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Enamorada del Padre, Casada con el Hijo

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C.I.DIAZ
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Sinopsis

Tras la súbita muerte de sus padres, Nathalie ha quedado sola en el mundo. La solución para resolver sus problemas económicos es la de conseguirse un Sugar Daddy. Con el paso de los días, se rendirá a los encantos de un apuesto CEO, veintidós años mayor, pero él tiene otros planes para ella, y solo la ayuda de su amiga Michelle, quien huye de su poderoso y dominante padre, la podría llevar a encontrar la solución a sus problemas, esto si las dos hermosas muchachas logran sobrevivir a los misterios y los encantos del atractivo dueño de la isla del Caribe a la que han ido a parar.

RománticoMatimonio por ContratoCastigoAventuraCEOMafiaMisterio

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¿Qué podría hacer una hermosa chica de dieciocho años, con una vida casi que perfecta, si una llamada telefónica le cambiara su vida para siempre?

A Nathalie le gustaban las noches de los sábados, pero no para salir con sus amigos, socializar, bailar, embriagarse o acostarse con alguien, como muchos de sus amigos lo hacían. Le gustaría hacerlo, ¿por qué no?, pero su rutina como deportista de alto rendimiento no se lo permitía, pues debía madrugar todos los días a recorrer los caminos de las montañas aledañas a la ciudad en su bicicleta de ciclo-montañismo, al lado del resto de las chicas del equipo de la universidad. Pero eso no era disculpa para que no se sintiera bien sentándose frente al televisor, en el acogedor ambiente de la sala de estar donde vivía con sus padres, a disfrutar de uno de sus programas favoritos.

Aquella noche de principios de mayo, vistiendo tan solo una camiseta y unos shorts, se sentó en el abullonado sofá y sintonizó la serie que había cautivado su atención desde hacía tres semanas. Era una serie de misterio, de aquellas que la llevaban a olvidarse del resto de la humanidad y sus problemas. A veces sus padres compartían aquel momento, pero esa noche se encontraban viajando.

Le hubiera gustado tener a un novio que la acompañara, pero con el último había roto algunos meses atrás y sus múltiples ocupaciones, en el deporte y en el estudio, no le habían dejado tiempo de sobra para envolverse con una nueva persona. Al último ya no lo extrañaba. Lo había hecho durante el primer mes después de su partida, pero el paso del tiempo se había encargado de hacerla olvidar. Ya su atractivo rostro y las experiencias vividas junto a él eran cosas de un pasado que ya no volvería. Se sentía bien, concentrada en sus estudios universitarios y en su deporte, y aunque muchos muchachos la invitaban a salir, ella solo aceptaba aquellas invitaciones cuando en realidad sentía que era hora de salir de la rutina por un par de horas. Ya tendría tiempo más adelante para ocuparse de las cuestiones del amor.

Tenía las rodillas pegadas a su pecho, sus manos sobre los empeines y su atención fija en una escena romántica de la serie, para el momento en que recibió la llamada. Estiró la mano, se percató que se trataba de un número desconocido, oprimió el botón verde y dijo.

–Hola…

–Buenas noches, hablo con Nathalie Walker –escuchó una voz femenina al otro lado de la línea.

–Sí, ¿quién habla?

–Soy Diane Hamilton, de Trans-Sky Airlines…

Se trataba de alguna funcionaria de la aerolínea en la que viajaban sus padres. ¿Habría ocurrido algo fuera de lo común? Llevaban cinco días por fuera, gracias a la visita que habían decidido realizar a la hermana de su padre, quien vivía en Calgary y había estado celebrando su cuarentavo cumpleaños dos días antes. Nathalie no había podido viajar debido a sus clases en la universidad y a los entrenamientos de ciclo-montañismo, los cuales se habían intensificado debido a la proximidad de la competencia que se correría en pocos días y que otorgaría un premio de tres mil dólares a la ganadora, además de un viaje en un lujoso velero por algunas islas del Caribe.

–Tengo entendido que tú eres la hija del señor Daniel Walker y de la señora Linda Walker… –continuó la empleada de la aerolínea.

–Es correcto –dijo Natalie–, ¿está todo bien?

Natalie amaba a sus padres, seres comprensivos que siempre le habían dedicado todo el tiempo que ella requería. Siempre habían estado atentos a cubrir todas sus necesidades, sus requerimientos, pero sin llegar a convertirla en una niña consentida. Le habían exigido lo necesario, llevándola siempre por el buen camino, lo que había logrado que fuese una estudiante ejemplar en la escuela y que consiguiera un cupo para estudiar psicología en una de las universidades más prestigiosas del país, además de convertirse en una deportista destacada con posibilidades de llegar a los juegos olímpicos.

–Natalie, ¿has visto las noticias esta noche?

–No, no he visto nada…

Su corazón empezó a latir a gran velocidad, las manos se le humedecieron, lo que nuca les sucedía, y se puso de pie sabiendo que la súbita aceleración de su ser no le permitiría seguir hablando desde la comodidad del sofá. Por su mente pasaron en décimas de segundo los inolvidables momentos que había pasado con sus padres. Era tal el amor por ellos y la buena energía que siempre había acompañado su relación, que al graduarse de la escuela no había hecho lo que la mayoría de sus compañeros hicieron: el irse de casa, bien fuese a estudiar en una universidad de otra provincia o a trabajar y pagar renta en un pequeño apartamento. Natalie nunca vio la necesidad de alejarse, quería estar al lado de ellos, era como se sentía feliz y como sus padres se sentían a gusto.

–Natalie, siento muchísimo ser portadora de malas noticias –dijo la mujer–pero lamento mucho informarte que el avión en que tus padres viajaban de Calgary a Vancouver se estrelló cuando atravesaba las Montañas Rocosas.

Un grito llegó hasta los oídos de la funcionaria y Natalie alcanzó a preguntar antes de perder el conocimiento:

–¿Y se sabe si ellos están bien?

–Natalie, no hay sobrevivientes, el avión explotó al estrellarse contra la montaña.

Fue un equipo de paramédicos, acompañados por un par de policías, los que la sacaron de la inconsciencia. Al abrir los ojos se vio a sí misma acostada en el sofá de la sala de estar, enfrentada a la mirada inquisidora de una mujer que dijo:

–Natalie, soy Cara Fanelli, del cuerpo de paramédicos del Hospital de Lions Gate. ¿Cómo te sientes?

Natalie recordó el motivo de su desmayo y nuevos gritos, acompañados de llanto no demoraron en aparecer. Sin importar que el tensiómetro estaba sujetado a su brazo izquierdo, se puso de pie y volteó la mesa de centro, llevando a caer sobre la alfombra el plato de cereal con leche que había estado disfrutando momentos antes de recibir la llamada

–Está perdiendo el control –dijo uno de los policías al tiempo que los dos paramédicos la sujetaban de los brazos.

–¡No puede ser cierto, no es posible! –fueron los gritos de Natalie.

Pensó que la vida se le había acabado, ya no sería nada ni nadie sin sus padres, no tenía a nadie más en el mundo. Ni hermanos, ni abuelos, ni primos, siempre había sido ella y sus padres.

Solo quería soltarse de quienes la sujetaban y salir corriendo, correr y no parar, correr lo suficiente para olvidar o para retroceder en el tiempo, pero correr hasta que su realidad fuese otra, una en la que no tuviese que enfrentar el mundo totalmente sola, sin apoyo alguno.

Se levantó, sus fuerzas, gracias al desespero, superiores a la de los dos paramédicos que la sujetaban, alcanzó a dar un par de pasos, sintió una mano que la sujetaba de su muñeca izquierda, luchó por soltarse de esta, pero sintió un pinchazo en su brazo derecho y pasaron pocos segundos antes de desvanecerse.