El lado Oscuro Perfecto #2
Sinopsis
SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA. La vida de Elizabeth Reed ha dado un vuelco tras tomar una decisión difícil: terminar su apasionada relación con el enigmático Matthew Evans. Tratará de continuar con su vida normal, regresar a trabajar a GameStop, buscar nuevas oportunidades en editoriales y tratar de olvidar al único hombre que ha amado. Pero su deseo por seguir con él la persigue, haciendo su trabajo más difícil de lo que creía. Tras volverse a encontrarse con Matthew, Elizabeth no resistirá estar ni un día más separada de su lado.Ella tendrá que aprender a vivir con su Lado Oscuro, descubriendo más oscuros secretos y haciendo todo lo posible, por ayudarlo a superarlos. Los peligros continuaran en esta parte... poniendo a juego los verdaderos sentimientos de Matthew, sobre ella.
Capítulo 1
"La única persona que necesitas en tu vida, es aquella que te demuestre que te necesita en la suya”
Oscar Wilde
No poder dormir, es en lo único que pienso. Mi mente tiene un tipo de bloqueo hacia los demás pensamientos, a no ser el de poder dormir. No pude conciliar el sueño durante toda la noche, mis lágrimas no cesaron en un largo rato.
Si bien, mi pasatiempo favorito es dormir, me siento irritada por no haberlo logrado.
Estoy en mi cama, aun abrazada a mi almohada tratando de volver a la realidad de las cosas. Ya es de día y afuera sigue lloviendo intermitentemente. Mis ojos me arden, están hinchados y no quiero moverme. Me duele mucho el cuerpo... y el corazón. No me he levantado de la cama ni siquiera para ponerme mi pijama. No sé exactamente qué hora de día sea, pero más o menos calculo que son las ocho de la mañana. Las gotas que caen sobre mi ventana me distraen por completo. Una tras otra haciendo una suave y relajante música. Los autos de la ciudad se oyen menos. Una suave ventisca mueve a los árboles afuera. Creo que ya no puedo llorar y me preocupa un poco que me haya deshidratado, pero no tengo sed.
Esto me recuerda a la vez que George y mamá pelearon por primera vez. Yo estaba asustada, confundida y no quería hablar con ninguno de los dos. Quién diría que las peleas de las personas mayores llegarían a mi tan pronto. Siendo niña no comprendía porque lo hacían.
Tampoco tengo hambre... Todo es tan extraño. Las gotas de lluvia me siguen distrayendo. "TicTic, tac", el segundero de mi reloj suena, es un sonido pasible y nada enloquecedor. "Los segundos pasan tan rápido..." Me duele el pecho como sí fuera a enfermarme. Estiro las piernas, ¡aú!, me duelen mucho aún. No me atrevo a tocarme, tengo miedo.
—Elizabeth, el desayuno está en la mesa—anuncia Lorraine.
Su voz muestra preocupación. No le contesto. No tengo ganas de hablar, ni de moverme, ni nada relacionado con mi persona. El cielo es gris... vaya color. Golpeo la almohada y hundo la cara en ella. De nuevo las lágrimas. ¿Cómo es posible que de mis ojos salga tanta agua?
No puedes seguir todo el día y toda la vida en una maldita cama, el pasado es el pasado, tienes que hacer algo, me apoya mi subconsciente arriba de un estrado como si estuviera compartiendo un importante discurso. Sonrío al pensarlo. Tiene razón, no puedo durar toda mi vida en una cama. Me enderezo y me siento abrazada a mis piernas. Me duele, pero puedo hacerlo. Los brazos me pesan, como si llevara pesadas cadenas enredados en ellos, pero eso no me detiene. Tenía razón, pasan de las ocho de la mañana.
—Elizabeth Reed, voy a entrar quieras o no—amenaza.
No sé por qué, pero me hace sonreír al escucharla. Oigo como introduce la llave y trata de girar el picaporte. Me cubro rápidamente con el edredón para que no pueda verme.
—Oh, Elizabeth—dice cuando logra entrar—. ¿Qué te sucede? Pareces estar peor que un ermitaño en una montaña.
Mis ojos no se atreven a mirarla. La luz que hay en mi pequeña habitación hace que me sienta incomoda.
—He escuchado a mi corazón, creo.
Me mira estupefacta.
— ¿Terminaste con él? Espera, espera, ¿te hizo algo? Te juro que yo misma lo asesinaré si intento pasarse de listo contigo. Dime ahora mismo por qué estás así y lo solucionaré en un santiamén.
Me escondo más entre el edredón. La palabra de asesinato es muy creíble en ella.
—Si terminé con él..., simplemente, descubrí que no era sano estar juntos como pareja.
— ¿Qué te hizo? —Pone su voz mucho más grave.
—Simplemente no es para mí.
Ya lo dije, y no quiero seguir hablando. Pensar en él es tan doloroso... Me vuelvo a acostar de lado; mis ojos pican por seguir soltando más lágrimas.
Lorraine me quita el cabello de la cara y trata de mirarme, examinando mi expresión.
—Tienes unas ojeras...—me chasquea la lengua.
— ¿Te deje dormir? Perdona...
Resopla.
—Sí, no te preocupes. Levántate ahora, tienes que comer.
—Grrr, no tengo ánimos.
—No dejaré de hablarte hasta que vayas al comedor. Tan siquiera a que comas comida fría y dura—me advierte.
Lorraine se parece en estos momentos a mi madre. La idea me resulta extraña y graciosa, pero no estoy de humor para soltar una risotada. Vuelvo a concentrarme en las gotas de lluvia. Una tras otra sin detenerse. Esto ya me parece un diluvio en la ciudad.
— ¡Elizabeth! —Grita.
Me sobresalto. Creo que ahora si ya se enojó. Con mucho esfuerzo, salgo de la cama y me pongo de pie. Mis rodillas se chasquean un poco al estirarse completamente. Uf, me duelen. Ya sé, me daré una ducha rápida. Me cepillo un poco mi cabello loco y entro al baño.
La secadora se siente muy caliente, más de lo normal cuando la utilizo. Mi cabello se mueve suavemente mientras el aire cálido lo toca. Me he puesto una camisa rosa pálido, de manga larga con un pequeño chaleco negro. Las... marcas están bien cubiertas, no quiero que nadie los vea. Me pongo unos pantalones de mezclilla, no los siento muy cómodos, pero me hace sentir segura. Examino por mi propia cuenta mi cuello en busca de marcas. No hay más.
Salgo al comedor y ahí está Lorraine. Sentada, bebiendo de su taza de café y leyendo un periódico del New York Post. Ha hecho hotcakes... ¡Y no se le quemaron! Me quedo boquiabierta mirando todo lo que ha preparado.
—Vas a babear—murmura.
—No tengo hambre—admito y cierro la boca—. Fue una buena impresión.
—Vas a comer. ¿ESCUCHASTE, NIÑITA?
De mala gana, saco una silla, me siento y tomo un hotcake. Lo baño con un poco de miel de maple. Parto un trocito con el tenedor y me lo llevo a la boca. Con dificultad lo puedo masticar.
— ¿Por qué rayos llevas puesta una blusa de manga larga? —Deja a un lado el periódico—. Rara vez te pones una blusa así.
—Tengo frío—aclaro rápidamente.
Se cruza de brazos, insatisfecha con mi excusa.
—Aun así, más bien te pones suéter. Sí mal no recuerdo, alguna vez me dijiste aborrecer las blusas de manga larga.
¿Por qué tenías que ser tan curiosa y observadora?
—Puedo cambiar de estilo—digo en voz baja, mirando como el hotcake absorbe la miel de maple.
Su expresión muestra rareza, su ceño fruncido casi une sus dos cejas perfectamente depiladas. Entorna los ojos y continúa leyendo. Oh, mierda, ¿por qué siento que me intimidada por ella? Con el tenedor juego con los trocitos de comida. Sé que está mal hacer eso, pero mi apetito se ha ido de viaje.
—Come—me ordena.
¡Ah! No quiero. El estómago no me pide nada. Llevo otro pedacito a mi boca para que no se enoje.
—James vendrá en la noche, saldremos a cenar.
Prefiero dormir en el parque. No estoy de humor para recibir visitas. Además, ¿qué concepto de "no tengo hambre" no comprende? No creo tener mucho apetito durante todo el día. Tomo otro tozo y lo trago con dificultad. Está bueno, pero no lo disfruto.
—Llevaré el paquete de cosas que me regaló... Evans.
Alza una ceja y me mira por encima del periódico.
— ¿La ropa de Chanel y la laptop?
—Sí, eso.
— ¡¿Estás loca?!
¿Acaso me llamó loca? Vaya respeto por mi tiene.
—No. No quiero quedarme con eso, no tengo porque aceptarlo.
Golpea la mesa con el puño.
— ¡¿Regresaste el iPhone?!
—Sí.
Se queda boquiabierta.
—Pero es un teléfono maravilloso—dice con voz de estar sufriendo por esa realidad. Ya ni yo, que era mío el maldito teléfono.
—No tengo porque aceptarlo, tengo a mi pequeño ladrillo.
¡Grrr! ¿Por qué lo llame así? Trago saliva.
—Bueno, son tus decisiones—dice con aire triste—. Pero habría sido mejor que te quedarás con esas maravillosas cosas.
Ya nos calmamos las dos. Sus ojos ámbar me observan, prestando atención a lo que hago. Vuelve a su lectura. Regresare las cosas a medio día, a esa hora, Matthew no está en el Tribeca Tower.
—También iré a trabajar a GameStop.
Se atraganta un poco al estar bebiendo de su café.
— ¡No dormiste nada anoche! —espeta—. ¡Solo mírate las ojeras que tienes!
—Puedo trabajar—como otro pequeño pedazo.
Mi trabajo será nuevamente en GameStop, todos los días de la semana, y no tengo otro remedio. El único empleo en donde todo iba con normalidad en mí vida—solo ciertos días—. Es curioso, me emociona saber que volveré a ayudar un montón de niños revoltosos adictos a los videojuegos. Sonrío satisfecha.
Un relámpago pasa por la ciudad y un rayo nos sobresalta. ¡Woah! Se oyó muy fuerte.
—Elizabeth—se da una palmada justo en la frente.
La ignoro. Son mis asuntos.
La verdad es que estoy aburrida, juego con otro pedazo. En serio, ya no puedo comer. Me levanto de la mesa y me dirijo a mi habitación.
— ¿No vas a terminar? —pregunta.
—No—grito en cuanto cierro la puerta de mi dormitorio.
Busco una caja vacía entre mis cosas y la pongo sobre mi cama. Es lo suficientemente grande para que ahí guarde los objetos que ya no me pertenecen. Comienzo a tomar las prendas de la ropa Chanel y con delicadeza las doblo para ponerlas en la caja. ¡Ay, no!, estoy comenzando a llorar de nuevo. Meto con más rapidez la ropa. Me pongo las manos en el rostro tratando de calmarme. Me limpio las lágrimas y continúo. Pongo hasta la última prenda y encima coloco la bonita laptop. Miro con atención las cosas. Será mejor que me apresure a deshacerme de ellas. Cierro la caja y busco la cinta adhesiva para sellarla. Bien, ya está. La alzo para ponerla en el piso... Siento dolor en mis brazos. ¡Auu! La dejo rápido y me acaricio los brazos.
— ¿Qué te sucede? —entra Lorraine—. Te noto muy frágil.
—Nada—la interrumpo bruscamente—. Sólo quiero llevar las cosas.
—Preferiría que te las quedarás—dice distraída por sus uñas—. Digamos que, te las mereces.
Suspiro. Me siento estúpida con esas cosas perteneciéndome. Es mejor que ya las llevemos. Entre más rápido, mejor. Aún es temprano, faltan cinco minutos para que sean las nueve y media.
—Vamos a llevarlas.
— ¿Nos vamos en mi beetle?
—Por favor. Sería menos complicado para mi.
— ¡Al beetle móvil! —toma la caja.
—Deja de decir eso—digo irritada.
No puedo evitar reír un poco... Aun combinado con la tristeza que inunda mis sentimientos.
*
Lorraine es pésima estacionando autos. Llevamos como cinco minutos tratando de aparcarnos enfrente del Tribeca Tower y afuera ya hay una pequeña llovizna. Siento nerviosismo por este lugar. Mi respiración se complica. No tengo ni veinticuatro horas que salí corriendo de aquí. Miro hacia la salida del estacionamiento. Recuerdo aun el hermoso Ford GT negro. Lorraine comienza a tratar de entrar en el espacio de aparcamiento.
—Me iré yendo—abro la puerta.
Se detiene y me deja salir. Unas cuantas gotas caen en mi rostro, refrescándome un poco y relajándome. Me coloco el gorrito de mi chamarra, para evitar humedecerme el cabello. Abro la cajuela y saco la enorme caja. Los brazos nuevamente vuelven a dolerme, pero logro mantener conmigo la caja. Miro hacia los dos lados de la calle y cruzo a la acera de enfrente del edificio. Mi vientre se contrae, siento ansiedad.
Entro al vestíbulo y rápido busco a la señorita que se encarga de la recepción, pero no está. Coloco la caja en el mostrador de mármol blanco y mientras miro a mi alrededor, buscándola. Más allá en la puerta de salida al estacionamiento, está Patrick. Me mira e inmediatamente viene hacia acá.
—Hola, señorita Reed—saluda amablemente.
—Hola, Patrick. Me gustaría que le entregaras esto a... Matthew.
Mira detenidamente la caja.
—Muy bien—pone una mano encima del mostrador.
—Muchas gracias. Adiós, Patrick—musito.
Con un ligero movimiento de cabeza, se despide. Doy media vuelta y me dirijo hacia afuera. Qué bueno que estaba Patrick, así será más fácil de entregarle todo.... Un momento, si él seguía aquí, ¡¿Matthew también aún seguía aquí?! A grandes zancadas cruzo la calle y subo al beetle de Lorraine.
—Vámonos por favor—cierro de golpe la puerta.
— ¿Qué sucede?
—Ya no quiero estar aquí.
Enciende el motor y salimos rápidamente por la calle de Duane Street. Esto es a lo que llamo verdadero sufrimiento, desde lo más profundo de mí ser. Sé que necesito estar con Matthew... ¡Pero qué demonios estoy diciendo! Solo me estoy lastimando a mí misma. Recargo mi cabeza contra el asiento, aclarando cada uno de mis pensamientos. Bien, ahora solo debo pensar como le diré a Kevin que regresaré a trabajar normalmente a GameStop.
*
Ya en casa, he decidido llamar a la tienda GameStop para avisarle a Kevin que regresaré a trabajar entre semana con el mismo horario del que me había dado. No me contesta y eso me preocupa un poco.
Vamos, contesta. Te necesito, Kevin.
— ¿Qué vestido debo llevarme hoy en la noche? —Entra Lorraine con un vestido negro y un vestido salmón.
—Lorraine, estoy ocupada.
Me saca la lengua y se marcha.
Al fin Kevin me contesta.
— ¿Sí?
—Hola, Kevin. Soy yo, Elizabeth Reed, no sé si te acuerdes de mí, ja ja ja, tenemos desde el sábado sin vernos y—sí que estoy nerviosa—, te quería preguntar si, ¿podía volver a trabajar contigo en horario normal? Sé que es muy repentino, tal vez ya tengas a un nuevo empleado, por el cual no puedas ayudarme con eso...
Se queda en silencio unos momentos.
— ¡Hola!, Claro que te recuerdo—dice con extrañeza—. Y claro, claro, puedes volver a trabajar entre semana, eh, ¿renunciaste con el señor Evans?
—Algo así—trago saliva.
—Muy bien, te espero aquí con el horario que tenías.
—Entendido, muchas gracias, Kevin.
Siento un gran alivio. Bendito seas, Kevin Marshall. Te haré un altar como el mejor jefe de todos los tiempos sobre la faz de la tierra, además de ser un geek. Dejo mi teléfono sobre el tocador y me siento en el borde de la cama, pensando.
—Entonces, ¿qué vestido llevo? —entra de nuevo Lorraine.
— ¡El salmón! —exclamo.
Se asusta y sale corriendo de ahí. Rayos, debería disculparme. Me recuesto en la cama para pensar.
Esta Elizabeth es muy distinta a la de hace unas semanas.
*
Entro a GameStop sintiéndome rara de mí misma por mi presencia de nuevo aquí. Es una exageración, puesto que la semana pasada trabaje unas horas, pero siento como si en verdad el tiempo se hubiera alargado. Me encuentro con un mar de personas formadas hacia la caja registradora, todas con un mismo videojuego en mano. Otras, están viendo películas y videojuegos en otra área. Con dificultad paso entre ellas y logro llegar al lado de Kevin.
—Hola, Kevin.
— ¡Hola! Llegaste justo a tiempo. Esto es un infierno.
Ya veo, hay muchas personas formadas debido a que ha salido un nuevo videojuego para la plataforma PlayStation. Me muevo un poco a mi izquierda, dejándolo tener un poco más de espacio.
—Elizabeth, siempre serás bienvenida aquí—me sonríe—. No sé cuáles fueron tus motivos reales para regresar con horario normal, pero ya sabes, sí necesitas empleo ya sabes a donde venir.
—Muchas gracias, eres muy amable.
Atiende a unas cuantas personas más y al fin me da la indicación de que acomode más videojuegos nuevos en el área de Sony.
Bien, a trabajar.