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Dejo ir una sonrisa y me giro para besarlo castamente una y otra vez.
—¿Que me gusta?— lo beso —¡Amo a Marcos!— Lo beso de nuevo.
Él sonríe y me abraza. Toma mi mano y comenzamos a caminar por la hermosa playa. El agua es totalmente cristalina, todo perfecto, simplemente maravilloso.
—¿Dónde estamos?— Pregunto sin dejar una sonrisa tonta.
Marcos asiente.
— Seychelles, o como todos llaman paraíso...
—¡Es bonito!— Grito de emoción.
—Lo sé, quería que esto fuera perfecto y más si se trata de ti...—
Lo miro con puro cariño.
—¿Y dónde nos quedaremos?— Levanto una ceja juguetona.
— Cerca hay hoteles de primera, por así decirlo, la gente viene a pasar las vacaciones aunque las lunas de miel suelen aprovechar…
¿Y nos quedaremos en un hotel?
—No, por supuesto que no—, me mira con orgullo. —Quiero alejarme del ajetreo y el bullicio y de otras personas—. Por eso reservar un bungalow...
—Me encanta la idea—. Le mando un beso en el aire.
Se lanza y seguimos hasta llegar a nuestro destino. De hecho, es más hermoso de lo que imaginaba. En medio del mar hay una larga fila de cabañas. Todos ellos mantienen una distancia bastante grande.
Tengo una ceja y miro a Marcos.
¿No quieres privacidad?
El asiente.
Digamos que es un área VIP. Estos lugares son especiales, ¿ves el del medio? — señala con la mandíbula y el asiento — eso es nuestro.
Nuestro bungalow es bastante grande y espacioso, perfecto para los dos. Se mantiene con soportes, lo que le permite mantenerse firme sobre el mar y las aguas cristalinas.
Caminamos juntos por las largas zonas de deslizamiento hasta llegar a la del medio. La puerta se ha abierto, cuando menos lo espero, Marcos me coge por sorpresa y me carga como si fuera una princesa.
Solté una carcajada sin poder evitarlo. Besa mi mejilla y sigue caminando hacia la entrada.
—No rompamos el hábito, bebé—, me besa.
Correspondo a su acto y así llegamos a la entrada. Cuando estábamos pasando por la puerta principal, me golpeé la cabeza con el marco de la entrada.
—¡Oh, mierda!— Marcos maldice.
Ambos nos conectamos. Marcos me deposita en el suelo y yo seguí riendo mientras me frotaba la cabeza.
—Pero qué romántico—. Me lanzo.
Me abraza y me levanta con fuerza para que pueda enredar mis piernas en su cadera. Tomo sus mejillas y lo beso lentamente, mi beso corresponde de la misma manera y segundos después nos separamos.
—Espero que te guste...— susurra en mi oído.
Lo miro con amor y asiento.
Marcos es perfecto...
Hago un nudo con ambas tiras de mi bikini, cuando termino esta procedo a ponerme los aretes redondos que están en la peluquería. De hecho, el bungalow es bastante bonito y acogedor.
La habitación es bastante espaciosa, al igual que la cama. El baño también es bastante grande y tiene muchos aromas por todas partes. Por otro lado está la cocina, Marcos dijo que no la usaríamos ya que pasaremos todo el tiempo afuera, además el frizzer está bastante equipado con frutas y sensaciones de manjares viscosos. Finalmente está la habitación, tiene una vista total al mar, las puertas son bastante grandes y dan acceso directo a las escaleras.
Inhalo lentamente y exhalo de la misma manera y luego veo mi trabajo terminado en el espejo. No le doy mucha importancia a mi apariencia siempre que la comodidad sea lo primero.
Salgo de la habitación y voy a la cocina. Abro el frizzer y saco un pequeño tazón de fresas, y con el deleite en mis manos tomo un lugar en la encimera de la fregadora.
Como uno a uno degustando su exquisito y jugoso sabor. Segundos después entra Marcos, cruzo mis piernas coquetas al ver lo que parece.
Es bastante hermoso y sexy. Todo su pecho está expuesto y muestra su perfecta anatomía. Lleva unos shorts negros que acompañan a la perfección la cantidad de tatuajes que tiene, de esos que me vuelven loca.
Me mira descaradamente de arriba abajo devorando cada centímetro de mi piel con esos azules perfectos.
Ve directamente al frizzer y saca una botella de agua fría. Me mira y juguetonamente se me acerca. Abre mis piernas y se mete en ellas y luego bebe un sorbo del líquido.
—Quiero ir a la playa.— Digo poniendo una fresa en mi boca.
Me mira con una ceja y sonríe.
—Bueno, me muero por hacer otra cosa...— Bésame los labios.
Yo correspondí.
—Yo también tengo hambre—. Me quejo de haber devorado otra fresa.
Mira el cuenco pequeño y muestra una sonrisa ladina.
—¿Acabas de comer un plato entero de fresas y tienes hambre?— pregunta burlonamente.
Me encojo de hombros y dejo el cuenco a un lado y luego enredo ambas manos en su cuello, acercándolo. Mis labios muerden los suyos y luego lo besan lentamente. Sus manos toman mis caderas y comienza a acariciar mi piel.
Hago que abra más la boca y cuando lo hace no le doy tiempo y le meto la lengua al baile.
Él gime ante mi acto y toma mi trasero con ambas manos, sonríe ante su acto y se separa lentamente entre besos.
—Aliméntame esposo...— digo juguetonamente.
Marcos lans y niega con la cabeza sin más preámbulos. Me ayuda a bajar y entrelazar nuestras manos y luego salir de la cocina.
—Eres un jodido y sexy manipulador—. Ella me sonríe y yo hago lo mismo.
—Así es como me amas, cariño—. Le guiño un ojo.
Salimos del bungalow y comenzamos a caminar por los largos pasillos de madera para llegar a la playa hasta que escuchamos una risa algo chillona.
Marcos y yo nos damos la vuelta y encontramos a una rubia bastante alta acompañada de un hombre de la misma altura.
Ambos tienen las manos entrelazadas y nos sonríen.
—¡Vecinos!— grita la rubia cuando llega frente a nosotros.
—¿Perdóneme?— Siempre pregunto, atenta a cada movimiento tuyo.
—Vecinos, los vimos salir del bungalow de allá—, dice, —el nuestro está al lado, un placer soy Lilit y él es mi esposo Steven…—
El hombre se acerca a nosotros y le da la mano a Marcos y luego lo hace conmigo. Esta vez la rubia se acerca y me da un beso en la mejilla y otro en la de Marcos.