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2

Un año se pasa volando, se dijo, un año no es la gran cosa.

Ignoraba en aquel entonces, que una sola noche puede cambiarle la vida a un hombre para siempre.

—Y entonces él le dice: bésame, y ella lo besa, así tan despacito... —Vanesa no pudo menos que tapar su risa al oír a su amiga Elisabeth resumirle la telenovela que se veía. Ella hacía las voces, y hasta los gestos, y ahora que describía el momento del beso entre los protagonistas, había estirado los labios de un modo bastante irrisorio.

—¡No te rías!

—¡No puedo! Lo haces demasiado bien.

—Besar no es ninguna ciencia —aseguró Elisabeth casi blanqueando sus ojos—. Deberías probar.

—Y tú deberías dejar de ver tantas telenovelas.

—Tonta, las veo para poder contártelas a ti. Con eso de que tus padres no te dejan ver nada de nada en la tele...

La sonrisa de Vanesa se borró. Era verdad, sus padres eran el colmo de la represión.

Había nacido cuando ya ambos eran bastante mayores, y no tenía hermanos, así que no sólo era la hija habida en la vejez, sino la única. A eso había que sumarle que Antonio Gonzalez era un hombre más temido que respetado en el pueblo de Trinidad, y que había anhelado un varón... y había nacido ella.

—Me conformo con los libros —dijo—. Les cambio la portada y creen que estoy leyendo Shakespeare, o algo así.

—Aunque si ellos leyeran Shakespeare –dijo Elisabeth, alzando una ceja y sonriendo—, de todos modos, te lo prohibirían. ¿Romeo y Julieta morir por amor? ¿Qué demonio se les metió en el cuerpo a ese par de niñitos?

Vanesa volvió a reírse. Elisabeth, o Eli, prefería llamarla, era su único contacto en el mundo real, la única novia que permitía por ser la hija del alcalde, así que se portaba bien y se portaba, no tan loca como las mujeres. ciudad. su edad.

Pero sus padres no sabían que ella era la única que trabajaba para todos sus amigos, quienes se lo habían prohibido desde pequeña. Ella le habla de las telenovelas más calientes que han salido en la tele, pone debajo de la mesa novelas románticas con escenas eróticas, que su madre, si supiera, no tuvo ceremonia, prendió fuego. A los quince años se presentó a Rodrigo, el chico que la amaba. Antonio llega sin previo aviso y, con la ayuda de García, el peor de sus hombres, lo lleva a su casa, recibiendo luego una paliza y un castigo interminable; Rodrigo y su familia tuvieron que abandonar el pueblo casi al día siguiente. Ni siquiera trató de ponerse en contacto con otro hombre.

Ir a la casa de Elisabeth en cualquier momento era la diversión que podría haber disfrutado. No pudo ir a la universidad porque en Trinidad no había nadie, y no fue por todo el oro del mundo que Antonio lo dejó ir a estudiar solo a Bogotá u otra ciudad. Sin embargo, trabajaba como los otros empleados de su padre. Le ayudo con la contabilidad, llamadas, papeleos, archivos, etc... Eso quiere decir que soy su secretaria no remunerada.

No le faltaba nada y habría mentido si hubiera dicho otra cosa, pero todo, absolutamente todo, hasta las toallas higiénicas (no le compraron tampones, fue un invento del diablo y le quitaron el aseo a la niña, pensó su madre), estaba elegido por sus padres. Cuando salía de la ciudad, uno de los dos lo acompañó y sintió que a donde fuera, García, el guardaespaldas y mano derecha de su padre, lo seguía.

Entonces su amigo es un símbolo; fue un milagro que se le permitiera volver a casa para poder vivir la vida a través de ellos. Elisabeth salió de verdad, conoció Bogotá, se fue al mar y se puso bikini, ¡Elisabeth no era una niña! Y que sus padres no lo supieron, ni se prohibirá su amistad.

Pero Elisabeth dispuso ir a la Universidad de Bogotá en los próximos meses.

La perdería.

—Yo creo –le dijo ella poniendo el índice sobre la respingada nariz de Vanesa, quizá intuyendo su ánimo— que algún día conocerás a alguien que te saque de este pueblo, alguien valiente que no tema la ira de tu padre, alguien por quien querrás enfrentarte al mundo.

—Algo así como un príncipe de brillante armadura —suspiró.

—¿Por qué no?

—No existen, Eli —sonrió Vanesa con tristeza.

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