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¿Primera vez?

—Y entonces, Hazel, ¿de qué se trata?—había preguntado Mia a su amiga con bastante curiosidad.

Luego de la llamada de Hazel, las chicas habían acordado verse en una cafetería cercana. Las tres jóvenes estaban a punto de mantener una conversación muy importante…

—Es sobre Hermann—confesó la castaña.

—¡Oh!—se sorprendieron ambas amigas.

Emma y Mia sabían que las cosas no andaban muy bien entre la parejita.

—Creo que es el momento de…

—De…?

—Ya sabes, de dar el paso, hacer cositas, eso…

—¿Estás segura, Hazel?—preguntó su amiga Emma, ​​quien tenía mayor conocimiento sobre su caso.

Emma había sido la primera en descubrir la infidelidad de Hermann. Un día la chica iba en el auto de su padre rumbo a un famoso restaurante que acababa de abrir a las afueras de la ciudad, en ese momento, sin siquiera imaginarlo se encontró con Hermann.

El muchacho iba de la mano de una hermosa chica de cabellera rubia y unos espectaculares ojos azules. Los dos parecían bastante confraternizados, por la manera en que Hermann la hacía sentarse en una de las mesas del lugar, con aquella galantería, besando su mano y acariciando su rostro de tanto en tanto, para luego proceder a besar sus labios con extrema dulzura.

Al presenciar aquella escena su apetito había desaparecido por completo y sintió unas inmensas ganas de vomitar.

«¡Qué tipo tan asqueroso!» Emma pensó muy molesta.

La chica no se quedó con eso y rápidamente empezó a tomar una serie de fotografías que luego mostraría a su amiga, para ayudarla a abrir los ojos con respecto al tal Hermann.

—¡Debes dejarlo, Hazel! Es un desgraciado de lo peor—le había dicho con furia el día anterior.

La castaña sollozó durante horas en sus brazos, pero su carácter no parecía ser lo suficientemente fuerte como para tomar una decisión definitiva.

—¡Yo lo amo!

—¡Pero él no a ti! Puedes verlo en la foto, está bastante claro.

Hermann se encargó de aprovecharse del amor que le tenía su amiga, para inventarle una de esas típicas excusas: “Yo no lo quise hacer” “La necesidad me gano” “Es que tú no me das lo que yo necesito”. Era tan básico y elemental, que desde ese momento no soportaba verle la cara.

—No puedo creer que vuelvas con él.

—Él no la quiere, me lo confesó.

—¡Por Dios, Hazel, tampoco te quiere a ti!

—¿Tú lo crees?

—Es demasiado evidente, ¿cómo puedes estar tan ciega?

Pero a pesar de querer hacerla entrar en razón, su amiga no la escuchó y siguió manteniendo un noviazgo que estaba destinado únicamente al fracaso.

—Sí, estoy completamente segura. Lo amo, por supuesto que quiero que mi primera vez sea con él.

Emma reviró los ojos sin que su amiga pudiera verla.

«Dios mío, ¿por qué tenía que oír semejante estupidez?» Pensó la chica a punto de levantarse de aquella mesa.

La morena no dijo nada más, fue Mia quien se encargó de aconsejarla al respecto:

—Debes respirar profundamente y tratar de relajar todos los músculos. No te angusties, duele un poco al inicio, pero luego el dolor pasará y podrás disfrutarlo, te lo aseguro.

-Tengo miedo.

—Yo también tuve miedo la primera vez, pero creo que en estos casos es esencial que tu pareja sepa lo que está haciendo. Según entiendo, Hermann ya tiene experiencia, así que seguramente todo será mucho más fácil para ti.

Hazel dibujó una sonrisa triste al recordar cómo era que su novio tenía esa experiencia.

—Yo solo te digo que lo pienses bien—agregó Emma deseando que algún milagro sucediera y su amiga se arrepintiera de entregarle su virginidad a aquel rufián.

Los días transcurrieron rápidamente y Hazel no había cambiado ni un poco de parecer, seguía con muchos miedos, pero convencida de querer salvar su relación.

—Hoy me quedaré a dormir en la casa de una amiga, mamá—había pedido permiso la chica.

—Está bien, cariño.

Cuando Alexander llegó del trabajo junto a su padre, preguntó por la presencia de su hermana a su madrastra.

—Dijo que se quedaría a dormir en casa de Emma.

El hombre frunció el ceño de inmediato.

«¿Qué se quedaría a dormir fuera de casa? ¿Por qué?»

No sabía exactamente de dónde provenía aquella furia que comenzaba a invadirlo, pero la idea de que Hazel durmiera en otra casa no le gustaba para nada.

—Tienes el número de esa chica.

—Uh, sí, ¿por qué?

—Dámelo—ordenó a su madrastra.

La mujer procedió a darle el número de Emma, ​​y ​​Alexander no dudó en realizar una llamada.

— ¿Se encuentra a Hazel?

Emma del otro lado, sintió que estaba a punto de sufrir un paro cardíaco.

—¿Hazel?—tartamudeó la chica activando todas las alarmas en el hombre.

—Sí, Hazel, necesito hablar con ella. Pásamela, por favor

—Ella…

—Se supone que está en tu casa ¿no?

—Sí, pero ella…

—Dime, ¿dónde está?

La morena no soportó la presión y terminó confesando todo.

—¡Está en casa de su novio!

—¿Cómo dices?

—Ella mintió, la verdad era que no venía para mi casa.

Luego de haber obtenido la dirección del paradero de su hermanita, Alexander no dudó en salir a buscarla.

—¿Adónde vas, hijo?

—¡Por lo visto, ustedes dos no se dan cuenta de lo que ocurre en sus propias narices!—reclamó el hombre completamente fuera de sí.

—¿De qué hablas?

—¿Sabías que tu hijita tenía un novio?—preguntó Alexander furioso a su padre.

—¿Un novio?—se sorprendió el hombre mirando en dirección a Amelia.

La mujer negó, ella tampoco tenía la menor idea de esa información.

—Pues así es, y ha decidido mentir para poder quedarse esta noche en su casa.

—¡No puede ser!

James acompañó a su hijo a la casa del fulano novio.

Los dos jóvenes se encontraban completamente solos esa noche, la madre de Hermann, por lo general, no permanecía en casa, cosa que Hermann aprovechaba trayendo a chicas distintas cada día. Pero ese día era especial, finalmente podría tener un momento íntimo con su tierna noviecita, había esperado tanto por eso que no podía soportar un segundo más sin probarla.

—Espera, vas muy rápido.

—No voy rápido, Hazel, voy demasiado lento—dijo el muchacho con molestia ante la renuencia de la chica.

-Si, pero…

Hermann le quitó la blusa y detalló sus pequeños senos aún ocultos en el sujetador. El chico sintió el deseo despertarse, necesitaba…

—Parece que están tocando a la puerta—avisó Hazel ante el inminente sonido.

—¡Maldición!

Cuando Hermann se encaminó a abrir la puerta no se imaginó que la persona que tocaba con tanta insistencia, era nada más ni nada menos que el hermano mayor de su novia, tampoco se imaginó que el mismo no venía solo y que traía consigo a su suegro.

—¡¿Dónde está Hazel, infeliz?!

Alexander lo tomó fuertemente del cuello de su camisa. En ese instante, el rubio comprendió que estaba metido en serios problemas.

—¡Ella no está aquí!–trató de mentir, pero fue demasiado evidente lo que hacía.

Hazel apareció en la escena quedándose pasmada al ver a su padre y a su hermano amedrentando a su novio.

—¡¿Qué demonios es lo que te pasa?!—James se acercó en dos zancadas hasta ella.

—Papá, puedo explicártelo todo…

—¿Qué me vas a explicar? ¿Qué le mientes a tu madre y que decides venirte a pasar la noche con este? ¡¿Qué se supone que iban a hacer los dos solos?!

—Hermann es mi novio, papá, yo lo amo y…

Alexander bufó, no soportaba seguir escuchando esa sarta de estupideces.

—Pues tu noviecito no parece que tenga buenas intenciones contigo. ¡Si quieres a una chica no le dices que le mienta a sus padres!

—Tu hermano tiene razón, Hazel. Si ese muchacho te quisiera como dice, hace tiempo hubiera ido a nuestra casa.

—¡No es verdad, él me quiere!

Hermann seguía estando fuertemente sujeto por las manos de Alexander.

—Señor, es verdad, yo quiero a su hija…—mientras decían aquellas palabras, Alexander no pudo evitar sacudirlo, la rabia que despertaba en su interior el hecho de que tratara de verles las caras de idiotas lo superaba.

—La quieres mucho, ¿no? ¿Entonces explícame para qué era esto?

Un paquete de preservativos había salido del interior de uno de los bolsillos de su pantalón.

Hermann se puso pálido y Hazel sintió que el aire no llegaba a sus pulmones. «¡Rayos!» pensó.

—¡Maldito!

Alexander lanzó un puñetazo directo al rostro del muchacho haciendo trastabillar.

—¡No, por favor!—gritó Hazel.

Su padre la jalo del brazo para sacarla de esa casa y la chica luchó para liberarse, mientras su hermano no dejaba de arremeter en contra de Hermann.

—¡Déjalo! Él no me estaba obligando a nada, fui yo la que quise venir.

—Pero ¿de qué hablas, niña?

Su padre la zarandeó un poco para que reaccionara.

—Es la verdad, papá. Yo fui la que le pedí que me hiciera su mujer.

El hombre no soportó escuchar semejantes ridiculez y estampo una fuerte cachetada en el rostro de su hija. Alexander al darse cuenta de lo que sucedió, se separó de Hermann e impidió que su padre volviese a arremeter en contra de Hazel.

—¿Qué haces?—reclamó el muchacho a su progenitor.

—No escuchaste lo que dijo?—se justificó.

—Hazel es una niña, no importa lo que diga. El culpable aquí es este—señaló Alexander al muchacho que los miraba temeroso desde el suelo.

—Vayamos a casa—ordenó James, completamente rojo de ira.

En todo el trayecto en automóvil, Hazel no dejó de llorar. Su padre procedió a decirle que se sentía muy decepcionado de ella y que estaría castigada por el resto de su vida, lo cual era una clara exageración, pero la molestia que sentía en ese momento hablaba por sí misma.

Ante aquella muestra de incomprensión, la mente de la jovencita se llenó de muchas ideas desalentadoras. Si algo tenía claro Hazel, era que no iba a permitir que arruinaran su amor con Hermann…

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