Capítulo 5
Cuando llego a mi casa, arrojo el estúpido mandil de Starbucks dentro de mi armario y me apresuro a cambiarme de ropa. Lloro por algunos minutos tratando de desahogarme; sé muy bien que me deshice de un trabajo que no valía la pena por el tipo de jefe como ese. Ahora solo me importa estudiar. Tomo todos mis libros y cuadernos y repaso los apuntes.
Ya en mi sofá, la ventana me muestra un cielo oscuro y profundo, junto con todos los ruidos y sonidos de la ciudad. Me la he pasado estudiando las últimas cosas para estar lista en el examen final de mañana. Todo es pan comido para mí.
— ¡Elizabeth! ¡¿Estás ahí?! —toca con desesperación Lorraine.
Tirando algunos de mis cuadernos me apresuro hasta la puerta y me impresiono de lo rápido que ha llegado.
— ¡¿Por qué me enviaste un mensaje diciendo: "me he librado de Starbucks"?! —casi restriega la pantalla de su teléfono en mi cara.
Suspiro.
—Me despidieron.
Se queda boquiabierta y sin palabras.
— ¿Por qué? —me toma por la mano y me lleva hasta el sofá.
—Le tiré unos creams frappuccinos a alguien...—mi voz se quiebra—. No era cualquier cliente, era el señor Matthew Evans como un demonio.
Abre los ojos como platos.
— ¿Qué...? —se queda perpleja.
—No quiero saber ya nada de nada... Pero sabes, no me siento furiosa, entiendo que por él perdí mi trabajo, pero... No, no es nada.
— ¿Pero por qué no quieres...? —Se calla.
Trago saliva.
—Porque me provoca algo. Es sólo una sensación, ni siquiera lo conozco.
— ¿Estás bien? —me pone la mano sobre mi hombro.
Eso quisiera, en tan solo una semana me despidieron de mi primer empleo. Vaya récord.
—Sí, solo quiero descansar. Lo bueno de esto es que me libré del irritante jefe de Starbucks y conseguí otro empleo en una tienda de videojuegos.
Suelta una risita.
— ¿En serio? WOAH, eso fue veloz. Estás llena de suerte, el karma ya hará que pague ese incompetente hombre.
—¿Matthew Evans?
—Noo, tu jefe de Starbucks, tonta—me saca la lengua.
Río en voz baja. Asiento con la cabeza y la miro con la barbilla en alto, orgullosa de mí misma.
—Bueno, solo vine como visita express. Tenemos que descansar, dormir las ocho horas obligatorias, levantarnos a buen tiempo y desayunar. Cuatro horas concentradas en hojas de respuestas y preguntas no son fáciles. Los exámenes de mañana serán grandes.
—Lo sé, estoy más que lista—sonrío con calidez.
Nos abrazamos durante unos tres minutos compartiendo las buenas vibras. Me devuelve la sonrisa y se retira sin decir más.
Todo lo que me ha pasado en este día es tan confuso... Señor Evans, gracias a usted me despidieron.
*
Voy por el pasillo de la escuela, junto a la valiente Lorraine, listas para el gran examen. Estudié bastante bien, pero el rostro de ese mega empresario invade todos mis pensamientos. Temo llegar a tener problemas para concentrarme.
—Entrando al mundo de Elizabeth, ¿estás ahí? —me chasquea los dedos.
Parpadeo varias veces.
—Eh sí, hay que entrar.
Durante el examen, mis pensamientos se ven interrumpidos por esa estúpida mirada. Quiero desecharla a la papelería de reciclaje como en una computadora, pera ya se creó un virus.
Menos mal, he terminado. Suspiro y sonrío radiante al saber que el examen acabo, por el momento para mí. Recargo mi cabeza contra la mesa de mi asiento. Trato de volver al mundo real que tenía hace unas semanas antes. Al mundo real en donde una mirada azul de esa tonalidad no me intimidaba para nada ni invadía mis pensamientos. Mis ojos están muy cerca de mi examen. Observo las últimas preguntas que fueron pan comido para mí. Vuelvo a sonreír al ver que esto ha acabado. Miro una de las muchas frases de Jane Austen que estudie durante toda esta maravillosa carrera:
"Los hombres tienen el poder de elegir, las mujeres el de rechazar".
Matthew Evans tiene mucho más poder que ese mismo... ¿Me escogió...? Borro ese pensamiento de inmediato. Recuerda, las mujeres tienen el poder de rechazar, Elizabeth Reed. Aunque creo que ese poder se debilita cuando lo tengo cerca de mi...
—Muy bien todos, dejen de escribir—ordena el señor Scott.
Levanto la vista y me reincorporo. Me siento derecha y entrelazo mis dedos poniendo atención a mí alrededor.
Nuestro compañero Mario, pasa recogiendo los exámenes.
— ¿Qué tal te fue? —pregunta Lorraine.
La miro a través de mi hombro.
—Bien—no tengo nada más que decir.
Todos esperamos pacientemente a que el señor Scott acomode cada examen en su escritorio.
—Bien, escuchen todos, ya sé cómo les fue con sus tesis y solo puedo decir, que todos podrán graduarse. Los felicito a todos—fija su mirada en mi—. El jueves tendrán las evaluaciones de sus exámenes y el sábado en la noche será su graduación.
Todos gritan de felicidad. Me emociona un poco lo de la graduación, pero me preocupa que no tenga nada que ponerme ese día. La chicharra suena y todos se levantan de su lugar con un grito más en señal, de que al fin somos libres. Al fin dejaremos atrás los estudios difíciles para exámenes imposibles. Una vez más lo repito: ¡libres! Algunos cuantos lanzan sus cuadernos al aire.
Lorraine y yo caminamos juntas hasta llegar al patio central de la universidad y nos sentamos para descansar. Cielo despejado, limpio, azul... muy bello para este día. Aún yo no me siento muy libre que digamos, tengo muchas obligaciones fuera de la escuela y aunque no quisiera tenerlas, lo hago para ayudar a George y a Emma. Aún no les he dicho que me despidieron...
—Al fin, libres—dice muy entusiasmada—. No te había dicho, pero, mi familia y yo nos iremos a Miami por unas vacaciones cortas, si te quieres mudar desde antes...—sonríe levemente.
— ¿Qué te parece hoy? —digo tímidamente.
—Purrfecto.
—Aunque me mude, tendré que pagarle la última renta a la señora Harris.
Golpea la banca con el puño.
— ¡Qué injusto! —Protesta—. Es una vieja cascarrabias.
—Lo sé, pero las personas son así.
Suspiramos las dos y miramos al cielo. ¿Mi condición económica podría ir mejor? Ya estoy acostumbrada a esto.
—Oh, oye, oye, ya llego James... y adivina qué hice—sonríe pícaramente.
Por favor, que no haya puesto una guardería de gatos.
— ¿Qué? —pregunto con interés.
—En la graduación, te inscribí en la subasta de baile.
— ¡¿QUÉ HICISTE QUÉ?! —doy un grito ahogado.
Me pone la mano en la boca para que me calle.
—Tranquila, yo también me inscribí. Los chicos subastaran por nosotras y bailaremos con ellos.
Me quito su mano.
—Lorraine, no tengo nada que ponerme y no sé bailar—voy subiendo poco a poco mi hilo de voz —. ¿Sabes lo que significa "no sé bailar"?
Me da un leve golpe en el hombro.
—Lo harás bien, yo te puedo prestar un vestido, además es para los recursos de la universidad para que más jóvenes puedan estudiar.
Me siento avergonzada con ella. ¿Cómo se atreve a inscribirme a un baile de subasta, sin mi consentimiento? Suena bien eso de ayudar a los futuros universitarios, pero ¿era necesario que también me inscribiera a mí?
—Oh, además, James nos invitó a beber un trago en un bar.
Alzo una ceja.
—Sabes que yo no bebo—resoplo.
Me vuelve a dar un leve codazo.
—Solo será una cerveza. No significa que te vayas a poner borracha.
Bueno, puede que tenga razón, hay que divertirnos un poco pero no excedernos con el tema de libertinaje extremo.
*
He llegado a GameStop con dos minutos sobrantes de mi tiempo y sin utilizar el autobús. Kevin esta con tres niños pagando por unos videojuegos. Me acerco hasta el mostrador con ellos.
—Hola, Kevin—le sonrío tímidamente a los tres niños.
Los niños me devuelven la sonrisa.
—Hola, Elizabeth, espérame un momento. Este es un momento crucial entre los clientes y el gerente—me guiña el ojo.
Kevin y los tres niños discuten por cual consola es mejor: Xbox o PlayStation. Quisiera decir mi opinión, pero mejor la mantengo conmigo, no vaya a ser que los niños se enfaden o mi jefe, además, nadie quiere oírme hablar.
—Nos llevaremos el Xbox—anuncian los tres niños al mismo tiempo.
Kevin hace una mueca graciosa. Toma una caja de Xbox One y la pone el registro de código de barras. Al parecer, él apoyaba a PlayStation. Los tres niñitos sacan dinero de sus bolsillos respectivamente. Parecen ser más ricos que yo. Entre los tres toman la caja y salen muy felices de la tienda, cantando Sweet Child of Mine, de Guns & Roses. Me sorprende su tipo de gustos mejor que los de Lorraine. Al momento, regreso mi atención a Kevin.
—Bien, eh, sígueme. Necesito mostrarte algo—me guía hasta el almacén lleno de videojuegos de todos los títulos.
Sueño de todo gamer.
—En la tienda hay 10% de descuento en todos los videojuegos y 20% en consolas—busca algo en una caja—. Quiero que te pongas esta botarga y salgas a patrocinarnos.
¿Qué? ¿Botarga? Ha sacado una botarga gigante de una flecha roja con los números de diez y veinte por ciento, con la marca de la tienda en unas letras enormes y llamativas.
—Póntelo—me ordena.
Oh, NO...
— ¿Es necesario vestirme con una botarga? — frunzo el ceño, esperando escaparme de esa ridiculez—. Digo, podríamos repartir volantes en los cuales mostramos las promociones de la tienda, haciendo el trabajo un poco más fácil—y menos humillante para mi persona.
—Es necesario. Entregar volantes solo implicaría que gastáramos dinero, ya sabes, las personas tiran fácilmente esos papeles inútiles y jamás lo leen. Solo el dos por ciento de las personas que transitan por aquí les interesaría leer.
Genial, esto era lo menos que quería que me pasará en mi vida. Me meto con dificultad dentro de la estúpida botarga. Oh, ¡me queda enorme esto! Solo mi cuello, cabeza, brazos y piernas pueden moverse, con mucha dificultad. Los lados de la botarga sobresalen demasiado, haciéndola lucir muy estorbosa. ¿Cómo es posible que me pase esto a mí? Ni siquiera puedo cubrir mi rostro como en otras botargas. Voy a ser el ridículo total, sobre todo en los niños que anden por aquí.
Salgo, caminando de lado, con cuidado de no tirar nada.
—Sal por favor, las personas necesitan verte.
No sé si me atreva, pero tengo que hacerlo. No quiero que me despidan por no obedecer las órdenes de mi jefe. GRRR.
Pasando como cinco minutos desde que estoy afuera en la calle, mis brazos se comienzan a sentir un poco entumidos. Varias personas ya han entrado en la tienda ya que, les "agrada" mucho mi forma de animar el ambiente gamer.
—GameStop tiene descuentos increíbles que tiene que aprovechar, solo hoy—digo sin entusiasmo.
Me siento ridícula y muy estúpida con esto puesto encima. Las personas me sonríen cuando me ven. ¿Por qué? ¿Si me veo muy estúpida? No lo sé, pero ya no quiero estar aquí.
—Elizabeth, entra—me llama Kevin.
Suspiro, aliviada. Entro de lado por la puerta. Te mueves como una señora gigante gorda, se burla mi subconsciente.
Al parecer Kevin quiere que lo ayude con un cliente.
—Necesito tu opinión con este cliente importante—me dice.
¡Uy!, otro cliente "importante". Es un niño, rubio y con grandes anteojos. Parece ser bastante inteligente y lo único que espero es que no me despida por su culpa.
Durante más de diez minutos, hemos estado tratando de convencer al niño de que compre un PS vita. Sin embargo, la indecisión de este niño es un poco irritante.
—El PS vita tiene mejores gráficos y puedes tener más memoria—le digo al niño, ya un poco incómoda por la botarga.
El niño frunce los labios, pero sonríe.
—Está bien, quiero el PS vita.
¡Al fin!, hasta que se decide por una buena vez. Puede que sea un niño, piense demasiado, pero me cayó bien.
—Elizabeth, ve a buscar cambio a la tienda de trajes de al lado. Aun no puedo abrir la caja fuerte por el demás dinero, necesito que llegue el camión de valores.
Me entrega el dinero.
— ¿Puedo quitarme la botarga?
—No pierdas tiempo—se golpea la muñeca disimulando tener reloj.
¡Ay fantástico!, voy a salir de nuevo a la calle con botarga y lo peor, tendré que entrar a otra tienda con esto encima. Camino de lado hasta la salida y me dirijo hasta la tienda de trajes que hay al lado. Entro de igual forma como salí, de lado y trato de no tirar nada de lo que hay en la entrada. Varios trajes adornan el lugar con maniquíes que me dan un poco de miedo. Doy un paso al frente y levanto la vista hacia mi próximo camino; desafortunadamente me quedo en shock al ver cierta persona observando algunas cosas en el mostrador... ¡Nada menos ni nada más que el mismísimo Matthew Evans! No puedo moverme, y menos mal, no me ha visto.
¿Qué hago? Piensa. Piensa. Piensa... ¡Ya sé!, iré a la otra tienda de al lado por el cambio. Me doy la vuelta y trato de correr directo a la puerta. Tengo que salir, ya.
Bien, ya voy a salir... Oh, no, choco con los lados de la puerta con la estúpida botarga y me caigo hacia atrás. ¡Mierda! ¿Por qué demonios no camine de lado? Trato de levantarme, pero no puedo. La botarga es demasiado pesada para poder alzarla yo misma. Ojalá no hubiera hecho tanto ruido. Cierro los ojos y trato de concentrarme. Quiero que me trague la tierra. Cuando los abro, esa mirada que me desarma me mira fijamente.
—Señorita Reed, qué agradable sorpresa—sonríe cálidamente.
¿Agradable? Ayer le tire dos creams frappuccinos y ahora estoy tirada en el piso vestida de botarga. Aún pregunto, ¿agradable?
—Hola—murmuro.
Mis mejillas arden. Quiero esconder mi cabeza como un avestruz abajo en el piso en un profundo hoyo en donde nadie pueda verme ni hacerme daño.
—Déjeme ayudarla—se agacha un poco y me toma por la mano. Rápido trato de ponerme de pie y con timidez, puedo mirarlo a los ojos—. ¿Puedo preguntar, qué hace aquí vestida con una botarga? —sonríe.
En serio, ahora sí quiero que me trague la tierra.
—Ah, bueno, trabajo en la tienda de videojuegos de al lado y venia por un poco de cambio—muestro mi mano con el dinero—. El camión de valores aún no ha pasado este día...
—Me alegra que haya encontrado un empleo pronto—empieza a sacar algo de su bolsillo trasero—. ¿Cuánto cambio necesita?
Sí que encontré empleo rápido... Oh, Dios, él me dará el cambio. Reacciono rápido y trato de utilizar las palabras adecuadas.
—Lo que usted guste cambiar, señor Evans.
Vuelve a sonreírme y saca diez billetes de diez dólares. Oh, santo cielo. Me entrega los billetes con una radiante sonrisa. Mis manos temblorosas reciben el dinero.
—Aquí tiene.
—Gracias—musito.
Su mirada esta clavada en mí, ¿le gusta mi botarga? o ¿está evitando reírse? Ya me imagino porque está en esta tienda. Su traje fue arruinado por unos creams frappuccinos de vainilla ayer... Será mejor que me largue.
—Me tengo que ir, gracias por todo.
Lo único que puedo ver en su rostro antes de caminar de lado, es la bella sonrisa que ilumina su rostro. Salgo de la tienda y camino más rápido para entrar en GameStop.
Entrego el dinero y el niño rubio y con anteojos sale feliz con su PS vita. Respiro cansada.
— ¿Por qué tardaste tanto? —me pregunta Kevin.
—Me caí...—digo con un hilo de voz.
El ríe entre dientes y entra al almacén de videojuegos. Mi jefe se burla mucho de mí.
Más tarde, un grupo de cinco niños entran en la tienda buscando videojuegos de PlayStation 3. Ya estoy más cómoda, solo viendo a los clientes por la tienda, detrás de la caja registradora. Similar que en Starbucks. No puedo creer aun que me haya encontrado de nuevo con Matthew Evans, y yo, ridículamente vestida con una botarga de flecha. Mejor me la quite (con permiso de Kevin), ya que no quería volver a ocasionar algo bochornoso con los niños de aquí. Espero que Kevin contrate a otro empleado que se encargue de los asuntos de botarga y promociones. Trato de poner fin a mis pensamientos de "mala suerte" y "qué estúpida te veías con eso".
—Hola, ¿cuál juego nos recomiendas para PlayStation 3? —me pregunta un niño con un sombrero de vaquero, librándome de mis pensamientos.
Me alejo de la caja registradora y me dispongo a atenderlos. Todos me observan con atención, como sí yo fuera un videojuego gigante o algo así. ¿Me verían con la botarga antes de que me la quitara? Trato de darles mis mejores sugerencias.
—Entonces Fat princess, ¿es entretenido? —me pregunta otro niño de edad más pequeña.
Por décima vez...
—Sí, ahí tienen que rescatar a una princesa gorda, nada convencional.
Quisiera reírme del juego, pero no es el momento adecuado.
Los cinco niños empiezan a hablar entre ellos y opinan sobre mi sugerencia. Los juegos son fáciles de recomendar, pero cuando se trata de niños, es un poco difícil de saber. La campanita de la puerta de entrada suena y levanto la vista para ver de quien se trata.
¡Es de nuevo el señor Evans! ¿Ahora qué? Sin razón, mi rostro aumenta de temperatura. Menos mal ya me quité la ridícula botarga. La mirada de Matthew Evans se encuentra con la mía y yo me desvío rápido hacia el grupo de niños.
—Oh, señor Evans, es una sorpresa tenerlo aquí—saluda Kevin.
Miro hacia afuera de la tienda; un señor alto de tez morena clara con lentes oscuros y vestido de traje está ahí afuera deteniendo con una mano bolsas de trajes recién compradas. Lleva más de tres bolsas... Debe ser el ayudante del señor Evans.
—Yo lo atenderé—la voz de Kevin suena orgullosa.
—En realidad quisiera que me atendiera la señorita Reed.
Siento que me mueven el piso.
—Elizabeth, yo atiendo a los niños—me dice Kevin.
No quiero. Me siento muy tímida con él. Me aparto del área de PlayStation y con temor, me acerco al señor Evans.
—Hola de nuevo—saludo casi desviando mi mirada al suelo de pura timidez.
—Me alegra que haya conseguido este empleo. Creo que es mucho mejor que en la cafetería Starbucks, ¿no?
Por favor, solo vino aquí para burlarse, si, para eso, lo puedo ver en su mirada profundamente azul.
— ¿Qué videojuegos me recomienda? —pregunta.
¿Qué dice?
—No sé qué tipo de consola tenga.
Ríe entre dientes y se acerca más a mí.
—Bueno, tengo esas tres—apunta con su dedo índice a las marcas de Nintendo, Xbox y PlayStation.
Oh...
— ¿Qué consola le gusta más?
Se acaricia la barbilla y me mira con atención.
Su rostro es tan atractivo...
—Nintendo, creo—se encoge de hombros.
Creí que diría PlayStation... Camino hasta el área de Nintendo y al momento de girarme está bastante cerca de mí. Es por eso, por su culpa le tiré los Starbucks. No me siento muy libre de moverme. Invade un poco mi espacio vital como empleada.
— ¿Qué título le llama más la atención? —entrelazo mis dedos.
—Bueno, quizás podría darme una idea respecto en lo que trabajo, ¿qué me recomienda de mis gustos? —vuelve a sonreír.
Si pudiera mirarme en un espejo, mi gesto seria de idiotez total. Sacudo la cabeza sacándome mi fea imagen de parecer una retrasada.
Su empresa, edificios, construcción...
—Lego Star Wars... —las palabras se me salen de mi boca.
¡Diablos! Estaba pensando en voz alta.
Vuelve a reír y toma la caja del videojuego. La mira con atención.
— ¿En serio? —alza una ceja sonriendo.
—Bueno, eh, es de construcción y como a usted le gusta construir... Hay más juegos, Batman, El señor de los anillos, Harry Potter...
Y todos esos juegos me parecen demasiado infantiles, bueno, lo es para un tipo como él, con su propia empresa. Demasiado tarde para corregir.
—Está bien, me llevaré el de Star Wars.
Tomo el juego y reviso el registro. Siento su mirada sobre mí. No puedo trabajar tranquilamente si el señor Evans me mira.
— ¿Qué tal le ha ido en la escuela? ¿Ya tiene una calificación final?
Gracias por preguntar algo normal.
—Eh, aun no, falta la evaluación final de los exámenes y otros trabajos que había entregado a las demás clases. Una vez más, gracias por todo señor Evans, mi tesis no es tan atractiva como otras, pero me esforcé mucho en estos últimos años.
—A mí me encantó el tema con el que trata, su investigación sin duda es muy completa.
Me sonríe y de alguna manera, me atrevo a regresarle la sonrisa. Sus ojos se iluminan cuando se vuelven a encontrar con los míos. Trago saliva y vuelvo vista al videojuego. ¿Qué acabo de hacer? Me estoy tomando ciertas libertades.
— ¿Qué es eso? —apunta hacia unas cajas blancas de Mario Kart.
—Wii Wheels, son volantes para simular una carrera del famoso personaje de Mario Bros, viene con el juego incluido.
Se queda con expresión pensativa. ESTÁ TAN PRECIOSO AAA.
—Está bien, también quiero ese.
Muy bien, como están en la parte alta de la repisa, acerco un banco para poder alcanzar la caja. Con cuidado subo y me pongo de puntillas para tomar la caja. Cuando logro tomarla siento que el banco se mueve un poco. Trato de bajarme y me resbalo al hacerlo. Por fortuna, puedo caer firmemente de pie sosteniendo muy bien la caja del videojuego sobre mi pecho. El señor Evans parece espantado por lo sucedido.
— ¿Está bien? —dice con voz aterciopelada.
—Eh, si, gracias— ¿Qué fue eso? ¿Por qué me caí? Qué bueno que no hice más ridículo por este día—. ¿Necesita algo más?
—Creo que es todo—sus ojos brillan con intensidad.
Me sonrojo y camino con pasos largos hasta la caja registradora. Marco la cantidad de los productos.
—Serían ciento cuarenta y nueve dólares.
Saca su cartera de su bolsillo trasero de su pantalón y me entrega su tarjeta de American Express negra. Lo registro por el escáner. Los productos están pagados y le entrego su ticket de compra. Guardo los videojuegos en una bolsa blanca de plástico.
—Gracias por comprar en GameStop—sonrío.
—Gracias a usted señorita Reed. Espero volver a verla.
Mi corazón se me va a salir del pecho.
—Eso espero— ¿Por qué dije eso? Mierda.
Sonríe, toma la bolsa y se da la vuelta para dirigirse a la puerta de salida. Camina elegantemente. Vestido de traje luce tan atractivo. Se lleva tranquilamente la bolsa en la mano y sale con su "ayudante". Él lo sigue y se marchan hacia la derecha.
Apenas me he dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración.
¿Por qué mi corazón palpita muy rápido...?