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Capítulo 6. Las preguntas de Camila

Llegó a su casa por la noche del domingo, estaba cansada, solo quería comer algo sencillo, darse una ducha y dormir, pero al acostarse en su cama, de nuevo recordó la mirada de Piero.

Definitivamente estoy loca, pensó, tratando de conciliar el sueño.

Al día siguiente Camila se reincorporó al colegio, ella había hablado con sus alumnos el viernes anterior, lo hizo a instancia de la directora que le dijo que eso era lo correcto.

La niña se abrazó a ella en cuanto la vió.

Pero Mora no la alzó a upa, tenía que encontrar la forma de despegarla de a poco de su lado y que interactúe con sus compañeros de clases.

Sabía que aunque ella quería consolarla en todo momento, lo mejor para Camila era que se adapte a su nueva vida y que pueda resolver por su cuenta los problemas que surgían.

Los primeros días estuvo bien, pero el día jueves no quiso irse con la niñera, a Mora le daba la impresión de que la niñera era demasiado fría con la niña, tal vez la había retado por algo.

Mora buscó en sus contactos y llamó a Piero.

—Buenas tardes señor.

—Buenas tardes, ¿Sucede algo?

—Nada importante, es que Camila no quiere irse con la niñera, no deja de llorar y de decir que solo se va, si usted la viene a buscar.

—Estoy en medio de una reunión, no puedo llegar antes de una hora.

—Yo no tengo problema en esperarlo, señor.

—En cuanto pueda, salgo para allá, gracias.

Piero pensó que nunca en su vida le agradeció tantas veces a una misma persona.

La niñera se quedó junto con Camila, pero ésta no quería que se le acerque.

La directora del colegio se quedó, porque era la responsable, pero lo hizo con menos paciencia que Mora.

—Lo siento.

Dice Piero bajándose del auto cuándo ni siquiera había terminado de frenar.

—¡Cami! Chiquita, ¿Qué pasó ahora?

—¡Papi! Te extrañaba y extraño a mamá, y si está Mora, estoy mejor ¿Puede venir a casa?

—Yo no…

Comenzó a decir Mora y Piero se dio cuenta que era un manejo de su hija, para alargar el tiempo en que estaba con su docente.

—Entiendo que tenés tu propia vida, no te preocupes, Camila, tu maestra tiene cosas que hacer, la próxima vez, por orden mía, subís al auto con tu niñera y no nos hacés perder tiempo a todos, yo salí de una reunión importante y supongo que tu maestra y hasta la directora del colegio se tuvieron que quedar por un capricho tuyo.

Camila se largó a llorar desconsoladamente, abrazándose a su docente.

—Camila, lo lamento mucho, pero no podés manejar a todos, subí inmediatamente al auto.

La niña nunca había visto a su padre tan firme, por lo que subió al auto sin rechistar.

—Lo lamento mucho, Mora.

—No se preocupe, señor, lamento no haber podido manejar la situación.

El hombre solo sonrió antes de subir a su auto.

La directora habló con Mora para que trate de ser un poco más firme con la niña, entendía que había perdido a su madre, pero de verdad estaba modificando el horario de muchas personas y no lo hacía por una emergencia.

Mientras tanto, al llegar a su casa, Piero habló muy seriamente con su hija.

—Extraño mucho a mamá y Mora se parece a ella.

Él sabía que no se parecía, al menos no en sus facciones, ni en su color de cabello, ni en su altura, Katy era bastante alta, Mora tenía una altura normal, no era baja, pero definitivamente no se parecía a su difunta esposa.

Ni siquiera en su manera de vestirse, ni en su manera de ser.

La madre de su hija Fue siempre imponente, ella hablaba y todos la escuchaban al instante, hasta temblaban cuando no cumplían con las expectativas que ella esperaba, yo conocí a la otra Katy, a la que en lugar de dominar, seducía.

Mora no dominaba y no parecía una mujer que usara la seducción, con ese pensamiento, Piero dejó volar su mente.

—Mora no se parece a mamá.

Le dijo de repente a su hija.

—Sí papá, se parecen en que las dos me quieren, mamá me cuida desde el cielo y Mora me cuida en el cole y me gustaba el perfume de mami y el de mi seño también me gusta.

La mente del apuesto hombre voló nuevamente, él no sabía cómo olía la docente, pero no tuvo más opción que confesarse que le gustaría saber cómo era su aroma…y su sabor.

Estaba atormentado, aunque hacía poco que su esposa había fallecido, él necesita tener sexo y esa falta de acción, lo llevaba a pensar tonterías sobre la maestra de su hija.

Esa noche, luego de que su hija se durmió, él salió, con bastante culpa, a buscar alguna compañía femenina.

Tenía un departamento, que lo usaba para tales fines, porque en vida de su mujer no podía exponerse entrando a un hotel alojamiento.

Llamó a una prostituta que muchas veces contrataba.

Al volver a su casa no se sintió mejor, tenía culpa, más que cuándo ella vivía.

Estaba confundido, sabía que en este momento era libre, para tener sexo con quién quisiera y sin embargo no se sintió cómodo.

Tal vez era la culpa de no haber amado lo suficiente a su esposa, cuándo ella lo amaba con toda su alma.

Fueron pasando los días, el sábado anterior pudo entretener a su hija y el domingo la llevó a pasear, fueron a un shopping, almorzaron en un restaurante de comida rápida, él sabía que a la niña le gustaba, luego le compró algunos juguetes, se sorprendió cuando su hija le dijo que quería comprarle algo a su maestra.

Él sabía que no correspondía, que ella podría mal interpretar el gesto, pero accedió, guiando a su hija en la compra, compraron un cuadro que tenía escrito el nombre de la bella docente.

—Papá yo quería comprarle una pulsera.

—Para el día del maestro o para su cumpleaños, le regalás lo que quieras.

Así conformó a su hija.

Camila estaba obsesionada con su maestra, Piero no sabía si eso era bueno o malo para la niña, porque si bien consideraba a Mora una excelente persona, él sabía que no tenía porqué tener algún vínculo fuera del aula y tenía miedo de que su hija sufra si la docente decidía poner distancia, lógica, con ella.

Era como tener otra pérdida.

Sin embargo, Camila cada día en la cena la nombraba como si fuera muy importante para ella.

Mi hija solo me cuenta cómo le Fue en su día, el reciente viudo trataba de tranquilizarse pensando eso.

Al sábado siguiente, cuando Camila le pidió que llamé a Mora, él no se hizo rogar, se dio cuenta que tenía cierta ansiedad al escuchar su voz.

Mora se acercó a la mansión, como la otra vez, en su auto.

Camila saltó de alegría al verla.

Estuvieron en el cuarto de la niña, quién le mostró fotos de su madre, estaban en eso cuándo Piero entró en la habitación de su hija.

—Buenos días Mora.

—Buenos días señor.

Piero estaba incómodo con el señor que ella le decía continuamente, le estaba por pedir que deje el trato formal, cuándo su hija habló.

—Papi, le estaba mostrando las fotos de mami.

Él, sin saber muy bien por qué, se sintió un tanto molesto con su hija.

Por un lado, las fotografías eran familiares, sin ser tan íntimo y por otro lado, sentía que su hija estaba abusando de la buena voluntad de la joven que tenía delante suyo.

—Era muy hermosa tu mami.

Dijo Mora, con mucha dulzura.

—Vos también sos muy linda.

Le dijo Camila.

Mora estaba incómoda, sentía la mirada de Piero en ella y no sabía porqué, pero quería escapar de allí.

—Gracias, cielo.

Le contestó en voz baja.

—Seño ¿Te quedás a comer con nosotros?

Mora miró al padre de su alumna, quién no dijo nada.

—No lo creo, tengo que…

—¡Papá, decile que se quede a comer con nosotros!

—Espero no molestarte si te pido que almuerces con nosotros.

Él pensaba que lo decía por compromiso, por el pedido de su hija, pero estaba ansioso, esperando que Mora acepte.

—No quisiera molestarlos.

—Ya oíste a mi hija, no me perdonaría si no te insisto.

—Bueno, gracias, acepto.

Dijo ella, sin querer hacerse rogar.

Durante el almuerzo la niña le hizo varias preguntas de su vida personal.

—¿Con quién vivís?

—Con mis padres y mi hermana.

—Yo no tengo hermanos ¿Cuántos años tiene tu hermana?

—Tiene 20 años.

—¿Y vos cuántos años tenés?

—Tengo 22 años.

Piero pensó en lo jovencita que era y que aparentaba menos edad, si él la vería en la calle, no le daría más de 20 años, a pesar de que en el colegió se vestía bastante formal, aunque en ese momento no lo estaba tanto, tenía puesto un jean, botas negras, hasta las rodillas y una camisa, negra y blanca, con dibujos bastantes psicódelicos, sin poder evitarlo, miró hasta donde tenía abotonada esa blusa, definitivamente, podría desabrocharse un botón más y seguiría estando decente, aunque él le desabrocharía lentamente todos los botones y…

—¡Papá! Te estoy hablando.

—Perdón hija, decime.

No sabía qué le sucedía cuando tenía delante suyo a Mora.

Su hija, cuándo le dijo que se parecía a su difunta esposa, lo confundió, ahora él también quería saber cómo olía Mora y cómo era su piel al tacto, recordó la mano de ella sobre la suya, cuándo hablaron por primera vez, pero no era eso lo que él quería…él quería…

No se animó a seguir con su pensamiento, porque lo que seguía era un deseo pecaminoso.

Mora contestaba las preguntas de Camila, porque estas no eran impertinentes.

—¿Tenés novio, seño?

Esta lo era un poco.

—Sí, tengo novio.

—¿Te besa en la boca?

Ahora si estaba incómoda.

—A veces.

Le contestó.

—Mi papá besaba a mi mami en la boca.

En ese momento los dos adultos estaban incómodos porque no sabían que más diría o preguntaría la niña.

Sin embargo Camila cambió de tema, preguntando si su maestra tenía perros o gatos.

—Tengo una gatita que se llama Tati.

—Ese es un nombre de persona.

—Sí, también.

—A mi papá no le gustan los gatos, pero a mí me encantan, un día me llevas a tu casa, para conocer a Tati.

—Bueno.

Le contestó la docente.

—¡Camila! No seas maleducada.

—No se preocupe señor, es lógico que ella quiera conocer mi casa y a Tati.

—¿Viste papi? Ella me quiere como me quería mamá.

—Camila, dejá de incomodar a Mora.

—No me incomoda, señor, yo te quiero mucho Cami.

Terminó por decirle a la niña y a su padre le habló casi con autoridad, defendiendo a Camila.

—¿Me mostrás fotos tuyas?

—Sí, pero luego me voy, porque tengo un compromiso.

—Quedate para siempre.

—Camila, Mora tiene una vida aparte de vos, tiene novio, una hermana, una casa.

La pequeña se puso a llorar y se acercó a la joven docente llorando desconsolada.

Piero se levantó de la mesa, estaba enojado con su hija, porque consideraba que ella quería manejar a las personas, Fue cuándo recordó a Katherine, sin duda tiene un carácter parecido a su madre.

Mora se quedó en medio del comedor, con la pequeña en sus brazos sin saber qué hacer.

Decidió ir a la habitación de la niña y tratar de salir de esa casa lo antes posible.

Habló con Camila, explicándole con dulzura, que tenía cosas para hacer, que otro día volvería.

Se estaba yendo, no pensaba despedirse de Piero, estaba muy fastidiosa con el comportamiento del hombre.

Apenas abrió la puerta de la habitación de la niña, que se quedó a cargo de la niñera, una mucama le indicó que se acercara al estudio del dueño de casa.

Ella estaba contrariada, pero sin demostrar su fastidio, le preguntó en dónde quedaba el estudio.

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