Capítulo 6. Durmió en casa
Por Evangelina
Mi corazón está despedazado, no sé cómo remendarlo, trato de que mi autoestima no caiga.
No quiero otros brazos, no quiero tener a un extraño en mi cama.
No me sirve cualquiera.
¿Cómo hago para borrar de un plumazo?
No es que alguien me dijo que vieron a Edgardo por ahí, con otra mujer, lo descubrí yo, y él habló casi claro en ese momento, no me dijo que era inocente, quiso poner algunas excusas, pero nunca negó nada.
No puedo ignorar que quien sabe desde hace cuánto está teniendo una relación paralela a la nuestra.
Me incendia cuando estamos juntos, pero entiendo que lo de anoche no se puede volver a repetir.
Después de tantas noches en soledad, sintiendo que había dejado de ser ese gran y único amor, no entiendo cómo me dejé llevar por sus besos y sus caricias.
Las necesitaba, eso también era verdad.
Él insiste en que me ama, tal vez no se terminó su querer, su amor, tal vez está arrepentido, pero mi dolor es muy grande, siento estacas clavándose en mi corazón.
Nada está bien entre nosotros, a pesar del trato amable y cariñoso que tenemos.
Sin embargo no podemos volver, no puedo perdonarlo, él tampoco me dijo que quería volver a estar conmigo como un matrimonio.
A lo mejor era verdad que me extrañaba, pero sus palabras solo pedían perdón.
Me impresionó su llanto, pero no sé que pasa por su mente.
No tengo respuestas para el futuro.
Tengo miedo a la soledad y a su infidelidad.
No sé qué va a pasar con nosotros, con nuestra familia.
Dudo de Edgardo y él no me aclara nada, tampoco correría a sus brazos ni volvería a su casa.
No alcanza con sus juramentos.
Jamás pensé que me disolvería por dentro, que quedaría en carne viva, herida como nunca.
Nunca me imaginé que sufriría por él.
Tampoco quiero pensar que por las noches, cuando regresa a su casa, luego de ver a los niños, tal vez, termina abrazado a otra mujer.
El amor me lastimó, no quiero llorar delante de los niños.
Trato de que mis lágrimas no cedan, que mi angustia desaparezca, aunque sea en ese momento, que estoy sirviendo el desayuno para los cuatro.
—Papá durmió en casa.
Le cuenta mi pequeño a su hermana.
Mi hija me mira y yo, sin poder evitarlo, me ruboricé como una adolescente.
Tiene 13 años, entiende sobre la sexualidad, pero no creo que piense en lo que se vive al hacer el amor.
No me arrepiento de todos los años que pasé al lado de Edgardo, realmente es un buen hombre y creo que por mucho tiempo vivió por y para mí.
Ahora no sé qué tan consciente es de su error, eso por llamarlo de alguna manera.
Hasta discutió con mi hermano, ahí intervine yo, diciéndole que los problema de pareja lo íbamos a solucionar o no, entre mi marido y yo.
Lo que teníamos juntos era un amor desmedido, perfecto, al menos eso creía yo.
Tal vez fui ciega y todo era un espejismo.
A lo mejor me aferré a él, creyendo ciegamente en su amor.
Por momentos mi cabeza estalla.
Candela no le contestó nada a su hermano, ni siquiera sonrió.
Posiblemente se haya dado cuenta del porqué de nuestra separación.
A lo mejor escuchó algo.
Creo que me puse pálida al pensar que pudo haber escuchado los reproches de Edgardo y se dio cuenta que él no es su verdadero padre.
—Amor ¿Te pasa algo?
Me preguntó Edgardo.
Mis manos temblaban.
—No…
Si Candela hubiese escuchado algo, ya lo hubiese dicho.
Nunca me preguntó nada.
Tampoco preguntó por qué nos separamos.
Noté que estaba algo distante con Edgardo, pero eso también era normal, si pensaba que me había engañado, es que eso se caía de maduro.
Definitivamente creo que Edgardo tampoco fue tan claro en su reproche.
Me siento culpable con respecto a mi hija, no es que le niegue que conozca a su verdadero padre, es que nunca se volvió a cruzar en mi camino, no supe ni el apellido y no lo volví a ver.
Edgardo fue un padre ejemplar y lo sigue siendo, pese a que estamos separados.
Siento mucho rencor por dentro, con el padre de Candela, con la vida y hasta con el padre de mi hijo.
Me pierdo con mis pensamientos.
—Llevo a los chicos al colegio.
Dice mi ex marido.
—Tu auto no anda.
—Lo revisé hace un rato y arrancó sin problema.
Lo miré furiosa.
¿Acaso se cansó de la otra y quería una noche caliente conmigo?
Me paré sin poder dominarme.
—Vení un segundo al dormitorio, por favor.
Le dije lo más tranquila que pude.
Pero yo no estaba tranquila.
Sin esperar su respuesta enfilé hacia mi dormitorio.
—Se hace tarde.
Quiso evitar una discusión.
—Es solo un momento…amor.
Le dije masticando clavos.
Me siguió en silencio.
Cerré la puerta apenas entró.
—No quiero más mentiras ni tonterías, ¿Tu auto anda?
—Perdón, te necesito…
—¿Tu amiguita no estaba disponible anoche?
Le pregunté con furia.
—Cielo…te amo, te lo juro.
—Te equivocaste mucho últimamente.
—Amor, no puedo estar sin vos.
—Podés, estuviste por muchos meses.
—Te extraño.
Me dijo con lágrimas en los ojos.
—Me traicionaste y jamás esperé eso de vos, creía en vos, en tu amor desmedido…que es evidente que nunca existió.
—¿Qué decís? ¡Fuiste vos la que menos amó en nuestro matrimonio!
—¡Eso no es verdad! Cumpliste tu palabra, me enamoraste día a día…y desde el primer beso que me diste, en esa pista de aquella discoteca, me hiciste sentir cosas que jamás había sentido.
—Nunca me dijiste algo así.
—Creí que lo sabías, siempre te dije que te amaba.
—Cielo, me equivoqué, perdoname, no sé estar un día sin vos.
—No puedo, tenés que entender que me lastimaste, nunca me imaginé que vos me podrías lastimar, no tenés idea cómo me siento y después venís una noche, mintiendo, a esta altura creo que ella anoche estaba ocupada y vos tenías la noche libre.
—No, mi vida, te juro que te amo.
A esta altura los dos teníamos lágrimas en nuestras mejillas.
No podía creer en él, porque fue la persona que más confié en mi vida y me lastimó.
Estoy herida y decepcionada.
—Yo te amo, estoy segura que nadie te va a amar como lo hago yo, ni siquiera esa mujer que vos elegiste, dejándome de lado.
—Me equivoqué, mucho, pero te amo con mi vida.
—Es lamentable que no te pueda creer, que no puedo confiar en vos.
—Cielo, sabés como me ponés…
—No me mientas, no quiero saber como fué, pero estoy segura que inventaste un universo de mentiras, porque ella no era alguien de pasada.
—Te amo y no hubo nadie más importante que vos en toda mi vida.
—Por supuesto, soy la madre de tu hijo.
—Sos la madre de mis hijos.
—Cuándo nos separamos, recordaste que Candela…
—No lo repitas ¡Por favor! Perdoname, no puedo estar sin vos, sin ustedes.
Estoy triste, herida.
A pesar de eso, cuando lo tengo cerca, muero por sus caricias, por sus besos, por su piel, es que él me hizo descubrir un deseo tan potente y me encendió por dentro, pero no solo de pasión, sino que verdaderamente me enseñó a amarlo, nunca pensé que nuestro matrimonio se fuera a terminar, quisiera cerrar mis ojos y que mi olfato no fuera tan desarrollado, no quería pensar que algo así me estaba sucediendo a mí, creo que esa noche volví, porque inconscientemente tenía dudas…
Me hubiese encantado descubrir que él era inocente, que todo estaba en mi cabeza, pero no me equivoqué, él no respetó las promesas que me había hecho.
Ni siquiera puedo creer en su amor, aunque debo confesar que sus lágrimas me conmovieron y que sin sus besos no puedo vivir.
En estos meses creí que había logrado, al menos sobrevivir sin ellos y sin el calor de su cuerpo por las noches, hasta ayer, que de nuevo estuvo en mi cama y por la mañana, al sentirlo pegado a mí, fui feliz, salvo que luego recapacité y la realidad es otra.
Él estuvo con otra mujer, me suplantó, me cambió por ella, no le importó ni siquiera nuestra familia.
Porque nosotros teníamos una familia, yo creía que con raíces firmes, porque así también consideraba que era nuestra pareja.
—¡Arruinaste lo que teníamos!
—Pero anoche…
—Anoche…
Cerré los ojos mientras acomodaba mi cabellos con las manos.
—No sos el único que tiene necesidades.
Le dije, con los dientes apretados.
—Perdón, cielo, de verdad estoy más que arrepentido.
—Llevá a Leandro al colegio, yo al mediodía alcanzo a Candela.
Ya no quiero hablar más del tema, es que realmente tengo miedo de aceptarlo, pero no puedo perdonarlo.
Salió de mi habitación, porque nuestra, no es.
Mi hijo está feliz, adora a su padre, pero noto que Candela, a partir de nuestra separación, lo trata con cierta distancia.
Supongo que sabe que Edgardo me engañó y eso como hija y como mujer, no debe ser fácil de digerir, porque es adolescente, pero sabe exactamente qué sucedió, o al menos lo adivina.