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—Anabella Mirelt Scott —al escuchar el llamado de la rectora del colegio me puse de pie hecha un manojo de nervios y subí a la tarima a recibir mi diploma. Me sentía tan emocionada y a la vez nostálgica porque no volvería a clases. La mayoría de mis amigas y compañeros se irían este año para la universidad, el plan era irme con ellas pero debido a ciertas cosas no podré hacerlo.
Un año. Será un año lleno de retrasos y de incertidumbre. Mis padres no tienen el dinero aún de la universidad pero prometieron que lo conseguirán para el próximo año. Mientras tanto también ahorraré. Solo para ayudarme un poco.
—Felicidades —me dice la que fue mi maestra mientras me entrega el diploma. Sonrío para la foto mientras me despido de los profesores. Estoy tan nerviosa que me sudan las manos. Estar frente a una enorme multitud me provoca fobia y hace que mis movimientos sean torpes. Los tacones que uso son altos y la túnica es un poco grande. Al bajar escalón por escalón para llegar a mi lugar y hacerme chiquita, mi pie se dobló haciendo que casi cayera de bruces al piso. Pero alguien me tomó de la cintura e impidió mi caída.
Es Noel, mi novio.
—Ten cuidado —sonrió.
—Gracias por rescatarme —terminé de bajar los escalones, fingiendo no ver las miradas de los demás y tomé de la mano a Noel. Noel era alto, rubio y bastante atractivo. Éramos novios de hace dos años.
—Te dije que siempre estaré ahí para evitar que caigas —me guiñó un ojo, eso lo hizo ver demasiado sexy. Había una que otra chica que me odiaba por ser la novia de Noel Carter pero eso me tenía sin cuidado.
Noel se dirigió a su lugar mientras yo me sentaba en el mío. Noel me había alejado el nervio un poco, controlé el temblor de mis manos y me dediqué a disfrutar del resto de la ceremonia. Mientras veía a mis amigas y compañeros pasar a recibir su diploma, me sentía nostálgica al mismo tiempo. Ya no volveremos a reunirnos todos en el tiempo libre, ya no volveremos a hacer viajes en grupo. Nos separaremos, lo sé.
Cuando todo termina abrazo a mi familia y a los demás para después irnos a casa. Las únicas personas en casa eran mi padre, mi madre, Noel y mi hermanita de nueve años Kara.
—Qué felicidad me da —exclamó papá abriendo el vino.
—Al menos tendremos un peso menos con eso de la escuela. —rodé los ojos porque a veces mis padres eran un poco tacaños.
—¿Qué hay de mi? —renegó Kara.
—Claro, por eso dije un peso menos—mamá servía la comida.
—¿Piensas ir a la universidad este año, Noel? —le preguntó mi padre a Noel. Yo ayudaba a mamá a poner los platos en la mesa.
—No lo creo, señor, pero el año que viene sí. Iré a Boston.
—Boston, queda un poco lejos —me miró de reojo. Me sentía mal porque Noel y yo no estaremos juntos en la misma universidad. Lo había hablado antes, buscaríamos universidad cerca en donde pudiéramos ir los dos, pero los padres de Noel quieren que vaya a Boston y mi novio no pudo oponerse. Ni siquiera por mi.
—Así es, señor, Ana y yo lo hemos hablado mucho —Noel tomó un sorbo de su vino.
—Está bien —mamá se sentó en su lugar así que yo también— Aún falta un año para eso. Al igual que tu, Noel, Ana se tomará un año sabático para la universidad. Quizás el otro año sea un mejor año. Quizás algunos planes cambien. ¿A donde quieres ir tu, Ana?
—Ya te lo he dicho, mamá, California —tomé sorbos de vino.
—Si me permite, señor y señora Scott, después de la cena quisiera llevar a Ana al cine —les pidió permiso.
Mis padres se miraron el uno al otro.
—Está bien —contestó mi madre— Ana está creciendo y sabe lo que hace. Solo les pido por favor que se cuiden.
Miré a mi madre con horror.
—Mirelt... —la sentenció mi padre. Al parecer a mi madre no se le escapaba de que Noel y yo ya teníamos relaciones sexuales desde hace un año. Parece que ese tipo de cosas son difíciles de ocultar.
—Mamá, por favor —la miré mal. Noel lo único que hizo fue tomar vino.
—Está bien, yo solo decía. Mejor cenemos que se enfriará la comida.
Noel puso su mano en mi rodilla, masajeándola un poco, dándome a entender que todo estaba bien.
•
Después de la cena Noel y yo nos dirigimos al lugar que íbamos siempre, en la montaña, donde se miraba todo el pueblo desde aquí. Nos subimos al capote de su coche y nos acostamos a ver las estrellas. Había sido un día largo y melancólico. Era increíble que ya no me levantaría temprano para ir a clases, ni almorzaría con mis amigas etc. Noel era un año mayor que yo, él ya tenía dieciocho y yo diecisiete.
—¿Crees que tu mamá sepa que tú y yo...? —me empezó a preguntar.
—Por supuesto, a ella no se le escapa nada —masajeé mi cuero cabelludo.
—Mejor, ¿no crees? Así podemos estar más tranquilos de que lo sepan.
—¿Por qué lo dices? —lo miré frunciendo el ceño.
—Bueno, así empezaremos una vida juntos. Ana, yo quiero estar contigo siempre. Me he enamorado de ti muchísimos, tanto que no puedo imaginar una vida sin ti. Es más, si pudiera cambiarlo todo me iría contigo a California.
—Pero no serías capaz de enfrentar a tus padres —renegué. Odiaba a un hombre que no tuviera decisiones propias, que no fuera valiente y enfrentara ciertas cosas. Eso no me gustaba de Noel, que hiciera lo que sus padres quisieran, en especial su madre.
—Lo siento.
—No hablemos de eso sí —me reincorporé y me subí encima de él— Mejor hagamos algo más divertido —sonreí con picardía.
Noel también sonrió. Pude ver el morbo en sus ojos.
—Esa idea me gusta.
Y así, encima de su coche hicimos el amor.
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Un año después...
—¡Ana! Sale una orden —el grito de mi adorado jefe me hace salir de mis pensamientos. Maldigo a lo bajo y me acerco para tomar el platillo que me pidieron en la mesa cuatro.
—Ya oí —le dije al llegar.
—¿En qué tanto piensas? —me reprochó.
No le respondí, solo tomé la bandeja y se la llevé a los clientes.
—Que lo disfruten.
Mi turno estaba por terminar, así que me quité el delantal y lo dejé en la barra.
—Ya es hora de irme —le dije a mi jefe quien me había quedado viendo mal.
—Como quieras —tomó algo de dinero de la caja y me lo dio— Nos vemos mañana.
—Gracias, Jeymi —tomé el dinero y lo conté. Cuarenta dólares, era lo único que me ganaba en la semana. Llevaba ahorrando un año casi. Tendría que contar cuánto hice. Tomé mis cosas y me dirigí a casa.
•
Eran las graduaciones de nuevo, recuerdo que hace un año estaba en ese mismo lugar.
Cuando llego a casa subo directo a mi habitación y tomo mi alcancía. Recé para que hubiera suficiente dinero para irme. Tomé el martillo y la rompí, habían varios billetes, pero la mayoría eran de veinte. Al cabo de media hora contando me sorprendí porque había más de lo planeado, cuatro mil quinientos dólares con veinte centavos. Esto me ayudaría a pagar la inscripción y algunos meses de clase. ¡La renta! No había pensado en eso. Mordí mi uña un poco indecAna mientras me quebraba la cabeza pensando.
En eso, mi computadora suena anunciando un correo entrante. Había aplicado a varias universidades de California para becas o media becas, algo que me ayude a que mis gastos sean menos. Abrí la computadora y abrí el correo. Era de la universidad de California en California.
Estimada señorita Anabella Mirelt, nos alegra informarle que ha sido admitida en la universidad de California, en California con una media beca del cincuenta por ciento. La esperamos dentro de unas semanas en nuestras instalaciones.
Saludos cordiales,
Universidad de California.
Me quedé estática ante lo que leía. La emoción no me cabía en el pecho. En eso, me puse de pie y grité de emoción. Tanto así que mis padres entraron a mi cuarto con cara de susto.
—¿Qué pasó? ¿Por qué gritas?
—¡Iré a la universidad! —les exclamé.
—Ah... eso está bien por ti —mamá se rascó la nuca un poco nerviosa. Eso me hizo dudar un poco.
—¿Qué pasa? Se supone que se alegrarían por mi.
—Y lo estamos, es solo que... —miró a papá.
—No podemos cubrirlo, Ana.
Sentí cómo si me hubieran echado un balde de agua fría. Todas mis emociones se hicieron pedazos.
—¿Qué? Pero ustedes me dijeron que este año...
—Sé lo que dijimos, lamentablemente la situación no es la misma.
Bajé la mirada.
—Me dieron media beca en la universidad —les dije, aunque sé que de nada serviría.
—Eso es increíble. La única opción sería que encontraras un trabajo por allá —comentó mamá.
—Ahorraste para la mensualidad de unos meses y ahora con la media beca la inscripción será menos. En ese tiempo no creo que no consigas algo. ¿Que dices? —insistió papá— ¿te arriesgas?
Los miré. Era obvio que me tendría que valer por mi misma desde ahora y si no salía hoy de aquí no lo haría nunca. Así que armándome de valor les dije:
—Me arriesgaré.
—Esa es mi hija —me felicitó mi padre.
—Tengo que empacar, me iré este fin de semana.
—¿Tan pronto? ¿Y Noel?
—Supongo que él también debe de estar recibiendo noticias de la universidad. También se irá. Hablaré con él ahora.
—Te voy a extrañar mucho —mamá se acercó a abrazarme— es duro alejarse de un hijo.
—Queda Kara, mamá, y se hará adolescente rápido.
—Ya lo sé.
Abracé a papá mientras pensaba en que tendría que buscar un empleo en California en donde no conozco a nadie y donde no sé bien cómo funcionaban las cosas. Solo esperaba encontrar algo rápido y fijo.