que todos los de su es-pecie desconocían: la maldita empatía. Y había pecado como humana, sucumbiendo a un pecado tan vil como la gula. Para ella, nada de esto tenía sentido.
La realidad de sus emociones la perturbaba profundamente. Kathleen, quien siempre había sido una maestra del control y la manipulación, ahora se enfrentaba a una vulnerabilidad que nunca había conocido. Esta nueva sensación de empatía la hacía cuestionar todo lo que creía saber sobre sí misma y su propósito. Su necesidad de ser necesitada la había llevado a un terreno desconocido, donde el simple acto de dejarlo vivo se había convertido en una prueba de su propia humanidad y debilidad.
Mientras él luchaba por comprender su estado, Kathleen se debatía con sus propios demonios internos. La línea entre la venganza y la compasión se había difuminado, y la confusión que sentía la atormentaba. Ella había quebrantado las reglas de su existencia, permitiendo que un sentimiento tan humano como la empatía se infiltrara en su corazón demoníaco. Esta transgresión la hacía sentirse perdida, incapaz de reconciliar sus acciones con su identidad.
Kathleen, abrumada por esta dualidad, sabía que no podía continuar ignorando la complejidad de sus emociones. Aunque su deseo de control y poder seguía siendo fuerte, no podía negar la conexión inesperada que había formado con su víctima. Este hombre, en su vulnerabilidad, había despertado algo en ella que ni siquiera el placer más intenso podría apagar. La pregunta de por qué lo había dejado vivo seguía sin respuesta, pero una cosa era segura: sus vidas estaban irrevocablemente entrelazadas, y el futuro de ambos dependería de cómo enfrentaran esta nueva realidad.
Sin lugar a duda este fue un suceso que marcó a Kathleen, se sintió vulnerable y confundida, pero no estaba arrepentida.
Un mes después
_Regresaste, pensé que ya no te volvería a ver, aunque siempre te esperé _dijo el humano, mientras en su físico aún se podían observar las secuelas de aquel día.
Kathleen, con una expresión de mezcla entre confusión y desa-fío, respondió: _ ¿Qué eres? ¿Qué me hiciste?
_ ¿A qué te refieres? ¿Acaso no soy yo el que debería hacerte esa pregunta? _replicó él, su voz llena de desconcierto y un toque de reproche.
_ Yacen en mí sentimientos que desconocía. Te metes en mi mente y me obligas a ser quien no soy _continuó Kathleen, su voz temblando ligeramente con una emoción que no lograba identificar.
_No soy más que un simple humano que te entregó todo lo que es, por la única razón de... _ hizo una pausa profunda, el silencio lleno de peso y significado _de que estoy completamente enamorado de ti.
Kathleen, como siempre, solo se quedó en silencio. Sus ojos, usualmente llenos de frialdad y cálculo, ahora mostraban una chispa de vulnerabilidad que ni siquiera ella entendía completamente. La confesión de amor del humano había perforado una barrera dentro de ella, dejando al descubierto emociones que nunca pensó que pudiera sentir.
La habitación se llenó de una tensión palpable, mientras ambos procesaban lo que se había dicho. El humano, agotado pero esperanzado, miraba a Kathleen con una mezcla de anhelo y desesperación. Kathleen, por su parte, luchaba internamente con los sentimientos que él había despertado en ella. La empatía y la conexión que sentía eran un territorio desconocido, y no sabía cómo manejarlo.